miércoles, 9 de febrero de 2022

PASO DEL CAMINO DEL QUINDIO DE CHARLES STUART COCHRANE

 

 

PASO DE LA CORDILLERA POR EL CAMINO DEL QUINDIO, DEL CAPITAN CHARLES STUART COCHRANE, DE LA MARINA REAL.

DURANTE LOS AÑOS 1823 Y 1824.


 

Capitán de navío, que en 1822 se embarcó rumbo a América, quien viajó por espacio de dos años, iniciando su travesía en el puerto de La Guaira, en donde desembarcó atraído por el comercio de las perlas. Luego, continuo por Caracas y se encaminó a territorio colombiano desde la costa Atlántica a Bogotá.  De Bogotá, empezó su correría por los actuales departamentos del Cauca, Tolima, Antioquia y Chocó, luego de franquear el PASO DE LA CORDILLERA DEL ANDES, LLAMADO QUINDIO, DE IBAGUE HASTA CARTAGO.

Sus experiencias de viaje están descritas en los dos volúmenes denominadas: Diario de una residencia y viajes en Colombia, durante los años 1823 y 1824 (Londres, 1825). Crónicas con interesantes narraciones de la condición socioeconómicas de la época, ilustradas con algunas láminas firmados por el dibujante R. Cooper.

El capítulo X, contenido en el libro desde la página 359 hasta la 392, relata su paso de la Cordillera de los Andes llamado Quindío.

Luego del alistamiento logístico para el viaje, tal como: consecución de cargueros, peones y mulas, y provisiones (carne cecina (tasajo), tocino, aves en conserva, salchichas de cerdo, huevos, chocolate, mantequilla, arroz, y galletas duras; un poco de aguardiente, papas, y cebollas), empezó su travesía el domingo 28 de diciembre del año de 1823, compartiendo itinerario de viaje con un teniente de apellido Ortega y un prestante ciudadano del Valle del Cauca, de apellido Mallarino.

Excepcional relato de viaje, referido a acontecimientos y contingencias en la travesía, sobrevenidos por el mal estado de la ruta, sitios de pernoctada (rancherías, contaderos o tambos), leyendas relatadas por los cargueros y silleros, y reseña toponímica de los puntos del camino, al igual que la descripción de flora y fauna, con especial énfasis de nuestro árbol insigne, LA PALMA DE CERA DEL QUINDÍO.

A pesar de las dificultades físicas de la travesía, se evidencian aspectos que permiten deducir la existencia de un polo de desarrollo, proveniente de los pobladores ubicados a la vera del camino.  De su paso, destaca aspectos de su comercio, clima y pobladores de la ruta y especialmente de Cartago.

Es Interesante la referencia de la existencia de un contadero denominado “Novilla”, concordante al actual sitio de ubicación de Filandia y que textualmente refiere: “5 de enero. Termómetro, a las seis, A. M., 66°. Pasó una muy mala noche; terriblemente mal; lodo hasta las cinchas; mi mula se cayó cuatro veces, pero afortunadamente no me hizo daño. Levantaron varios pavos salvajes, y vieron un animal de una raza entre una liebre y un conejo. Dormí en el contadero llamado Novilla, un lugar muy húmedo. Muy molesto por un pavo, chillando como una mujer en apuros, durante toda la noche.” Pag.371.

Otro dato, la presencia del café en Cartago, que se muestra en el siguiente párrafo: El café crece en gran abundancia en y alrededor Cartago y Cali, dando como veinticinco libras un árbol, en promedio; pero esto es solo cultivada para consumo doméstico, ya que no hay salida del valle (Pago. 384), por el cual, transportar el producto a costa, sería un gasto que no sería sufragado por las ganancias”.

Al final de su travesía y llegada a Cartago,  refiere de manera detallada la temática de la explotación del oro en las minas de la Vega de Supía, Marmato, objetivo cardial de su visita, al igual de otros viajeros que posteriormente recorrieron el mismo itinerario del territorio patrio.

A continuación, la descripción correspóndete al paso de la Cordillera del Quindío, contenida en el capítulo XVI del libro en mención, páginas 359-392.    

CAPÍTULO XVI.

PASO DE LA CORDILLERA DEL ANDES, LLAMADO QUINDIO, DE IBAGUE HASTA CARTAGO-LA BALSA-CARTAGO-MINAS.

Paso de la Cordillera de los Andes llamado Quindío. Teniente Ortega. Mallarino. Erección de una Rancha. Viaje. Malos caminos. La Tapia. El Moral. Día de Año Nuevo. Anécdota de un oficial español. La cena. Tambo de Toche. Malos caminos. Dificultades del viaje. Contaderos. Palmeras. Anécdotas de tigres. Tormenta. Dness. Novilla. Miserables caminos. La Balsa. Correo. Guaduas. Las carreteras más deplorables. Tormenta. Una aventura. Cartago. Señor Le Roche. Minas de Vega de Supía. Sachafruta. Pantano. Echandía. Marmato. Valle del Cauca. Café. Dificultad de exportación. Célebre hierba medicinal Cabuya. Religión de los jóvenes. Matrimonios tempranos. Descripción de la ciudad de Cartago. Comercio. Climatizado. Estima universal de los Indígenas por el Barón de Humboldt. Sierra de Moro.

Todo estando preparado, me despedí de mi amable anfitrión y familia, y montando mi mula, a las diez en punto, partí en mi primera empresa mediana. Casi inmediatamente, saliendo de Ibagué empezamos a ascender una montaña, que dominaba el pueblo hasta el Sur oeste. Encontré el camino particularmente malo, muy empinado, y tan resbaladizo, que las mulas apenas podían mantenerse en pie. Para agregar para mi comodidad, al llegar a un paso angosto, donde la montaña se elevaba perpendicularmente sobre un lado, y un tremendo precipicio en el otro, el dueño de las mulas, que me acompañó hasta aquí, exclamó; - “¡Ah! señor, aquí perdí una valiosa mula el otro día; ¡su pie resbaló en este mismo lugar, y cayendo por el precipicio se rompió el cuello! " Afortunadamente para mí, mi mula mostró más sentido, y me llevó más allá con seguridad. El pobre carguero empezó a sentir el cansancio de subir la montaña, siendo frecuentemente obligado a descansar ellos mismos; pero dijeron que deberían aventurarse al día siguiente, ya que el primer día era siempre la mayoría alternando de ellos. A ambos lados del camino vi un número de monos pelirrojos, saltando de árbol en árbol, que nos miraban de cerca, pero parecía muy inofensivo.

Sobre tres en punto, observé una bandera blanca en una prominencia de una montaña a cierta distancia, y al arribar allí, encontré que es un lugar habitual de descanso y pasar la noche, llamado La Palmilla, donde encontré acampado al teniente Ortega, que había izado una sábana blanca, para que su lugar de descanso se pudiera verse desde la ciudad.

Salió de debajo de su rancho a recibirme, y me recibió en su habitación. Él había salido de la ciudad el día anterior, portando cartas del gobierno para Bolívar; pero habiendo enfermado dos de sus peones, se vio obligado a detenerse y enviar un tercer con el fin de adquirir otros dos para reemplazar los cargueros enfermos. Creo que el hecho fue que los dos peones fingieron estar enfermos, para evitar el servicio obligatorio del gobierno, -- que

en realidad, el estado pierde más por este mal parsimonia juzgada, al no dar a estos hombres paga adecuada, que si los recompensaran en la misma proporción que los individuos.

