La Arriería hace parte del
patrimonio e identidad de Filandia, como el tesoro Quimbaya, el camino del
Quindío, la palma de cera, la arquitectura, el canasto, el café, el escudo y la
bandera.
Rebosados
de leyenda, historia, dificultades, tradiciones, amores, y gratos recuerdos, los arrieros de antaño, hoy son
respetables abuelos y bisabuelos, que
tansportan en el carriel sus recuerdos.
Por el CAMINO DEL QUINDÍO, empiezó nuestra Quindianidad; el territorio delimitado por él, fue objeto de colonización por diferentes empresas arrieras. Unos a pie, otros a caballo, con sus mulas y bueyes cargados de herramientas, avíos, cobijas, esteras de iraca, mujeres y niños llevados a lomo de bueyes en canastos, provisiones y animales domésticos, los colonos formaron a Filandia y el Quindio.
Recuas
de mulas y de bueyes, aparejados con sus arreos y formas de carga, trajinaban los caminos
escoltadas por patrones, caporales, arrieros, sangueros y aguateros; ataviados de
sombrero, rabogallo, carriel, cinturon, peinilla, mulera, alpargatas,
tapapinche, y perrero; y con su perro fiel
compañero.
El
patrón de la arriería, con esposa y familia; caporal, arrieros, sanguero, silleros, cargueros, petaqueros, cura, monja y
sacristán, proveyendo la fé y facilitando el soplo celestial al moribundo, traído en la barbacoa. Coroteos con
enseres campesinos y cafeteros, conducidos en angarillas, parihuelas y turegas, dispuestas en bueyes, mulas, burros
y caballos, llevaron en sus cargas la cultura y el progreso de pueblos.
Transportando
cargas de café, leche, caña de azúcar, rastra con guaduas, bejucos, leña, y
maderas, baùles, máquinas, camas, colchones, cobijas, ropa, muebles (bancas,
silla mecedora), ollas, materas, jaulas con las gallinas, lámparas, marrano,
retratos del abuelo, bacinilla, cuadro
del Sagrado Corazón de Jesús y del Divino Niño y, en fin, todo lo propio de un
hogar campesino, en hileras de quince a treinta caballerías con su campanera en
la punta de la arriería, recorrieron las
fondas camineras.
En
la noche de pernoctada de la penosa jornada, los bambuqueros, animados por los anisados saboreados, rasgaban sus
tiples para conquistar sus amores
Por:
Álvaro
Hernando Camargo Bonilla.
Vigía
del Patrimonio Camino del Quindío