CAMINO DE SANTA ISABEL.
Largo
y dispendioso fue el pleito que sostuvieron ante la Real Audacia del Nuevo
Reyno los cabildos de las ciudades de Cartago, Tunja y Tocaima, contra el de la
de Ibagué y algunos de sus vecinos, con motivo de los dos caminos que a mediados
del siglo XVI comunicaban los valles que recorren los ríos Magdalena y Cauca, y
que atravesando la cordillera central, ponían en comunicación el Reyno con la
Gobernación de Popayán.
El
primero y único camino que existía en la cordillera central, traficado por los
indios y más tarde por los españoles, era el que partiendo del puerto de
Hernando Montero en el Magdalena, en frente de la embocadura del río de las
Piedras, (hoy Opia) pasaba por el pueblo de Venadillo, Real de Minas de don
Bartolomé Frías Carvajal, y ascendiendo por un suave declive hasta el páramo,
atravesaba por en medio de los nevado s, dejando a la izquierda los de Tolima y
Quindío y a la derecha los de Ruiz y
Santa Isabel, descendiendo al antiguo pueblo de Quindío y de allí a Cartago
El
documento que aparece en la primera foja del voluminoso expediente, es una
representación del Fiscal Venéreo, en la que afirma que antes “que se poblase
el camino de Ibagué, se andaba el camino del páramo desde este Reyno a la
Gobernación de Popayán
Joanes
de Leuro, Francisco Bernáldez, Pedro Navarro, el Capitán Antonio de Meneses,
contratistas para abrir el camino del Quindío y conducir por él mercaderías; y
el Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Ibagué, en los cuales
figuraban los Capitanes Miguel de Oviedo, Melchor de Valdés, Diego de Ortega,
Miguel Morales, Alonso Ruiz de Sahajose y Juan Irusta, no presentaron otras
razones para solicitar la prohibición de transito por dicho camino (la que al
fin obtuvieron) sino el riesgo de perecer los pasajeros a manos de los indios
salvajes que poblaban la cordillera por aquella parte
Son
notables las firmas que aparecen en el expediente del pleito, tango por ser la
mayoría de ellas de conquistadores, como por la importancia de los distintos y
favores que otros recibieron.
Entre
ellas se encuentra la del “muy magnifico señor D. Antonio Gonzales De Padilla, Alcalde Mayor por su Majestad en todo el Nuevo Reyno”, cuyo decreto dictado
“en al ciudad de
Ibagué del Valle de las Lanzas del Nuevo Reyno de Granada, a treinta y un días
del mes de Enero de mil y quinientos y sesenta y dos años”, obligaba a los
encomenderos a que se repartiesen la composición del camino del Quindío
en
la proporción del número de indios en cada encomienda. Esto originó nuevas
protestas y reclamaciones que dieron por resultado otros contratos:
La
de Juan Díaz Jaramillo, fundador de la villa que lleva su nombre; el primero a
quien a la edad de 16 años se le hizo merced de tierras en el valle de
Calandaima, y el que, como Presidente del Cabildo de Tocaima, apoyaba el
tránsito por el antiguo camino, sosteniendo a expensas de D. Bartolomé Frías
Carvajal;
La
del Oidor Angulo de Castejón, quien comisionado por la Audiencia para visitar
las minas de Mariquita e Ibagué, recibió en esta ultima al Capitán Velásquez
que venía de la ciudad de Arma a poner en su conocimiento la sublevación que
preparaban los indios del páramo, los que a pocos días pusieron de nuevo en
consternación a los habitantes de Ibagué quienes tuvieron a sus mujeres e hijos
en el “Fuerte”, construido en la llanura, cuyos derruidos muros aún se
conservan, mientras llegó el auxilio de la fuerza solicitada de la capital al
mando del Capitán Salinas, quien los derrotó y persiguió en todas direcciones;
La
de D. Andrés Díaz Venero de Leiva, tanto en su informe como Fiscal, como en sus
autos y sentencia definitiva como Presidente.
Cada
una de las partes interesadas en favor del camino del páramo, comprobó, por
informaciones de testigos, las ventajas que tenía este sobre el que pasa por
Ibagué.
El
Cabildo de Cartago, apoyado pro la Gobernación de Popayán y auxiliado por los
Oficiales Reales que le proveyeron de fondos de la Real Caja para la obras del
camino, emprendió ésta en unión de Frías de Carvajal.