En compañía del teniente Ortegas iba un joven, de unos quince años, llamado Mallarino, que últimamente había perdido a su padre y se había convertido en heredero de una propiedad considerable. Él venía de Bogotá, donde había estado estudiando en la universidad, para visitar a su madre, que vivía en Cali, una de las ciudades principales, en el valle del Cauca. Lo hallé un chico astuto, pero muy adelantado –consideró yo mismo todo el hombre, y su educación completado La pérdida de su padre tan temprano. una edad era muy lamentable, ya que lo habría mantenido en el tema apropiadoción, y, como el muchacho tenía buenas habilidades, podría posiblemente han hecho un personaje brillante de él; lo cual, ahora me temo, no será el caso, ya que parecía tener una gran inclinación para peleas de gallos y juegos de azar, en lugar de tener cualquier deseo de mejorar su mente por lectura y estudio.

Mis peones inmediatamente comenzaron la erección de mi rancho; el cual fue formado por

clavando dos postes en la tierra, unos cuatro pies de alto y seis pies de distancia, para el frente de la tienda; y lo mismo, unos doce pies detrás de estos, para el otro extremo. Ser entre estos dos palos cortos era, en cada uno extremo, uno alto, como de dieciséis pies de largo; un poste se colocó horizontalmente desde el corto postes de adelante a los de atrás, y otro de la misma longitud de los dos largos justo en el centro; de este abajo poste, vigas ligeras de madera fueron amarradas toge allí por los bejucos de la selva; estas las hojas del beau - árbol fueron colocadas uno sobre el otro, como plumas en un pájaro ala, -una muesca cortada en el tallo para fijar al bejuco, y formaron un refugio impermeable a la lluvia. En el intermedio, mi sirviente preparó la cena, para la cual el aire de la montaña me había dado un buen apetito. Desde el hasta de la bandera, al atardecer, tuve

una hermosa vista del pueblo de Ibagué, que apareció cerca de mis pies, aunque yo tenía han estado ocupados cinco horas en ascender el monte, y otro en salir de la ciudad. Eso parecía bastante en la base de la montaña, y las casas blancas, con sus techos de tejas rojas, tenía un aspecto muy pintoresco.

 

Todos tomamos chocolate juntos e hicimos nosotros mismos perfectamente felices: nos retiramos a descansar, sin embargo, a una hora temprana, con la intención de comenzar temprano en la mañana. El 31 de diciembre, al rozar la luz del día, después de haber dormido bien y perfectamente seco, aunque había llovido mucho caído durante la noche. mi sirviente preparó el desayuno, mientras los peones enrollaban el beau que debía servir para el resto del viaje.

A las seis, A. M., el termómetro 60°, con niebla considerable. A las siete y media monte en mi mula, dejando el marco de mi tienda de pie. Pregunté la razón por la que había otro que el nuestro, como tantos otros los pasajeros además de nosotros deben pasar eso camino. Me informaron que están destruidos por los arrieros para disparar, al pasar con sus cargas, siendo demasiado perezosos para cortar leña; obligando así a cada viajero a perder por lo menos dos horas en levantar su rancha.

Mallarino montó su silla, cuando lo tomamos permiso de nuestro amigo Ortegas, ya que no había peones llegó por él. Él prometió hacer todo lo que estuviera en su poder para alcanzarnos.

A medida que ascendíamos, pronto encontré el icono venience de una mula, y la ventaja del sillero, como anduvo Mallarino delante de mí extremadamente bien y bastante seco; mientras yo estaba dejado atrás, y en unos minutos tenía mi pies mojados, mi mula estaba hasta las cinchas en barro, y en peligro momentáneo de tropezar o clavarse en el fango.

El camino fue construido originalmente por los españoles, de unos dos metros y medio de ancho, con árboles colocados igualmente juntos y bien asegurados, permiten ing un muy buen pasaje; pero, en consecuencia de abandono, la montaña - los torrentes han desgarrado lejos la madera, que no ha sido reparada, y se ha vuelto en partes tan malas y gastadas, que el camino actual es de veinte a treinta pies por debajo del nivel original, con perpendiculares, y tan estrecho, que yo era constantemente obligado a sacar mis pies de los estribos, y ponerlos cerca de las orejas de la mula, para evitar que mis rodillas fueran aplastadas por las orillas a ambos lados: el arriero tenía que cortar los taludes con una especie de azadón recto, para dejar sitio al paso del animal, aunque el equipaje se depositó tanto en el atrás como sea posible. No puedo adivinar por qué mi amigo Lozano me aconsejó usar mulas para cruzar la montaña, excepto que, desde un vestigio de la vieja inercia española, nunca se tomó la molestia de informarse mejor medio para viajar aquí, aunque debe han sido tema de conversación constante con mucha gente que estaba en el diario costumbre de reunirse.

Alrededor de la una en punto se nos unió el Señor Ortegas, habiendo llegado sus peones poco después lo habíamos dejado. En este momento el camino se presentó tan mal, que me vi obligado a desmontar y seguir a pie; la hierba y la verde vegetación había crecido aquí tan exuberantemente, como en muchos lugares para cubrir los flancos de arriba, como un dosel, sobre nuestras cabezas, haciéndolo casi oscuro.

Llegamos a las dos a una choza llamada La Tapia, donde la madera está un poco despejada lejos; desde este punto hay una extensa vista de las montañas, cubiertas de verdor a la cumbre; pero los paisajes de montaña no se ven tan bien, cuando en relieve en las montañas, como cuando se ve desde una altura que domina toda la extensión debajo, o, como se ve desde el mar, cuando a una distancia considerable

de la tierra. Habiendo descansado poco tiempo en La Tapia, nos dirigimos a El Moral, una pequeña choza, con un cobertizo afuera para que los viajeros duerman: aquí

pasamos la noche.

 

El 1° de enero de 1824. Día de Año Nuevo. rosa en a las cuatro y media, y desayunamos a la luz del día. A las seis, termómetro 62º. Una de mis faltan peones; se enteró de que se había enfermado en La Tapia; envió a otro, a quien yo he contratado en esta choza, para llevar mi equipaje, y ayudar al otro. Encontré el camino mejor que ayer, pero muy montañoso. Llegamos a un manantial de agua hirviendo, que surge de una pequeña abertura en la montaña; era, insípido, la tierra alrededor de la boca, era suave y de color blanquecino, tenía un sabor salino.

Poco después de pasar este arroyo, llegamos en un precipicio abrupto, que fue perpendicularmente hacia abajo, unos mil quinientos pies, hasta un torrente de montaña abajo. Aquí teniente Ortegas, con quien conocí mejor, y encontró un amable, tímido y bien en joven formado, me narró lo siguiente anécdota de la crueldad, y sólo castigar ment, de un oficial español. este inhumano miserable, habiéndose atado a un par inmenso

de espuelas de mula, lanzaba incesantemente el Rowels en la carne desnuda de los pobres torturados sillero, quien en vano amonestó con su perseguidor, y le aseguró que no podía

acelerar su paso. Sólo denuncia producida agresión adicional, y el oficial ejerció su espuelas más, en proporción a los murmullos del sillero. Por fin el hombre, despertado a la

tono más alto de excitación enfurecida y re sentimiento, de los implacables ataques de los

oficial, al llegar a este lugar, lo tiró de su silla en la inmensa profundidad del torrente

abajo, donde fue asesinado, y su cuerpo no se pudo recuperar. El sillero salió disparado

a toda velocidad, y, escapando a la montaña, nunca más se supo de él.

