HISTORICAS ERUPCIONES DEL VOLCÁN NEVADO DEL RUIZ.
En Colombia existen 30 volcanes, que en su mayoría
situados en la codillera Central. Uno de ellos, el Volcán Nevado del Ruiz,
conocido en la época precolombina como “Cumandáy”, hoy "del Ruiz",
seguramente en honor a un ibérico que residió en Ibagué, de nombre Alfonso Ruiz
de Sahajosa.
La historia colombiana ha registrado 3 erupciones del
volcán nevado del Ruiz.
Estos fenómenos han sucedido en intervalo de tiempo
428 años. Una primera, ocurrida el 12 de marzo de 1595; la segunda, sucedida el
19 de febrero de 1845 y la tercera, la más reciente, el 13 de noviembre de 1985,
que devastó a Armero y ocasiono gran daño y crecido número de muertos en otras
ciudades, como Villamaría y Chinchiná. Estas catástrofes han afectado principalmente
el territorio de Armero Tolima, en donde las erupciones han causado el mayor
daño y muerte de más de 25.000 personas.
Su accionar geológico ya había originado pasadas
avalanchas devastadoras, entre ellas, la del 12 de marzo de 1595, en plena
época Colonial, y más tarde, la sucedida en el año1845 y la última, en 1985.
La ocurrida el 12 de marzo de 1595, narrada
por Fray Pedro Simón, quien describe como los ríos Lagunilla y Gualí causaron
avalanchas monumentales compuestas de mazas de fango que dejaron infecundas la
tierra durante largo tiempo.
Narra que, al occidente de Mariquita,
aproximadamente a 48 kilómetros de distancia, a lo alto de la denominada mesa
de Herveo, situada la cordillera de los Andes, se divisaba un altísimo volcán,
cubierto de nieve y que solo en tiempo despejado se podía de ver, gracias a su
penacho permanentemente cubierto de nieve, y del que de su cumbre, se veía
emerger perennemente una monumental estela de humo, y que en las más oscuras
noches resplandecían las emisiones de piedra pómez, azufre y arena menuda que
se depositaban a muchas leguas de distancia de sus contornos, en especial a la
parte de Mariquita.
SE CUBRIÓ LA TIERRA DE
CENIZAS.
Con
los estallidos, comenzó la emisión de gigantes columnas de humo y cenizas
volcánicas de piedra pómez, tan menuda como arena, que fue acrecentándose poco a
poco, hasta ser como menudo granizo, y que hacía atronador sonido sobre los
tejados. Fenómeno que duró aproximadamente dos horas, después tornó a oscurecerse con un
nubarrón tan espeso que no se podía leer una carta, con ser casi medio día,
prosiguiendo siempre la lluvia de cenizas y piedra pómez hasta las dos de la
tarde, queddando el horizonte como día nublado. En toda la noche, no
paraba la lluvia de ceniza, de suerte que, a la mañana siguiente, estaba toda
la tierra cubierta do más de una cuarta (25 cts.) de piedra pómez y ceniza, húmeda
y pegajosa, que se pegaba a donde quiera que caía; y al otro día, la tierra se percibía deslucida y triste, cubiertos de ceniza, árboles
y plantas, sembrados, casas y todo lo demás, que parecía el día del juicio final.
Los
ganados bramaban por no hallar qué comer; las vacas no daban leche a sus becerros; las legumbres de las huertas
quedaron cubiertas de arena, así, como toda las montañas y arboledas, que a la
vista, se presentaban cubiertas de ceniza. Fenómeno que se extendió hasta la población de
Toro, que está de Cartago a una distancia de 28 leguas, que con las ocho que hay del volcán a
Cartago, sumaban más de 36. La ceniza voló
hasta la ciudad de Toro, causando gran daño a las plantaciones de maíz, que
fueran devastadas por el fenómeno.
Los ríos y quebradas corrían
espesos, de suerte que los peces huían de una parte a otra sin saber a dónde; muchos saltaban a tierra
buscando socorro contra el raudal de cenizas.