Este
último alegaba por su parte las razones contenidas en el siguiente memorial: [1]
“Muy Poderoso Señor:
Bartolomé
de Frías Carvajal, vecino de Tocaima, digo: Que estando ciertos indios de mi
encomienda en términos de la dicha ciudad de Tocaima, Provincia de Netaima,
rebelados y que no querían seguir ni continuar la obediencia que habían dado a
V.A., yo, como su encomendero, fui a ellos en sus propias tierras; y con
dádivas y halagos y otras persuasiones y buenos medios que para ello tuve, los
he reducido a vuestro servicio y están en paz. Y estando así por las mismas
poblaciones de los dichos indios, yo con mi industria y a costa de mi hacienda,
abrí un camino
antiguo que estaba cerrado para que se pudiera ir y caminar por él con
gran facilidad desde el río Venadillo, que es en las sabanas del río grande de
la Magdalena, hasta el páramo del Tolima, que son dos jornadas. El cual camino se ha comenzado
a caminar por algunas arrias y lo han hallado facilísimo para pasar desde este
Reyno a la Gobernación de Popayán, porque hallará V.A., y si es
necesario de ello daré bastante información, que desde la canoa de Hernando Montero,
que es a donde generalmente van a pasar y pasan el río grande todos los que van de este
Reyno para la Gobernación de Popayán, hay cuatro jornadas pequeñas a
Quindío y no más, de este modo: la una desde la canoa de Montero hasta el
Venadillo; y la otra a la boca del páramo; y la otra desde allí a donde dicen
la cueva; y la otra desde allí a Quindío. Y estas cuatro jornadas son de muy
buen camino, porque la primera es sabana y las otras todas van por una loma
entera hasta entrar en el páramo; y de allí adelante es camino llano; y la experiencia ha
mostrado ser cosa provechosa y buenísima este camino, para todo este
Reyno y para la Gobernación de Popayán, y para las arrias e Indios naturales,
porque se ha caminado por él en tiempos fortuitisimos de aguas y no se ha
peligrado ni corrido riesgo ninguno, y se espera grande aprovechamiento del uso de este camino
en mucho mayor y mas excesivo grado que de ir y caminar por el camino de Ibagué
y de allí a Quindío, que es donde se han de juntar los dos caminos; porque, como es notorio,
caminando por el camino de Ibagué hay desde la canoa de Montero a Quindío seis
jornadas; de modo que en cantidad se
ahorran por el camino nuevamente abierto dos jornadas, y en calidad excede el
mío al otro mucho, porque se excusan grandes ríos, lodos y atolladares y
cuestas que por el otro se pasan con gran riesgo de los que caminan. Y además
de esto los que caminaren desde Mariquita para la Gobernación reciben aun muy
mayor utilidad que los demás, porque ahorran una jornada más. Y siendo esto
como es así y que no solamente no haya yo de recibir molestia, pero aun haya de
ser premiado por haberme atrevido a hacer una obra tan útil y provechosa a este
Reyno y Gobernaciones, en que he gastado mucho tiempo y trabajo y gastado mas
de mil pesos de mi hacienda en herramientas y otras cosas que fueron necesarias
para ello. Es así que de parte de algunos vecinos de
Ibagué que tienen el estanco del camino de abajo que pasa por Ibagué, han pretendido impedir el
uso de dicho camino, so color de decir que tienen ellos en sí el
dicho camino por asiento de esta Real Audiencia por cierto tiempo; y
pretendiendo que el bien particular interese y prefiera al General de un Reyno
y de tantas tierras, como quiera que de derecho está dispuesto lo contrario; y
que todos los hombres tienen libertad de caminar con sus personas y haciendas
por donde quisieren y mejor les estuviere; y querer estorbar esto es tanto como
decir: - Has de venir por mi casa y pasar por mi puerta y partir conmigo de lo
que llevares aunque no quisieras; - y otras cosas que acerca de esto se podrían
decir. Cuanto más que si las gentes y mercaderías que hubieren de pasar de una
Gobernación a otra quisieren ir por el camino de Ibagué, no hay quien se lo
estorbe; y así se sigue que menos pueden ellos estorbar a los que quisieren ir
por el otro camino; cuanto mas que los que el asiento de Ibagué tomaron del
