SIPNOSIS DEL PASO O CAMINO DEL QUINDÍO.
“Debajo del cemento o del asfalto que cubre numerosas
vías actuales, dejó impresas sus huellas el pie endurecido del indio de ayer,
que parece haber sido maestro nunca bien alabado de las planeaciones económicas
y de la ingeniería caminera de hoy”.
(Alberto Montezuma Hurtado 1983:23)
“Los caminos vinieron a ser unos verdaderos presidios, en
que los españoles tenían ocupada en trabajos muy recios a la mayor parte de la
población de la Nueva Granada, en castigo de su amor a la Independencia”
(José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución en
Colombia.)
INTRODUCCION.
Hay que incitar la búsqueda y seguir el
rastro de la historia del paso o camino del Quindío, en la búsqueda de elementos
históricos y culturales que han proyectado el constructo histórico de la
Quindianidad. Historias particulares que le han dado sentido y unidad al
territorio.
Mostrar cómo el Camino desplegó un
vínculo entre el centro y el sur occidente de la patria, consolidando los
intereses locales, articulándolos al
nivel nacional, a través de indagaciones bibliográficas, trabajo de campo,
recopilación de grabados y fotografías de la época, así como el análisis y
clasificación de los aspectos históricos, ecológicos y culturales del Camino y
de quienes por allí pasaron, especialmente durante y de la segunda mitad del
siglo XIX.
MARCO
GEOGRÁFICO DEL CAMINO DEL QUINDÍO
“El
clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus
habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y
produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es
eternamente agradable y hermoso...”
(Humboldt Extractos de sus
diarios).
Ubicado geográficamente en el centro
occidente del territorio colombiano, en las vertientes oriental y occidental de
la cordillera Central, dentro de los 4º.44’de latitud Norte y 74º.54’de
longitud Oeste, en Cartago, Valle del Cauca, y hasta los 4º.26’ de latitud
Norte y 75º.13’ longitud Oeste en Ibagué, departamento del Tolima.
Desde Cartago a Ibagué la ruta muestra diversidad
de pisos térmicos (cálido, medio, frío y páramo), como resultado del relieve que circunda sobre las dos
estribaciones de la Cordillera del Quindío (hoy denominada cordillera Central. Circunstancias
que permiten una variada biodiversidad, condición que proporcionó los viajeros,
agua, alimentos, protección, paisaje y copioso material para sus narraciones.
La senda cruza los municipios de Cartago
y Alcalá, en el Valle del Cauca; Filandia, Salento, en el departamento del
Quindío, hasta el límite con del departamento de Tolima, sobre el vértice de la
cordillera, lugar denominado la Garita o Boquerón del páramo, continuando al corregimiento
de Toche, volcán cerro Machín e Ibagué. De
Cartago a Ibagué, 98 kilómetros llenos de penalidades y proezas que se
encuentran narrados especialmente por los viajeros extranjeros que por allí
pasaron.
ANTECEDENTES
HISTÓRICOS DEL CAMINO
En la época prehispánica la existencia
de caminos fue muy importante, y conformaban una verdadera red, que cruzaba los
territorios ocupados por los indígenas Quimbayas. Estos caminos corrían por los lomos de las
cordilleras para una mejor orientación, así que remontar las cimas nunca fue
una dificultad mayor para estos pueblos primigenios. Por esta vía los Quimbayas
practicaron un intenso comercio determinado por el trueque del oro y mantas de
algodón por sal con los chibchas.
En
la Conquista (1530-1541), Jorge Robledo, procedente del Valle de Lilí,
llegó a la provincia Quimbaya atravesando montañas y siguiendo el curso de río
Cauca, a través de los caminos indígenas. Sobre estos los españoles
construyeron los de herradura, para acometer su dominación en toda la comarca. La penetración de los españoles al territorio
de los actuales departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas y sur de Antioquia
se efectuó por los dos flancos de la cordillera de los Andes. La parte oriental, por el capitán español
Andrés López Galarza, quien fundó a Ibagué el 14 de octubre de 1550; y el
Mariscal Jorge Robledo, quien fundó a Cartago en la ladera occidental a orillas
de los ríos Otún y Cosota, el 9 de agosto de 1541.
En el siglo XVI, los pasos de las
cordilleras occidental y central se volvieron puntos estratégicos para el
comercio y la defensa. En la cordillera Central, entre Cartago y Popayán, los
principales pasos fueron:
·
El
paso del Ruiz: Partía desde Cartago Viejo (donde hoy es Pereira), pasaba por el
páramo de Herveo y llegaba al valle del
Tolima hasta Mariquita.
·
El
paso del Quindío: Ruta que partía desde Cartago Viejo, siguiendo río Otún
arriba, cruzando por el Roble a Baquía, de allí al río Quindío, este arriba
hasta Alegrías, pasando por Magaña, Tochecito, Mina de Bolívar a Ibagué (en el
lugar donde ahora es Cajamarca) y por el Moral al valle del Tolima.
·
Paso
de Barragán: De Tuluá en la provincia de Popayán, se pasaba a Chaparral, que
queda al sur de Ibagué.
·
El
paso de Guanacas: Por Timaná, cerca de Popayán, se cruzaba para llegar al valle
de Neiva, tomar el río Magdalena y llegar a Santa fe de Bogotá.
Este último era el paso más indicado
para unir a Popayán y Bogotá, pero los enfrentamientos de Pedro de Añasco y
Juan de Ampudia, por la muerte del hijo de la cacica la Gaitana, significó
enfrentarse con los Paeces, Yanaconas y Pijaos, obligaron su cierre y a
buscar un nuevo paso, fue por el
Quindío, más difícil pero más seguro.
En el año de 1691, la ruta varió, a
causa del traslado de Cartago a las márgenes del río De la Vieja, por
motivaciones relacionadas con su defensa, búsqueda de comunicación con los
campos mineros del Chocó, situándola en las orillas del río de La Vieja, cerca
de su desembocadura al Cauca, donde había mucho ganado cimarrón, necesario para
la alimentación de los mineros de Antioquia y Chocó, trasladación que origino
una variante conoció con el nombre de “La Trocha”. La
variante comprendía el siguiente recorrido: salía de Cartago, cuchilla de Santa
Bárbara, quebrada el Guadual, río De la Vieja, paso de Piedras de Moler,
Tambores, La Balsa, Pavas, Buenavista, Socorro, quebrada Cruces, Alto del
Roble, Baquía, Salento, Macanal,
Tablazo, Laguneta, Magaña, Boquerón, Volcancitos, la Ceja, la Cejita, Gallego,
Cruces, Yerbabuena, Machín, Buenavista, Azufral, Moral, Campamento, Tapias,
Mediación, Palmitas, Palmilla, Guayabal, Ánimas e Ibagué.[1] Constituyéndose
en la variante más transitada en el siglo XIX por la oleada de exploraciones de
carácter científico, económico, ejércitos en contienda y la búsqueda de
yacimientos mineros.
El traslado del asentamiento de Baquía al sitio de Barcínales (hoy Salento), en el
año de 1856, el camino se desvío de Baquía
por Trincheras al alto del coronel, para
pasar por la nueva Salento[2]
A pesar de las dificultades de ese
trayecto, los gobiernos se interesaron en mantener abierta ruta, para que
sirviera de empalme entre los dos amplios focos poblacionales del oriente
y occidente del Nuevo Reino de Granada (Popayán
y Santa fe), separados por la cordillera Central de los Andes y su articulación era necesaria, tanto
para el traslado del oro que llegaba a Cartago e iba hacia Santa fe, como de
la provisión de mercancías y de esclavos
para el Chocó y toda la gobernación de Popayán.
Cartago fue el punto del Camino que más
se benefició del tránsito de viajeros atraídos principalmente por el esplendor
aurífero de las minas del Choco y Antioquia. Riquezas de las cuales esta ciudad
fue su centro de acopio, tanto que hubo en ella casa de acuñación de moneda
hasta 1636. Además, tenía como destino específico servir de centro estratégico
para el abastecimiento de las regiones mineras y el control administrativo y
militar de la provincia. Cartago se
consideró como un centro de inmigrantes. Se acercaban los mercaderes de Nueva
Granada, de Quito, de Cali, de Popayán, de Cartagena. Todos tenían algún
intercambio para realizar.
El comercio estaba principalmente en
manos de “mercaderes de la carrera” o comerciantes al por mayor; en su mayoría
españoles que vivían en Cartagena, Mompox, Santa fe, Tunja, Honda, Popayán y
Quito, de donde se repartían las mercancías a centros mineros y ciudades
menores. Los principales productos que se comerciaban, fuera de las “ropas de
Castilla”, así llamado cualquier producto venido de Europa, eran azúcar,
harina, cacao, frazadas, cerdos, jamones, garbanzos, sal, arroz, panela,
tabaco, sombreros, bayetas, herramientas y otros productos de la tierra.
El Camino del Quindío por siglos comunicó el occidente con el centro del país, de Popayán a Santa fe y fundamentalmente los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca. Camino que hacía parte de una gran ruta que se prolongaba hasta Quito y que perdió su utilidad cuando fue desplazada por la carretera y el ferrocarril comenzando el siglo XX.
DESCRIPCIÓN
DE LOS VIAJEROS POR EL CAMINO
Varias fueron las descripciones que se hicieron
del Camino del Quindío; todas ellas
ponderaron la belleza del paisaje, la riqueza de la flora y de la fauna a lo
largo de su recorrido, la soledad del pasaje para algunos o la animación para
otros, pero eso sí todos hablaron de las enormes dificultades para cruzarlo.