Ahora cruzamos el río San Juan, y estamos en un cobertizo llamado El Tambo de Toche, donde nos detuvimos para pasar la noche. Aquí Ortega se unió a las cena, Mallarino tonteando solo. Encontré a mi joven amigo muy sentimental y nostálgico, ya que acababa de dejar su hacer círculo mestizo, al que estaba muy apegado. Nuestra comida no fue particularmente suntuosa: él hizo una sopa de cerdo -salchichas, carne salada, y la raíz de arracacha; y le suministró un salado aves, cocidas en arroz, que se comían como hojas duras otro, sin olor ni sabor. Nuestro el principal consuelo era una taza de buen chocolate

y un poco de galleta. Ahora me encontré de privado de cualquier posibilidad de obtener ponche, ya que, por el descuido de un peón, la calabaza, que contenía mi espíritu, se partió,

y el licor se había escapado. No lo hicimos beber sin moderación, ya que el agua era nuestra única bebida; y no admiramos al Doctor prescripción de sangrado prescripción suficiente para participar demasiado abundantemente.

 

El 2 de enero A las seis de la mañana, el termómetro marcaba 55°. El camino en este día terrible; se vio obligado a caminar gran parte del camino. En muchos lugares observé sobre mi cabeza la línea de camino formada por los españoles, como las vigas sobresalían por los lados, que había sido colocado allí para dar solidez al conjunto: en otras partes, cuando está montado en mi mula, me pareció necesario tener mi sombrero en mi mano, ya que de lo contrario las ramas me lo quité de la cabeza; y, de hecho, sin manteniendo una buena vigilancia, uno tenía una oportunidad de colgar suspendido de un árbol, como Absalón de antaño.

Pasado por muchos Contaderos, abiertos espacios despejados al efecto, y los denominados de la costumbre del puesto del arriero principal allí para contar sus mulas mientras viajan adelante, para que no quede ninguno en el bosque, en cuyo caso detienen la tropa, y vuelven vuelta para buscar a los desaparecidos. A las tres nosotros llegamos a un contadero llamado Calejo, donde Hicimos nuestras ranchas para la noche. está rodeada de palmeras, a las que los loros bandada para dormir en gran abundancia. Mallarino disparó a varios, lo que resultó tolerablemente bueno comiendo. Estas palmeras, por un cierto proceso, produce un vino que los nativos encuentran muy beneficioso para la hidropesía. Hicimos un gran ben fuego para la noche, para alejar a los tigres, que se dice que infestan el vecindario. Los peones nos divertían contándonos muchas historias de tigres llevándose perros, etc. Uno de ellos afirmó, que, al pasar por cierto paso, (que nos señaló lo siguiente

día), en un recodo del camino, de repente llegó un tigre, que estaba desgarrando a una mula muerta. El peón consideró que retirarse era inútil, y por lo tanto avanzó con su cuchillo dibujado. El tigre se acercó, y en acercándose a él hizo una primavera, salto ed muy por encima de su cabeza, y posándose en sus pies, caminó tranquilamente por el paso. Por

la aparición de la mula, el tigre debe han comido abundantemente, lo que, tal vez, puede

cuenta de su proceder pacífico. Estos tigres, que son pequeños, nunca han sido conocido por atacar al hombre; pero seguían a los peones durante días con la esperanza de que mueran, y los devorarían inmediatamente. Una tarde, mientras buscaba leña, me encontró los huesos de un pobre hombre, que había lo más probable es que se haya encontrado con tal final.

El 3 de enero. A las seis, A. M., termómetro 52°. El camino extremadamente malo. Se sorprendió una tormenta acompañada truenos y caída de granizo. Pasamos grandes cantidades de palmeras, y llegamos al boquerón el páramo, cubierto de nieve.

El 4 de enero A las seis de la mañana, termómetro 49º. Muy enfermo durante la noche; atacado con vómitos violentos; apenas capaz de proceder; casi cayendo a cada instante de mi mula; terrible dolor en mis hombros y cabeza, que al movimiento del animal que montaba me aumentaba.

Pasamos tres veces el río Quindío y nos detuvimos al alrededor de las cuatro en punto en un lugar abierto cerca el río, cuando afortunadamente me encontré con un muy arriero con su tienda preparada, un dónde me deslicé y me acosté. Apenas había entrado, cuando empezó a llover a torrentes y desgarradores truenos y relámpagos. La tormenta duró dos horas, tiempo durante el cual dormí profundamente; y cuando mi propia tienda estaba preparada para mí, al despertar me retiré a ella. Mallarino tuvo la amabilidad de darme la mitad de un pájaro que acababa de matar, del cual hice una sopa, que me hizo mucho bien.

El 5 de enero. Termómetro, a las seis, A. M., 66°. Pasé una muy mala noche; terriblemente mal; mi mula con lodo hasta las cinchas; se cayó cuatro veces, pero afortunadamente no me hizo daño. Había abudantes pavos salvajes, y vi un animal de una raza entre una liebre y un conejo. dormí en el contadero llamado Novilla, un lugar muy húmedo. Muy molesto por un pavo, chillando como una mujer en apuros, durante toda la noche.

El 6 de enero. Termómetro 62º. Encontramos en condiciones difícil de paso. Los declives de muchos de los pasos estrechos eran tan perpendiculares, que el mulas, en cuclillas sobre sus jamones, se deslizaron hacia abajo veinte o treinta metros, sin posibilidad de detenerse, y con inminente peligro para el jinete: dos veces al bajar tal un empinado la grupa de mi silla se rompió, y yo me deslicé hacia adelante hasta el cuello de mi mula, solo me mantenía sobre asiento de mi silla a fuerza de apretar mis rodillas contra las fauces del pobre animal que andaba a zancadas, y no tenía tiempo ni fuerza para patear.

 

Observé una gran cantidad de árboles llamados Yurumos, cuya hoja tiene un aspecto blanco plateado en la superficie superior, y verde por debajo; dando un aspecto peculiar a la distancia. En este punto, se encontró con un coronel del ejército colombiano que venía del Perú, vía Guayaquil; nos informó que Bolívar había establecido dos paquetes para correr entre Callao y el puerto de Buenaventura, a fin de facilitar la comunicación entre las capitales del Perú y Colombia Nos informó de una reciente conspiración detectada entre algunos Perú vian oficiales, que habían sido frustrados; que Bolívar tenía un ejército de quince mil hombres, y se espera que comience a operar en marzo, cuando los caminos serían transitables; y que los españoles se habían retirado en Alta Perú.

 

Se quejó de haber perdido ya un peón, aunque sólo en el día de su segundo día Ney; y dándonos su nombre, nos pidió denunciar ante las autoridades correspondientes. Llegué a La Balsa, un pequeño pueblo, y dormí en una cabaña muy incómodamente, como las mulas y los peones no llegaron con nuestra ropa de cama, siendo retrasados por el mal estado de los caminos. El 7 de enero yo estaba aquí atacado por la misma enfermedad como en las montañas: una especie de centinela, con náuseas; y sufrido mucho de tener un excelente apetito, pero no tengo poder para digerir lo que comí. estar obligado para ser mi propio médico, me recetó calomelanos y sales, lo que me alivió un poco.

