El Camino del Quindío hace parte del patrimonio e identidad de la nación, del departamento y de Filandia, como el tesoro Quimbaya, la palma de cera, la arriera, la arquitectura, el canasto, el café, el escudo y la bandera. Todo ello nos identifica, nos hace pensar que compartimos con otras personas cosas que son sólo nuestras.
Su apertura se logró bajo el patrocinio del Cabildo de
Ibagué, entre 1553 y 1554, por una ruta
diferente a la del páramo del Ruiz. Melchor Valdés, justicia mayor de la recién
fundada Ibagué, con sus recursos y ayuda de los vecinos abre un camino
aprovechando una depresión al sur del Quindío para comunicarse con Cartago.
El capitán
general Juan Montaño, proveniente de
Santafé, es el primero en cruzar dicha
ruta para combatir la sublevación de
Álvaro de Oyón en la gobernación de Popayán.
Este cruzo la montaña del Quindío y se refiere a su transito con la
descripción de la existencia de tambos de españoles en cada jornada donde
dormían por los que por él transitaban.
El
1°. de diciembre de 1879, se reparó el camino del Quindío en los siguientes tramos:
de “Piedra de Moler hasta “Pavas”; de “Pavas” hasta “Novilleros”; de “Novilleros”,
al alto del “Roble”; y del alto del “Roble” a Salento.
Reparación
relacionada con desmonte o rozaría de una zona de cinco a diez metros de ancho,
a cada lado del camino; retiro de los despojos de la rocería; limpia los
desagües trasversales y construcción de
los necesarios; construcción de un
puente sobre el rio Toche, en el punto en donde corta dicho río el camino del
Quindío, levantado sobre estribos nuevos de solida construcción, de tres metros
de entrada, piso de madera, cobertizo de paja, y barandas o antepechos de
madera de un metro de altura. Las
maderas empleadas en la construcción serán de las mas durables que había en los
bosques, la elevación del puente sobre las aguas será de un meto sobre el mayor
nivel de ellas en fuertes anegadas del río.
CHARLES STUART COLHRANE. 4 de enero de 1823: “Tres veces pasamos el Río
Quindío. A la mañana siguiente, el cinco
de enero, espante varios pavos silvestres y vi un engendro de animal entre
liebre y conejo. Dormí donde un
contadero en Novilla. Durante la noche
me molestó el grito de un gallo silvestre, semejante a los gemidos de una mujer
dando a luz.
Me llamaron la atención los árboles de yarumo, con sus hojas plateadas
en la parte superior y verdes en el lado
inferior. Tuve que dormir en un rancho
miserable en el pequeño poblado La Balsa. Yo
me distraje durante el día recorriendo algunas casas dispersas y sus pequeñas
parcelas y tengo que decir que a pesar
del rudo estado del cultivo la pequeña apariencia de industria me animó
mucho después de haber pasado días sin haber visto trazas de trabajo
humano. Las casas que componen esta
pequeña aldea están constituidas de cañas, llamadas guaduas, que crecen a una
altura entre 70 y 100 pies”.
JEAN BAPTISTE BOOSSINGLAUT: “El 23 de mayo de 1827, a las siete de la mañana salí de Ibagué;
Siguiendo por la cresta del terreno
llegué hacia las 3 a
la Palmilla,
en donde establecí campamento. En este sitio estábamos rodeados de bellas
palmeras de cera (Ceroxilon andicola), quinquinas blancas descritas por Mutis y
helechos arborescentes. El 29 de mayo de 1827...Luego seguimos hasta el alto de Lara ganado
(altitud 2067 m.s.n.m), seguimos hasta el Roble (altitud 2144 m.s.n.m.), acampamos en
el Socorro (altitud 1880 m.s.n.m.)
y el 30 de mayo fui a desayunar a Buenvista (altitud 1837 m.s.n.m) Allí empieza
la peor parte del camino; uno camina en los guaduales expuesto a las espinas de
esas gigantescas gramíneas y en un barro que llega a las rodillas. Por la tarde llegué cansado mojado y cubierto
de barro al sitio de la Balsa
(altitud 1279 metros,
temperatura 22° C)”.