Humboldt lo considera el paso más difícil de los Andes, cuando lo cruzó en octubre de 1801, en compañía del médico Bonplant.
“El Camino es una zanja con agua, rara
vez empinado, y aún más raramente rodeado de precipicios. Está cavado en un
granito meteorizado que tiene poderosos depósitos de arcillas producto de la
descomposición de feldespato, y por eso es monstruosamente fangoso. Los
aguaceros se juntan en los caminos y los derrumban con todo y ardilla gredosa
(letten). Ellos son casi siempre de 8 pulgadas de ancho, de tal manera que se
pueden alternar los pies con dificultad; por consiguiente, se parecen a la
trocha de Honda, pero mucho más angosta por allí, las rocas están erosionadas y
se desmoronan en mayor grado. El Camino se amplia para arriba en forma cónica y
el equipaje roza con las paredes. Muchas veces no se entiende cómo se abren
paso las mulas y torpes bueyes.
Es un bosque tupido, completamente
inhabitado que aún en la estación más propicia del año, no puede ser atravesado
sino al cabo de diez o doce días (…) no se encuentra en él albergue ni
alimentos (…) y los arroyuelos que bajan de la montaña han cavado gargantas de seis y siete metros de profundidad en él.
Estas gargantas que el camino atraviesa, están llenas de cieno y su oscuridad
es acentuada por la espesa vegetación que crece en sus bordes.
Muchos son las trabas en el Camino,
especialmente el mal tiempo, la composición del suelo, lo selvático del terreno
y los inconvenientes que ponen las personas, aún antes de la partida:
Más adverso que el mismo viaje son los
preparativos. La apacibilidad de los españoles, la tendencia de todos los
criollos de convertir los aspectos más comunes en algo prodigioso y monstruoso,
y el interés de los sectores más populares en describir el Camino en
excesivamente largo y peligroso – eso ocasionó interminables y no solicitados
consejos contradictorios (…). Se aprende más fácilmente a bailar bolero…que a
pasar el Quindío; así parece en Ibagué. La realidad es completamente diferente.
Para gentes como nosotros que caminamos 6-9 leguas a pie, vadeamos ríos y
permanecimos meses entre indios en las selvas, el viaje no tiene nada de
extraordinario”.[3]
Cuenta ese sabio alemán que el punto más
alto de este recorrido es la Garita del Páramo, situado a 3.505 metros sobre el nivel del mar, pero dice que lo
difícil no es el ascenso hasta esta cima, sino el descenso, suelos resbalosos,
llenos de zanjas, la lluvia y la vegetación tan espesa que hay que transitar a
plena luz del día, momento en el cual la luz alcanza a penetrar tenuemente.
“El paso a través de la cordillera es
tan estrecho que su anchura usual no supera los tres o cuatro decímetros y gran
parte se parece a una galería abierta, excavada en la roca (…) cuya
longitud puede alcanzar hasta dos mil
metros (…). Los bueyes, animal de carga empleado comúnmente en estas regiones,
sólo logran avanzar a duras penas por estas galerías.
El Camino conducía a través de un
territorio cenagoso cubierto de cañas de bambú. Las púas con las cuales están
armadas las raíces de esta gigantesca herbácea, destrozaron de tal manera
nuestro calzado que nos vimos obligados a caminar descalzos, como todos los
viajeros que rehúsan ser transportados a lomo de hombre (…) la constante
humedad, la longitud del Camino, la fuerza muscular que se necesita emplear
para transitar sobre un terreno arcilloso compacto y barroso y la necesidad de
tener que vadear torrentes muy profundos de aguas extremadamente heladas, hacen
la travesía por demás penosa.
Esos caminos sufrían aún más deterioro
con el paso de las recuas de bueyes que siempre pisaban en la misma parte, si
el suelo era resbaloso unían sus patas y se dejan deslizar, formando montículos
en forma de almohadillas, dejando entre una y otra un pequeño pozo, cuando
llovía esos pozos se llenaba de agua y
el viajero corría más peligro, razón por la cual en época de lluvias era imposible recorrer el
Camino a lomo de mula
Las paredes están cubiertas de musgo y sirven para agarrarse cuando se camina por los pequeños tabiques, los cuales han quedo entre los camellones formados por el paso de los animales (…) Esos camellones tienen un pie de ancho y siempre 12-14 pies de profundidad, cunetas llenas de lodo negro, separadas por diques de 2 pulgadas de espesor; cuando el pie no da con el dique y cuando hay fuertes lluvias (…) el dique se inunda y se confunde un hueco con otro… uno corre el peligro de quebrarse el pie” [4](Humboldt).
El Camino era tan fatigoso que al llegar
a Baquía tuvieron que descansar unos días, allí hicieron una choza de hojas de
“bijao”, en ella cabían hasta 8 personas. Allí Humboldt recorrió los
alrededores, recogió muestras, buscó las minas de cinabrio por encargo de Mutis, sin encontrarlas, y escribió
impresiones sobre el recorrido en el camino.
“Por cuanto uno tiene que hacer su casa
cada vez de nuevo, es necesario llegar a la ranchería muy temprano. El trabajo
se divide apenas se sale del espeso bosque al contadero desmonte; los jóvenes
buscan bejucos en el bosque, (…) los cargueros mayores cortan palos. Cuando se
han recogido los materiales, en pocos minutos se construye la casa, con
habilidad y solidez admirables. (…) el carguero cuelga las hojas (de bijao) a
manera de tejas en los hilos o bejucos con los que está amarrado el armazón. Es
incomprensible cómo esos techos de hojas, mejor que cualquier carpa, resisten
los más fuertes aguaceros.
La cordillera del Quindío es una de las regiones más ricas en plantas útiles
y curiosas. Allí encontramos la palmera Ceroxylon andicola, cuyo tronco está
cubierto con una cera vegetal, pasionarias arborescentes y la preciosa Mutisia
grandiflora, cuyas flores escarlatas tienen una longitud de dieciséis
centímetros. La palmera de cera alcanza la increíble altura de cincuenta y ocho
metros y el viajero queda sorprendido de encontrar una planta de esta especie
en una zona casi fría y a más de dos mil ochocientos metros sobre el nivel del
mar”[5]
No fue Humboldt el único que narró las
dificultades del Camino, pero sus citas describen el ambiente y la situación en
la cual se encontraba el Camino cerca del año 1810, por tanto se puede
considerar que así lo encontraron las tropas, los comerciantes y viandantes en ese momento.
“… y la que por Ibagué
llevaba a Cartago (el Camino del Quindío), tan peligrosas que los viajeros
preferían el uso de cargueros a las mulas, por el frecuente riesgo de que se
despeñaran; carecían además hasta bien avanzado el siglo, de sitios adecuados para
pernoctar en un viaje de poco mas de 100 kilómetros que requería entre una y
dos semanas” (Humboldt).
El viaje de Humboldt y Bonplant por el
Camino del Quindío fue de suma importancia para formular la teoría que venían
desarrollando sobre la geografía de las plantas y que confirmaron en Quito.
Fueron los primeros naturalistas en pasar por esta ruta y “descubren la real
magnitud de los Andes, del trópico.
“Entre los sitios
visitados durante el viaje americano, el Quindío fue quizás el lugar más rico
en plantas; allí fueron descritas
multitud de especies, entre ellas la palma de cera y la Mutisia grandiflora” (Humboldt).[6)
Llegó la Independencia, pero las
dificultades en el Camino continuaron, tampoco mejoró después de consolidación
la República, se hicieron esfuerzos por parte de los legisladores, de Bolívar
en 1830, de Santander 1834, de Alcántara Herrán con el establecimiento del
penal en Boquía en 1842, de la fundación de Salento en 1865, pero poco mejoró
la vía, tanto que, M. E. André, un viajero francés que pasó treinta y cinco
años después de la Independencia dice del Camino lo siguiente:
…La noche, pero una noche negra, nos
sorprendió á la altura de las cabañas de Barcinal. El Camino, abierto en las
crestas de los cerros, cubiertos de arcilla plástica de color rojizo, era en
extremo resbaladizo, inclinado y peligroso, por lo que hubimos de apearnos,
llevando á las mulas de las riendas, y después de resbalar á cada paso y de
caernos un sinfín de veces en el barro, llegamos a Salento, á las nueve de la
noche, chorreando agua y sin haber comido nada desde las ocho de la mañana.
…El día 13 de marzo, a las diez, nos
poníamos nuevamente en marcha… y la esperanza de ver trocados los lodazales
horribles por el suelo firme del Valle del Cauca… ¡ilusoria esperanza! Desde la
primera cuesta empezaron los barrizales y con ellos nuestros tormentos. A cada
instante las cargas de las mulas se desprendían, las acémilas caían de la peor
manera y las mataduras de los lomos, recién cicatrizadas, quedaban abiertas de
nuevo (…). De esta suerte hubimos de andar leguas y más leguas con barro hasta
la barriga de las mulas (…) recuerdo que en un mal paso (…) se cayó en un hoyo
de unos dos metros de profundidad, más angosto que su cuerpo, dejándome á mí
encima y sin saber cómo sacarla de allí (…) llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros.
Aún faltaba un buen trecho para llegar a
Cartago, pero la senda se hacía más fácil, había que pasar otros puntos hasta
llegar a Piedra de Moler donde se cruzaba el río La Vieja, que era un río
torrentoso y como de cien metros de ancho, pasando éste se llegaba a las
últimas colinas antes de que apareciera Cartago, que ya había perdido la
importancia que antes tuvo”. [7]
Fue pues el Camino del Quindío un paso
difícil hasta las primeras décadas del siglo XX cuando lo remplazó el
ferrocarril y la carretera
QUIÉNES
PASARON POR EL CAMINO DEL QUINDÍO,
Con todas las dificultades que el Camino
ofreció, es posible imaginar el territorio de la Nueva Granada como una clepsidra, donde el paso del Quindío es el
cuello que debió franquear cada viajero como si fuera un grano de arena.
