EL VIAJE A LA NUEVA GRANADA DE CHARLES SAFFRAY.
Charles Saffray, médico francés recorrió la Nueva Granada en 1869; sus crónicas de viaje fueron publicadas en la afamada revista francesa: LE TOUR DU MONDE, en los años 1872 y 1873. En año de 1876, apareció en Barcelona una edición española de la obra de Saffray, publicada por Montaner y Simón, en la colección: EL MUNDO EN LA MANO. En Colombia solamente ha aparecido una publicación, sin grabados, del viaje de Saffray que constituye el volumen 110 de la BIBLIOTECA DE CULTURA COLOMBIANA en el año1948.
Al
iniciar su periplo, encontró el país en plena revolución. El general Mosquera
acababa de derribar el gobierno del señor Ospina y había organizado el país
bajo el nombre de Estados Unidos de Colombia.
La
crónica de Saffray describe su entusiasmo por la naturaleza y detalla aspectos
de geografía, caminos, historia y costumbres de la Nueva Granada de la época.
Su relato no fija fecha de su llegada, ni de los hechos narrados, por la
información se deduce que fue descrita durante la revolución de 1860.
Después
de entrar por Santa Marta, pasó a Cartagena, Turbaco, que en lengua indígena se
decía Yurmaco; por
la vía del Dique llega a Calamar, en donde sigue al interior navegando el río
Magdalena, para desembarcar en puerto Nare, de donde subió por su cauce en
canoa hasta la bodega de San Cristóbal, lugar donde termino su navegación, y siguió
a lomo de mula y tras largo y penoso camino, después de pasar por Marinilla y
Rionegro, llega Medellín. Resolvió
seguir a Guayaquil, por
el valle del Cauca. entonces tomo el camino por Sonsón, Abejorral, Pácora, Arma
y Manizales, por un camino que, durante la estación de las lluvias, el viajero no
podía avanzar más de tres leguas diarias.
Manizales se encontraba dominada por el general Henao, quien defendía el territorio de Antioquia y trataba de retirar las huestes del ex-abogado Payan, designado como general y jefe del ejército por Tomas Cipriano de Mosquera, patrón del valle del Cauca y quien estableció su avanzada en la aldea de María, distante una legua de Manizales, centro de las regiones templadas y frías de la Sierra Nevada del Quindío (desde la Mesa de Hervé, al norte, hasta la enorme masa cónica del Tolima, al sur), frontera entre las provincias de Antioquia y Cauca, punto de tránsito importante.
En
Manizales emprende una excursión al Ruíz, donde, disfrutó todos los imprevistos
que se le presentaron en su ascenso por territorios aún vírgenes y de una
inmensa selva de pinos y cedros de proporciones colosales, por donde sólo andaban
el puma, el tapir, el leopardo, el pecari (sus tassaju), el oso pardo, el
ciervo de los Andes y el gato - tigre.
En
la Aldea de María, contrató un baquiano que conocía la montaña, quien, por un camino,
muy escarpado y cubierto de vegetación, lo guio en la correría. A medida que
ascendía refería las plantas de la zona templada y gradualmente la aparición
del bosque de niebla. A los cuatro mil trescientos metros de altura, detalla la
presencia escasa de vegetación, cubierta de musgo que pendían de sus ramas,
simulando cabelleras, luego, a cuatro mil setecientos metros, describe la existencia de la nieve.
Los
acontecimientos derivados por la guerra, no le permitieron continuar el plan
que tenía proyectado, y en consecuencia resolvió dirigirse al puerto de
Guayaquil por el valle del Cauca, pasando por Cartago, donde pernocto varios
días, luego a Roldanillo, Cali y Quinamayo, en donde desistió de su proyectado viaje a Quito
y retrocedió a Cartago, regresando a Bogotá por la vía del Quindío. Allí, programó su regreso a Europa devolviéndose
por el Quindío, para recoger las colecciones que había dejado en Cali, y sigue
a Buenaventura por la vertiente del río Dagua, buscando el Choco y por el río
San Juan, y el Atrato, al golfo de Urabá.
