CARGUEROS Y SILLEROS POR EL PASO DEL QUINDIO.
Hay entre trescientos y cuatrocientos hombres en
llagué que viven exclusivamente de cargar personas y fardos por las montañas
del Quindío.
J. P. HAMILTON.VIAJ ES POR El INTERIOR DE LAS
PROVINCIAS DE COLOMBIA. TOMO II. 1823
Ilustración 1. fuente: Ramón Torres Méndez, Modo de viajar en las montañas de Quindío y Sonsón, 1851, litografía iluminada. Colección de arte del Banco de la República, Bogotá. La litografía pertenece al álbum Costumbres neogranadinas, impreso en la litografía de Martínez y hermano.
Se tiene noticia
de este oficio desde la conquista, cuando los ibéricos sometieron a los
indígenas a cargar personas y equipajes, siendo precursores del procedimiento que
se extendió hasta las últimas décadas del siglo XIX, labor que se enunció como cargueros
y silleros que trasportaron personas y todo tipo de cargas (billares, pianos,
Imprentas, telares, maquinarias) y otras cosas utilizadas en esos tiempos. Estos
hombres que llevaban y traían bultos se denominaban CARGUEROS y los que
trasportaban personas, SILLEROS, oficio remunerado y en el cual cada persona lo
asumía como decisión voluntaria.
Recios hombres
que recorrieron el paso del Quindío, ruta de difícil tráfico a causa de su abrupto
relieve, clima caracterizado por cambios repentinos de temperaturas,
torrenciales lluvias, enmarañada vegetación y torrentosos ríos, factores que,
unidos a la falta de mantenimiento, demandaba excepcional fortaleza para lograr
su travesía cargando en sus espalas personas o pesados fardos.
Hoy solo persiste
su evocación histórica de aquellos hombres de arranque combativo y actitud
valerosa al asumir su oficio, pero a su vez indómitos, capaces de enfrentar la
injusticia, dueños de sus propios destinos, que no se doblegaron ante otros. No
fueron indignos, fue una clase de servicio, que con fortaleza retaban cada día
la naturaleza de su oficio. Su mayor infortunio era perder su fuerza y
personalidad firme, atrevida e incansable que debe ser motivo de recordación y
admiración.
TRADICIÓN DE LOS CARGEROS Y/O SILLEROS.
La literatura del poblamiento del Quindío señala que
la colonización se inició a partir de
1842, no sin advertir, que desde tiempos inmemoriales fue paso obligado de aborígenes,
conquistadores, científicos, militares, diplomáticos, aventureros y
colonizadores, que viajaban desde el Oriente hacia el occidente del territorio Colombiano,
de Ibagué a Cartago, y de allí, a Popayán, Novita y Antioquia, en duras jornadas de camino y transitando la
inhóspita cordillera del Quindío de espesa y exuberante vegetación, majestuosos
guaduales y torrentosos ríos, como el Combeima, San Juan Toche, Quindío y de La
Vieja, caminando desde Ibagué, Toche, Boquerón del Páramo, Boquía, La Balsa,
Piedra de Moler y Cartago, itinerario arduo, que duraba de cinco a doce días,
hasta alcanzar Cartago y de allí rumbo a otros destinos.
En la conquista empieza la historia de los cargueros
del Quindío, primero los indígenas obligados a cargar pesados fardos de los
españoles, luego, oficio ejercido por fuertes hombres que se ubicaban en Ibagué
y Cartago y alquilaban su fuerza bruta para transportar sobre sus hombros viajeros,
equipajes y fardos. Solo ellos conocían y sorteaban las dificultades de
tránsito, faena difícil que requería de expertos para hacer la travesía. Esta
ruta hace parte de lo que se denominó el Camino del Quindío y/o Camino Nacional.
A partir del año de 1842, hombres y mujeres, procedentes de diversas regiones de la naciente república, comenzaron a emigrar, proviniendo el primer asentamiento en Boquía a orillas del río Quindío, que en sus constantes crecidas en tiempos de invierno, obligaron trasladar el asentamiento de Boquía al lugar denominado Barcínales, donde se estableció el distrito llamado: Aldea de la Nueva Salento; su origen, las exploraciones de aventureros y aguerridos guaqueros buscadores de oro, que lo obtenían horadando las entrañas de la tierra en las guacas indígenas.
LOS CARGUEROS Y
SILLEROS.
Ilustración 2
Manizales, provincia de Córdova
Fuente: Henry Price, Manizales, provincia de Córdova, 1852, acuarela sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá.