Como a las ocho llegó el correo, con su mochila cargada sobre su espalda, de unas cincuenta libras de peso; otro peón en compañía de él; ¿dijo tenía cartas, y mucho oro y platino. Le pregunté si no tenía miedo de ser robado?  dijo, tal cosa nunca se ha oído hablar; es una fuerte prueba de la honestidad natural de los indígenas, que sólo necesitan estar bien dirigido y gobernado. El correo viaja de Cartago a Ibagué en cuatro días.

Me entretenía, durante el día, en caminar por cerca de unas pocas casas dispersas y sus

pequeños dominios; y debo decir que, aunque en el estado más rudimentario de cultivo, sin embargo, la poca apariencia de industria me causo alegría, después de muchos días que había pasado sin ver ninguna casa en el camino.

Las casas que componen este pequeño pueblo están construidas enteramente de cañas, llamados guaduas, que crecen a la altura de setenta a cien pies. Estas cañas tienen nudos en cada dos pies y cada división produce una excelente y pura agua. Todos los artículos de lino están aquí muy escasos, y particularmente caros; el único comercio son los sombreros de paja de una muy pobre descripción, y bordados para vestidos, de obra tosca, en imitación de encajes, de los cuales cuatro yardas se venden por un dólar; y un niño tarda un mes en trenzar lo suficiente paja para ganar la misma suma. Alrededor de tres, P. M., llegaron mis mulas, bastante cansadas; mi criado me dijo, que, a consecuencia del mal estado de los caminos, las mulas se habían caído mucho. En uno de estas caídas se me rompió el termómetro, que aunque se había protegido envuelto cuidadosamente en franela se partió.

Es casi imposible transportar estos instrumentos con seguridad por estas montañas, por la ocurrencia de tantos accidentes imprevistos. Yo aquí tuve el lujo de afeitarme, de lo que no había disfrutado durante mi viaje; y después de un baño en un arroyo vecino, me sirvió para refrescarme.

El 8 de enero. A la luz del día comenzó a hacer preparativos para empezar; pero, por desgracia, uno de las mulas del teniente Ortega se habían extraviado en el bosque, y no podía ser atrapada por los hombres enviados en su persecución; pero en su persecución y la alcance, se envió un negro viejo, quien con la ayuda de algunos perros y hombres, acostumbrados a los bosques y después de dos horas de retraso, alcanzaron el animal.

Como a las nueve montamos, y salimos de La Balsa, siendo informado que había un buen camino de mulas hasta Cartago; pero, ¡oh! ¡Cuán terriblemente fuimos engañados! Apenas

si habíamos avanzado una milla cuando encontramos el camino horrible; las mulas con barro hasta las cinchas, caían constantemente en los lodazales del escabroso camino, con el riesgo inminente de nuestra integridad, viéndonos obligados a desmontar y caminar, con la gran molestia de mi compañero, que estaba alegremente ataviado con uniforme, a fin de hacer su aparición en Cartago; en cuanto a mí, era de ninguna consecuencia, estar todo en bruto, tener decidido a no dejar mi vestido de viaje por lo que debería llegar a ese lugar.  Al mediodía llegamos al río Vieja, que cruzamos en una canoa, nadando nuestras mulas al costado. De ahí a Cartago había sólo dos horas de viaje; pero no se guarda una canoa para ese propósito.

Una vez cruzado el río, continuamos nuestra ruta; siendo frecuentemente obligado a apearse y caminar por el terrible lodo del camino. Para añadir a nuestra miseria, vino una tremenda tormenta, asistida por una lluvia torrencial. Pasando alguna parte del camino era exactamente como caminar a través de cascadas, donde las mulas, cuando se dejan a sí mismos, difícilmente podría obtener un pie seguro. Permanecí por algún tiempo bajo un árbol de hojas gruesas; proseguí mi amigo. Al corto tiempo vi que no había perspectivas de una reducción de la tormenta, cuando mis oídos fueron asaltados por lo que Imaginé el espantoso rugido de un tigre, que parecía haber tomado posesión de su cargo en el mismo camino que tenía que pasar. el tigre rugiente se me acercó: sólo tenía una pistola, y la lluvia,

vertiendo en torrentes, hizo esto, pero de poco Cual era la tarea asignada? -no hubo

tiempo que perder. Volví mi cabeza de mula, y estaba a punto de retirarse a paso redondo,

cuando subió uno de mis peones. le pregunté Cuál era la tarea asignada? pareció sorprendido. “¿No has oído el rugido de un tigre acercándose de esta manera? le exigí Oh, maestro", fue la respuesta, "el rugido es sólo el de una tropa de monos, incomodados por la lluvia”. Tal fue realmente el caso. Los monos avanzaban, rugiendo a coro, mientras

pasaron de árbol en árbol. me alegró dejar de escucharlos, y fue algo tiempo antes de que me deshiciera de mi susto. me uní mi amigo, y contándole mi aventura, él se rio de mí de la manera más inmoderada; aunque yo creía, que, si él hubiera estado en mi lugar, había actuado exactamente de la misma manera. Estábamos ahora los dos en una situación miserable. empapado hasta los huesos, cubierto de barro, hasta las rodillas, viéndonos

obligados a desmontar, ya que nuestras mulas no estaban en capacidad de trasportarse con nosotros en sus espaldas.

Nuestra única diversión era reírnos de cada uno. otro, ambos apareciendo en un estado tan desamparado.

 

Alrededor de las tres avistamos la ciudad de Cartago, situada en la base de la montaña debajo de nosotros, en la margen izquierda del río de La Vieja. La llanura que lo rodeaba era dividida por muchos montículos, causando una gran calidad de la superficie. Ahora rápidamente se acercó al pueblo, descendiendo la montaña por un camino mucho mejor, y llegamos cuatro y media. Mi amigo fue al Juez Político, y me dirigí a la casa de don

Luis Jordán, el administrador del puesto oficina, y se reunió con una amable recepción. Él

me proporcionó una muda de ropa, es decir, una camisa y un par de pantalones.  Como era un bajito, gordo, este atuendo me hizo ver muy cómicamente; la camisa colgando como un saco sobre mí, y sus pantalones solo sirviendo como calzones cortos: pero un cambio fue de lo más agradable; y con un cena caliente, y un poco de ron añejo además, que produjo mi anfitrión, me puse muy cómodo, y fue bastante restaurado. Un bronceado temprana hora le rogué que me retirara a mi cama, que consistía en una manta y una sábana, extendidas sobre una mesa, para cama y ropa de cama, y ​​una sábana para cobijarme Yo, sin embargo, dormí muy profundamente, siendo muy fatigado con el viaje de mi día.

 

El 9 de enero. Una mañana hermosísima: la temperatura muy agradable. mi sirviente y el equipaje llegó alrededor de las diez. Él tuvo obligado a dormir en las montañas. Yo ahora obtuvo lavanderas, carpinteros, y zapateros, para poner en orden las cosas que había sufrido en el transporte. Acompañado Don Luis visitará a su socio en el cargo, Don Zerato, hombre sensato y agradable, que había anteriormente visitó Jamaica. Él nos condujo a

visitar a Monsieur Le Roche, un francés, residente dieciséis años en Colombia, teniendo la

cargo de administrador de tabaco. Aquí nosotros permanecimos mucho tiempo, discutiendo en general temas, relacionados con las minas, y todos las producciones del país.

Las conferencias se continuaron durante algunos días, ya que encontró a Monsieur Le Roche excesivamente bien versado en todos los puntos en los que deseaba información; y adjunto de inmediato lo que recogí de él .

