Las Bethlemitas llegaron a Filandia
Agosto 29 de 1907
LA RVDSMA. MADRE GENERAL MARIA LUISA SALINAS PRESIDE LA FUNDACION
(DE LOS ARCHIVOS DE LA COMUNIDAD)
El 5 de febrero de 1907, dos religiosas
Bethlemitas, Madre María de Jesús Ruiz y otra, cuyo nombre no recordamos,
llegaron a Filandia, venidas de Palmira, con rumbo hacia Bucaramanga.
Según algunos comentarios, las citadas
Religiosas llegaron a ésta, porque extraviaron el camino, pues otros datos más
ciertos aseguran que el paso por Filandia era camino obligado para dirigirse al
Norte.
El Reverendo Padres Francisco de Paula
Montoya, entonces Cura de esta población, y a quien la Comunidad lo señala como
su fundador e insigne benefactor, dejo consignado en sus notas intimas una relación
que dice así: Una tarde lluviosa llegaron al Hotel, unas religiosas de Palmira que viajaban para Bogotá, tuve oportunidad de conocerlas porque fueron a pedirme
las confesara y les diera la sagrada comunión”.
Con el celo y fervor que lo
caracterizaba, pues así se traduce en sus escritos, añade el citado Sacerdote,
que durante el Santo Sacrificio de la Misa pidió insistentemente a Dios Nuestro
Señor, le diera su ayuda para poder traer a esta población la Comunidad de
Hermanas que acababa de conocer.
Momentos después de dar gracias a Dios, después
de la Santa Misa –continúa el Padre en su relación- se dirigió al Hotel para
saludarlas y al encontrarse con un amigo suyo, el señor Rodolfo Gómez, le habló
con tal persuasión y en términos que él después no acertaba a explicarse por
que lo hacia: “Vamos al Hotel que allá están unas religiosas y esta Comunidad
son las que voy a traer aquí”. Después de cambiar ideas con el señor Cura, las
religiosas manifestaron la mejor buena voluntad para quedarse en vista del celo
y generosidad del señor Cura y entusiasmo del pueblo.
Las Madres informaron al Padre Montoya sobre
todo cuanto pudo interesarle acerca de la Congregación; su fin, su aprobación y
las casas existentes en Colombia. El
Reverendo Padre Montoya, le envío es mismo día, a nuestra Rma. Madre Superiora General,
María Luisa Salinas, de visita entonces en la ciudad de Palmira, el siguiente
telegrama:
“Filandia 6 de Febrero de 1907
Reverenda Madres Superiora Bethlemitas, ésta,
Casa, muebles listos.
Dìcennos Reverendas van Bucaramanga,
quedaràsen aquí gustosas con anuencia Su Reverencia. Suplicàmosle esta gracia. Población
DOCE MIL HABITANTES (12000); entusiastas no ahorran sacrificio. Aguardamos inmediata contestación. –CURA”.
Nuestra Rma. Madre General contestó inmediatamente:
“Señor Cura de Filandia.
Agradèzcole benévola acogida Bethlemitas.
Constituciones prohìbennos fundaciones sin previo permiso Prelado Diocesano. Obténgalo, trataremos
gustosos fundación. –Superiora General Bethlemitas”.
Las Bethlemitas viajeras, siguieron su
camino al siguiente día. Animado el Padre al despedirse a no desmayar en su
proyecto, ya que la Comunidad que estaba destinada para Cali, se encontraba en
Palmira, y era difícil que nuestra reverendísima Madre General la destinara
para Filandia.
El R. Padre Montoya, movido de nobilísimos
sentimientos, inmediatamente comunicó su anhelo a algunos caballeros; con este
fin constituyeron una junta llamada de los “JOSEFINOS”, quienes emprendieron el
trabajo de recolección de fondos, etc.
El señor Cura practicó inmediatamente
las diligencias que la Superiora General le solicitará sobre aprobación del
Ordinario del lugar, Excelentísimo Señor Obispo Nacianceno Hoyos. Este aprobó la empresa y le dio su bendición.
.
El 16 de febrero el señor Cura dirigió a
nuestra Reverendísima Madres Superiora General, el siguiente telegrama:
“Superiora.
Diocesano concediòme permiso. -CURA”.
El 29 de agosto del mismo año, llegaron
las bethlemitas a Filandia. Nuestra Reverendísima
Madre General, María Luisa Salinas, presidió la fundación. Quedo como Superiora Local la R.M. Agustina
Mayral (Española). Las reverendísimas Madres Antonia Icaza, Natalia Martínez,
Luz Chávez, Gertrudis Sánchez, y Mercedes Arturo, la acompañaron. El Reverendo Padre Montoya salió con ellas
desde Palmira por la vía de Cartago, pernoctando en Alcalá. Hasta este lugar fueron a encontrarlas las
personas más salientes del pueblo y su llegada motivó gran regocijo en todos
los habitantes, y fueron numerosas las donaciones que les hicieron.
Los primeros veintidós días las
Bethlemitas estuvieron alojadas en la Casa
Cural, allí empezaron sus trabajos de enseñanza con el personal que estaba
preparado para el caso. Las alumnas en
parte tenían algunos conocimientos, pues venían de un Colegio que existía en la
localidad, regentado por la señorita Margarita Arbeláez, el cual se clausuró
con la fundación del Colegio.
En Septiembre se trasladaron las
religiosas al local que actualmente ocupa la Comunidad. Este constaba entonces de 5 piezas pequeñas y
todo lo demás en construcción. Anexo a la pequeña casa había un lote destinado
para la ampliación del edificio. Al
principio se instaló la capilla en un salón pequeño (lo que hoy es la sala de
recibo). Una vez establecido el culto
acudieron allí los vecinos para asistir al Santo Sacrificio de la Misa, que se
celebraba una vez por semana.
Diariamente el señor Cura venía a dar la Sagrada Comunión a las
religiosas.
El excelentísimo Señor Obispo, en carta
de marzo 1º. Del mismo año había manifestado a nuestra reverendísima Madre
Gertrudis, su buena voluntad y aún màs, sus agradecimientos por el interés que
la Comunidad manifestaba por las almas que tan directamente le tocaban a
èl. Tan pronto como se informó de la
llegada de las Bethlemitas a esta ciudad les dirigió un telegrama en estos términos:
“Religiosas Bethlemitas:
Filandia.
Contentísimo estoy por noticia llegada a
esa VV.RR. Bendìgolas de corazón.- NACIANCENO, Obispo”.
Nuestra Reverendísima Madre General, María
Luisa Salinas, partió para Bogotá el 21 de agosto no sin antes haber exigido se
le dieran garantías acerca del sostenimiento de las religiosas. Con este fin se
organizó una comisión compuesta por los señores Demetrio Salazar, Florencio
Echeverri, Jesús Naranjo, José Luis Gutiérrez y José María González, presididos
por el señor Cura.
En los primeros días se les procuró la alimentación a las religiosas,
obsequiada por los vecinos.
El Reverendo Padre Montoya, proveía con
paternal solicitud porque nada les faltara.
Se fijó una pensión por la enseñanza, pequeña
es verdad, pero suficiente para atender los gastos. Por iniciativa del Padre
Julio, redentorista, se solicitó la Escuela Pública. El Gobierno la dejo a cargo de las
Bethlemitas, de manera que el auxilio por este concepto, vino a aumentar la
pequeña entrada. Desde el principio, el
Colegio tuvo personal de alumnas internas y externas. La enseñanza se dictaba
de acuerdo con los programas del gobierno.[1]