dicho camino, no fue con pacto que ninguno pudiese ir por otro camino, sino que
los que hubieren de caminar por aquel camino fuesen en sus arrias. Y así si se
hubiere de dar lugar a lo que ellos quieren, seria quitar totalmente a los
hombres su libertada y a V. A., como Rey y Señor natural debe obviar semejantes
extorciones y molestias de sus vasallos; porque aun demás de lo dicho, se sigue
otro bien de usarse el camino que yo tengo abierto, no menos, más antes más
principal que los antes dichos; que siguiéndose el dicho camino los dichos
indios de mi encomienda y los otros sus comarcanos que antes estaban rebelados,
estarán sujetos y obedientes a V. A., y
vendrán con mayor facilidad en conocimiento de nuestra Santa Fé Católica lo
cual se cesará haciéndose lo que a mi noticia es venido. Que de pedimento
de los dichos dos o tres vecinos de Ibagué que tienen el otro
camino, con falsa y siniestra relación, ganaron una Provisión de esta Real
Audiencia, en que en efecto se manda y
prohíbe que no pase ninguna gente por el otro camino que tengo abierto, sino
que vayan por el suyo; y que para ejecución de ello envían personas con Vara de
Justicia los dichos vecinos de Ibagué, de que yo me siento agraviado. Y
hablando con el debido acatamiento suplico de ella y digo que se debe revocar
por lo que tengo referido.
Suplico
a V. A., atento a lo dicho y a que me ofrezco a dar información del gran bien y
utilidad y mayor aprovechamiento general de que se siga el dicho mi camino, antes que el otro, mande
revocar y revoque la Provisión contra esto dada , y se me mande librar otra
vuestra Real Provisión, para que se pregone en todas las ciudades de este Nuevo
Reyno, que los que quisieren caminar por dicho mi camino lo puedan hacer sin
pena ninguna; y para que sea yo amparado y no perturbado en el uso y ejercicio
de dicho camino, porque además de lo dicho, será darme avilantez a mi y a otros
para que cada día se descubran nuevos caminos de mayor utilidad para los que
caminan como se haría andándose este; que otras personas en diversas partes
descubrirían otros mas provechosos; y se mande en la dicha vuestra Real
Provisión que los dichos vecinos de Ibagué ni otras personas y Justicias no perturben a mi ni a nadie, que
podamos caminar por el dicho camino y por donde quisieren; porque haciéndose todo
lo referido se seguirá otro bien muy principal y es que como se entienda en los
pueblos de Cali y Buga y otros pueblos de la Gobernación de Popayán que solían
ser de este Distrito, y es la brevedad del camino, pretendan, y vuestra Real
Persona les hará merced, de volver al Distrito de esta Real Audiencia donde sin
comparación estarán muy más cerca que no de la de Quito, debajo de cuyo
Distrito V. A. los puso; siendo V. A. siniestramente informado que estaban más
cerca de allá que no de acá, sobre que pido justicia como mejor haya lugar de derecho,
y para ello.
Bartolomé de Frías Carvajal.
El
cabildo de Tocaima sostenía los derechos adquiridos por los vecinos en la
composición del camino, desde los aposentos de Antonio Portillo hasta el paso
de la canoa de Hernando Montero y de allí al Venadillo.
El
Cabildo, Justicia y Regimeinto de la ciudad de Tunja, defendían en este litisel
trafico de los mercaderes Tunjanos, que hacían un comercio de ochenta mil pesos
de buen oro al año con la ciudad de Popayán, por el camino del páramo.
Con fecha 16 de mayo de 1567 se expidió la real Cédula confirmándose la
sentencia por al cual se prohibía el tránsito por el camino llamado del páramo,
obligando a los transeúntes a pasar por Ibagué; y hubo necesidad de poner en su
cumplimiento Alguaciles con vara de justica en el camino prohibido.
Abandonado
desde entonces y cubierto de nuevo por el bosque y la maleza, no ha quedado
sino tal cual rastro, que no ha llamado la atención de los cazadores, si es que
algunos de ellos se han aventurado en aquellas regiones.
Tanto
el Presidente Venero de Leiva como los Oidores Juan López de Cepeda y Angulo
Castejón, fueron acusados por el Cabildo de Tunja ante el Juez de residencia D.