 

Las minas de la Vega de Supía están situadas en el valle del Cauca, tres días de viaje hacia el norte, hacia Antioquia. De allí, cruzando el Cauca, en dirección a Medellín, la ciudad de Nare en el Magdalena se puede ganar en ocho días, con buen carruaje de mulas o de agua durante toda la distancia.

La mejor mina de la Vega de Supía (en la opinión de M. Le Roche, que fue durante algún tiempo director de ellas, y es un excelente mineralogista, habiendo estudiado el tema científicamente) es la mina de Sachafruta, sobre un cuarto de legua del pueblo llamado Vega de Supía. En esta mina había una excavación cortada horizontalmente durante unos cuarenta metros, y luego un eje de unas cincuenta yardas perpendiculares; en la extracción del mineral de la parte inferior del cual, el pozo lleno de agua, y detuvo el trabajo posterior de la mina. METRO.

Le Roche lo inspeccionó mientras trabajaba, y obtuvo especímenes sostenidos de cada parte.  Dijo el, la mía era particularmente rica, y la carga dos yardas de espesor; que no requeriría un aditamento de más de doscientas yardas para drenar la mina, y que el costo no excedería tres mil dólares. El mineral extraído rendiría alrededor del setenta por ciento, con todas las razones para esperar que la plata pura encontrarse; como, entre los últimos de la carga que sacaron, se hallaron piezas de plata en ese estado. Desde la apertura, la mina ha gradualmente aumentó en producir; al principio solo dando cinco onzas en el quintal de un hundred y doce libras de la carga, pero ltimol y setenta libras por ciento. M. Le Roche considera, que en primera instancia el mineral debe ser machacado y lavado para obtener el oro nativo y plata, y el resto mezclado con plomo, y pasado por el horno, para obtener el todo el metal.

Esta mina pertenece a particulares, que han sido arruinados por la revolución, y no tienen fondos para ponerla en orden de trabajo. Propuse un arreglo, que acordaron; y tengo todas las rea hijo esperar que a esta hora la mina este siendo forjado activamente.

En la Vega de Supía, se van a contratar peones, que bajo soportar el trabajo de las minas; y las provisiones de la vida se deben tener en abundancia; el alquiler de cada hombre, con su sustento incluido, no superior a dos reales (un chelín, inglés) por

día. El promedio de los soportes del termómetro a unos 66º.
La mina de Pantano, que es mezcla de plata con plomo, rendimiento sesenta por ciento de plomo y tres onzas de plata el quintal, está a una legua de la mina de Sachafruta; de una excelente carga. Es bastante seco y ha sido poco trabajada.

La mina de Echandía, en el cerro de Loaiza, cercano al de Pantano, tiene una carga muy rica, de rendimiento de setenta a, ochenta por ciento de plata, con una mezcla de oro; es bastante seco, y sólo se ha trabajado unas veinte yardas horizontalmente en la colina. La carga es, sin embargo, sólo de dieciséis a dieciocho pulgadas de espesor. En el cerro de Loaiza hay así mismo una mina de plata nativa, descubierta por una mujer que lava por oro, que, al intentar en este lugar, se ha obtenido alrededor de media docena bateas, media libra de plata. Esta mina no ha sido trabajada.

Por último, están las minas de Marmato, muchas en número; dan un oro blanquecino de un

de capa baja, unos catorce quilates. el mineral es una mezcla de oro, plata, cobre y hierro;

es en gran abundancia, y se machaca fácilmente a polvo. El presente método consiste en magullar el polvo, y luego lavarlo en diques formados en corrientes de agua, por lo que gran parte del metal se pierde. Hay mucha agua por todas partes; y erigiendo molinos, y bandejas para lavado, según las más improbados principios de Europa, y en gran parte escala, con un buen capital, se puede hacer mucho de ellos .

Los cerros alrededor de Cartago están muy cargados con nitro: extraer un quintal cuesta alrededor dos dólares y medio; pero el gasto de transportarlo a Cartagena plantearía

a diecisiete dólares y medio, sin incluyendo cualquier ganancia; de modo que, aunque abundante, no es probable que se convierta en un artículo de comercio. Hay una sal medicinal igualmente para adquirirse en grandes cantidades.

Las principales producciones del país son, café, cacao, azúcar, tabaco y plátanos; en algunas partes se cría gran cantidad de ganado.

El café crece en gran abundancia en y alrededor Cartago y Cali, dando como veinticinco

libras un árbol, en promedio; pero esto es solo cultivada para consumo doméstico, ya que no hay salida del valle (Pago. 384), por el cual, transportar el producto a costa, sería un gasto que no sería sufragado por las ganancias. El cacao de los llanos de Cartago es muy superior al de Guayaquil, y es el más productivo. La caña de azúcar es particularmente fino y exuberante. El tabaco crece sólo para el gobierno; pero cualquier cantidad puede ser producido, el clima es peculiar adaptado para ello. El maíz. crecería bien sobre Cali, la temperatura es la misma que en Ibagué.

Es muy lamentable que el producto de este fértil valle no se puede exportar y el cultivo así alentado; pero la falta de salidas convenientes hace que el transporte tan muy caro, en cuanto obligar a los nativos a limitar su crecimiento a la cantidad meramente necesaria para su propio uso.

La ruta menos costosa es de Cartago a Buenaventura, en el Pacífico, y esto son ocho dólares por quintal, teniendo que viajar en mulas, por peones y por agua; por lo que temo que pasará mucho tiempo antes de que cualquier producto del valle pague la exportación, excepto los preciosos metales El magnífico río Cauca corre a través de la totalidad de estas llanuras, pero es infortunadamente solamente navegable en lugares particulares; y temo que los recursos del país enfermo no por algunos años justificar el gasto de formar un camino adecuado y conveniente a lo largo sus bancos, aun suponiéndolo posible, que es muy problemático, ya que el curso del río está en muchas partes estrechado por perpendiculares rocas.

En el distrito de Popayán, en este valle, se encuentra para ser adquirido una hierba célebre, que cura todas las heridas, úlceras y gangrenas, llamada Cabuya. Hay tres especies de ella: una de un color azul claro, sin espinas en la borde de la hoja, conocido con el nombre de Mexi pueden; otra más verde, con espinas, llamada machista y la tercera clase, con pocas espinas, llamado hembra. De las largas hojas de este planta, magullando y golpeando, un jugo espeso es expresado ; esto se mezcla con agua, hervir , y se mantiene desnatado hasta que se reduce a la consistencia de miel; entonces es apto para su uso.  En casos de cortes, cuando sean severos y peligrosos, si aplicado , cura en tres días , y nunca permite que se produzca la gangrena. lo más en Las úlceras veteadas no son conocidas por resistir sus poderes nativos más de quince días. En Venezuela llaman a la planta cocaisa, de que le dan muchos usos, y hasta se lo comen.

A mi regreso a casa, encontré al teniente Ortegas esperando para despedirse de mí; en compañía de su guía y caballos con, con el fin de proseguir a Cali y Buenaventura. Nos despedimos; y le di mi dirección en Inglaterra, para que me visitara, expresó gran deseo.