Su correría describe los indígenas que aún la habitaban, su forma de vida, costumbres, además, el uso y propiedades de la flora.
RELATO DE SU TRAVESÍA POR EL CAMINO DEL QUINDIO, DE CARTAGO A IBAGUÉ.
CAP. XXIV
LAS QUINQUINAS DE PI'l'AYO y DE ALMAGUER. –ESTUDIO DE LA REGlON DE LAS QUINININAS. -TRABAJO MUTIS. -RECTIFICACIONES BOTANICAS. -UNA PALABRA DE VOLTAIRE. -DEL CULTIVO DE LAS QUININAS. -EXCURSION AL RIO VINAGRE. -ALTURA DE LOS ANDES. -REGRESO AL VALLE DEL CALI - EL-PREPATIVO PARA EL PASO DEL QUINDIO. -LOS CONDUCTORES. -LA MONTAÑA,[1]
“Nueva
Granada el país de los malos caminos; me habían prevenido que iba a Bogotá
vería uno de los caminos reales más impracticables del mundo, situado en las
montañas del Quindío, que forman parte de la cordillera central, entre Cartago
e Ibagué.
Llegué
a Cartago en plena estación de lluvias; durante la sequía se puede atravesar la
montaña más o menos bien, con mulas elegidas, arrieros prácticos, y los bagajes
convenientes, en cuyo caso se emplean seis o siete días para llegar a Ibagué; pero
en invierno no se evita con las mejores mulas, la exposición de peligros que
sería temerario arrostrar, sin una necesidad absoluta.
Sin
embargo, resuelto a no esperar la estación seca, aprovécheme de una experiencia
raramente adquirida para hacer mis preparativos de viaje. En vez de mulas,
ajusté conductores, pues, aunque más caros, era también más seguro. Construí
una tienda que debía sustituir a la sencilla choza de ramaje cubierta de hojas,
que se forman para pasar la noche cuando no se tiene la suerte de encontrar una
de las pocas cabañas que hay en el camino. Mandé comprar encerados, correas,
una olla de hierro, una chocolatera de cobre, un hacha, un machete, algunas
calabazas, secas para llevar los víveres y mochilas.
En
cuanto a las provisiones, conviene llevar harina de maíz tostada, arepas, bananas
cortadas y cocidas al horno, tasajo seco, azúcar, chocolate, sal y café. Las calabazas,
los troncos de bambú y las grandes hojas flexibles, sirven perfectamente para
el embalaje.
A fin de evitar la mala
voluntad de los conductores, las tardanzas y los accidentes, ningún fardo ha de
pesar más de cuarenta kilogramos, y cada paquete debe ir envuelto en tela
embreada, atándole cuidadosamente para que ofrezca el menor
volumen
posible.
Dos
conductores prácticos, conocedores del camino, ofrecerán más seguridad que uno
solo; se les promete una gratificación en el caso de que el viaje sea feliz, y
se les confía la dirección de la caravana.
Si quieren dar por terminado
el día a las dos o las tres de la tarde, no se debe contrariar su voluntad, pues
sus razones tendrán para obrar así; el día siguiente puede ser penoso y de
necesita un largo descanso, o bien se teme que sorprenda la noche en los pasos
difíciles, o ya, en fin, se trata de albergarse en una cabaña conocida. En una palabra, aconsejo
al viajero que deposité toda su confianza en esos
honrados hombres, pue nunca tendrá que arrepentirse;
pero adviértales también que no intenten dar demasiada importancia como amo,
pues será el primero en sentirlo. Los conductores desempeñan honradamente su oficio de
bestia de carga, pero quieren que se les trate con la debida consideración, pue
por llevar una carga no dejan de ser hombres.