Francisco Briceño, con motivo de la referida sentencia, y fueron absueltos de
sus cargos.
No
paró con esto el empelo de la ciudad de Tunja para obtener la franquicia en los
caminos, y consiguió la expedición de la siguiente real Cédula, que figura en
el expediente con la firma autógrafa de Felipe II:
Presidente
e Oidores de la mía Audiencia Real que reside en la ciudad de Santafédel nuevo
Reyno de Granada. Sebastián de Santander, en nombre del Consejo Justicia
Regimiento de la ciudad de Tunja, me ha hecho relación que los vecinos de la
dicha ciudad tienen muchos bastimentos y ropas de mantas y otras cosas que
envían a vender a otros pueblos de la Gobernación de Popayán y de esa
Provincia; y que algunos de los dichos vecinos tienen ventas y tambos en los
caminos viejos y junto a algunos ríos; y porque hagan allí noche o medio día
para poder vender las comidas y otras cosas, al tiempo que los arrieros y
personas que llevan dichas cosas y bastimentos a vender, se apartan del dicho
camino viejo y van por otros nuevos que se han hallado mas brevesy mejores,
algunos vecinos de los tales pueblos, que tienen los dichos tambos y mesones en
el camino viejo, les hacen volver y no les consienten que vayan por ellos; en
lo cual han recibido y reciben muy notario agravio; suplicándome; mande que los
dichos caminos se puedan andar libremente por los caminos nuevos y otros que
quisieren libremente, pues los que lo impiden lo hacen por su propio interés o
con la mía mereced fuere. Lo cual visto por los del nuestro Consejo de la
Indias, fue acordado que debía mandar esta mi cédula par vos, e yo tóvelo por
bien. Por ende yo vos mando que veáis lo suso dicho y proveáis acerca de ello
lo que vieredes que mas convenga; de manera que con libertad cada uno camine
por donde quisiere. Fecha en Aranjuez a veinte y tres de Noviembre de mil
quinientos sesenta y ocho años.
Yo el Rey por mandato de su Majestad, Francisco de Grajales.
La
publicación que hicimos en el año de 1881, consignando estas mismas noticias,
no llamó la atención de los Gobiernos general y de los Estados del Cauca y
Tolima, no obstante que ya se agitaba el interés por las vías de comunicación
como única esperanza de rehabilitación material del país, para el desarrollo de
tantos y tan variados elementos de riqueza con que fue dotado por la
Providencia.
POSIBILIDAD DE CONSTRUÍR UNA VÍA
Acabamos
de referir como en tiempo del Gobierno de la Colonia se comprendió, sin duda la
practicabilidad de la vía y las ventajas que debían derivarse de su ejecución.
La
certidumbre sobre la conveniencia y utilidad de ella, la hemos adquirido con
estudio que acabamos de llevar a cabo, recorriendo personalmente la generalidad
de la línea, sirviéndonos del barómetro y de la brújula para fijar la
dirección, desarrollo y altura de la vía. Como puede verse en el croquis que
acompañamos, la vía en prospecto debe arrancar de el punto Ha llamado “Mesa del
río Recio”, a la margen derecha del rio de este nombre y sobre el camino que
conduce de Venadillo a Lérida, o sea el mismo que enlaza las comunicaciones
entre las dos Provincias del Centro y Norte del Departamento del Tolima.
Lasmesetas del río Recio y la Sierra, arrancan del pie de la cordillera central
y se desarrollan de occidente a oriente en suave declive hasta la cercanías de
la ciudad de Ambalema, en dirección del río Magdalena, llevando en su centro
encauzadas las aguas de río Recio. En el punto de partida preciso donde empieza a empinarse
la cordillera en sus primeras estribaciones, comienza también el desarrollo de
una gran cuchilla que es la base de la vía en proyecto, siguiéndola hasta
su término en el paramo de Santa Isabel, entre los puntos A y C.