Por la tarde entró el joven Mallarino; y la conversación girando en torno a la religión, Don Luis parecía ser muy intolerante con su religión, y no tengo idea de razonamiento. ¿Cómo?, dijo él, “¿Puedo suponer que mi credo está equivocado, cuando tantos santos y santos doctores han escrito, confirmándolo? — “¡Ay!” gritó Mallarino, ese es un muy mal razonamiento, para toda religión tiene sus sabios doctores que escriben en apoyo de eso; y, aunque hay tantas religiones en el mundo, sin embargo, de acuerdo con su argumento, cada uno debe ser correcto.  Solo hay ahora una luz irrumpe sobre los jóvenes, que ven los muchos errores de su religión, y aún no saben cómo formar sus opiniones.

Durante un tiempo, creo, por lo que puedo observar, que el deísmo será la religión más generalmente adoptado, hasta que se introduzca el credo protestante deducido, que, no tengo ninguna duda, tendrá muchos partidarios en el país.

Nuestra cena fue muy frugal, --una taza de chocolate y algunos dulces, algo raro, no he visto vino o licores y bebidas espirituosas otros blancos; y a menudo a thefound littlethe usewant de estos de uno, y o el atributo bajo y debilitando el efecto de la dieta intermitente de las personas, fiebre I mucho en sus constituciones.

Enero 10 Me empleé a mí mismo, durante el mañana, al examinar el vecindario y sus producciones. Por la tarde,' acompañado por don Luis a visitar a uno de los alcaldes, cuyo hijo se había casado esa mañana. Yo fue muy cortésmente recibido y presentado a

la novia y el novio, - un extremadamente pareja joven: la dama bajita, gorda y brunette, de unos catorce años; el gentil hombre delgado, de la misma tez que su esposa, y de unos dieciséis años. Creo que estos matrimonios tempranos son muy imprudentes, para usar el término más suave, ya que generalmente son el resultado de una pasión momentánea, que, a una edad tan juvenil, pronto se enfría por possesción, y hace que el resto de sus vidas una era de arrepentimiento por precipitaciones pasadas.

Comenté al Alcalde la deserción del coronel en las montañas por el peón, como yo se le había pedido que hiciera. el no apareció prestar mucha atención a la queja, simplemente diciendo, tales cosas eran muy comunes ocurren rencillas; pero que si el peón fuere tomado, él ciertamente debe ser castigado; sin, como jamás, dando órdenes para que lo llamaran. Tal es la indolencia natural del pueblo; y, no tengo ninguna duda, nunca otorgó una segunda reflexión sobre el asunto.

11 de enero. Pasó la mañana en hacer exámenes y consultas sobre todos los temas conectado con el objeto de mi viaje; y por la tarde acompañó a Don Luis en un pasear por la ciudad, construida en cuadrados, y contiene cerca de dos mil en habitantes ; anteriormente tenía el doble de este número, pero fue cuatro veces saqueada por los pastucianos, (que estaban a favor de la causa realista durante la real), que necesariamente ha disminuido la población . El pueblo está bien situado en la margen izquierda del río Vieja, cuyas aguas puras y aguas salubres, a poca distancia por debajo el pueblo, comunica con el Cauca. Los habitantes nunca se han tomado la molestia de cavar pozos; en consecuencia están obligados a enviar al río por toda el agua necesaria para usos domésticos; mientras que, si se hundieran pozos en cada patio, lo harían, la mayoría probablemente, obtener agua unos veinte pies por debajo la superficie. Hay una catedral y dos iglesias parroquiales, en buen estado, con tolerables órganos, hechos por un ingenioso nativo del lugar, que es casi autodidacta. lo que dio para mí el mayor placer fue una escuela, está basado en el principio de Lancaster, para niñas y niños, y que parecían bien conducidos. El comercio de este lugar está casi confinado al envío de carne seca y cerdos vivos al Chocó; en qué provincia apenas tienen ganado, ya que el pasto no los sostiene.

Tuve una larga conferencia con el Juez Político, que me dijo que había mucho desperdicio

terrenos en las inmediaciones, que se darían a colonos que podrían salir, y que sería fácil

obtener lo necesario para la vida; a pesar de la dificultad de la exportación, en la actualidad no hay muchas perspectivas de hacer una fortuna .

12 de enero. Comenzó los preparativos para mi partida para el Chocó; pero experimentado considerable dificultad para conseguir peones. En el coche hice una excursión con el Juez Político, Señor Zereso, Don Luis y M. Le Roche, a una pequeña colina que domina la ciudad, cuando, siendo tolerable la noche, tuvimos un hermosa vista de una cadena de montañas que divide este valle desde el Océano Pacífico, sus cumbres totalmente cubiertas de nieve. Se ve el humo de un volcán, que es situado en el otro lado de la cumbre de las montañas. Desde una pequeña cadena de colinas, cerca de esta sierra, con un buen vaso, se han visto números de ele carnívoro fantasmas, alimentándose de las llanuras que bordean estas regiones heladas: sus enormes dientes ocasionalmente han sido visto; pero nadie ha tenido éxito todavía en matar a uno de estos animales, o acercarse a ellos. Existen grandes cantidades de ganado salvaje en estos llanos, los indios hacen excursiones para matar dichos ganados. 
Esta cadena de montañas corre hacia el norte este y suroeste. Como a tres o cuatro leguas de Cartago, hay una cadena de colinas, de poca elevación en la llanura, donde se alberga enteramente el pueblo y valle de Cartago del frio, explosiones que provienen de la montaña cubierta de nieve y tainos. Estos vientos helados bordean el  colinas, y estalló en la llanura, a unos cinco leguas de distancia de Cartago, donde, en noche, a veces hace tanto frío que requiere dos o tres mantas para mantener uno caliente. En la llanura detrás de estas colinas, el Juez Político se inclina a pensar que el maíz crecería abundantemente, ya que el suelo es muy rico, y el clima templado, inclinando al frío. 

Después de mi regreso, tuve largas cuentas de Don Luis de la revolución por estos lares; y

algunas de las descripciones de las acciones obtenidas por los patriotas creencia realmente asombrada, tanto saborearon de lo maravilloso; pero ellos estaban tan bien y universalmente atestiguados, que para dudar de la veracidad de mi historia hubiera sido imposible. La emancipación de este país parecía condenado y favorecido por el cielo; porque bajo circunstancias la mayoría de desventajoso, y en emergencias lo más angustiosos, algunos inesperados y milagrosos ocurrieron incidentes que dieron la victoria a los republicanos, y derrotó todos los esfuerzos de los realistas.

Don Luis me preguntó si conocía a Barón Humboldt, (quien, como yo, había residido en su

casa por un tiempo) y lamenté poder no darle ninguna información en particular de este caballero, excepto que había oído que estaba bien cuando salí de Europa. Es justo decir que, dondequiera que he seguido los pasos del Barón Humboldt, he oído la mayoría

preguntas amistosas y ansiosas por él, y todos se unen para pronunciar un elogio sobre su

urbanidad de modales, conducta entrañable y porte caballeroso.

 

13 de enero. En una conversación con M. Le Roche, me informó que había viajado sobre Buenos-Aires y las montañas de Perú Dijo que, en los llanos de Buenos Aires, unas ciento cincuenta leguas de esa ciudad, se ve la Sierra de Moro, un volcán extinguido, cerca del Sierra de San Luis. Lo examinó hasta donde como podía descender, lo cual era una consideración distancia capaz, y de allí una piedra grande arrojado hacia abajo no devolvió ningún sonido. Mayo. no valdrá la pena de algún viaje futuro, ler, provisto de la lámpara de Sir Humphrey Davy, y habiendo erigido un molinete, o grúa, en la parte superior, para descender este cráter, examinar más de cerca los estratos de la tierra, y escudriñar más íntimamente la formación geológica de más íntimamente la formación geológica del interior de este globo”

 

 

CAPÍTULO XVII.

