VIAJES
POR ANTIOQUÍA EN EL AÑO DE 1880.
Schenck,
Friedrich, Geógrafo, economista y escritor Alemán RESEÑA DE SU PASO POR EL CAMINO DEL QUINDIO.
Schenck Friedrich Von, geógrafo, economista y escritor alemán, seducido
por el paisaje y con el objetivo de documentar sobe las minas de oro en el
territorio colombiano del siglo XIX, El 22 de noviembre de 1880, viajó a de
Medellín a Manizales, transitando el suroeste Antioqueño. En su recorrido hace
una descripción del intenso tránsito de cargueros, arrieros, mulas y bueyes, por
los caminos atestados de hondos barrizales, despeñaderos y espesa selva.
Referente a la agricultura, destaca el cultivo del maíz como fundamento de la gastronomía antioqueña: “El maíz es el producto más importante de estas montañas. Donde no se da el maíz, tampoco se da el antioqueño. Del maíz preparan su alimentación básica y preferida: la arepa (son panes o ponqués redondos con sal y levadura), preparada de granos de maíz sancochados en un mortero de madera, y la mazamorra (masa de maíz cocida en leche o agua); choclos (mazorcas viches, tostadas), estos últimos son el dessert. Si además tiene su tacita de chocolate con queso, y su plato de fríjoles, más su tasajo o carne picada, que es carne secada en el sol y molida entre piedras, entonces es el hombre más feliz del mundo, sin aspiraciones a otra alimentación”.
Le impresionan las intensas caravanas de cargueros y silleros, oficio ejercido por hombres y mujeres jóvenes, de fuertes y atléticos cuerpos, cuya única fuente de trabajo provenía de cargar tercios, cajas y bultos sobe sus espaldas a través de los caminos por las montañas.
En su tránsito hacia el paso del Quindío, a través de la Cordelera
Central hacía Ibagué; describe a Cartago como una población de aproximadamente
3.000 habitantes, lugar donde pernocto 3 días antes de continuar su viaje a
Cali.
Desde
Humboldt varios viajeros usaban el paso del Quindío para cruzar la cordillera
Central. Conocida es la descripción que nos hace Humboldt de espantoso estado
en que encontró el camino, el cual se atraviesa a pe o sobre la espalda de unos
cargueros. Bajo el presidente Herrán (1841 a 1845) se empezó la construcción de
un camino de herradura, y hoy día, durante la época seca, sería posible
recorrer todo el camino desde Cartago hasta Ibagué a caballo, si no fuera por
la vegetación tan tupida (especialmente en la vertiente oriental de la
cordillera) que lo cubre. En tiempos de lluvia se impone hacerlo a pie.
Entonces los profundos hoyos que producen las pisadas de los bueyes de carga
están llenos de una pegajosa arcilla, y la mula más segura tambalea en las
pendientes bajadas. De todos modos, el Quindío es uno de los pasos más
difíciles en Colombia. El viajero está
obligado a llevar consigo víveres para varios días, desde Cartago o por lo
menos desde Salento.
Ya
el viaje en dos días desde Cartago a Salento era sumamente pesado debido a la
lluvia continua y a los hondos barrizales.
Desde el ancho río de La Vieja, que cruzamos en una débil canoa cerca de
Piedra de Moler, estábamos siempre en el bosque. Solamente pocos ranchos, de
aspecto muy pobre, se encuentran aquí; son ellos avanzadas de la colonización
antioqueña en esta montaña. En varios
lugares del bosque encontramos tumbas marcadas con rusticas cruces. El hombre que, lejos de sus semejantes, pasa
aquí su vida solitarios cazador, quiere al menos en la muerte estar en unión
con otros; por eso desde muchas millas los colonos llevan sus muertos a estos
sencillos camposantos en la sombra de la selva.
Desde
el alto del Roble se ve al otro lado de las quebradas Boquía y Quindío, que se
unen aquí para formar el río Quindío, el pueblo Salento, una nueva fundación y
último puesto de colonización sobre esta vertiente del Quindío. Aquí nos
quedamos dos días para conseguir alquilados los bueyes necesarios para la
carga, y para dar un descanso a las mulas antes de continuar el difícil viaje.