La
población de Cartago acudió a Dios; en procesiones, y plegarias piadosas, que
surtieron efecto, presentándose abundantes aguaceros, el jueves y viernes
santos, lluvias que lavaron todos los árboles y campiñas, dejándola libre de
cenizas.
Algunos
caminantes que viajaban de Mariquita a Cartago, tres días antes sintieron fuertes temblores y rugidos de la tierra, y
el sábado en la noche, antes del domingo que llovió esta ceniza, vieron estos españoles
que arrojaba el volcán gran número de piedras pómez, tan grandes como huevos de
avestruz; de allí para abajo hasta grueso de huevos de paloma, tan encendidos y
chispeando, como sale el hierro de la fragua, que parecían estrellas erráticas;
daban algunas sobre ellos y sobre sus caballos, que los inquietaba mucho. La parte de este cerro,
que mira al Oriente, a la ciudad de Mariquita, por una pequeña ensenada,
salía tanta agua que hizo una abertura de más de trescientos pasos en
ancho, y de doscientos estados en hondo (de suerte que se hubo de echar
el camino real que iba por allí, por otra parte), y por la que salía la
poca agua comenzó a salir tanta como grueso de dos bueyes, que dura hasta hoy, con que creció en aguas el río de Gualí, que es el
que riega los cimientos de la ciudad do Mariquita; el cual y otro su compañero,
que corre al sur, que llaman el de la Lagunilla, y se originan ambos de
la nieve que se
derrite de este cerro,
corrían tan cuajados de ceniza que más parecía mazamorra
de cernada que agua. Salieron ambos de
madre; dejando la tierra por donde derramaron tan quemada,
que en muchos años después no producía la tierra ni aun pequeñas hierbas; los pescados de ambos ríos, que por ser muy
grandes tienen muchos, no pudiendo huir de la
tempestad encenizada que los traía antecogidos, perecían entre aquel barro cenizoso, que llegando así ambos ríos al de la
Magdalena, donde entran, no dejaron de turbarle
algo sus aguas, aunque son tantas.
Paréceme podemos conjeturar
en el suceso de este volcán lo mismo que dijimos en nuestra segunda parte del
de la Grita,
que hizo volar aquel cerro en el Valle de los Bailadores, porque según vemos en
el reventar tanta agua en este de Cartago, debió de ser que ella venía por una
gran caverna, desmandada de otra parte por aquella cordillera abajo, y llegando
a aquel volcán que allá en las entrañas está ardiendo, como se conoce en el
fuego y humo que echa de cuándo en cuándo, con la contradicción del agua y
fuego le hizo vomitar aquella ceniza y piedra pómez por donde pudo (al modo que
se levanta la ceniza cuando se le echa agua al fuego), y reventando ella por la
parte más flaca, vino a salir aquel borbotón de agua tan grande y a durar sin
cesar, por durar el origen de donde viene
Antaño reventó el volcán, evento que se vio y oyó
el domingo 12 marzo del año 1595. Ese
día se sintieron tres estruendos sordos, como disparos de mortero, tan
estridentes que se escucharon en un contorno de más de treinta leguas. Las
detonaciones causaron avalanchas de los ríos Gualí, que cruza por Mariquita, y
el Lagunilla, ubicado a cinco leguas de Ibagué, a causa del derretimiento de la
nieve a causa de la incandescencia de los flujos piroclásticos y lava,
expulsados por el volcán, materiales que abrieron un boquete de más de media
legua de ancho, dejando al descubierto mucha piedra, arena y profuso olor a
azufre en su camino.
El candente magma produjo el deshielo de la nieve,
arrastró enormes cantidades de rocas, tierra y árboles, que, sin detenerse,
fueron arrastrados con tal impulso, para luego represarse, lo que generó una
asombrosa avalancha que parecía, una gigantesca ola de ceniza y tierra, con un
fétido olor a azufre que no se podía soportar desde muy lejos. Por los dos
ríos, siendo más notable la creciente del río Lagunilla que la del Gualí, se
desplegaron las avalanchas, todos los peces murieron. Fue tanta la furia, que,
desde sus nacimientos en la cima, hasta su desembocadura en el río Magdalena,
arrastraron inmensas rocas, de tamaño descomunal, que quedaron desplegadas por
la sabana, por más de media legua de distancia.