CAUCA —PASO ANCERMA DEL CORDILLERA DE LOS ANDES, LLAMADA CHOCO,

DE CARTAGO A LA NOVITA - EL CHORO DE PAJEA-RANÁ DE VENENA LAS JUNTAS

TANINA - COMUNIDAD PROPUESTA DE NOVITA CACION ENTRE EL PACIFICO Y EN

OCÉANOS LÁNTICOS.

 

14 de enero. Tener en el anterior incluso ing pagué mis visitas de despedida, comencé sobre medio día, después de haber tenido con infinitos apuros, a pesar de la ayuda de mi amigo Don Luis, recogió mis peones. proporcioné yo mismo un sillero, habiendo decidido cruzar la segunda cadena de montañas para llegar al Chocó; y, examinando sus tesoros minerales, después de pasar y descender el río Atrato, para ganar Cartagena Los esfuerzos que había hecho para semble mis peones, bajo los abrasadores rayos de [1]

 

 

 

los pobladores de Nueva Salento y Manzanares una extensión determinada de tierras baldías.

El Congreso de los Estados Unidos de Colombia.

DECRETA:

Art. 1° Para adjudia a los pobladores del sitio de Manzanares, en el Estado del Tolima, y de la Villa de Nueva Salento, en el Cauca, las tierras baldias que se les han cedido conforme a los aretiulos 2° y 3” del Decrerto legislativoa de 4 de mayo de 1866

 

Dejó de ser pueblo

y pasó a ser ciudad

esta villa nuestra

de casualidad.

Ya viene el archivo

Ya viene y se va

y con tantas vueltas

se nos va a acabar.

Dígale a Circasia

Filandia y Calarcá

que el "Cuyabro" tiene

Distrito en propiedad.

Fuente: EL CAFÉ EN COLOMBIA, 1850-1970. Pág. 294

 

 

70 ANC, o p. cit., 1889-1890. El 10 de noviembre de 1889 el personero de Salento denuncia al ministro del Tesoro que Lisandro Caicedo (el propietario de Burila), "quiere extender los linderos de la hacienda 'La Paila' dándole a la cordillera de 'Los Andes' el nombre de 'Sierra de Pijao' lo que les darían unas 100000 hectáreas a expensas de la nación y de los colonos, en este caso se trata de una confusión de nombres y aclarando este punto la Nación recuperará para las tierras públicas lo que esa gente quiere tomarle". No cabe duda de que en muchas circunstancias semejantes los colonos pobres debieron usar muchos trucos similares; sería muy difícil pensar que no lo hubiesen intentado: aun así, el problema que enfrentaron era la cantidad: nunca en esa escala.

 

LOS DESPOJOS EN EL RÍO LA VIEJA

En la vasta extensión de terrenos baldíos correspondientes a esta jurisdicción se hallan establecidos centenares de individuos cultivando tierras. Como la región comprendida en la hoya del río La Vieja es muy bonita y reconocidamente feraz, se ha despertado demasiada ambición, y unos y otros, cual más cual menos, trabajan en el sentido de ensanchar sus cultivos y de hecho se creen dueños de un lote de terreno más o menos grande según su capricho, en parte inculto. En esa localidad hay ricos y muchos más pobres que no vienen a hacer algo sino al transcurso del mucho tiempo y por esta causa los primeros vienen adelantándose de una extensión considerable hasta llegar el caso de que los últimos no tienen para dónde ensanchar sus trabajos, lo que motiva continuas desavenencias entre ellos y como en esas montañas o bosques la mayor parte es gente ignorante que ignora completamente las disposiciones que reglamentan este ramo sucede que están sufriendo engaño de cierta clase de individuos validos éstos de la influencia o del dinero que desgraciadamente triunfa algunas veces sobre algunas clases sociales, lo que va en perjuicio directo de desgraciadas familias que penetran a esas tierras sin más recursos que sus fuerzas materiales y el halago de la feracidad. Su señoría comprende perfectamente bien que hay necesidad de dar amplias garantías al círculo pobre pues como carecen de recursos buscan el amparo de la ley para que los favorezca de los ataques de los ricos por medio del dinero.

Manuel M. Grisales, uno de los fundadores de Manizales, al cabo de los años pasaría de aliado natural de los colonos campesinos a disputarles derechos sobre la tierra, a pesar de que era uno de los nuevos afortunados que podía hacer valer la influencia del dinero.

En 1892 el viejo Grisales adquirió con bonos territoriales 2 000 hectáreas en las márgenes del río La Vieja cerca de la población de Filandia, donde se habían establecido de tiempo atrás varios centenares de colonos con "casas de habitación, dehesas de pastos artificiales para más de 1 000 reses y cultivos de otro género como

plantaciones de caña de azúcar, plátano, cacao, café y tabaco". Es cierto que Grisales había solicitado la adjudicación desde 1877, y que entre esta fecha y la resolución de 1892 ocurrieron muchas violaciones de procedimiento y violaciones de fondo; según los colonos, de 2 000 se pasó a 5 000 hectáreas y la ubicación de los terrenos adjudicados está "la mayor parte en terreno muy distante del denunciado y solicitado en la adjudicación". Aunque en 1886 el Ministerio de Hacienda improbó una adjudicación provisional y "ordenó que se subsanaran los defectos anotados", Grisales se apresuró a cumplir varias formalidades sumarias en la prefectura de Salento, "subsanó" los errores y logró la adjudicación definitiva en 1892.

Los graves enfrentamientos entre colonos y terratenientes que se prolongarían desde 1905 aproximadamente hasta 1915 en esta región se incubaron en esta atmósfera, en donde el dinero de los "ricos sirvió para burlar el amparo que la ley garantizaba a los pobres".

 

El 4 de diciembre de 1887 los vecinos de Filandia dirigen a las autoridades nacionales un memorial denunciando que José M. Marulanda, Sotera Suárez, Florencia Echeverri y Juan A. Botero piensan adquirir mediante títulos de concesión o bonos territoriales terrenos en la margen derecha del río La Vieja en donde están establecidos muchos pequeños cultivadores con casa y labranza. Arguyen los colonos que tales terrenos no son enajenables según la Ley 48/82 por estar ubicados cerca de centros poblados (Cartago, Pereira, Filandia) y piden protección oficial contra "los que prevalidos de su capital lanzan de esos terrenos a los padres de familia que hoy los ocupan impidiendo así la inmigración que cada día es más numerosa a esta provincia". En 1889, por ejemplo, después de muchas quejas y denuncias similares, el Ministerio de Hacienda dictó una resolución para impedir "que unos pocos especuladores de bonos territoriales se apoderen de grandes extensiones de terreno en perjuicio de los pobladores y cultivadores establecidos allí [Salento, Quindío]”. Sin embargo, las peticiones de los colonos de Salento venían de tiempo atrás. El 28 de abril de 1891 el alcalde de esa localidad escribía al ministro de Hacienda que:

 

En 1892 Manuel M. Grisales adquirió con bonos territoriales 2000 hectáreas en las márgenes del río La Vieja cerca de la población de Filandia, donde se habían establecido de tiempo atrás varios centenares de colonos con "casas de habitación, dehesas de pastos artificiales para más de 1 000 reses y cultivos de otro género como

plantaciones de caña de azúcar, plátano, cacao, café y tabaco". Es cierto que Grisales había solicitado la adjudicación desde 1877, y que entre esta fecha y la resolución de 1892 ocurrieron muchas violaciones de procedimiento y violaciones de fondo; según los colonos, de 2000 se pasó a 5000 hectáreas y la ubicación de los terrenos adjudicados está "la mayor parte en terreno muy distante del denunciado y solicitado en la adjudicación". Aunque en 1886 el Ministerio de Hacienda improbó una adjudicación provisional y "ordenó que se subsanaran los defectos anotados", Grisales se apresuró a cumplir varias formalidades sumarias en la prefectura de Salento, "subsanó" los errores y logró la adjudicación definitiva en 1892.

