PRACTICAS TRADICIONALES
Las cabañuelas.
El actual desarreglo ambiental determinado por el frenético despliegue tecnológico y socioeconómico, suscita la evocación del juicio empírico antiguo (“cabañuelas”), de predecir y proceder ante los ciclos climáticos relativos a los tiempos de lluvias y sequías y en consecuencia proceder en sus prácticas agropecuarias y socioeconómicas.
Culturas prehispánicas practicaron el método del uso los ciclos naturales, fundamentados en la observación de los cambios atmosféricos en los doce primeros días de enero de cada año, lo que les permitía pronosticar el comportamiento del tiempo durante cada uno de los meses del año en orden descendente. Práctica que continúo en uso por los campesinos con el nombre de “cabañuelas”.
En años pasados, los campesinos con gran expectativa esperaban la llegaba el 1° de enero, madrugaban a contemplar el cielo, si se hallaba claro, era augurio de que haría buen sol hasta mediodía, y si por la tarde comenzaba a aflojar el sol y aparecían nubes, acompañadas de truenos y vientos, era un signo de que el año sería muy bueno para las sembrar y cosechar.
Fases de la luna
Se sembraba en menguante para lograr buenas cosechas, las semillas de grano, como el maíz y frijol. Igualmente se castraban los animales, como terneros y cerdos y se cortaba la guadua y maderas, para evitar que fuera atacada por el gorgojo.
Se seleccionaban las semillas, del maíz se escogía las mejores mazorcas cuyos granos no presentaran forma de triangulo sino cuadrados, si no se escogía bien salía mucha mazorca en forma de “pacha y vana”. La semilla escogida se deja dos o tres días antes de sembrarla en una mezcla de ramas de Altamisa y Salvia machacadas, para evitar que las hormigas, los cucarrones y los pájaros se la comieran antes de germinar.
Conforme al presagio de las “cabañuelas”, los meses escogidos para sembrar maíz y otros productos, eran principalmente marzo y septiembre; porque en esa época comenzaban las lluvias y al momento de empezar a descollar y madurar los cultivos, había suficiente agua para lograr buenas cosechas. Mientras que si sembraban en otras épocas, el verano afectaban las cosechas se “pajonean”, es decir poco productivas.
El maíz se sembraba en la menguante de marzo, en la siguiente (abril), se sembraba frijol de enredadera (Cargamanto), para que la planta del maíz sirviera se apoyo a la mata del frijol. Así se cosechaban dos productos al mismo tiempo. Estos productos se consumían y/o comercializaban, y se reservaban las mejores mazorcas y granos de frijol para simiente. Las mazorcas se colgaban del capacho encima del fogón para que el humo la protegiera del gorgojo. En Creciente se procedía a la siembra de las plantas de tallo y de follaje.
Practicas agroecológicas.
La ceniza y boñiga de vacunos, cerdos y conejos se utilizaban para abonar los cultivos.
Después de cosechar se “dejaba descansar la tierra” (en rastrojo) unos seis meses y luego se hacia la “socola”, se tiraba la semilla de maíz, o frijol y se tapaba, con el producto de la “socola”. No había necesidad de hacer sostén de las plantas, ya que se enredaban el los chamizos. Práctica que evitaba la presencia de “plagas” y enfermedades.
El ganado se alimentaba con el ramoneo de follajes de “quiebrabarrigo”, “botón de oro”, entre otros. Los cerdos de caña de azúcar y bore. Practicas que ahorraba costos y evitaba el sobrepastoreo. Para el control de plagas se utilizaba el Paico, Altamisa, ají y otras plantas.
Las prácticas de nuestros antepasados fueron y siguieran siendo las mejores porque obraban en armonía entre la producción pecuaria y el medio ambiente, totalmente ajenas a la contaminación actual proveniente del uso indiscriminado de agroquímicos, sobrepastoreo y deforestación de los suelos.
Debemos hacer una retrospección del pasado para evitar los errores del presente.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla
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