JHON POTTER
HALMILTON, 24 de diciembre de 1828 en tránsito de Cartago a Ibagué:
“Partimos
del Cuchillo a las seis de la mañana y a las tres de la tarde llegamos a un
lugar llamado Portachilo. A la madrugada
del 25 de diciembre la expedición estaba lista a partir de Portachilo. Habíamos mantenido las fogatas para ahuyentar
a los tigres.
Vimos por allí
pájaros muy raros que no conocíamos, de tamaño como un faisán, de brillante
plumaje y lago pico; me decían los peones que estas selvas estaban pobladas de
aves que no se encontraban en el Valle del Cauca ni en las provincias de
Mariquita o Neiva. ¡ Qué campo de
investigación tan amplio y rico ofrecía estas montañas a ornitólogos y
botánicos dotados de temple suficiente para arrostrar, eso sí, toda clase de
privaciones y penalidades!.
Esta mañana un peón
mató con su bordón una culebra de piel verde brillante y de ocho pies de largo
que yacía en el camino. Comentaba después que tal clase de serpiente
llegaba a tener gran tamaño y que muchas veces las había visto subidas en un
árbol a la caza de pájaros y animalillos
de toda clase, pero que su mordedura no era venenosa.
A las tres de la
tarde llegamos a un altiplano que
consideramos adecuado para pasar la noche y donde había buen pasto para las
mulas(alto del Roble). Ya habíamos
dejado atrás el Trucha y pisábamos
terreno más sólido, desde cuyas alturas se podían contemplar más amplios
panoramas. Hasta donde alcanzaba la
vista cubría las montañas selva impenetrable, a no ser por el sendero
estrechísimo que seguíamos y que a duras penas se podía transitar.
Ya por la tarde, al
bajar acompañado por dos peones hasta un arroyuelo que corría por el pie de la
montaña, uno de ellos me señaló un jaguar de gran tamaño que estaba bebiendo en
la orilla a unas 200 yardas
de distancia. Ese mismo día cruzamos el
río Quindío que, corriendo en dirección sur, desemboca e n el río de La Vieja.”.
MANUEL MARÍA
MALLARINO: ex-presidente de Colombia,
describe un a jornada de Ibagué a las proximidades de Armenia en el año de 1829:
“El sendero de Toche, lugar de nuestra parada, es bellísimo. A la izquierda corre el Tochecito por entre
un bosque de arrayanes y de mayos que estaban cubiertos de flores...”
(Tibuchinas lapidotas)... “Al llegar al Roble, el cielo se había oscurecido...
la elevadísima copa de un árbol de otoba cayó aplastando los matorrales que crecían
en su sombra... Ortiz me hizo montar, y venciendo mil dificultades,
llego conmigo al Portachuelo”.
JUAN FRANCISCO
ORTIZ: En el año de 1842 “Cuando pasé
por la montaña del Quindío estaba como Dios la crió. No había camino posible, sino una senda conocida solo de los cargueros, buena para
los tigres y para las culebras.
¡Inmensas soledades!...Paramos altísimos forman la Cordillera Central...
precipicios horrendos, despeñaderos profundos, lóbregos callejones, árboles
seculares, fieras que huían, culebras que se arrastraban, aves que gorjeaban.”
LUCIANO RIVERA Y
GARRIDO En 1850. En su libro: Memorias de un Colegial narra:
“Una flora y fauna eternamente nuevas se ofrecían a mi vista; las casitas de los
campesinos antioqueños, que entonces
empezaban a poblar los baldíos de la sierra; los torrentes despeñados, que
lanzaban los coros de sus límpidas aguas entre hondos causes de lajas y pedregones; la inmensa variedad de
flores, en que las orquídeas dominaban como reinas y embalsamaban el ambiente
con aromas suaves como los del estoraque y del incienso; las variaciones
musicales del canto de avecillas desconocidas, eran otros tantos motivos de
embeleso para mi alma de niño soñador...; a lo lejos rodaban las
espumosas corrientes del Toche y el Quindío, que se descolgaban entre
breñas, salpicando con los diamantes líquidos de sus aguas la lama y los
helechos, terciopelos y encajes que decoraban las orillas sombrías, los vientos
zumbaban entre las ramas de los cedros... ”
HOLTON ISAAC, 1857:
“Salimos del Roble el viernes por la mañana, una bajada suave de tres millas
nos llevó hasta la casa de otra familia antioqueña, en Portachuelo, sitio
agradable para descansar. Aquí probé las
arepas y descubrí que son iguales a los johnny cakes que había rechazado en Nueva Inglaterra y a los
Hoecakes, al pan de maíz y corndodgers de Illinois. Alrededor de las dos llegué a la Balsa donde había proyectado
darme un buen baño en el río, pero al llegar
encontré que no había río y
francamente no puedo explicarme cual puede ser el origen de tal nombre.