En el desarrollo de las movilizaciones
de independencia el Camino fue necesario para el tránsito de ejércitos procedentes de Santa fe
hacia el occidente con el propósito de apoyar a las regiones de la gobernación
de Popayán, leales a la causa libertaria.
Con las tropas pasaron muchos otros
personajes: comerciantes, científicos o gente del común que por algún motivo
tenían que ir de Popayán, Pasto, Buga, Tuluá, Cartago a Bogotá, o los de ese
lado de la cordillera pasar al sur.
Las contiendas presentadas en
inmediaciones del Camino del Quindío entre españoles y patriotas se
escenificaron cerca a Cartago. De estos
acontecimientos son pocas las fuentes históricas que se encuentran; lo hallado
se limita a reseñar el paso de las tropas en diferentes momentos, al igual que
el paso del Libertador el 5 de enero de 1830, año de su fallecimiento.
Por el Camino transitaron varios de los héroes de La Independencia, por
ejemplo, el 5 de diciembre de 1810 Antonio Baraya y Atanasio Girardot, salieron
de Ibagué y llegaron Cartago.
Así mismo en noviembre 24 de 1811, los
patriotas Antonio Baraya y Antonio Nariño, en desarrollo de las campañas,
pasaron con el ejército libertador la cordillera Central en tránsito de Santa
fe al Valle del Cauca.
El itinerario seguido por la tropa fue
el siguiente:
15 de noviembre de 1810, salieron de
Bogotá
24 de noviembre, llegaron a Ibagué
5 de diciembre, iniciaron la marcha por
el Camino del Quindío.
13 de diciembre, arribaron a Cartago.[8]
En julio de 1813 Juan Sámano ocupó la
provincia de Popayán y derrotó una partida patriota bajo el mando de Manuel R.
Serviez, quien era acompañado del cadete José Hilario López, en un sitio
cercano al río Risaralda o Sopinga, quienes se retiraron cruzando las montañas
del Quindío en dirección de Ibagué.
En el año de 1815, los condenados políticos a trabajos
forzados por el Pacificador Pablo
Morillo fueron enviados a abrir caminos como el del Quindío, Sonsón, Mariquita
y otros.
En 1818 el general español Warleta
consolidó su posición en Antioquía y con 400 hombres ocupó el Valle del Cauca,
pasando por el Camino del Quindío.
A la par que pasaron los ejércitos,
pasaron también gentes del común, alguien que iba por una herencia, otros que
llevaban presos, los que viajaban solos o eran abandonados por silleteros que
enfermaban, los que se quedaban con sus mercancías en el Camino porque sus
cargueros huían, o los que recorrían el mundo con propósitos científicos, o
aquellos que no alcanzaban a cruzar todo el Camino y allí tenían una tumba,
muchos, muchos viajeros tuvo el Camino.
“El tránsito por el Quindío es tan
intenso que uno se encuentra, en la cordillera, a cada momento con mulas, bueyes
y silleros – gentes-.” [9]
Los siguientes son algunos apartes de
relatos de viajeros donde anotan lo que iban viendo por el Camino.
“Antes de llegar al Tambo nos
encontramos a un pobre soldado que caminaba entre el barro e iba a Cali, para
reclamar la sucesión de su padre;…”. [10]
“Vimos aparecer entre ese barrizal a un
negro que acababa de ser juzgado en Buga e iba con las manos esposadas, llevando
sobre la cabeza una provisión de plátano y así avanzaba dando tumbos a cada
paso, apenas sostenido por “dos cabos de justicia”.
“En el Moral encontramos una caravana de
caballeros andrajosos y con las piernas desnudas que… se quejaban del camino paramuno, casi con
lágrimas. Se les había enfermado un carguero que estaba reponiéndose de las viruelas;
ellos lo había dejado en el bosque y se jactaban de su caridad cristiana (como
ellos decían) porque le habían dejado suficiente comida”.
Y así fueron relatando los encuentros en
el Camino, también hubo espacio para los que allá quedaron:
“Al llegar allí, donde termina la
vegetación arborescente, noté una fosa que había sido tapada recientemente y
observé que la tierra se movía por debajo: inmediatamente salté de la mula y,
con la ayuda de mi asistente, me dediqué a desenterrar el muerto que se
agitaba; apenas habíamos comenzado, lo vimos sentarse: era un granadero,”
“El 28 de enero llegué al punto
culminante del páramo; durante la subida encontré una compañía de lanceros,
camino de Ibagué… cuando los dejé, entré en uno de esos caminos sombreados…
cuando de repente mi mula, dio un salto prodigioso a tal punto que con mucha
suerte pude agarrarme de una rama y quedarme suspendido, mientras que mi asistente
lograba hacer pasar a la bestia el sitio en donde se había espantado; el animal
había metido su pata en el abdomen de un soldado enterrado y de allí había salido un gas de olor …” [11]
Entre los expedicionarios ilustres que
trasegaron por el camino, impulsados por las misiones científicas como la
Expedición Botánica, o como la del Barón de Humboldt, que incentivaron el
estudio de la flora y fauna del país, y en particular del camino del Quindío,
un poco antes y un poco después de la independencia, se pueden destacar los
siguientes:
Friedrich Alexander Von Humboldt,
naturalista, geógrafo y explorador alemán, considerado el iniciador de la
Geografía Moderna Universal, viajó por Europa, América del sur, Méjico, Estados
Unidos, Canarias y Asia central. Vino acompañado por el médico botánico francés
Aimé Bonpland, en su viaje de exploración científica por América del sur,
pasó por Colombia en 1801.
Especializado en diversas áreas
etnografía, antropología, física, zoología, ornitología, climatología,
oceanografía, astronomía, geografía, geología, vulcanología, botánica y
humanismo. De ideas liberales fortalecidas en la Revolución Francesa;
después de la muerte de su madre dejó
los puestos burocráticos y se embarcó en
sus viajes científicos, entre ellos a América del sur; recorrieron diez mil
kilómetros.
En julio de ese año llegaron a Santa fe,
después de un largo viaje por el río Magdalena, donde fueron recibidos por el
virrey y se entrevistaron con el
sacerdote José Celestino Mutis, quien dirigía la Real Expedición Botánica.
Después de intercambiar experiencias, emprendieron su viaje hacia Quito, pasando por el Camino del Quindío, allí
formuló su famosa geografía de las plantas, que luego confirmó en Quito.
Aprovechando el viaje de Humboldt, el 12
de septiembre, el sabio Mutis le despacha un “chasqui” a Ibagué, recomendándole
el estudio de una muestra de minerales
de cinabrio que su herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío.
Sigue camino adelante y el 3 de octubre llegó a Boquía y realizó exploraciones
en Boquía y Portachuelo, describiendo la contextura del suelo y buscando las
fuentes de cinabrio. Recogió mariposas
entre Boquía y Portachuelo, que cedió después a la Sociedad Linneana de Londres.
Pernoctó allí por cuatro días.
Agustín Codazzi Bertoloti, militar y
geógrafo italiano, hizo estudios de ingeniería, comprometido con la causa de La
Independencia y deseoso de conocer
cuáles eran los planes del Libertador, en los años 1818 a 1822, ingreso por el golfo de Urabá, disfrazado de
vendedor ambulante; subió por el Atrato, descendió por el Sanjuán, llego a
Buenaventura, paso al Valle del Cauca, luego por el Quindío para llegar a
Bogotá. En este paso hace una
descripción detallada, destacando el estado del Camino para la época.
En Cartago fue auxiliado por Tomás Cipriano de Mosquera,
quien le proporcionó una remonta de mulas para pasar el páramo de Quindío, de paso para Santa fe.
En su paso se relacionó con las
autoridades civiles y militares de Cartago; además de los encuentros con
comandantes de las tropas patriotas acantonadas en el Chocó, Cartago e Ibagué.
En su travesía por el Paso del Quindío,
camino a Santa fe, describe su aventura, además de un croquis de su
autoría, a mano alzada, donde deja
registrado su paso por las estas montañas:
“…para efectuar el paso del páramo del
Quindío, cuyas cimas están cubiertas de nieve durante todo el año y que es uno
de los más altos de la Tierra Firme. Aun
cuando en la época en que no llueve puedan pasar por él las mulas, aún con
ellas se emplean por lo menos quince días, mientras que a pie tenía la
esperanza de pasarlo en ocho. En efecto tomé algunos cargueros, que son
criollos que sirven como en el Chocó de bestias de carga, con un pequeño baúl,
una silla y las provisiones, y con sólo dos indios me dispuse a pasar este
páramo de una altura de casi tres mil toesas, cuando el paso del Mont Cenis no
es sino de 1060.
Le deje las pocas mercancías que me
quedaban al alcalde y me puse en camino, y durante cinco días continuos no hice
sino subir terribles y escarpadas
montañas cubiertas de espesas selvas, menos una que llaman calva, la cual por
estar toda cubierta de granes hierbas y sin un árbol, por lo que no se puede
uno defender de los ardientes rayos del sol que aquí hieren casi
perpendicularmente, la pasmos de noche a la luz de la luna …
Atravesé el páramo del Quindío sin lluvia, acampando siempre al raso y
cubriéndonos con las acostumbradas hojas, aunque de tanto en tanto se
encuentran unas cabañas llamadas tambos, que sirven para alojar a los que
atraviesan estos lugares con sus mulas cargadas de mercancías. Sin embargo, no
hay nadie en ellos y no son más que cobertizos de hojas de palma, esto cuando
los palos que sostienen la cubierta están entrelazados con palmas o bejucos,
que es lo mismo que estar bajo un mal pórtico…”
[12]
Por efecto de la ley de 15 de mayo de
1839, Codazzi fue contratado por el gobierno de la Nueva Granada para que
adelantara la descripción del país y levantara las cartas geográficas.