Las avalanchas arrastraron todos los ganados que
encontraron a su paso, en un espacio de más de cuatro leguas; avalancha que se
extendió hasta entrar a las aguas del rio Magdalena, incendiando de tal manera
las tierras por donde pasaba, y que solo hasta pasado un tiempo considerable,
no había vuelto a retoñar sino algunas hierbas y espartillos.
Veamos la descripción de suceso contenido en las
crónicas de las Conquistas de tierra firme en las indias occidentales. por fray
pedro simón, narrada en el texto denominado: “Noticias de las conquistas de
tierra firme”, de su autoría, quien narró este acontecimiento así:
“Pero no podré excusar
tratar algunas otras cosas que ellos no han tratado y de su volcán y lo que con
él sucedió el año de mil y quinientos y noventa y cinco (1595), a doce (12) de
marzo, domingo de Lázaro, que llamamos en la cuaresma. A la parte oriental de
esta ciudad, siete u ocho leguas van corriendo Norte Sur la gran cordillera de
los Andes, de quien tantos han tratado; la cual por esta parte y por la que
mira al Oriente, que da vista al Valle de Neiva, por donde corre el Río de la
Magdalena, hace espaldas a las grandes Provincias de los Pijaos; y por la que
mira al Occidente las hace también a las Provincias de los Putimaes; gente los
unos y los otros confederados por la igualdad que tienen en alterados ánimos,
guerreros bríos y voraces hambrea de carne humana; un pedazo de esta
cordillera, que es de más levantadas cumbres y de distancia de más de cuarenta
leguas (según me ha parecido siempre que la he visto de lejos), está toda
nevada, sin que en toda la vida se descubra, antes cayendo siempre una sobre
otra, debe de ser mucha la que hay al principio de esta región nevada, que
corre Norte Sur; tomándola por la parte del Norte, levanta una teta o peñol
redondo y tan alto, que de casi todas las partes, que lo son en este Nuevo
Peino, se descubre siempre que el tiempo está despabilado y de buen brusco, por
estar tan empinado y todo él cubierto de nieve, fuera de lo último de su
cumbre, que la derrite la fuerza del calor» fuego y humo que sale a las veces
por la boca que tiene abierta, en que se remata su punta, que a las voces suele
ser de manera que, de noche, bien a lo largo de él, a su pie y faldas, que ya
no están nevadas, se puede leer una carta.
Bajará en redondo ocho
leguas, y distará de la ciudad de Cartago diez y siete, por donde va el camino,
aunque por el aire se pueden quitar las diez.
2.° Sucedió, pues, que
el día, mes y año dichos, habiendo salido el sol muy claro y despabilado, a dos
horas de su luz, que sería como a las ocho, salió de este volcán un tan
valiente, ronco y extraordinario trueno, y tras él otros tres no tan recios,
que se oyeron en distancia da más de cuarenta leguas en su circunferencia, y
mucho más á la parte que soplaba el viento; tras los cuales comenzaron a salir
tan crecidos borbollones de ceniza orizente (?) una noche muy
oscura de tempestad y
sin luna, y comenzó a caer envuelta con piedra pómez, tan menuda como arena,
que fue acrecentándose poco a poco, hasta ser como menudo granizo, y que hacía
el mismo ruido que en los tejados. Duró esto como dos horas, habiéndose
aclarado algo el aire, hasta que después de ellas tornó a oscurecerse con un
nubarrón tan espeso que no se podía leer una carta, con ser casi medio día,
prosiguiendo siempre el llover la ceniza y piedra pómez hasta las dos del día,
con aquella oscuridad, ponqué aclarando entonces, quedó el horizonte como día
nublado. No cesó de llover de esta ceniza en toda la noche, de suerte que a la
mañana estaba toda la tierra cubierta do más de una cuarta de piedra pómez y
ceniza, que bajando pegajosa con la humedad que debía de tener el volcán de
donde salía, se pegaba mucho a donde quiera que caía; y así se descubrió al
otro día la tierra tan triste y melancólica, cubierta de ceniza, árboles y
plantas, sembrados, casas y todo lo demás, que parecía un día de juicio. Los
ganados bramaban por no hallar qué comer; las vacas no daban leche a sus
becerros; las legumbres de las huertas no se parecían, y como por la mayor
parte es toda esta tierra de montañas y arboledas, que todo el año están
frescas, verdes y alegres a la vista, se acrecentaba la melancolía de verlas
hechas montes y árboles de ceniza, que se extendió tanto hacia la parte del
Occidente, adonde debiera de correr el viento, que llegó hasta la ciudad de
Toro, que está de la de Cartago veintiocho leguas, que con las ocho que hay de
volcán a la ciudad de Cartago, vienen a ser más de treinta y seis las que voló,
con gran daño de esta ciudad de Toro, pues acertando a estar tiernos los
maíces, todos los derribó.