 

 



[1] DIARIO DE UNA RESIDENCIA Y VIAJES EN COLOMBIA, DURANTE LOS AÑOS 1823 Y 1824, POR CAPITÁN CHARLES STUART COCHRANE, DE LA MARINA REAL. EN DOS VOLÚMENES. VOLUMEN II IMPRESO PARA HENRY COLBURN, NUEVA CALLE BURLINGTON. 1825. LONDRES. CAPÍTULO XVI.Págs.359-392

Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

Fuente:   Viajes a través de la cordillera de los Andes - La Balsa - Cartago - Minas. BANCO DE LA REPUBLICA, BIBLIOTECA V CENTENARIO COLCULTURA VIAJEROS POR COLOMBIA.

 



[1] Viajes a través de la cordillera de los Andes - La Balsa - Cartago - Minas. BANCO DE LA REPUBLICA, BIBLIOTECA V CENTENARIO COLCULTURA VIAJEROS POR COLOMBIA.

HISTORIA DEL TERRITORIO QUINDIANO. EL NEGRO “ARRAYANALES”

 

EL NEGRO “ARRAYANALES”



Juan Fernández (Arrayanales), hombre de semblante campesino, tez morena y tersa, frente amplia, dividida por una arruga que la partía en dos, ojos negros y brillantes, boca amplia, labios gruesos y rojos, dientes blancos y parejos, como los de una mazorca, enmarcados en su sonrisa cordial, ruana al hombro, alpargatas de cabuya, sombrero aguadeño y pañuelo raboegallo.

Solitario rondaba por el camino de Armenia a Filandia, en el cañón de “Cruces”, paso obligado para los viajeros con dirección a Manizales.  Camino trajinado por gentes y sus cabalgaduras, sitiado de atroces despeñaderos que se extendían peligrosamente entre altos camellones, incluidos enormes y brillantes lajas negras por cuyas grietas brotaban lamas amarillentas y piedras adornadas en sus acoples por helechos sarros que ondeaban a soplo del viento.

Camino abierto por las patas de los animales, de transito difícil, más parecía un harnero cuyos huecos en invierno estaban llenos de agua cenagosa y cuando el sol secaba los tragadales se veían los huecos de tierra pintados de color amarillo y verde. Sendero peligroso por donde de cuando en cuando asomaba la cabeza una asustada lagartija.

Una mañana, el comerciante Belisario Henao, marchaba rumbo a Manizales,, transitaba el cañón de “Cruces”, donde fue sorprendido por viajero extraño y solitario, que, al percatarse de su presencia, intentó esconderse detrás de unas peñas cerca de un boquerón. Al sentirse descubierto, salió de su escondite y saludó con una sonrisa amable a don Belisario. Se trataba de Juan Fernández (alias. “Arrayanales”), quien provocó nerviosismo y recelo en la humanidad de don Belisario Henao.

Arrayanales replico a don Belisario: “Usted me conoce muy bien señor Henao y yo también lo he visto mucho en Armenia en su almacén de la plaza de Bolívar. Usted supo que tuve que castigar a don Jesusito, el alcalde porque me la tenía “pinchada” más de la cuenta. A esos viejitos alborotados hay que asustarlos de cuando en cuando pa que jodan menos. Prosiga tranquilo don Belisario y nada de chismecitos. Ojalá no habrá la boca en todo el camino. Ya sabe, nunca estuve en estos pedregales. Usted es un hombre serio. Voy para la vereda Arrayanal porque mi madre está muy enferma. ¡Los malditos celadores de Salento, casi la matan, dizque meterle las manos a la vieja en agua hervida…! Una palabra sorda y brutal rebotó en el ámbito de aquellas soledades”. El reo por de la  justicia, siguió su camino por el cañón dejando marchar tranquilo a don Belisario.

En el cañón de “Arrayanales”, cerca de la trocha que llevaba a Salento, Juan Fernández, en compañía de su padre y su hermano menor, construyeron, un rancho de vara en tierra.  Casita que las tardes de verano, se iluminada con el “sol de los venados”, adornada con el humo que salía del fogón, y se colaba por entre el entejado de guaduas.  Allí vivía “arrayanal” con su madre, laborando la tierra,. “Mejora” que había costado seiscientos jornales de trabajo, en dos años, para poder obtener el título de propiedad como colono.

El padre de “Arrayanales”, Manuel Fernández, había sido asesinado en el cañón del Barbas, por Ramón Guasca. “Arrayanales” busco al asesino, lo encontró en el camino de Boquía. Se retaron, y en feroz lucha machetera, “Arrayanales”, le dio muerte, abandonó el cuerpo de su enemigo, tapándolo con hojas de biao a la vera del camino, junto a un churimo. A partir de este suceso no se supo más del negro de  “Arrayanales”.

Tiempo después, muy de madrugada y con el propósito de visitar a su madre,  “Arrayanales” apareció en Cruce. En tal ocasión lo estaban esperando las autoridades, y sin ofrecer resistencia lo atraparon. Esa misma mañana lo encerraron en la cárcel de Circasia.

La noticia de su captura se rego por todas partes. Rápidamente lo llevaron hasta Armenia, donde la gente hacía fila para mirar y conocer a “Arrayanales”. El alcalde de Armenia, Don Jesús Villegas, Rafael el secretario frotándose las manos entusiasmado: “Muy bien, muy bien. Ese muchacho es peligroso, me ha tocado lidiarlo, hijue.. Diablo si me estaba yendo mal con él.

Sujetas sus manos por esposas de acero que relucían a causa del sol de medio día, marcharon con él por la calle real de Armenia, como se tratará de un gran personaje. Cargaba un gallo negro de plumas azulosas, su eterna mascota, que sacaba la cabeza por debajo del sobaco del preso. Sonreía, sus ojos se avivaban. Estaba pálido, tenía más fina la nariz recta.

Lo recluyeron en una celda que daba sobre la calle de “Trompiliso”, carrera 16 calle 16. Pasados quince días de la captura de “Arrayanales”,  en una inspección rutinaria a su celda, o sorpresa, encontraron vacía. Arrayanales iba ya muy lejos del pueblo. Huyo por el camino de Hojas Anchas, en donde le arrebató el caballo a Tuta Cardona y se perdió al otro lado de la quebrada.

Don Griseldo Acevedo mostraba el balcón del panóptico y decía: “Es tan jodido ese Arrayanales que hizo un lazo con las sabanas y los trapos de la cama y por el amarradijo se deslizó”.

Supieron después sus amigos que, de Panamá, Juan Fernández, “Arrayanales” enviaba devotamente cada mes, a su madre unos dólares con una carta filial.

 

Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

 “Crónicas de don Dionisio”. Editorial Quingraficas. Armenia Q. 1.981