Charles Stuart Cochrane, marino y
viajero que en 1822 se embarcó rumbo a América. Llegó al puerto de La Guaira
donde se interesó por el comercio de perlas. Visitó a Caracas y luego pasó a
Colombia. Estuvo en la costa Atlántica y en Bogotá y recorrió los actuales
departamentos del Cauca, Tolima, Antioquia, Chocó. Su travesía está
descrita en los dos volúmenes del Journal of a residence and travels in
Colombia, during the years of 1823 and 1824 (Londres, Henry Colburn S. y R.
Bentley, 1825). En su crónica ofrece un interesante retrato de su paso por el
Camino del Quindío en el periodo posterior a La Independencia:
“…enero 4. A las seis de la mañana el
termómetro marcó 49 grados F. Durante la noche sufrí vómitos. Me costó trabajo
tenerme sobre la mula por causa de fuertes dolores de cabeza y de espalda, que
aumentaban aún más con el paso del animal. Tres veces cruzamos el río Quindío y
a las cuatro de la tarde terminamos la jornada del día. Me dormí bajo el toldo
de un arriero; apenas desmontamos empezó una ráfaga de viento con tempestad...
Dormí mal y con toda la ropa enlodada, hasta la camisa. Mi mula cayó cuatro veces,
pero por fortuna no me lastimé... Sobre los caminos pendientes y resbalosos,
frecuentemente las mulas se deslizaron veinte yardas inglesas sin poder
contenerse y con peligro también para el jinete. Varias veces se rompió la
cincha y yo aterrizaba sobre el cuello de la mula. Únicamente me podía sostener
apretando las piernas sobre la cabeza del pobre animal. (Cochrane 1994:261).[13]
Coronel j. P. Hamilton. En el año de
1823 fue comisionado por el gobierno británico para que viajara al
recientemente constituido estado colombiano en búsqueda y exploración de minas
de oro en territorios de la Nueva Granada.
Posteriormente fue elegido como ministro
Plenipotenciario por lo que fue testigo de excepción de la Colombia
independentista.
Entre 1823 y 1825, el coronel John P.
Hamilton recorrió las provincias de Colombia, un país recientemente redimido de
las guerras de independencia, arrasado por las pérdidas económicas. Pese a
ello, tuvo la oportunidad de visitar las provincias de Colombia y pasar por el
Camino del Quindío, rumbo al gran Cauca
Entre 1824 y 1827, Hamilton relata su
paso por el Camino del Quindío, de regreso hacia Santa fe, después de haber
transitado por el Camino de Guanacas hacia Popayán, Cali y Cartago:
“Cuatro días de buen andar se emplean en la
travesía de aquella parte del Quindío, conocida con el nombre de La Trucha, (la
Trocha) región anegadiza y cenagosa; mas dejada atrás ésta, se pisa ya terreno
más firme y los senderos empiezan a hacerse transitables. El agua de los
arroyos que corren por allí es muy pura y deliciosamente fría; el clima tiene
reputación de ser salubre y estimulante. Pasamos la noche en un lugar llamado
El Cuchillo, donde nos fue de gran utilidad la tienda que en Popayán nos regalara
don J. Mosquera, la cual alcanzaba a servirnos de dormitorio a Mr. Cade y a mí.
En cuanto a los peones, construyeron con hojas de plátano traídas a tal efecto
desde Cartago, una especie de cobertizos que llamaban ranchos y de cuyo abrigo
hicieron partícipes también a nuestros criados. ” [14]
Jean Baptiste Boussingault. Bolívar,
deseoso de establecer en Colombia un centro de enseñanzas superiores, confió a
Francisco Antonio Zea la misión de
reclutar jóvenes franceses. Boussingault
fue convencido para desempeñar
esta labor, Humboldt lo entrenó en diversas técnicas de observaciones
científicas. Arribó a Colombia y viajó hacia el Ecuador. Dentro de esta época
revolucionaria, participó en diversas acciones de guerra y dentro del ejército
de Simón Bolívar alcanzó el grado de Coronel.
En 1827 tuvo la ocasión de pasar el Quindío
rumbo a Cartago, para llevar a cabo reconocimientos de las minas de oro en Cartago y Río Sucio.
“…En enero de 1830 pasé el Quindío
montado sobre una mula con tiempo muy favorable. En esta época, una división
del ejército colombiano regresaba del Perú; el general Bolívar que la había
precedido me dio algunas indicaciones…
El 28 de enero llegué al punto culminante de páramo; durante la subida
encontré una compañía de lanceros, camino de Ibagué, y los oficiales y
soldados, andando a pie, quedaron muy sorprendidos de verme montado”… El 29 de
enero pasé la noche en el Araganal. El
30 estaba en La Balsa, el 31 entré a Cartago a las 2 de la tarde. Montado en
una mula había pasado el Quindío en 5 días y medio”. [15]
Francisco José De Caldas. Existen
referencias bibliográficas sobre el paso del Sabio caldas por el Camino del
Quindio, de las cuales podemos destacar la siguiente:
“Todavía deseaba Caldas hacer
exploraciones nuevas, en los Andes del Quindío que no tenía visitados, para dar
perfección a esta obra enteramente suya, pero no le fue posible verificarlo.
Ignoramos el estado en que dicha obra quedó; y presumimos que, con título cambiado,
es la Quilología, puesta en limpio de su propia mano y firmada con su nombre,
que fue vendida después de su muerte a un extranjero por la señora su viuda en
momentos de necesidad extrema, y que, rescatada como reliquia preciosa, existe
hoy en poder de un compatriota nuestro el señor M. M. Mosquera”. [16]
El
4 de febrero de 1813, desde Cartago, Caldas le escribió a Antonio Nariño
para que le permitiera viajar a Santa fe para encontrase con su esposa Manuela
Barahona. En mayo 9 de1813, Sámano le
salió al pasó en el Camino del Quindío.
Caldas varió su rumbo y tomó el Camino de Antioquia.
En marzo de 1816, Caldas recibe el
encargo de fortificar los caminos de Guanacas y Quindío que cruzan la
cordillera central; fue asignado al Ejército del Norte. Pero los resultados de
la guerra eran favorables a los españoles, tanto que el 6 de mayo de 1816
entraron en Santa fe. Caldas, marcha hacia Popayán que todavía estaba libre,
pero también habría de ser apresado por Sámano.
El Libertador Simón Bolívar. El 22 de
diciembre de 1829, por decreto dictado en Cali dispuso el Libertador que se
abriera el Camino del Quindío y encargó de la dirección de los trabajos al coronel Eusebio Borrero; quien no
cumplió las órdenes.
Bolívar pasó una última vez por
Japio en diciembre de 1829 y allí reposó
por varios días, cuando ya la adversidad agobiaba su ánimo. Demoró en Cali del
22 al 25 de diciembre, se trasladó en esa tarde a la hacienda Mulaló, propiedad
de don José Cuero, donde se entrevistó con el general Sucre. A la mañana
siguiente partió para Buga. De salida hacia el Quindío se alojó también en Tulúa,
en casa de los esposos González Tejada. Una gran recepción y baile se le
ofreció en la casa de la familia Lozano, denominada después Casa de las
Tribunas.[17]
El 5 de enero de 1830, el libertador
regresa a Bogotá, por el Camino del Quindío, con 282 hombres a caballo y 644 a
pie. Después de esa travesía por la
“trocha” del Quindío, y luego de llegar a Bogotá, emite un decreto donde se
ordena mantener abierto y en buenas condiciones el paso por las montañas del
Quindío.[18]
Manuel María Mallarino. Estadista y
político vallecaucano. Ex presidente de la república durante el período 1831,
1855-1857. Fue varias veces gobernador de las provincias de Popayán y
Buenaventura; miembro del Congreso Nacional a partir de 1836.
Se refiere una su correría de viaje por
el Camino del Quindío en el año de 1829. Cuenta en detalle la forma de viajar;
hace una descripción de la parte natural y estado del Camino en su viaje
desde Ibagué a Cartago.
“El sendero de Toche, lugar de nuestra
parada, es bellísimo. A la izquierda
corre el Tochecito por entre un bosque de arrayanes y de mayos que estaban
cubiertos de flores...” (Tibuchinas lapidotas)... “Al llegar al Roble, el cielo
se había oscurecido (...) la elevadísima copa de un árbol de otoba cayó
aplastando los matorrales que crecían en su sombra (...) Ortiz me hizo montar,
y venciendo mil dificultades, llego conmigo al Portachuelo”.
Mallarino describe especímenes de flora
como: Chachafrutos, arrayanes, mayos (sietecueros), robles, otobas; en fauna:
papagayos, tigres.[19]
ASPECTOS
COTIDIANOS
Es quizá uno de los temas más
sorprendentes cuando se piensa en el Camino, imaginar y reconstruir la
cotidianidad de algo que es transitorio, al fin y al cabo es un camino pero que
podría mirarse de dos maneras, una desde los cargueros, historia no narrada
sino referida por los viajeros, pero que muestran un manejo y destreza del
medio incomparable. Y la otra, la mirada de los transeúntes que tienen todos intereses
distintos y uno mismo, pasar lo más pronto posible “el Camino”.
TRANSPORTE
La movilización de personas y valijas
por el Camino del Quindío se realizó de diferentes maneras según los ciclos
históricos.
