EL CAMINO DEL QUINDIO , Y SU PREFERENCIA DE TRÁNSITO .
Las crónicas del Padre Aguado, una de la más antigua entre
las demás, compendio escrito hacia el año de 1572, fundamentado en los
manuscritos del Padre Medrano, y del archivo de la Real Audiencia del Nuevo Reino
de Granada, ilustra minuciosamente la conquista. sumisión y ocupación del valle
de las Lanzas, y los demás pueblos indígenas localizado entre Tocaima, del
Nuevo Reyno, y Cartago, en la gobernación de Popayán, comandada por Andrés
López de Galarza.
En el Valle de las Lanzas, estaba habitado por pueblos indígenas
muy belicosos y guerreros, que impedían el tránsito por corto camino, de Santafé,
a la gobernación de Poyan, por lo que la comunicación, viajeros y comercio de
estas dos gobernaciones, se hacía por otro camino, muy áspero, más largo y en
mal estado, que se transitaba por Villa Vieja (Neiva) y Timaná, en donde más,
adelante, se debía atravesar un páramo despoblado, frío y áspero, en numerosos
viajeros morían emparamados. Además, la gran cantidad de leguas de recorrido,
duplicaba el tiempo de su caminata su excesiva distancia.
Para remediar estos inconvenientes, se hacía necesario
pacificar y someter a los naturales del Valle de las Lanzas, quienes dificultaban
el paso entre Ibagué y Cartago por un breve camino, razón por la cual , los pobladores
de Santafé y Tocaima solicitaron a la Real Audiencia, pacificara, sometiera y a
los indígenas que no permitían el breve tránsito por un camino más cómodo, y permitiera
el tránsito, comunicación y comercio del
Nuevo Reino con la gobernación de Popayán, sumado a lo anterior, adoctrinar a
los naturales para el servicio de la Santa Madre Iglesia, y la obediencia al
Rey, lo que acrecentaría las arcas y rentas de quintos reales, al beneficiar los
grandes vetas y minas de oro y plata.
En consecuencia, la Real Audiencia y Cancillería en el
Nuevo Reyno de Granada, comisionó Andrés López de Galarza, quien una organizada
y bien armada tropa salió a cumplir el encargo
por las riberas de los ríos Coello y Combeyma, en donde se ensanchaba
el famoso Valle de las Lanzas (julio de 1550). De donde se trasladó hacia el
noroeste, a tierras de Methayma
Su fundación
es consecuencia de la necesidad de someter a los naturales ubicados en el “Valle
de las Lanzas”, entre las poblaciones de Tocaima y Cartago, en el intermedio del
Nuevo Reino y la Gobernación de Popayán. Naturales, señalados de combativos, guerreros,
que impedían el paso, por un breve camino que comunicaba a Ibagué con Cartago, lo
que obligaba el tránsito de viajeros y el comercio de estas dos gobernaciones,
por un camino dilatado, hosco y escabroso, que pasaba por Neiva y Timaná, atravesando
el largo, frio y despoblado páramo de Guanacas, lugar donde se emparamaban y morían
muchas personas y caballerías. Camino de largo recorrido, inclemencias y fragosidades,
que duplicaba el tiempo y costos a los viandantes que lo recorrían. Para
remediar estos inconvenientes, emprendieron la ocupación y sometimiento de los indígenas
ubicados en las proximidades del camino entre Cartago e Ibagué. Además, de
poder verificar los informes de la existencia de minas de oro y plata.
Galarza,
partió de Tocaima en compañía de 93 milicias españolas, cuarenta de a caballo y
los demás de infantería, y llevó como capellán, a Francisco González Candis,
con quienes vadeo el río Magdalena en el sitio denominado “la canoa de Montero”.
En su itinerario llegaron a Metaima, donde fueron recibidos por los caciques
Ilobone y Otaque, quienes en gesto de amistad les recibieron y les brindaron
frutos de la tierra (maíz, papas, batatas, raíces de apios, guayabas, aguacates),
los alojaron a sus propias viviendas, que eran unos bohíos, denominados por ibéricos
caneyes. Casuchas de vara en tierra, de sesenta, ochenta, y cien pasos de largo,
techados con palmicha, o de hojas de bihaos, y paja, que abundaban en el lugar.
Después
de su estadía en Metaima, tomó guías y lo necesario, y partió con su gente con
rumbo a un pueblo de indios enemigos de los de Metaima. En el camino cruzaron
el río de Tolima, que baja de la Sierra Nevada, en los confines de Cartago,
donde nacen sus aguas derivadas de la nieve, y la que citaban Tolima, que en
lengua nativa significaba nieve.
A un día
marcha llegan a la confluencia de dos ríos, el uno que baja del valle de
Anaima, y el otro el valle de Matagaima, ríos que forman una meseta, de aproximadamente
media legua de área, en la cual habitaba el cacique Embiteme con sus guerreros,
que armados, esperaban la llegada españoles en un paso único para translación hacia
la meseta con cabalgaduras y soldados, pues no había otro que fuese acomodado
para poder por ella subir los caballos a la población.