Los antiguos portadores del Quindío, tomaban el nombre de
la silleta. El “sillero” debía tener un paso suave, pues cargaba personas,
quienes debían permanecer inmóvil, mirando hacia atrás y con los pies
descansando en un travesaño.
Oficio prestado por personas nativas o mestizas oriundas de
las tierras altas y frías, que semidesnudos y por peligrosos caminos,
trasportaban en sus espaldas todas formas y tipos de carga, afianzadas en una
silla hecha de guadua en figura de ángulo agudo que se sujetaba al pecho por
dos fajas de la corteza de un árbol llamado cargadera, y por otra en la cabeza,
que cruzaba su frente. Los cargueros transportan seis o siete arrobas (setenta
y cinco kilos de peso) y algunos son tan robustos que pueden cargar nueve
arrobas. Para avezar sus cuerpos, desde niños se les entrenaba a trabajo tan
rudo y azaroso. Desde la conquista española se tiene noticia de esta actividad,
donde hombres cargaban desde Ibagué a Cartago, personas, equipajes, bagajes y
mercancías de la época (billares, pianos, Imprentas, telares, maquinarias) y
otras cosas utilizadas en esos tiempos.
El carguero robusto, de anchas espaldas y fornidas piernas,
por el intenso ejercicio derivado de tan rudo oficio, lucían atléticos y
recios, de semblante alegre e inteligente y trato cordial. Recorrían caminos
montañosos, como el del Quindío, ruta de difícil travesía, a causa de su
fragosa topografía, clima (bajas temperaturas y abundante lluvia), tupida
vegetación y caudalosos ríos, por lo que requerían de una fortaleza excepcional
para transportar en sus espalas a persona o fardos por los peligrosísimos senderos. Desde pequeños se les entrena haciéndoles
cargar livianos bultos cuyo peso se aumentaba gradualmente a medida que avanzan
en edad. Rara vez superaban los cuarenta años de edad, pues por lo general
morían prematuramente por afecciones pulmonares o de un aneurisma, procedente
por su rudo trabajo, aunado al desenfreno en la ingesta de bebidas alcohólicas.
Expertos en la arquitectura sencilla y ligera de refugios
para pernoctar, antes de caer la noche buscaban un lugar abierto y llano, cerca
de algún arroyo cristalino y puro, en donde los cargueros apresurados cortaban
largas estacas que clavaban en el suelo y cubrían con hojas de bijao, lugares
que se denominaban ranchería, contadero o tambo, donde se pasa la noche. El
avío para el camino por lo regular abundante, consistente en tasajo, panela,
chocolate, bizcocho cerrero de maíz, huevos duros y tabacos, que consumían en
enormes cantidades.
EPICENTRO DE
UBICACIÓN DE LOS CARGUEROS
En Ibagué solía encontrarse grupos que ofrecían sus
servicios a señores que emprendían el viaje; quien requería tales servicios se
dirigia al de mayor edad en los grupos de Cargueros para negociar el numero
requerido según cantidades de equipajes y viandas a transportar.[1]
Este mayor en edad y jerarquía, generalmente conformaba su grupo con sus hijos
y nietos, se conservaba el respeto entre familias y se dice que las familias
conformadas, si requerían adicionar
hombres de otros grupos a la caravana, solicitaban a sus parientes o cercanos
en parentesco por consanguinidad le facilitaran el número de cargueros
requeridos para ajustar el grupo, quien prestaba a otro personas de su grupo,
seleccionaba de los menores a los mayores , conservando para si los más fuertes
y avezados en el transporte de personas. La travesía duraba de 5 a 17 días
realizado en jornadas de 8 horas en las cuales se detenían los cargueros a
descansar en dos oportunidades y en otros casos hasta tres y cuatro según las
exigencias de los viajeros.
El uso de los cargueros para estas labores, se incrementa
durante la Colonia, en el periodo comprendido desde 1750 y que se remontan
hasta la colonización en 1890.
Hoy solo permanece la reminiscencia histórica de los
SILLEROS y CARGUEROS del pasado, quienes deben ser recordados por su arrojo
indomable y actitud valerosa al asumir su oficio, capaces de rebelarse ante la
injusticia, dueños de sus propios destinos, que no se doblegaban ante otro ser
humano; No fueron indignos, fueron una casta de servicio, que con su fortaleza
retaban cada día la naturaleza y su mayor infortunio estaba en perder su fuerza
y carácter firme, atrevido e incansable.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
[1]Ibagué es una
ciudad de peones y gran parte de sus ingresos provienen de los cargueros ha
ante el aumento del volumen del tráfico, hay más demanda de sirvientes,
cargueros, chasquis y carteros. que
prestan servicios a través de las montañas del Quindío