Un
oficial español que atravesaba el Quindío parecía complacerse en injuriar a u
conductor, porque le parecía que iba demasiado despacio, aunque el indio hacía
cuanto le era posible. El viajero, empeñado en acelerar la marcha, gritaba
siempre, y al fin, calzándose las espuelas, hirió con ellas al conductor. Llegados
a un punto donde el camino bordea un espantoso precipicio de cuatrocientos
metros de profundidad, el indio, que esperaba su hora, se arqueó de pronto
sobre su férreo palo, y de un vigoroso empuje lanzó al oficial en el abismo.
Todos los conductores del Quindío saben esta historia, y enseñan el sitio donde
fue precipitado el viajero.
El aspecto general de las
altas montañas cuyo conjunto se designa
con el nombre de Quindío, recuerda al viajero lo paisajes del Páramo del Ruiz. Es
la misma vegetación, la misma naturaleza en toda la vertiente occidental de la
Cordillera. Por la otra parte ofrecen lo cuatro más variedad, apareciendo
algunas plantas nuevas a intervalos. Allí fue donde vi por primera vez el
Eupatoriwn Aya Palla. variedad del guaco, y que tiene propiedades análogas a la
de la Mikania de las regiones cálidas.
Al llegar al pequeño valle de
Tochecito
se encuentra uno de los vegetales más notables de la tierra: el Ceroxylum
Andícola, o palmera de cera. Todo es particular en este árbol; diríase que ha sido creado
para las abrasadoras orillas del Pacífico,
pero también habita en los
climas templados o fríos, y prospera en las montañas del Quindío y del Tolima, entre los mil
ochocientos y dos mil novecientos metros de altitud. Allí donde parecerían las plantas
menos sensibles al frío, o tomarían una forma achaparrada; la de que hablo
presenta un estipe de cincuenta metros de elevación, graciosa y elegante
columna que corona un vasto chapitel de penachos. Su tallo de color anacarado,
que no es otra cosa sino cera, tan pura como la de las abejas, pero un poco más
quebradiza. Generalmente
se mezcla con sebo para fabricar las velas usadas en el país.
Cuando
no estábamos más que a una jornada de Ibagué, y después de atravesar un vasto
espacio de palmera de tronco alto y raquítico, coronado de un ramo de hojas,
divisamos a lo lejos una cabaña y por cierto que ya era tiempo, pues los
hombres iban extenuados y hacía horas que nos faltaban los víveres.
Llegados
a la mísera choza, donde vi una mujer anciana, detrás de la cual se escondían
dos jóvenes, preguntó la dueña que cuántos éramos.
-Ocho,
contesté yo. -Pues no tengo sitio para todos, repuso. -Está bien: pero si lo
permitimos albergue debajo del cobertizo. -Como gustéis.
Mi
conductor preguntó entonces si se podría darnos algo para cenar, a lo cual
contestó la mujer que no tenía cosa alguna, pero como esta réplica me recordase
la anécdota de aquel soldado que no encontraba de comer en la posada, anécdota
muy antigua que todo el mundo sabe, resolví seguir su ejemplo. El resultado
sobrepujó mis esperanzas; pidiendo poco a poco obtuvimos huevos, azúcar y
frutas. Después resultó que oprimiéndose un poco habría lugar para que todos
durmiesen en la cabaña.
Al
día siguiente penetrábamos en la bonita ciudad de Ibagué; y después de un día
de reposo alquilé mulas para continuar mi viaje. Bajando primero por los últimos contrafuertes
de la Cordillera, cruzamos a poco el Magdalena, y siguiendo luego un camino
montuoso menos practicable, llegamos sin percance alguno al pueblo de La Mesa,
situado en una vasta meseta, limitada a lo lejos por una línea ondulante de
montañas azuladas: en la falda de éstas se halla Santa Fe de Bogotá”.
Álvaro
Hernando Camargo Bonilla.
[1] VIAJE A LA NUEVA GBANADA Doctor
Saffray. Preparado por el Ministerio de Educación Nacional, Departamento de
Extensión Cultural y Bellas Artes.1948. Biblioteca Popular de Cultura.
Colombiana Págss. 208 a 280.