El
valle de Matagaima (hoy Cajamarca), y Anaima (hoy Anaime) desplegaba dos leguas
y media de área, toda poblada, el resto de la comarca fragosa y muy quebrada, y
hacia arriba las montañas quebradas y provistas de espesa selva. El valle de
Anaima (Anaime), lo calcularon de cuatro leguas de largo, y todo él estaba
poblado.
GALARZA
INCURSIONA Y SOMETE A LOS ANTURALES DE LA PROVINCIA DE TOCHE.
El
cacique llamado Bombo, le informó a Galarza que en la otra ladera de la
cordillera había un camino, por el cual se podría pasar hacia Cartago, pasando
el remate de la cordillera que separa río Magdalena y el río de Cauca. Los indos
le dijeron que, pasando esta cordillera, a la otra vertiente, residían muchos de
naturales. Para verificar la información, Galarza envió algunos soldados a lo
alto de la sierra para que observaran y verificaran la existencia de las poblaciones
que los indios decían.
En1550,
después de fundar a Ibagué, Galarza marchó con parte de sus soldados en misión
del descubrimiento de la provincia de Toche; y llegado a ella descansó algunos
días con su gente, puesto que halló abundancia de comida, de la que los
naturales tenían.
En el
tiempo que Galarza estuvo en esta provincia, envió dos soldados a una sierra,
para que desde allí echaran un vistazo lo que había adelante. Envió Galarza solo
dos soldados porque tenía la sierra tan cerca de sí, que le parecía podrían ser
fácilmente socorridos y auxiliados si eran atacados por los indígenas.
Los
soldados poseídos por la codicia, olvidaron el riesgo y peligro en que iban, y sin
el resguardo y cuidado necesarios, se desviaron del camino y destino que Galarza
les había indicado, y se fueron a unos caneyes de indígenas ubicados en el
valle de Toche, antes de llegar a la sierra, a robar el oro que los indios tenían;
pero fueron sorprendidos por los nativos antes que su codicia y desordenado
deseo hubiese sido efectivo, quienes le dieron muerte, y les desollaron el
rostro, lo que acostumbraban hacer con los enemigos que matan, para usarlos como
máscaras en sus bailes y borracheras.
Galarza
esperaba el regreso de los soldados, pero al pasar el tiempo, y visto que no regresaban,
sospechoso de algún mal suceso, y para verificar la causa de su tardanza envió
un oficial con algunos soldados, porque si acaso los indios hubieran dado muerte.
Llegaron
a la sierra, y no encontraron rastro alguno de los soldados, emprendieron el
regreso por los bohíos de los indígenas, quienes les salieron, queriendo hacer con
ellos lo que habían hecho en sus compañeros, y aunque los bárbaros eran muchos,
con mucha facilidad fueron reducidos en combate por los españoles, y al llegar
a una plazoleta rodeada por bohíos de los indígenas, en la cual hallaron los
cuerpos de los dos soldados, con innumerable cantidad de flechas que les habían
tirado, teniéndolos puestos como blanco, y con los rostros desollados. Visto
por el caudillo y soldados este tan triste espectáculo, tomaron los cuerpos y los
enterraron en una loma cercana, y se devolvieron a dar noticia de lo sucedido a
Galarza, quien ante los sucesos, determinó volver con su gente a Ibagué, para proveerse
de más municiones y soldados, y volver a la provincia de Toche a castigar a sus
moradores por el atrevimiento y daño que habían hecho. A su regreso fue
recibido por los indígenas armados y en pie de guerra, información proveída por
los espías que Galarza habían enviado. Galarza, vista la determinación de los
indios, por medio de sus intérpretes, les persuadió y pidió que dejaran las
armas y recibieran la paz, que él les prometía, y daba su palabra de no
hacerles mal ni daño ni consentir que de otros se les hiciese, porque no quería
sino su amistad, olvidando la muerte de sus soldados, que bien entendía que
pues ellos les habían muerto les habrían dado alguna ocasión para ello.
Los
indios, no creyeron lo que Galarza les decía ni queriendo la paz, que les ofrecía,
emboscaron a los españoles y atacaron por todas partes. Galarza, en vista que
no admitieron la paz y clemencia con que les ofrecía, arremetió contra ellos con
su gente y con sus caballos, y los derrotaron, matando a más de cuatrocientos indígenas.
Después de esta masacre, Galarza con su gente paso a otra provincia llamada Tocina, que está junto al nevado, y la pacificó, y regresó Ibagué, sin haber recibido daño alguno, y repartió y encomendó los indios de la tierra a toda su gente, a cada uno según sus méritos.[1]
[1] Recopilación historial; escrita en el siglo XVI por Pedro de Aguado. y
publicada por primera vez. 190Ó BOGOTÁ — COLOMBIA — IMPRENTA NACIONAL - BIBLIOTECA
DE HISTORIA NACIONAL. https://archive.org/stream/recopilacinhisto00agua/recopilacinhisto00agua_djvu.txt