sábado, 18 de mayo de 2019

LA ENFERMEDAD Y MEDICINA POR EL CAMINO DEL QUINDÍO. LA VIRUELA, MAL LEGADO, DESDE LA CONQUISTA, COLONIA, A LA COLONIZACIÓN QUINDIANA.


LA ENFERMEDAD Y MEDICINA POR EL CAMINO DEL QUINDÍO.LA VIRUELA, MAL LEGADO, DESDE LA CONQUISTA, COLONIA, A LA COLONIZACIÓN QUINDIANA.



Con la llegada de los ibéricos, comenzó para los aborígenes emplazados en la “Hoya del Quindío”, el triste viacrucis del padecimiento de enfermedades como: viruela (la más trágica), sífilis, lepra, tifus, gripa, entre otras, totalmente desconocidas, y que desequilibraron la inmunidad biología de los nativos.
Los nativos, una vez sometidos, asustados y recelosos recibieron a los invasores, los alojaron, brindaron amistad, y asistieron con cúmulos de sustentos y joyas de oro.  Canonjía que se extendió, durante toda la conquista y migración española, y el consiguiente proceso de mestizaje.
Desde Cartago viejo (hoy Pereira), en agosto de 1541, a través de la ruta Quimbaya (camino del Quindío), se diseminó el contagio virulento en el territorio. Por consiguiente, el padecimiento de enfermedades que coadyuvaron a la disminución de la población indígena, que sucumbió al contagio de las enfermedades traídas.
Sumado a lo anterior, los abusos sexuales, crueldad y esclavitud, determinaron el suicidio colectivo, y un rígido control natal, ejercido por las indígenas. Hechos que diezmaron la población Quimbaya, casi hasta el exterminio. Los indígenas sobrevivientes, atemorizados por la amenaza invasora, emigraron a las selvas de la cordillera occidental, hoy asiento de las comunidades emberá, progenie de los antepasados Quimbaya.
El padecimiento más infeccioso, grave, contagiosa y de más impacto, fue la viruela. Enfermedad nativa de la Etiopía, que pasó a España con las incursiones de los moros, y que, según dicen, la condujo a América un soldado de la expedición de Pánfilo de Narváez, por los años de 1782. Contagio que hizo aterradores estragos en la población del Nuevo Reino.
A partir de este momento, se presentaron periódicas epidemias (1782, 1783,1785, 1801). Las crónicas referencian que, en 1801, ocasionó mucho daño, al punto que, falto muy poco para que se despoblaran totalmente las localidades insignias del camino del Quindío: Cartago e Ibagué.
Sería extenso indicar todas las referencias relacionadas. Para el caso, dos pasajes relacionados.

En la época de la Conquista, Cieza de León, describe:
“Cuentan que vino una gran pestilencia de viruelas tan contagiosa que murieron más de doscientas mil ánimas en todas las comarcas…Y pues trato de esta materia, diré aquí lo que en el año pasado de cuarenta y seis en esta provincia de Quimbaya… La enfermedad era, que daba un dolor de cabeza y accidente de calentura muy recio y luego se pasaba el dolor de la cabeza al oído izquierdo, y agravaba tanto el mal, que no duraban los enfermos sino dos o tres días. Venida, pues, la pestilencia a esta provincia está un río casi media legua de la ciudad de Cartago, que se llama de Consota, y junto a él está un pequeño lago, donde hacen sal de agua de un manantial que está allí. Y estando juntas muchas indias haciendo sal para las casas de sus señores vieron un hombre alto de cuerpo, el vientre rasgado y sacadas las tripas y inmundicias, y con dos niños de brazo; el cual, llegado a las indias, les dijo: "Yo os prometo que tengo que matar a todas las mujeres de los cristianos y a todas las más de vosotras", y fuése luego”.  [1].

Al finalizar la Colonia, del científico alemán, Alexander Von Humboldt, en sus extractos de diario de viaje, en su paso por el camino del Quindío, en Ibagué (1801), alusiva al padecimiento de la viruela y fiebre amarilla:
“Tuvimos que permanecer 8 a 9 días allá porque hacían falta cargueros, entre los cuales la viruela ha causado grandes estragos. La viruela se presenta en el reino de Nueva Granada, generalmente cada 19 a 20 años y, aunque la vacuna produce excelentes resultados, es poco usada”. Esta vez la viruela provenía de Popayán y en Santa Fe había mucho temor por la cercanía de Ibagué. Por la misma época había otra preocupación más seria. En Cartagena habían muerto varias personas con síntomas de fiebre amarilla (epidemia que reinaba en la Guayana y Puerto Cabello, desde hacía 5 años). Si la fiebre empieza allá, se extenderá probablemente al interior, hasta Honda, debido al tráfico por el río, a la similitud del clima y a la tremenda insalubridad del aire en el cauce del Magdalena. [2]
Es así como el 18 de diciembre de 1803 llega la vacuna contra la viruela.  La aplicación de la vacuna empieza en Honda, de donde se transporta por la vía del Quindío, hacia los territorios de la Hoya del Quindío.