El clima de Salento es suave y sano y las noches son frescas. El poblado, que se encuentra a dos mil metros
sobre el nivel del mar, tiene una iglesia y cerca de 600 habitantes. Ante la
llamada cárcel estaban sentados los señores presos, jugando naipe con su
guardián y calentándose, bebiendo aguardiente.
En el estrecho valle de la quebrada del Quindío, las parcelas trepan
hasta muy arriba, donde el antioqueño cultiva trigo y papa. Desde la plaza se domina hacia el norte la
cordillera hasta muy lejos: El Quindío, el Morrogacho que cae casi
verticalmente y el Páramo de Santa Rosa.
El pueblo esta cercado por todas partes de bosques que tienen un raro
sombrío provocado por las blanquizcas hojas de los numerosos yarumos. Más allá se Salento empieza el verdadero
camino del Quindío. La subida es muy
pendiente. Ya sobre este lado se ven muchas de las delgadas palmas de cera
(Ceroxylon andicola), que forman en la vertiente oriental y especialmente cerca
de Tochecito y Cruces verdaderos bosques. La producción de cera ha disminuido
considerablemente en comparación con los años pasados, pero desde hace algún
tiempo se busca con éxito la cascara de quina en los bosques del Quindío.
El
26 de febrero, cerca de las 11 de la mañana, llegamos al paso del Quindío
(3.420 metros). No es de todo exacto denominarlo páramo porque la todavía
exuberante vegetación no tiene aquí características de la que presenta El
Aguacatal, El Ruiz, El Páramo de Petacas y aun la Cordillera Oriental; sobre
todo no puede encontrar una mínima huella de frailejón (Espeletia frailejón o
grandiflora). Ahora el camino se puso tan malo y difícil que nos obligó a andar
grandes trayectos a pie. Hasta Toche se pasa por una selva cerrada y sin
claros, donde solamente encontramos dos ranchos muy pobres (las Cruces) que
ofrecen al viajero una posada primitiva.
En la quebrada Tochecito se trabajó antes una mina de oro, que ya hace años
está abandonada. Cerca de Toche (2300metros) un pantano muy peligroso ocupa el
estrecho valle de la quebrada del mismo nombre, obligando al viajero a montar
un trayecto por la misma quebrada. Debido al descuido de los arrieros, algunos
de mis animales de carga penetraron al pantano, y con mucho trabajo y pérdida
de una hora los sacamos de ahí. Desde
aquí el camino va paralelo con a la quebrada Toche, o también Coello, sobre la
vertiente sur de la cordillera que divide las aguas de los ríos Combeima y Coello. Aquí se encuentra en una altura de 2110 metros
la fuente termal de Agua Caliente, que corre hacia el Toche. Aumentan los
cultivos y en el bosque ya hay claros más grandes. Una vez más todavía se sube
a una considerable altura (2610 metros) para luego bajar ininterrumpidamente
hacia el valle del rio Combeima al cual cruza un puente de hierro cerca de
Ibagué.
Ibagué
(1.300 metros) con ocho o diez mil habitantes, es la ciudad más grande del
Estado. Ubicada en una región fértil y cultivada, la ciudad goza de una
situación económica acomodada y sólida, y se distingue muy ventajosamente de
las ciudades del Cauca por sus casas limpias y sus calles y plazas bien
cuidadas. Aquí se encuentra las escuelas
normales del Estado del Tolima para la formación de maestros y maestras, y en
ellas trabajan durante algún tiempo muy fructuosamente profesores alemanes.
Pero
una posada no tenía Ibagué, y nos costó mucho trabajo encontrar al fin una casa
desocupada que nos sirviera como tal. El comercio es de no poca importancia.
Las mercancías europeas se traen casi todas de Bogotá, y la importación semanal
de paños de algodón y lana se calcula en 1.200 bultos (de 75 kilos). Ibagué
también tiene relaciones con Honda.
Después
de una permanencia de varios días continuamos nuestro viaje a través del llano
monótono y cas sin árboles; en Guatiquí cruzamos el crecido Magdalena y el 2 de
marzo llegamos a Bogotá.