3.° Los ríos y
quebradas corrían espesos, de suerte que los peces que tenían huían de un parto
y otra sin saber a dónde; muchos de ellos saltaban a tierra buscando socorro
contra el raudal de la ceniza. Acudió al del cielo la ciudad de Cartago con
procesiones, sacrificios y otras plegarias a Dios, que fue servido con su
acostumbrada piedad usarla en esta ocasión, enviando tan abundantes aguaceros,
jueves y viernes siguientes, que lavaron todos los árboles y tierra, dejándola
alegre y regada, de que estaba harto necesitada, por estar muy seca antes quo
sucediera esta tempestad. La cual conocieron algunos caminantes que yendo de la
ciudad de Mariquita a Cartago, tres días antes tuvieron tan grandes temblores y
bramidos de tierra, que entendieron perecer, y el sábado en la noche, antes del
domingo que llovió esta ceniza, vieron estos españoles que arrojaba el volcán
gran número de piedras pómez, tan grandes como huevos de avestruz; de allí para
abajo hasta grueso de huevos de paloma, tan encendidos y chispeando, como sale
el hierro de la fragua, que parecían estrellas erráticas; daban algunas sobre
ellos y sobre sus caballos, que no los inquietaban poco. La parte que este
cerro mira al Oriente, que es la de la ciudad de Mariquita, por una pequeña
abra, por donde salía tanta agua como una naranja, reventó con tan gran fuerza
que hizo una abertura de más de trescientos pasos en ancho, y de doscientos
estados en hondo (de suerte que se hubo de echar el camino real que iba por
allí, por otra parte), y por la que salía la poca agua comenzó a salir tanta
como grueso de dos bueyes, que dura hasta hoy, con que creció en aguas el río
de Gualí, que es el que riega los cimientos de la ciudad do Mariquita; el cual
y otro su compañero, que corre al sur, que llaman el de la Lagunilla, y se
originan ambos de la nieve que se
derrite de este cerro,
corrían tan cuajados de ceniza que más parecía mazamorra
de cernada que agua.
Salieron ambos de madre; dejando la tierra por donde derramaron tan quemada,
que en muchos años después no producía la tierra ni aun pequeñas hierbas; los
pescados de ambos ríos, que por ser muy grandes tienen muchos, no pudiendo huir
de la tempestad encenizada que los traía antecogidos, perecían entre aquel
barro cenizoso, que llegando así ambos ríos al de la Magdalena, donde entran,
no dejaron de turbarle algo sus aguas, aunque son tantas.
Paréceme podemos conjeturar en el suceso de este volcán lo mismo que dijimos en nuestra segunda parte del de la Grita, que hizo volar aquel cerro en el Valle de los Bailadores, porque según vemos en el reventar tanta agua en este de Cartago, debió de ser que ella venía por una gran caverna, desmandada de otra parte por aquella cordillera abajo, y llegando a aquel volcán que allá en las entrañas está ardiendo, como se conoce en el fuego y humo que echa de cuándo en cuándo, con la contradicción del agua y fuego le hizo vomitar aquella ceniza y piedra pómez por donde pudo (al modo que se levanta la ceniza cuando se le echa agua al fuego), y reventando ella por la parte más flaca, vino a salir aquel borbotón de agua tan grande y a durar sin cesar, por durar el origen de donde viene .[1]
Erupción, sucedida el 19
de febrero de 1845.