Otro hecho alusivo, es el contenido de la Circular No 5 (enero 16 de 1881), remitida por la Prefectura Provincial del Quindío, del Departamento del Cauca, al alcalde municipal de Salento, donde se hace referencia a lo estipulado en el decreto No. 216, de 1890:
“sobre conservación y propagación del fluido vacuno”. Usted se servirá cumplir y hacer cumplir por sus agentes las disposiciones que el contiene para evitar la propagación de la viruela y prevenir los contagios que pudieran ocasionar en las poblaciones de esas provincias. Lo que le comunico a usted para que se sirva dar estricto cumplimiento a las disposiciones citadas”.[3]
Son apenas tenues reseñas, de un amplísimo e inédito tema, que no ha sido abordado por el constructo histórico Quindiano: la enfermedad y medicina como legado del camino del Quindío.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla


[1] Pedro de Cieza de León. Crónica del Perú. Biblioteca Ayacucho.  Pág. 449. Caracas Venezuela. 2005
[2] Vida de Humboldt Extractos de sus diarios. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. DIARIO II Y VI
[3] Archivo de Salento Quindío.

jueves, 16 de mayo de 2019


LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE FILANDIA


El templo de la Inmaculada Concepción de Filandia (segunda parroquia erigida en el territorio del Quindío), es el edificio de mayor reconocimiento en la población.  Presenta un estilo típico de la arquitectura ecléctica (mezcla de elementos del estilo románicos con elementos góticos).
Su construcción la empezó en 1895, el presbítero, Jesús María Restrepo, quien inició los trabajos del templo y casa cural existentes hoy, y la terminó el presbítero Francisco de Paula Montoya, en el año 1905, año en el cual se erige en parroquia.
La iglesia se construyó originalmente con la técnica de la tapia pisada y del bahareque.  En los años 60, se remplazó su fachada original (frontis), por estructura en ferro-concreto, que sostiene tres altivas cúpulas, construidas de madera y forradas en latón (bahareque latón).
La estructura de la edificación está sustentada en 22 formidables columnas cilíndricas de madera, de la especie barcino y laurel, maderas extraídos de las selvas de Bremen y cañón del rio Barbas. Su cielorraso completamente cubierto con apliques en madera, elaborados por laboriosos artesanos que los tallaron en las primeras décadas del siglo XX.  En ese trabajo, se destacó don Arcadio Arias
La reseña Histórica del Municipio de Filandia, escrita por el profesor Cornelio Moreno, en el año 1928, cuenta que las primeras campanas las regaló el señor Gerardo Jaramillo con el producto del juego de gallos. Una de dichas campanas se envió a Circasia.
Las campanas existentes, para la época del escrito, fueron donadas por los señores Norberto Ospina (a. casfú) y Victoriano Arias. Guaqueros que obtuvieron una gran guaca en el paraje de la Soledad (varias arrobas de oro). De dicho hallazgo los obligó a desprenderse de una pequeña parte en beneficio de la iglesia. Las campanas las fabricaron en Buga, para lo cual se destinaron tres libras de oro.
El Reloj que hoy existe en la torre del templo, lo compró con las dadivas de los feligreses, el presbítero señor Jesús M. Restrepo. La campana del reloj se fundió en un incendio ocurrido en una bodega o caserío llamado San José, ceca a Buenaventura, a consecuencia de un combate que allí hubo en la última guerra civil, época en que era traído dicho reloj a la parroquia.
El presbítero señor Jesús M. Restrepo trajo el primer armonio, que es el mismo que hoy existe.
El cuadro antiguo de la Santísima Trinidad fue traído de la Balsa (Alcalá), lo mismo que una pila para el agua bendita. Dicho cuadro, se dice era español, fue hallado en un rancho abandonado, ceca de Alcalá. El que actualmente se venera en la iglesia parroquial, fue tomado de aquél por los señores Milcíades Valencia y Jesús María Palomino, con bastante perfección.
La primera custodia fue regalada por los señores Luis Ceballos y Rosa de Jaramillo, accionistas de la guaca hallada en el paraje de La Soledad.
La cruz de la misión, con las insignias de la pasión, es la que actualmente se contempla en la iglesia, fue construida por los señores José María y Jesús A. Benjumea, y pintada por el señor Milcíades Valencia.

El templo de Filandia es considerado como uno de los cinco del mundo que posee esta arquitectura única y especial (bahareque, bahareque latón y tapia pisada).  Junto a otros, como el Templo principal del municipio[a1]  de Villamaría (Caldas), la Catedral de Nuestra Señora de la Pobreza de Pereira (Risaralda), la Basílica Menor de Nuestra Señora de las Victorias de Santa Rosa de Cabal (Risaralda) y la capilla del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Filandia (Quindío). 
otro templo que pertenecía a este conjunto de características arquitectónicas, era el de  Nuestra Señora de las Mercedes de Circasia (Quindío), destruido por un incendio hace varios años.

 [a1]