Se utilizaron distintos modos de
transporte: a pie, a lomo de hombre y en semovientes de carga. En el transporte
humano se distinguieron: "tamemes" (cargador indio que acompañaba a
los viajeros españoles) cargueros, silleros, petaqueros, lichigueros.
Entre los semovientes se tuvieron bueyes, mulas y caballos. Todo el transporte
se ofrecía en los puntos de partida del Camino, generalmente eran más los que
viajaban desde Ibagué, puesto que muchos de los que llegaban a Cartago se
tenían que devolver sin carga.
Son numerosas y variadas las reseñas que
permiten recrear las circunstancias históricas del transporte, especialmente en
los relatos de quienes que se trasladaron por esa vía.
Los cargueros fueron un grupo numeroso y
organizado. Humboldt dice que encontró
más de setenta cargueros en Ibagué, incluso expresa que en esa ciudad “…la
totalidad de la gente común está habituada a la vagabundería de la montaña”.
Charles Cochrane dice que “hay entre trescientos y cuatrocientos hombres en
Ibagué que viven exclusivamente de cargar personas y fardos por las montañas
del Quindío.
Por tanto, se puede pensar que a
principios del siglo XIX fueron muchas las personas dedicadas a este oficio en
la Nueva Granada, no sólo se dedicaban a transportar personas o bultos por los
pasos difíciles en todo el territorio, sino que existían personas que tenían
cargueros para moverse dentro de sus negocios, ya fuera en la hacienda o en el
lugar de producción como las estancias, y solían llamarlos “caballitos”.
Los comerciantes de Popayán, Buga e
incluso Pasto, viajan a Honda, Mompox y Santa Fe, para comprar ropa, (así
llaman a toda clase de telas para vestidos). Regresan con ropa y un comerciante
muchas veces necesita sesenta cargueros, puesto que estos últimos con
frecuencia dejan abandonado el tercio y se escapan por desgana…
Ese gremio era fuerte, un movimiento de
cargueros, en Antioquia hizo desistir a las autoridades a arreglar los caminos
para hacerlos transitables en mulas, porque se quedarían sin trabajo.
“…la Audiencia ha escuchado las quejas
de los cargueros con respecto a que su ganancia disminuiría y, en consecuencia,
ha prohibido mejorar el camino”.
Los silleteros tenían tarifas
establecidas y cobraban de acuerdo al peso, y al oficio para el cual fueran
requeridos, unos cargaban personas, eran de suave andar y finos movimientos,
tenían las tarifas más altas, otros cargaban petacas, líchigos, baúles, bultos, cobraban menos, siempre en las
partidas se llevaba un muchacho para que cargara las hojas de bijao para hacer
el rancho.
“Tan pronto supieron que yo iba a entrar
en la montaña, los cargueros me ofrecieron sus servicios; por casualidad tengo
a mano una lista del personal que enganché y que reproduzco como documento
interesante, porque allí se encuentran los precios que se pagaban a los que
transportaron nuestros equipajes.
Para el transporte de una persona, un
carguero exige 16 piastras y la comida; “el sillero” debe tener un paso suave,
pues su carga viva está sentada sobre una silla de caña, suspendida por una
banda que lleva sobre la frente el portador.”
“Se pagan 8 piastras (Unidad monetaria
usada en la Gran Colombia antecesora del Peso. 10 reales igual a 5 francos.)
por 4 arrobas = a 100 libras españolas. Las 41 arrobas 9 libras costaron 80
piastras y 6 reales.”
“El transportado debe permanecer
inmóvil, mirando hacia atrás y con los pies reposando en un travesaño; en los
sitios escabrosos como al atravesar un torrente sobre un tronco a manera de
puente, el sillero recomienda al patrón que tiene sobre la espalda, cerrar los
ojos. Es cierto que nunca sucede un accidente, pero da lástima ver al carguero
sudando gruesas gotas a la subida y oírlo respirar, emitiendo un silbido
tremendo; a pesar de las ofertas que me hizo un sillero de los más reputados
preferí pasar la cordillera a pie”.
Un hombre mayor carga por los Andes 5 a
7 arrobas en 7 a 8 días y, con frecuencia, cuando el camino está muy malo en 15
días, se paga al carguero 10-12 reales por arroba. El carguero fuera de ese
pago recibe la alimentación y a veces una propina al final del viaje.
“Siendo pocas las personas acomodadas
que tienen hábito de andar a pie en estos climas y por caminos tan difíciles
durante diez y nueve o veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se
colocan los hombres a la espalda, pues el paso del Quindío no permite caminar
montados en mulas. Se oye decir en este país “andar en carguero”, como quien
dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero,
debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios, sino mestizos y a
veces blancos”. [20]
Los silleros fuera de cargar personas y bultos
tenían otras obligaciones en la selva, hacer el rancho para el descanso, buscar
la leña para el fogón y hacer la comida.
La vida del carguero no era fácil, desde
pequeños debían acostumbrarse a cruzar la montaña con pequeños bultos que iban
aumentando poco a poco, no todos los viajeros eran considerados, algunos hasta
calzaban espuelas, o se movían en la
silleta, lo que les producía a los cargueros heridas en la espalda, si estos enfermaban en el camino eran
abandonados por los viajeros y, según cuentan los viajantes, los silleteros
morían jóvenes, más o menos a los 40 años, con frecuencia de aneurismas.
“Los
cargueros alternando los más altos calores con el frío del páramo, expuestos a
la humedad de tremendas lluvias tempestuosas, rebajados a verdaderos animales
de carga, frecuentemente con la espalda herida, con el riesgo de ser
abandonados en la montaña, solos y sin ayuda cuando se enferman de
desfallecimiento (…) todo esto no pesa más que el goce de satisfacer la
tendencia hacia una vida libre, sin obligaciones, salvaje como la del jabalí”. [21]
El oficio de carguero o silletero fue
descrito con detalles por Humboldt en su paso por el Quindío en 1801.
“El sillero no es hombre de contextura
muy atlética. Desnudo de la cintura para arriba, lleva bien arremangados los
pantalones, en especial cuando hay mucho barro. Todo su equipo consiste en una
rústica silla de guadua, con un pedazo de tela blanca de algodón para proteger
al viajero hasta donde se pueda del sol y de la lluvia. La silla se amarra al
cuerpo del sillero por medio de dos correas que le cruzan el pecho y otra que
le pasa por la frente”.[22]
El Camino del Quindío se siguió haciendo
con cargueros, incluso hasta mediados del siglo XIX se mantenía la costumbre
del uso de silleros y cargueros, otro tipo de transporte se hizo a lomo de bueyes y mulas.
El buey: animal utilizado en el paso del
Quindío para cargar bastimentos y mercancías de gran tamaño y peso. Se utilizó por su seguridad en su pisada
(pezuña hendida). Ataviado con los arreos necesarios para el transporte, las
mulas y caballos, por tener pezuña redonda,
no se utilizaban para el transporte de carga pesada, sino delicada.
MITOLOGÍA
Se pueden considerar en este aspecto,
las ficciones, fabulas y leyendas, surgida en el tránsito del Camino, es la
manifestación creativa de los viajeros y silleros, que trataban de explicarse
así mismo los acontecimientos que no alcanzaban a entender; entonces se
cristalizaron en relatos fantásticos que se transmitieron en el tiempo. No se
conocen muchas narraciones fantásticas referentes al Camino, algunos de esos
relatos se utilizaron para asustar a los viajeros y se conocen gracias a los
viajeros ilustrados, que no fueron muy
dados a creer en esas leyendas.
“…Sin embargo, a pesar de estas
molestias en grado sumo, no encierra los peligros con que el pueblo crédulo
asusta al viajero. Por cierto, el sendero es angosto, pero son muy raros los
lugares donde pasa por abismos”. [23]
Algunas de esas narraciones se refieren
al entorno natural, existencia de animales fantásticos, por su tamaño, su forma
o lo que podían producir. Están ligadas al desarrollo histórico, originado en
las relaciones culturales suscitadas en la constante peregrinación por la vía. Cuando
se emprendían los recorridos por las
espesuras de las montañas que lindaban con el Camino, los transeúntes
especulaban sobre este mito, cuya finalidad era la de asustar a los que salían
de viaje, para que desistiera del mismo.
Otras leyendas se pueden colegir de los
apuntes de viajes como por ejemplo los de Boussingault. Una se refiere a la
invocación a los espíritus de la selva
que hacían los silleteros, para pedir
una buena marcha y tiempo favorable:
El 26 de mayo desde las 7 de la mañana
los cargueros se hacían oír en la selva porque tienen la costumbre de lanzar
gritos alentadores cuando se ponen en Camino
O las leyendas de los espíritus de los
muertos que siguen vagando por la selva sin poder descansar en paz, las
referencias a este respecto se refieren a los cargueros muertos, ellos son los
espíritus que vagan por la selva, así los muertos en el Camino sean muchos, es
sobre ellos la leyenda, ellos, los cargueros, los silleros son los dueños del
Camino, los que lo dominan, en vida y después de ella.
A las 11 llegamos al alto de la
Sepultura, en donde había sido enterrado un carguero, muerto de fatiga; mis
hombres aseguraban que por la noche se oía en la selva su alma pidiendo socorro”.[24]
Los cargueros, para que el viaje fuera
más seguro, para que su pasajero a cuestas no se moviera, referían la leyenda
del silletero que al llegar a un precipicio con un viajero que había sido
difícil y cruel, hasta le había enterrado unas espuelas al silletero, lo había
despechado por un precipicio en lo alto de la montaña.