Desde que se
deja Ibagué, la Balsa
es el único sitio que merece llevar un nombre.
Se dice que la población del distrito es de 199 y la de Boquía 198, pero
la población de ambas esta diseminada en más de 100 millas
cuadradas. Este es el primer lugar que
he visto donde se cultiva en
abundancia. Los llevan a vender a
Cartago.”.
M. ED. ANDRÉ: marzo
8 de 1876: “En medio de una espantosa borrasca que dejó rezagado el resto de la
caravana, llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros, donde decidimos
pasar la noche. A nuestro paso habíamos
dejado otras cabañas apenas columbradas, conocidas con el nombre del Roble y
Portachuelo y plantadas en medio de los cenagales, que no habían cesado un
instante desde que salimos de Salento.
La colina de los Novilleros contaba por únicos habitantes una mujer
sorda”.
JUAN DE DIOS
RESTREPO- EMIRO KASTOS: Realizó un viaje
por el Camino del Quindío y en 1884 publicó algunos artículos sobre su paso por
Filandia. Kastos dice”: Dos leguas más
adelante están los antioqueños fundando el pueblito de Filandia. Las casas las construyeron con tejas de
madera, tablitas rajadas de cedro negro y nogal, clavadas con puntillas de
hierro; techo ligero, más decente que la paja y menos sujeto a incendios.
Nos refirieron que después de cortadas los trozos un hombre rajaba hasta
3.000 tejadas por día... De allí para
adelante es donde se encuentran esas aguas de frescura y sabor
inolvidable, esa atmósfera oxigenada que se aspira con delicia, esa flora
maravillosa de donde se han sacado para exportar millares de parásitas, que
adornan los jardines de Europa.”
ERNST ROTHLISBERGER en 1885
“…Salí por la mañana por el Alto del Roble (2.080 metros). Era un terreno de bosque arcilloso e
inundado. Por el medio día llegamos a
Filandia, una aldea recién fundada y en la que solo antioqueños habían
establecido. Era día de mercado y de
misa. La plaza se veía enteramente llena de gente de la nueva colonia, que
charlaban sin tregua, interrumpiéndose tan solo para arrodillarse en el momento
del alzar.
La música eclesiástica era horrible. Un quejumbroso clarinete u una
trompeta suspiraban de continuo los mismos compases. . . Sopa de maíz, pan e maíz (arepas) y hasta un trozo
de pan, amén de los frijoles y la carne de cerdo, platos habituales de las
gentes de Antioquia nos compensaron debidamente las pasadas fatigas.
HELIODORO PEÑA,
en su libro: Geografía de la
Provincia del Quindío(1890) dice: “ En esa época se
encontraban en el Quindío: Tapir o Danta, Ciervo, Oso Negro, León Común, Zorra,
Guagua, Conejo, Oso hormiguero, Ardilla; Perro de monte, Comadreja, Erizo,
Tigre o Jaguar, Lobo, Perico ligero, Armadillo, Tatabro, Zaino, y además los
monos uluntos y los atales. Pava,
Paloma, Tórtola, Carriquí, Chamón, Carpintero, Guacamayo, Rabiamarillo, perico,
soledad, Turpial, Mirla, Jilguero, Cóndor de los Andes, Águila, Gavilán,
Sirirí, Tijereta, Garrapatero, Iguana, culebra coral, Equis, Cazadora,
etc. En la parte vegetal: Arenillo,
cedro, caoba, negro y blanco, laurel, aguacatillo, ciprés, guayacán, nogal,
pino, Campeche, y achiote, maderables como:
Laurel Tuno, parasiempre, cedro negro, comino. También se producía otoba, acónito, árnica,
ruibarbo, romero, amapola, cebada, culén, altea, licopodio, acedera, vainilla,
quinas, etc.