Ha continuación, la reproducción del texto relativo a la catástrofe del 19 de febrero de 1845, que, guardadas las proporciones y el paso del tiempo con la sucedida el 12 de marzo de 1595 y 13 de noviembre de 1985, permite percibir la magnitud e impacto destructivo de los fenómenos vulcanológicos en el territorio.
República de la Nueva Granada. - Gobernación de la provincia de Mariquita.
-Ibagué a 23 de febrero de 1845.
“Informe relacionado con la erupción y avalancha del volcán nevado del Ruiz.
Presentado por el Gobernador de la Provincia de Mariquita, señor J. Uldarico
Leiva, al Secretario de Estado del Despacho de do Interior, de República de la
Nueva Granada.
El 19 del presente a las 9 de la mañana se ha experimentado una avenida
horrible del rio Lagunilla, que ha inundado más de siete leguas sobre sus márgenes.
Innumerables trozos de nieve han rodado por todas partes acompañadas de barro,
que, según los datos que se me comunican, no son sino el producto de algún volcán en el páramo de Ruiz en donde tiene su origen
el Lagunilla. Los establecimientos más hermosos de aquellos sitios han sido arrasados
y las habitaciones destruidas por el agua, quedando en su lugar inmensos barriales
que no pueden atravesarse. Las corrientes de Lagunilla tienen represo el
Magdalena por dos leguas, según se me informa, habiendo quedado incomunicados
con Mariquita y Honda por el interior de la provincia. El pueblo de Guayabal está
rodeado perfectamente por el agua y se
ignoran las desgracias que hayan ocurrido; solo sé que en Tasajeras han pasado
de ciento cincuenta los muertos y que una multitud de infelices aguardan el desenlace
de su suerte sobre las copas de los árboles. Tales son las tristes nuevas
que por conducto de los alcaldes de Peladeros y Ambalema he sabido, ratificadas
por el señor jefe político de Mariquita, cuya comunicación acabo de recibir.
Dentro de una hora marcho para el lugar de la desgracia, con el fin de
poder dictar las órdenes que las presencias de los hechos me hagan creer
necesarias, y de allí daré a usted. el informe más detallado.
El 23 del pasado anuncié a usted la desgracia ocasionada por el desborde
de Lagunilla, y en el mismo día me puse en marcha con el señor. Andrés Caicedo
y mi Secretario, llegando a los Peladeros el 24. Allí dicté todas las órdenes
que fueron necesarias para liberar a los infelices que aun permanecían aislados
y expuestos a una muerte segura. En medio de la tristeza que a cada paso me ofrecía
aquel cuadro de desastres, tuve el
consuelo de hacer salvar a más de ochenta personas que todavía estaban en medio
de fangales impracticables, llenos de heridas, de gusanos i acongojados por la
sed y el hambre.
Auxiliado por el Sr. Caicedo i las autoridades políticas del cantón de Mariquita,
pude proveer a la subsistencia de más de
cuatrocientas personas que destiné a prestar apoyo a los desgraciados, y
estos recibieron los pequeños auxilios que en aquellas circunstancias pude
darles. Los estropeados fueron entregados a sus parientes, y los que no los tenían
se entregaron al cuidado de persona aparente a quien satisfice su trabajo. En
la parte del Guayabal varios ciudadanos entre ellos los señores Mateo Viana, Chávez,
Barrionuevo, Treffri, Cano y Ortiz prestaron oportunos servicios a los infelices
y por su ayuda pudieron salvarse algunos. Su manera de comportarse, es digna de
elogio
Según los datos que pude recoger en
los días que estuve en Peladeros, pasan de mil las personas que han perecido en
seis leguas cuadradas que calculo inundadas, y los capitales perdidos no bajan de medio millón de pesos.