Estaban también los relatos de animales
fantásticos, como el que cuenta Charles Stuart Cochrane en 1824, quien se
maravilló en su paso por el Camino del Quindío con una especie de animal que
los indígenas describían así:
“Desde una pequeña cadena de lomas en la
cercanía de estas montañas se puede
observar, con unos buenos prismáticos, elefantes carnívoros alimentándose sobre
las llanuras que rodean la región nevada. Alguna vez se encontraron algunos
dientes gigantescos, pero hasta la fecha no se ha logrado cazar uno de estos
animales. Los indios organizan de vez en cuando excursiones para lograr pieles
de este ganado salvaje”.[25]
También es posible imaginar todo lo que
estos hombres podrían contar, alrededor de una fogata, después de comer y en
medio de todos los ruidos de la selva y del rugir de los tigrillos, micos
aulladores y pájaros nocturnos.
VIVIENDA:
TAMBOS Y POSADAS
Los primeros núcleos poblacionales del
Quindío fueron producto del impulso estatal, como las colonias penales de Toche
y Boquía, con el interés de mantener el Camino en buenas condiciones. Antes se
había dado la fundación de La Balsa, hoy Alcalá. Sebastián de Marisancena, en
1807, apoyado en el plan para la apertura y colonización de la variante “La
Trocha”, propone un plan para hacer esa fundación y tener derecho a los impuestos que se cobraban
en el Camino con pocos resultados, pero él mantuvo siempre la fundación.
Luego se impulsaron las fundaciones de
Condina, Obaldía, Buriticá, que no prosperaron.
En las leyes que impulsan el mantenimiento
y la colonización de los caminos,
surgen los tambos o posadas, que se establecerían cada tres leguas.
En el término de las tres leguas se
fabricará la iglesia, casa para el cura, vecino, hospedería y tambo. Al cura se
le dará una cuadra de solar con iglesia y casa, al vecino otra con casa,
albergue para los pasajeros, y tambos para depositar cargas y bagajes (…) Todos
los vecinos en su respectivo hogar harán un potrero, para encerrar las
caballerías, que estén seguras y tengan donde pacer. Para la manutención del
potrero cada par de caballería pagará un cuartillo al vecino, y este mantendrá
también en buen estado la hospedería y tambo en beneficio de los pasajeros. .
Los contaderos son lugares donde hay
pasto, allí se juntan las recuas cuando se va a acampar, de ellos dice Humboldt
lo siguiente:
“En la selva se encuentra cada 2-3 horas
lugares desprovistos de árboles, abiertos a hachazos, los que se llaman
rancherías o contaderos, en los cuales se pernocta, y esos son los albergues”.[26] Los principales tambos o contaderos que
estaban establecidos a través del recorrido eran:
-
Ibagué
la Palmilla: Atravesando el Combeima por puentes de guadua:
- El paraje, las Amarillas
- Guayabal, La Palmilla
- La Palmilla a Cara de Perro,
- Cara de Perro, Las Tapias, una casa
con cocina en 1857
- Las Tapias, El Moral
- El Moral, Buenavista
- Buenavista, Chachafruto
- Chachafruto, Agua Caliente
- Agua Caliente, el Machín
- Machín, río San Juan
-
Río
San Juan, Toche. El presidio dos casas y una docena de ranchos, donde vivían
los hombres bajo libertad condicional.
-Toche, Yerbabuena
- Yerbabuena, quebrada Cruces
- Quebrada Cruces, quebrada Tochecito
- Quebrada Tochecito, Boquerón del
Páramo
- Boquerón del Páramo, Mataficua
- Mataficua a Cruz Gorda o Barcinal
- Cruz Gorda, río Quindío
- Río Quindío, Boquía, Alto de
Laraganado
En este punto de Boquía descanso
Humboldt, después de una dura travesía,
explica muy bien como se armaban los ranchos y dibuja en su cuaderno de
notas la manera como lo hacían, dice que antes de salir de Ibagué se cortaron
varios cientos de hojas de bijao, a las que se les hace un corte en la
nervadura central de donde se han de colgar para armar un techo, donde pasaron
varios días y que a pesar de la lluvia no se mojaron.
“Luego se las extiende y enrollan
cuidadosamente formando un cilindro compacto. (… ) Al llegar a un lugar
adecuado en medio del bosque, de suelo seco, donde se piensa pasar la noche,
los cargueros cortan algunas ramas de árboles que disponen en forma de carpa.
En pocos minutos esta liviana armadura es dividida en cuadros con lianas de
agave separadas entre sí unos tres a cuatro decímetros. Entretanto, se habrán
desenrollado las hojas de bijao y varias personas se ocupan de sujetarlas sobre
el enrejado al que finalmente cubren como tejas. Estas chozas son muy frescas y
cómodas… En el valle de Boquía pasamos varios días bajo una de estas tiendas
vegetales sin mojarnos, aun cuando la lluvia era muy persistente y casi
interminable”. [27]
Después de Boquía, las posadas y tambos
que seguían eran las siguientes:
- Laraganado, Alto del Roble.
- Alto del Roble, El Socorro o
Portachuelo, contadero de Novilla
- El Socorro, Buenavista.
- Buenavista, La Balsa
- La Balsa, Piedra de Moler
- Piedra de Moler, Cartago.
La Cuchilla de los Novilleros,
contadero: Lugar abierto de descanso y en donde los arrieros al final de su
jornada de camino acampaban y contaban sus mulas para ver sí alguna se les
había quedado en el bosque y en tal caso, buscarla antes de continuar el viaje.
En ese mismo sitio, se fundada el 20 de Agosto de 1.878 por colonos dedicados
a la guaquería, minería, arriería y comercio, un pueblo, cuyos primeros moradores lo bautizaron Filandia.
SALUD
Cruzar el Camino conllevaba muchos
peligros para la salud, había que hacer el tránsito casi al descampado, con
lluvias torrenciales y temperaturas muy bajas en la noche, pasar por pantanos
generalmente descalzos, aguas heladas, soportar picaduras de insectos, de
culebras, que producían fiebres, caídas que podrían ocasionar fracturas, golpes
o heridas, pasar por bosques de guadua llenos de púas, hambre, la altura, el
cansancio, el calor cerca al río De la Vieja y Cartago y muchos otros
inconvenientes que afectaban la salud, fuera de las enfermedades endémicas como
el paludismo o de epidemias como la viruela.
Para muchos de estos males tenían los
remedios que los aplicaban en el sitio, generalmente plantas, en infusión,
mascadas, en emplastos, en fin de alguna manera buscaban aliviar el dolor,
incluso tenían silletas especiales para cuando tenían que transportar un
enfermo.
“Por la tarde uno de mis silleros empezó
a quejarse de que se sentía indispuesto y al ofrecerle yo alguna medicina que
podría aliviarlo, se negó obstinadamente a tomarla. Al día siguiente, como lo
encontrara ya bueno y sano y le preguntara qué remedio se había hecho, me contestó
que había tomado simplemente agua de azúcar, que era la cura infalible para
toda enfermedad.” [28]
En 1801 se presentó la cuarta epidemia
de viruela que azotó el país. En esta ocasión ya se empezó a buscar la cura de
la enfermedad a través de las vacunas, pero no era muy utilizada en la región.
Los mayores estragos se mostraron en la población indígena. La viruela fue una
preocupación de Humboldt, como quiera que le dio dificultad encontrar cargueros
por la epidemia que había en ese momento en Ibagué.
Otra enfermedad fue el paludismo o
“chucchu” – palabra que significaba temblor entre los indígenas, combatida con
la corteza de quina, que ingerían en abundante y concentradas infusiones.
Denominada por el lenguaje quechua:
Quina-Quina, por Linneo Chinchona. Sin
cronología exacta, por los años de 1630 y 1637 el jesuita Juan López utiliza la
corteza para el tratamiento de la malaria.
Secreto concedido por el indígena Malacatos, a quien el sacerdote había
bautizado con el nombre de Pedro Leiva. [29]
Bichos comunes en el Camino eran unas
moscas negras como un azabache, y del tamaño de la mosca casera, que llaman
galofas, clavan su pico, llevan sangre, y dejan la herida; los zancudos y los
tábanos que causaban el nuche; las niguas y las avispas que producían dolorosas
picaduras.
“…luego seguimos hasta El Roble. Al
salir de allí me picó cruelmente en el
pie una avispa brava; un carguero me trató por medio de la aplicación de tabaco
mascado sobre la picadura y el alivio fue inmediato; pude continuar la marcha.
“ [30]
Por las prácticas higiénicas
anacrónicas, como el no uso de calzado de muchos viajeros, unos parásitos
denominados niguas se les incrustaba en las carnosidades de la uñas de los
pies. Estos eran un espanto y una
angustia para los que soportaban este episodio, el ardor y la congoja que
provocaba volvía loco al más templado.
No se conocía el remedio para el mal, la
única medida drástica era sacarla con la espina terminal de la hoja de la
cabuya o fique, con espinas de pescado o la de la palma. Cuando el tormento llegaba a extremos insoportables,
algunos individuos se enterraban en la arena y hasta metían los pies en el
fuego. Las niguas son un tipo de ácaro rojo muy pequeño de la familia de los
arácnidos. Son tan antiguas que Juan de
Castellanos las describe así y hasta la cura la da.
Salíales a todos mucho grano
con las alteraciones de un divieso,
y aentro molestísimo gusano,
áspero, peludillo y algo grueso;
da voces y gemidos el más sano,
por ser aquel dolor en gran esceso,
hasta que ya cayeron en la cura,
que fue fácil y no de mucha dura.