La
cuchilla se desarrolla en suave ascenso de N:E: a S: O:E. desde 1700 p hasta la
altura máxima de 11.000p, con una longitud aproximativa de 10 leguas; dejando
por el norte el río Yuca hasta sus cabeceras y hacia el sur la quebrada de
Palmar y los ríos Venadillo y Totare, respectivamente. Vencida la gran cuchilla
y sin cambiar el rumbo de N: E: a S:O:, se continua la travesía del páramo por
una serieo mesetas de leve ondulación,
casi horizontal, y de vegetación achaparrada en las cañadas, con una extensión
aproximativa de cuatro leguas entre los puntos C y D o sea una jornada regular
con recuas de animales cargados. La
travesía se hace por sobre una depresión en la cordillera entre los grandes
nevados de “Tolima” y “Quindío” al sur, y los de “Santa Isabel” y Ruíz” al
occidente y norte. Del punto D se sigue otra cuchilla que se desarrolla entre
los ríos Boquía y Consota a la izquierda, y el Otún a la derechapor el mismo
rumbo indicado, hasta su descanso en la ciudad d Pereira, donde la vía en
proyecto enlazaría con la que conduce del Cauca a Antioquía entre las ciudades
de Cartago, Pereira y Manizales; teniendo este último trayecto una extensión de
seis leguas, más o menos. La vía entera, pues, sólo contaría una longitud
máxima de 20 leguas con el desarrollo que debe dársele para suavizar las curvas
y gradientes; atravesando terrenos sólidos que favorecerían su conservación,
por climas absolutamente sanos y benignos y por en medio de recursos de todo
género, que el estímulo del interés multiplicaría a maravilla para abastecer al
viajero
VENTAJAS COMERCIALES.
El
proyecto del camino sobre que versa la presente memoria hay que tomarlo en su
conjunto para apreciar sus ventajas al primer golpe de vista; es o será una vía
que, por extensión, está destinada a enlazar con todas las que del interior se
dirigen al vasto dominio del Pacífico; salvando unas pocas leguas por la fértil
hoya del rio Magdalena, entroncaría con la importante carretera de Cambao, de
evidente construcción y de comerciales ventajas; y con el ferrocarril de la
Sabana, que el esfuerzo patriótico de sus empresarios ha colocado al mismo
nivel que el de Cúcuta, para probar que con ingenieros del tipo de los González
Vásquez, asociando el capital nacional al trabajo inteligente y enérgico, se
pueden realizar las más arduas empresas; y aprovechando la felizmente resuelta
navegación del rio Cauca, por el rico y esplendido valle de este nombre, desde
la Virginia o Puerto Chaves, cinco leguas debajo de Anserma, hasta el aso de La
Balsa, frente a Santander, más arriba de la bella y comercial ciudad de Cali,
enlazaría también con el camino y parte construida del ferrocarril de la
Buenaventura hasta la bahía de este
nombre.
No
es posible calcular todavía el alcance del movimiento comercial que a de
producir la apertura del Canal de
Panamá; no sabemos si cortando el Istmo y construido el ferrocarril del
Buenaventura, la corriente comercial hacia el interior habrá de tomar esta vía
para salvar la procelosa navegación del río Magdalena. Pero sin entrar en los
cálculos sobre la revolución comercial que debe necesariamente producir la
coronación de aquella obra maravillosa, hija del genio de un hombre y del
prodigio del crédito, el resultado inmediato para nuestro proyecto sería el de
revivir la en otros tiempos opulenta
Ambalema, y colocar un puerto frente al de Cambao e inmediato al de la ciudad
de Honda – clave del comercio interior – para llenar las órdenes comerciales de
una gran parte del comercio del Cauca y Antioquía; sin omitir también la consideración,
de carácter fiscal para el Gobierno y de gran valía en esta cuestión, de
extender, hacia los mismos Departamentos nombrados, el radio de venta de las
sales de Zipaquirá.
Es
muy cierto, demasiado cierto, que nuestros ferrocarriles están en el “limbo de
lo increado,” - ¿pero si hemos de volver al seno de Abrahán – y por qué no
hemos de volver algún día? – si desarrollada la riqueza al amparo de una paz
fecunda y duradera, el bienestar nacional impone la necesidad, como debe imponerla
o se impone por si sola, de construir
ferrocarriles superandinos, para entonces, el mejor trazo par verificar
el primer ferrocarril a través de nuestros encumbrados Andes lo encontrarán sus
empresarios, quienes quiera que ellos sean, el Gobierno o los particulares, en
la vía que mostros proponemos abrir, por las excepcionales ventajas que ofrece
la topografía del terreno para ensanchar las curvas y desarrollar las
gradientes, sin ninguna obra de arte inesperable.