Tristísima es la situación a que fueron reducidos los habitantes de
aquel país desventurado. Familias enteras se perdieron sin quedar un solo
miembro de ellas. Muchos salvados por la casualidad vieron perecer los suyos,
quedando de repente solos en el mundo. Yo vi salvar una niña de dos años, poco
menos, que se encontró asida del brazo de su madre que había perecido y estaba
sepultada casi en el fango. Otros se han salvado sobre los troncos de los
árboles que arrancó de cuajo la avenida, y allí duraron manteniéndose con cañas
o plátanos que les arrimó la creciente, pasando algunos días entre las ansias más
mortales. Por donde quiera que pasaban los peones encontraban miembros
separados de las distintas personas…
Soy de usted. Muy obediente servidor
J. Uldarico Leiva.”[2]
TERREMOTOS
" La región conocida
como de los nevados del Quindío la conforman siete volcanes: del Ruiz (5.310),
Olleta, Cisne, Santa Isabel, Quindío (5.150), Tolima (5.280) y Machín.
Hace
aproximadamente ochocientos cincuenta años el Machín localizado a siete
kilómetros de Cajamarca y a diez y siete de Ibagué hizo una violenta explosión
arrojando lava a cien kilómetros de distancia; según estudios desde hace
setecientos años su cráter está cubierto de tierra.
El domingo 12 de
marzo de 1595 a las ocho de la mañana el volcán nevado del Ruiz hizo una
erupción arrojando cenizas y piedra pómez sobre la región del Quindío, Cartago,
Buga y Toro; llegando cenizas hasta la cuenca del río San Juan en el Chocó.
Produjo además avalanchas que represaron el río Chinchiná (Río de Oro) y el
Lagunilla en la región de Mariquita.
La lluvia de
cenizas que cayó durante varias horas cubrió por completo la vegetación lo que
impedía que el ganado se alimentara, las huertas se arruinaron, los ríos,
quebradas y nacimientos de agua se tornaron de color gris. A esta le siguió un
fuerte aguacero durante dos días. Viajeros que iban de Mariquita a Cartago
relatan que en lo alto de la cordillera sintieron durante tres días fuertes
temblores y bramidos y en la noche del sábado vísperas de la expulsión de
ceniza, el volcán lanzaba piedras pómez del tamaño de "huevos de
avestruz".
Los indios que
habitaban la cuenca del río Chinchiná, conocedores de antiguas avalanchas
construían sus bohíos en partes altas y sobre los nos levantaban puentes con
guaduas y troncos en forma de altos arcos.
El domingo 9 de
marzo de 1687 a las 10 de la noche se escuchó en Santafé de Bogotá durante un
cuarto de hora un terrible ruido no pudiéndose localizar el sitio de dónde
procedía; las gentes corrían despavoridas hacia las iglesias, hubo rumores de
tropas que venían a atacar la ciudad, el presidente Gil de Cabrera y Dávalos
fue el primero en prepararse para la defensa reuniendo soldados y voluntarios;
otros creían que los cerros tutelares Monserrate y Guadalupe se venían abajo,
más tarde se empezó a percibir un fuerte olor a azufre.
Se dieron varias
explicaciones sobre el origen del fenómeno siendo la más aceptada que provenía
de una erupción del volcán nevado del Ruiz. El padre Cassani sostuvo que el
origen había sido en el Perú donde por la misma época ocurrió un terremoto que
destruyó gran parte de Lima, El Callao y las minas de Huancavelica. Este fenómeno
se conoció después como "el tiempo del ruido".
El 16 de noviembre
de 1687 cuando entraron en actividad los volcanes de Puracé y el Huila se
sintió un fuerte temblor en casi todo el territorio nacional que ocasionó
innumerables víctimas y cuantiosos daños materiales. Al día siguiente se
produjo una réplica de mayor intensidad.
Desde 1698 hasta
1723 hubo en el valle del Patía un fuerte verano seguido por intensas lluvias y
los habitantes asociaban a estos fenómenos el que se presentaran terremotos ya
que "estas sequías abren surcos en la tierra, que los inviernos llenan,
por donde producen terremotos tectónicos.;
En 1736 y en 1743
se sucedieron dos terremotos que destruyeron casi por completo la ciudad de
Popayán, luego un desastroso verano ocasionó una gran hambruna en todo el
territorio caucano.
En 1738 se
sintieron en Cartago y en todo el occidente colombiano fuertes movimientos
telúricos acompañados de ruidos. Después se comprobó que provenían del volcán
Cotopaxi (Ecuador).