Pues de diaquilón un parche hecho
sobre la hinchazón y carne flaca,
hace la fuerza dél tanto provecho,
que la mitiga y el gusano saca:
el duro torondón queda deshecho,
la pena quita y el dolor aplaca;
y alguno me vendió por manifiesto
que falta de sal causaba esto.”
En los relatos de viajeros también se
cuenta cómo los cargueros son abandonados en el Camino cuando caen de físico
cansancio, otros se tenían que devolver
porque son atacados de fiebres, o porque desfallecen de hambre, aunque la
travesía duraba de 10 a 12 días había que llevar alimentos para un mes, si
llovía mucho los ríos se represaban y la creciente tapaba el camino y era
imposible regresar a Ibagué o a Cartago.
Aunque el Camino tenía fama de ser bueno
para la salud, Humboldt dice que es todo lo contrario, es un trayecto no solo
de dificultades sino malsano.
“¿Cómo puede ser saludable un camino,
una travesía que sale de una llanura, pasando en partes por campos de hierba,
en los que uno está expuesto a los más fuertes rayos solares (…), cómo puede
ser saludable entrar en esos estrechos subterráneos y respirar aire viciado?
Pero en un país en el que no se razona, diariamente se repite que el Camino del
Quindío e sumamente saludable, que allí se sanan los enfermos (…) Una selva
espesa y húmeda en la que se pudre gran cantidad de materiales vegetales
depósitos de pirita que descomponen el aire y estratos de ardilla gredosa
(letten), eterno cambio de los rayos solares al oscuro aire de un sótano en las
angosturas, la inevitable mojada de los pies con agua estancada en la que se
pudren las raíces de guadua…”. [31]
No solo las personas que cruzaban el
camino padecían, también sufrían los animales, los bueyes se desmejoran tanto
que después de un viaje había que alimentarlos por 4 o 5 meses antes de volver
a utilizarlos, las mulas sufrían fracturas en las patas o peladuras por las
cargas o monturas. Todos los viajeros van dejando sus apuntes sobre este tópico
que era de mucha preocupación.
EL
VESTIDO
El Camino, al igual que los pueblos y
ciudades, también tenía una moda, que nace de la necesidad de adaptarse a las
condiciones del recorrido. Los cargueros llevaban prendas que no incomodaran su
marcha, por tanto era muy sencilla, un pantalón remangado más arriba de la rodilla
o desnudos, sólo cubiertos con un pañuelo, sus arreos de cargar y si mucho unas
almohadillas para proteger la espalda, una vara larga y firme que hace las
veces de un tercer pie, o que ayuda a mantener el balance, ruana a rayas y una camisa de algodón para
protegerse del frío en la noche.
“Tienen buen cuidado, desde luego, de
poner sendas almohadillas sobre la frente y la espalda para precaverse de las
magulladuras. Por lo demás andan desnudos, con solo un pañuelo ceñido a la
cintura”. [32]
Los soldados pasaban el páramo con sus
uniformes y los de mayor graduación usaban capas. Los viajeros eran muy
diversos, algunos iban ataviados para traslados por caminos secos y planos o se
iban preparados para montar a caballo, de polainas, espuelas, vestidos blancos
con chaquetas, que cuando encontraban los pantanos tenían que cambiarlos o
llegar de barro como si se tuvieran un vestido de ese material.
“Encontramos el Camino en no muy malas
condiciones por espacio de tres cuartos de legua; más adelante estaba tan cenagoso
que me vi obligado a apearme para vadear los charcos, calzado como estaba de
botas altas y grandes espuelas, con gran diversión para los peones,
naturalmente, pero con no menor mengua de mis reservas de grasa”.[33]
De los aditivos del vestuario, es
importante recalcar el relacionado con el sombrero; parte fundamental de la
vestimenta de los viajeros de todos los niveles sociales que trasegaron por el
Camino del Quindío.
Los sombreros de paja de la palma de
toquilla procedían del Ecuador; hacía comienzos del siglo XIX empezó a ser
cultivada en el municipio de La Unión, al nordeste del departamento de Nariño y
allí se le denominó jipijapa. La
fabricación de sombreros se extendió por el Camino del Quindío hacia el norte
del país, gracias a la fácil adquisición de la materia prima, que se conseguía
de manera silvestre.
El nombre de la palma cambiaba según la
región, se la conocía como palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma. Otro de los sombreros usados por la época del
desarrollo de la independencia eran los sombreros denominados: Panamá, se
fabricaban en Antioquia; hoy día, se conocen con el nombre de sombrero
aguadeño, producidos por hábiles tejedores de la época: años 1820 y 1822.
Los campesinos cubrían sus cabezas con
sombreros de palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma, calzaban alpargates
y/o botas de cuero, según su condición económica, provistos de grandes ruanas
de lana tejida para preservarse del frío en el paso del Boquerón del
Páramo. Vestían pantalón a cuadros o de
rayas, fabricados con telas burdas, provenientes del Socorro; trasegaban por el
Camino del Quindío con sus petacas a cuestas, construidas de chusque o
guaduilla; donde transportaban su provisión y/o mercaderías para remontar el
paso del Quindío.
En las partes frías del camino para
dormir utilizaban vestidos consistentes en una franela gruesa, por encima de
ésta una camisa de dormir de lana y superpuesta una chaqueta gruesa. Además, de
los calzoncillos de franela y unos pantalones de corduroy (tela gruesa).[34]
ALIMENTACIÓN
La alimentación era el punto más
importante para el cruce del Camino, de ella dependía la vida de los viajeros,
en este punto se prestaba mucha atención, las raciones eran calculadas y habían
cargueros destinados únicamente al transporte de la comida.
La alimentación era pactada antes de
salir, corría a cargo del viajero, por lo general, la de los silleros que
llevan gente, los otros debían llevar
sus alimentos.
Corre a cargo del empresario de los
silleros y peones la alimentación, consistente en carne cecina, tanto de res
como de cerdo y arroz en determinada cantidad por persona. Además de bizcochos de maíz, huevos duros, panela,
chocolate, ron, sal y cigarrillos
En los pueblos de las puntas del Camino
se tenía un variado recetario limitado por varias circunstancias. Provisión, clase
social, manejo, transporte y conservación de los alimentos, determinaban el
tipo de viandas que se preparaban en las diferentes manifestaciones culinarias
para su consumo. Éstos provenían de
diferentes fuentes: vegetal, animal y mineral, como alimentos sazonadores de origen mineral como sal.
La alimentación en el Camino del Quindío
en el tiempo de La Independencia, se encontraba ligada a la producción local y
a la importación de alimentos, transportados por el río Magdalena, con centro
de acopio en el puerto de Honda, de donde se comercializaban y transportaban.
“En el momento cuando iba a internarme
en el Quindío, recibí la orden de vender un aprovisionamiento de alimentos en
conserva, destinados a una expedición que debía haber llevado a Santiago de
Veragua al oeste de Panamá, pero que fue suspendida. En consecuencia abrí un
almacén, después de haber hecho anunciar por
medio de tambores que se procedería a la venta de conservas, de jamones
y de lenguas ahumadas, a precio fijo”. [35]
Dentro del grupo de productos utilizados
en la preparación de alimentos podemos citar los siguientes: tubérculos y
raíces como: yuca, papa, achira; granos
como: maíz, arroz, lentejas y frijoles; condimentos culinarios y colorantes
como: el culantro o cilantro cimarrón, colorante de alimentos, la bija o
achiote; verduras, hortalizas y legumbres como: plátano, chachafruto,
cidrayota, chontaduro, árbol del pan, el
míspero, al igual que otros frutos encontrados en la selva.
De origen animal: los que generalmente
se lograban en las tupidas selvas; animales salvajes, y los domésticos que les
proporcionaban carne o leche. Los animales domésticos, como los vacunos,
originarios de las planicies del Valle del Cauca y del Tolima, los cerdos,
abundantes en ambas laderas del paso del Quindío. En la parte de Salento se hallaban manadas
salvajes de cerdos que merodeaban las selvas y se alimentaban de los frutos de
la Palma de Cera del Quindío. Otros
animales caseros fueron las aves domésticas, como las gallinas, pavos y patos.
La selva aledaña al Camino suministraba
carne producto de la caza de animales como: tapir o danta, venado, oso de
anteojos, pantera, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de
monte, comadreja, erizo, tigrillo o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo,
tatabro, zaino, mono aullador.
La caña de azúcar y sus derivados: miel
y panela, fueron fundamentales en la alimentación y fabricación de bebidas
espirituosas como el aguardiente, chicha
y otras que se consumían en el paso del Camino, especialmente para
mitigar la sed y alegrar la soledad que representaba el paso por estas tierras.
La producción de alimentos fue limitada
y se obtenía lo indispensable para el sustento de los viajeros; las diferentes
contiendas por la causa libertaria generaron el abandono y descuido de las
primeras unidades agrarias establecidas.
El trasegar permanente de viajeros
admitió la fundación de tambos en las orillas del Camino, que permitieron el
establecimiento de pequeños cultivos de pancoger, según el piso térmico y
condiciones edáficas. Se cultivaba
maíz, cacao, algodón, plantas
medicinales, arroz, frijoles, victoria, yuca, plátano, caña de azúcar,
frutales, con simientes procedentes de la provincia de Cartago e Ibagué.
El
maíz representó la mayor cantidad de alimento utilizado por los
viajeros. Se consumía en variadísimas
presentaciones de productos comestibles, tales como mazorca asada, granos de
mazorca fritos con huevo, bizcocho
cerero, arepas, mazamorra, envueltos, tamales, etc. Animales como la gallina, la paloma, el pato, el cerdo, la
oveja, la cabra, la vaca también hicieron parte de la dieta alimenticia de los
viajeros.