Entre
las hoyas de los ríos China, Totare y
Recio y sus numerosos afluentes por el lado del Tolima, se dilata una inmensa
extensión de terrenos todavía vírgenes, de varia fertilidad y temperaturas,
apropiados para el cultivo del cacao, café, caña de azúcar, tabaco etc., en las
partes bajas y medias, y para las siembras de trigo, papas, etc., hacia los
puntos más elevados; y lo que se dice del flanco oriental de la cordillera,
debe sobreentenderse de la opuesta falda, que iguales son en fertilidad y
belleza.
La poderosa raza antioqueña, que en su género de vida frugal,
activo y audaz, lleva el secreto de la colonización indefectible, se apoderaría
luego de esas comarcas inmensas, al sólo aviso de que podrían contar con la
seguridad de una vía para la exportación de sus productos, y las trasformaría
en ciudades y pueblos, como ya lo han hecho en la parte Norte del Cauca y del Tolima;
y también irían los que en las tierras bajas han visto arruinada su heredad y
desolados sus campos por la langosta y por la inclemencia de los veranos.
Las
formaciones geológicas favorables al desarrollo de vetas de metales preciosos,
ofrecen también vasto campo en esas mismas comarcas a los que, como nosotros,
creen en el porvenir de la industria minera, cuando en su persecución
provechosa se apliquen los conocimientos apropiados y los recursos del caso. El
corazón del patriota se exalta y se contrista al propio tiempo, al ver que en
países realmente adelantados como Chile, se le presta por parte del gobierno y por la generalidad
de los ciudadanos decidida atención a
esa industria, y que en el nuestro, si
hacemos la honrosa excepción de Antioquia, no ha penetrado la primera capa
social o se la mira con el ojo epigramático
de Fray Gerundio. No queremos dejar de copiar un párrafo del interesante
mensaje que acaba de dirigir el Presidente de la Republica mencionada al
Congreso de su Patria; dice así; “En la cifra total de exportaciones aparecen $
49.449.015 correspondientes a la minería o sean las cinco sextas partes de la
exportación total de la Republica. El salitre y el yodo concurren a la
exportación con la cantidad de $29.462.930, y el cobre, plata y oro y dermis
sustancias minerales con los 20.000.000 restantes. Este hecho prueba toda la
importancia de la industria minera, y el deber en que nos encontramos de
prestarle protección en todas las manifestaciones de su creciente actividad.”
La
elocuencia de estos números y la
idoneidad de la palabra escrita de tan alta respetabilidad, nos ahorran el
esfuerzo que pudiéramos hacer, con nuestro escaso contingente, para llevar una
voz de aliento a la naciente industria, y arraigar en nuestro conciudadanos y
en el Gobierno “el deber en que nos encontramos de presentarle protección en
todas las manifestaciones de su creciente actividad.”
Para
terminar esta sección, sin haberla agotado, diremos que entre los grandes
nevados del “Tolima” y “Ruiz” y las
sierras nevadas de Santa Isabel” y “Quindío”, se dilatan grandes paramos,
llamados sabanas en el lenguaje de nuestros montañeses, cubiertos de pastos de
excelente clase, y cruzados por inmenso número
de arroyos, donde podrían alimentarse cómodamente no menos de veinte mil
reses, sin más trabajo que el de dividir los hatos.
La
parte atractiva de esos parajes, sólo comparable al panorama de las regiones
polares, haría rebosar de entusiasmo a nuestros inspiradores vates , sería
objeto de provechoso estudio para los sabios, y de solaz a los que gustan de
los placeres varoniles de la caza de los ciervos de multiplicados ramales.
No
se puede mirar ninguno de los varios aspectos que presenta la conveniencia de
abrir el camino central que nosotros indicamos, sin concluir que uno solo de
ellos sería bastante para acometer su apertura resueltamente; sin omitir la consideración
de que, llevada a termino, no perjudicaría ningún interés creado o en prospecto,
pues el nuestro tendrá su radio de desenvolvimiento dentro de su propia y bien
definida zona de demarcación; pero aún nos resta observarla bajo el aspecto
Político.