En 1763 Popayán es
nuevamente destruida por un sismo.
El 12 de julio de
1785 Santafé de Bogotá y algunos pueblos de la sabana son destruídos por un
fuerte terremoto causando gran cantidad de muertos y derrumbando edificaciones
especialmente altas como iglesias. El 31 de agosto Antonio Nariño publicó el
periódico "El Aviso del Terremoto" del que solo se imprimieron tres
números.
El 14 de marzo de
1805 entre la una y las tres de la tarde el volcán nevado del Ruiz entró de
nuevo en actividad produciendo movimientos telúricos que se sintieron en
Cartago y una lluvia de ceniza que llegó hasta el Chocó.
El 16 de junio del
mismo año a las tres y cuarto de 1a mañana la población de Honda fue destruida
casi en su totalidad por un sismo, muriendo ciento once personas y quedando
muchos heridos. Las réplicas continuaron por varios meses y el 28 de diciembre
un terremoto de gran intensidad destruyó casi por completo las poblaciones de
Honda, Mariquita, Guayabal y Ambalema ocasionando más de mil muertos.
El terremoto que
destruyó a Caracas el jueves santo 26 de marzo de 1812 a las cuatro de la tarde
ocasionó el desplome de las iglesias de La Merced, La Pastora, Altagracia,
Santo Domingo y La Trinidad, ocasionando cuatro mil muertos y más de diez mil
heridos.
El clero que era en
su mayoría español exclama: "El azote de un Dios irritado contra los
novadores que habían desconocido al más virtuoso de los monarcas, Fernando VII,
el ungido del señor" y Bolívar en medio de las ruinas cuando prestaba
auxilio a los heridos responde: "Si la naturaleza se opone a nuestros
designios, lucharemos contra ella y la someteremos".
El capitán inglés
Charles Stuart Cochrane el 12 de enero de 1824 observa la presencia de humo en
el volcán del Ruiz lo que indicaba que continuaba en actividad.
Entre 1826 y 1827
en Santafé de Bogotá se sintieron fuertes movimientos telúricos que dejaron
innumerables víctimas y cuantiosos daños materiales cuyo epicentro se localizó
en el nevado del Ruiz. El 16 de noviembre de 1827 se sintió un fuerte sismo a
las seis de la tarde con aproximadamente tres minutos de duración el cual
estuvo acompañado de fuertes explosiones sintiéndose en todo el centro y
occidente de la Nueva Granada. Once días después se produjo una fuerte réplica.
Jean B.
Boussingoult refiere que el 16 de noviembre de 1827 encontrándose en La Vega de
Supía, se sintió un fuerte sismo que tuvo una duración de seis minutos
precedido de más de quince explosiones cada 30 segundos. El origen del mismo se
le atribuyó al nevado del Ruiz que desde hacia varios años desprendía fumarolas.
El 19 de febrero de
1845 un recalentamiento del volcán nevado del Ruiz arrastró grandes bloques de
hielo represando el río "Lagunilla" y al cabo de cinco días se
produjo una gran avalancha acompañada de un infernal ruido que arrastró rocas,
lodo, árboles y todo lo que encontraba a su paso. Algunos pobladores de las
vegas de San Lorenzo de Armero, en ese entonces corregimiento del municipio de
Guayabal, sobrevivieron varios días trepados en las altas copas de los árboles,
donde se alimentaban de frutos. La avalancha fue de tal naturaleza que elevó en
tres metros y medio el piso de la tierra en una área de catorce leguas
cuadradas.
A raíz de esta
explosión el ingeniero alemán Guillermo Degenhardt quien trabajaba en las minas
de Marmato subió en compañía de Marcelino Palacio gran conocedor de la región
de los nevados a estudiar este fenómeno volcánico.
Posteriormente el
ingeniero de minas Roberto J. Treffry hizo una excavación profunda en tierras
de la hacienda La Unión cerca de Mariquita y determinó en ese corte, que a
través del tiempo se habían producido catorce avalanchas del Ruiz siendo las
capas más cercanas a la superficie las más gruesas probando de esta manera que
cada avalancha ocasionaba más daños.