Todas
las cuestiones políticas en Colombia se resumían antes de la ahora, hasta 1885,
en la sola y cardinal cuestión del orden
público. Los mismos creadores de la Constitución de Río negro parece que
asi debieron comprenderlo, como que en as de una ocasión lo hicieron constar en
varios de sus actor oficiales, sin haber formalmente resuelto el fundamental
problema. Generosos impulsos de reacción debieron asaltar su conciencia al
contemplar el cuadro a que fatalmente los arrastraba su ideal; y por no
reformar la obra que guardaba el credo de sus principios, dejaron que la
República se resolviese en los horrores de la anarquía.
La
unificación de la Republica, concluyendo
de un golpe con los males implantados por al federación, concentrando la acción
en la soberanía nacional y haciendo solidario el orden publico en todo el país, ha consolidado la paz, quizás a perpetuidad.
Dios mediante dado que las aventuras políticas se han relegado a la historia.
Pero
el Gobierno no puede, mejor dicho, no debe dormir sobre sus laureles, pues que la
obra de reparación no está concluida y hay que recorrer todavía un largo y
penoso camino par aclimatar las nuevas instituciones junto con el amor a la Patria; y para llegar
a ese fin anhelado se necesita que la acción y la sanción de esas instituciones
se hagan efectivas en toda la Republica.
Es
preciso, además, que el Gobierno domine todos los resortes del Poder y todos
los puntos estratégicos que lo mantengan a cubierto de la menor sorpresa;
entrando en el previsivo cálculo las vías de comunicación, la navegación
fluvial y el servicio telegráfico.
Bajo
este punto de vista parece inútil hacer demostración alguna acerca de la
conveniencia de abrir la vía central que nosotros recomendamos, bastando a nuestro
propósito decir, que par allegar directamente al importante Departamento del
Cauca, partiendo del interior, no hay sino dos vías obligadas en una extensión
de más de cien leguas sobre los escarpados infranqueables de la cordillera
central : la de Guanacas y la del Quindío, entrambas de penoso
transito aun en tiempos normales. En la vía por nosotros recomendada no existen
desfiladeros ni estrechos que pudieren en caso dado detener el movimiento de un
ejército por numeroso que fuese, ni menos que le impidiesen desplegar sus alas
en línea de batalla, con todo su tren de campaña; cubriendo su retaguardia los fértiles
campos de la hoya del río Magdalena, que tanto abasto dieron al ejército de
Occidente antes y después de la formidable batalla de Garrapata, y teniendo
adelante, en perspectiva, las hermosas haciendas que han enriquecido la ciudad
de Pereira y de las cuales se sirvió el jefe del Ejercito estacionado en San
Julián, para asegurar el resultado ulterior de sus combinaciones en la guerra
de 1876.
La
apertura del Canal de Panamá le impone al Gobierno constantes desvelos sobre el
territorio del Istmo. El ejercito mejor disciplinado de la República debe estar
en constante pie d marcha para dicho Departamentyo, mientras la suma de trabajadores empleada en la
excavación de la gigantesca obra deje de ser motivo de alarma y en muchos casos
de reclamaciones diplomáticas.
Conclusiones
No
debemos esforzarnos en hacer mayor luz sobre una cuestión que, tanto el
Congreso como el Excmo. Sr. Presidente, con el parecer del ilustrado Consejo de
Ministros, pueden abarcar en su conjunto y también en sus detalles; y en este
concepto, y para concluir, esperamos que los Representantes de ese Gobierno,
inspirados por la prosperidad y engrandecimiento
de la Patria, excogitarán las bases de un contrato o privilegio para acometer y
terminar, en el menor plazo posible, la apertura del camino de que hemos hecho
objeto la presente exposición.
Bogotá,
octubre de 1888
HH
Senadores y Representantes
Excmo.
Sr. Jesús Cuervo Alejandro Caycedo D.
Fuente: Camino de Santa
Isabel, Su historia, conveniencia y practicabilidad, ventaja sobre los demás
que atraviesan la cordillera central.
Imprenta de vapor de Zalamea Hermanos. Editor Enrique Zalamea. Bogotá 1888.
Trascripción: Álvaro Hernando
Camargo Bonilla.
Vigía
del Patrimonio.
Miembro
de la academia de Historia del Quindío.
[1] Camino de Santa Isabel, Su
historia, conveniencia y practicabilidad, ventaja sobre los demás que
atraviesan la cordillera central.
Imprenta de vapor de Zalamea Hermanos. Editor Enrique Zalamea. Bogotá 1888.