Codazzi, José
Triana y Enrique Price que habían recorrido el camino de Herveo a Salamina en
1852 refieren la avalancha del Ruiz sobre Armero.
El sismo de 1875 en
Manizales destruyó la iglesia principal que estaba en construcción y luego la
que se levantó en madera se destruyó con el incendio de 1925.
Refiere Hettner que
su paisano Schenck habla de los terremotos de 1875 y 1878 que causaron daños y
víctimas en la Villa de Pereira, en Manizales y en poblaciones aledañas.
El 18 de mayo de
1875 un terremoto redujo a escombros la ciudad de Cúcuta causando gran número
de muertos y heridos, uno de ellos el telegrafista caleño y más tarde general
de la república Benjamín Herrera, quien permaneció dos días bajo los escombros.
Luego se encargaría de la formación de grupos de voluntarios para evitar el
saqueo.
En 1884 y 1885 se
sintieron en Pereira fuertes movimientos telúricos que ocasionaron daños y
víctimas.
En Tumaco el 31 de
enero de 1906 a las nueve de la mañana tuvo lugar el sismo más violento que se
ha sentido en el país con una intensidad de 8.8 grados en la escala de Richter,
seguido de un maremoto o tsunami (en japonés ola en puerto). La primera ola de
seis metros causó más de mil muertos y grandes daños materiales; a los veinte
minutos apareció la segunda ola.
Este sismo se
sintió especialmente en el occidente colombiano y en Ecuador. En Pereira además
de víctimas, causó daños en edificaciones como la destrucción de la cúpula del
templo principal que se hallaba en construcción.
En Tumaco y pueblos
aledaños en 1979 hubo un maremoto precedido de un terremoto de 8.2 grados de
intensidad que causó más de quinientas víctimas y grandes destrozos.
El tsunami más
antiguo se cree fue el que se produjo al explotar un volcán en la Isla de
Santorini (Grecia) en el mar Egeo en el año 1500 A. C. que provocó grandes
daños en las costas del Mediterráneo destruyendo el famoso Faro de Alejandría
en Egipto.
Los historiadores
griegos en el año 479 A. C., describen una gran ola en el norte del mar Egeo.
El volcán Rakata
localizado en la isla Krakatoa situada en el Canal de la Sonda explotó el 27 de
agosto de 1883 destruyendo gran parte de la isla. La explosión levantó enormes
olas de más de veinte metros que arrasó numerosas poblaciones causando más de
treinta mil muertos. Las cenizas le dieron la vuelta al mundo tres veces.
Los países más
afectados por los tsunamis han sido Japón y las innumerables islas de
Indonesia. En 1946 un maremoto afectó las costas del Pacífico en Estados Unidos
y en 1960 en Chile a un terremoto de 9.5 grados en la escala de Richter siguió
una ola gigante que ocasionó más de cinco mil muertos.
En marzo de 1983 un
terremoto destruyó gran parte de la ciudad de Popayán dejando numerosas
víctimas.
El 13 de noviembre
de 1985 una avalancha del río Lagunilla producida por descongelamiento de
grandes bloques de hielo del volcán nevado del Ruiz sepulta a Armero dejando
veintidós mil muertos. La velocidad de la avalancha fue de 300 kilómetros por
hora.
El veinticinco de
enero de 1999 se sintió un terremoto en zona cafetera de 6.5 grados en la
escala de Richter, Armenia la población más afectada.".
Fuente: www.banrepcultural.org/book/export/html/
Por: Álvaro
Hernando Camargo Bonilla.
[1] FR. PEDRO SIMÓN. Noticias de las conquistas de tierra firme Capítulo VI Tratase del volcán de Cartago—2 ° Revienta este volcán y cubre la tierra de ceniza— 3° Otros efectos que causó cuando reventó. Pág. 186 - 191CASA EDITORIAL DE MEDARDO RIVAS. BOGOTÁ 1892.
[2] GACETA DE LA NUEVA GRANADA. Trim. 55. (Núm. 733. VALE DOS PESOS. BOGOTA, DOMINGO 23 DE MARZO DE 1845
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