La sal utilizada en el adobo de los
alimentos, en su mayoría llegaba por la
ruta del Quindío; el resto se obtenía de las llamadas fuentes saladas
manipulando los procedimientos aborígenes, que consistía en someter a la
evaporación el agua, al final quedaba en el fondo de las múcuras de barro la
sal en estado sólido en forma de terrones de sal.
En las espesas selvas perseguían
animales de monte como guaguas, guatines, venados y tatabras; una vez cazados
se preparaban para adicionar la provisión de alimentos necesaria para el cruce
del Camino. La carne obtenida se partía
en tiras que se salaban y ahumaba.
La preparación de las comidas se
limitaba a los momentos de pernoctar, al término de la jornada diaria de viaje,
una vez establecido el campamento se prendía lumbre y alistaba fogón para la
preparación de platillos sencillos, empleando los alimentos que transportaban y
los obtenidos en el sitio donde acampaban; estos podían ser sopas,
especialmente, la sopa de arroz, consistente en una aguasal a la que se le
adicionaba patatas, arracachas y tasajo (carne seca ahumada) y se le daba
espesor mediante la adicción de arroz; al momento de su consumo, se acompañaba
con arepas de maíz. Otros alimentos que hacían parte del bastimento eran los
bollos de maíz, huevos duros, panela chocolate, ron, sal, plátanos verdes
secados al horno, llamados fifí.
“El bastimento que debíamos llevar
consistía en tiras de carne seca de res,
bizcochos de maíz, huevos duros, azúcar en bruto (panela) chocolate, ron
pedazos de sal que se conocen con el nombre de “piedras” y resisten la humedad,
y cigarros, yo debía alimentar solamente a los cargueros que llevaban los
víveres, la cama y las hojas de bijao; los otros llevaban su propia
alimentación o sea “tasajo”, panela, chocolate, arepas y sobre todo fifi…”.[36]
Al amanecer, antes de emprender de nuevo
la marcha, se desayunaba con alimento caliente: tortilla de huevos, patatas
asadas al rescoldo, y una buena taza de chocolate. Otros alimentos ligeros a la
hora del desayuno o la cena eran chocolate con pan, las arepas de maíz, la
mazamorra de maíz pilado y hervido al cual se
le añadía leche, acompañada de un trozo de panela.
AMBIENTE
La zona comprendida por el Camino del
Quindío presentaba un alto grado de biodiversidad, definida por su variedad de
pisos climáticos y formaciones geológicas.
En la zona se desarrollan una flora y
fauna muy rica y exuberante, generada por las diferencias de altura,
cuya especie más significativa fue y es la palma de cera del Quindío, tan
magnífica que fue declarada árbol nacional.
Además, en su recorrido se encuentra el
bosque de niebla con su fauna y flora característica, el bosque de frailejones
y vegetación de páramo que protege y conserva el agua, los loros orejiamarillos
que viven en las palmas de cera, el oso de anteojos, los tigrillos, perezosos,
venados y otra pequeña fauna de
guatines, tatabras, pavas de monte, mariposas y pájaros, mucha de esta flora y
fauna fue aprovechada por los viandantes y luego por los colonos que llegaron a
la zona.
Las
condiciones ambientales permiten deducir el perfecto equilibrio
ambiental y fuente de recurso hídrico, proporcionado por su exuberante
vegetación, y las formas del relieve, que permitían el origen de considerables
número de fuentes hídricas y variedad biodiversa, que aún son fundamentales
para nuestra región.
Las descripciones de la biodiversidad
del Camino del Quindío fueron permanentes y en todas las etapas de la historia.
Los viajeros se extasiaban de la exuberancia de la flora, fauna y belleza del
paisaje. Además, se percataban de
fenómenos naturales como la actividad volcánica y sísmica:
“Hay en ella un volcán de humo que
respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de Toche, en
que por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado en ellas, se
transitó de Ibagué á Quimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y
fertilizan la provincia, y por los más de ellos hay fabricados puentes de
guaduas que facilitan el paso aunque asustan con los columpios.” [37]
“Como los cañaverales son tan espesos
hay muchas alimañas por entre ellos y grandes leones, y también hay un animal
que es como color parda, la cabeza tiene como zorra; vi una vez una de estas,
la cual tenia siete hijos que estaban junto a ella, y como sintió ruido abrió
una bolsa que natura le puso en la misma barriga y tomó con gran presteza los
hijos, huyendo con mucha ligereza, de manera que yo me espante de su presteza,
siendo tan pequeña y corre con tanta carga, y que anduviera tanto. Llaman a
este animal chucha. Hay unas culebras
pequeñas de mucha ponzoña, y cantidad de venados, y algunos conejos y muchos
guadaquinajes, que son poco mayores que liebres, y tienen buena carne y
sabrosas para comer. Y otras muchas cosas que dejo de contar porque me parecen
que son menudas”. [38]
Contrario a narraciones negativas
relacionadas con los factores naturales, de algunos viajeros, Humboldt describe
a Ibagué así:
“El clima es excelente, más suave que el
de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la
salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive
(productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso
(...) La montaña del Quindío es uno de
los sitios más ricos en plantas útiles e interesantes. Allí encontramos la palma Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto
por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia
Grandiflora, cuya flor escarlata tiene una longitud de 16 centímetros”.[39]
Y
más adelante las características del suelo así:
“Como casi toda la cordillera, esta
parte de los Andes es de superficie arcillosa, habiendo formado barrancos de 6
á 7 metros de profundidad los hilos de agua que bajan de la montaña. Por estas
grietas llenas de lodo se anda, no obstante las oscuridades que produce la
espesa vegetación que cubre las aberturas. Los bueyes, bestias de carga que se
usan en estas comarcas, difícilmente pasan por dichas galerías que tienen hasta
2,000 metros de largo, y si se tropieza con ellos por desgracia en el centro de
los barrancos, hay que desandar el camino recorrido ó subirse á los bordes de
la grieta sujetándose á las raíces que del suelo penetran hasta allí”.
Un elemento importante que marcó el
ambiente del camino fue el agua.
Este paso en la montaña podía carecer de
muchas cosas, pero no de agua, agua en los torrenciales aguaceros, agua en ríos
y quebradas, agua en nacimientos, aguas puras, delgadas, salitrosas,
sulfurosas, gaseosas, azufradas, picantes como ají, contaminadas, lodosas,
calientes, heladas, frescas, agua útil, necesaria o agua que molesta, pero
agua, mucha agua en el camino.
Aunque todos los viajeros hacen
referencia al agua, es Boussingault quien continuamente está describiendo este
elemento, lo exalta, lo ve y lo siente continuamente, como se puede apreciar en
las siguientes citas:
“En Ibagué se dispone de víveres en
abundancia y cantidades considerables de agua limpia (…) Con mucho placer volví
a ver la bonita cascada y tomé un baño frío de ácido carbónico para calentarme.
Tomé el desayuno a la orilla del río, donde se sentía el olor de ácido
sulfídrico (…) A las 8 y media estábamos en Aguacaliente (altitud 2.276
metros); la temperatura del agua de la fuente caliente era de 53,3°…”.[40]
“Al llegar al alto sentí una sed
ardiente y mis guías me dijeron que conocían una fuente cerca de allí, pero que
no era posible beber de esa agua por su sabor picante (ácido), es decir, “que
sabía a ají”.[41]
Y así, ese viajero del siglo XIX sigue
probando y examinando las aguas que encuentra a su paso.
“A pesar de lo triste de mi estado,
visité una fuente gaseosa caliente, cerca de San Juan, en la orilla derecha. La
abertura tenía un metro de largo por medio metro de ancho; el agua parecía
hervir, pero al meter allí la mano la temperatura era poco elevada, pues la
agitación del líquido provenía de un fuerte desprendimiento de gas carbónico.
El termómetro se mantenía a 35.6° y encontré que el agua era agradable para
beber, con un sabor ligeramente agrio parecido al de la fuente del alto del
Machín; no se veía la salida del agua pero los cargueros decían que el pozo era
profundo (…) A las 5 de la tarde llegué al torrente de Tochecito, cuya agua me
pareció glacial…”[42]
Y esta otra cita donde aparentemente el
agua escasea porque todo lo que los rodea es lodo, pero encuentran otro recurso
para obtenerla:
“… uno camina entre guaduales expuesto a
las espinas de esas gigantescas gramíneas y en un barro que llega a las
rodillas; en el Camino me refrescaba con el agua que se obtiene de las guaduas,
practicando una abertura por encima de uno de los nudos de la vara; con una
sola punción obtuve ¼ de litro de líquido; agua clara y fresca y como lo
demostró después un análisis, casi pura.” [43]
Así pues, la privilegiada situación geofísica
y la densidad de la selva, hicieron del agua un elemento presente y abundante
en todo el recorrido del Camino del Quindío.
La riqueza de la flora siguió siendo
portentosa, en 1865 M. E. André, vuelve y admira la naturaleza de esta región y
exclama:
“A través de esta vegetación rica en
prodigios, llegamos à la hacienda de las Cruces, donde el inteligente y
emprendedor don Ramón Cárdenas, tenía plantada, à tres mil metros de altura, su
tienda en la cual debía concedernos cariñosa hospitalidad. Llegamos à las cruces el día 8 de marzo à las
cinco de la tarde, sucios, rendidos de cansancio y llenos de harapos (…) La
flora del Quindío, que se ostenta en toda su variedad, me dejó atónito por su
riqueza (…) ¡Qué admirable colección de plantas de hojas ornamentales propias
para agregar a las que han conquistado ya el público a favor en los paseos y
jardines parisienses! Las que más me llamaron la atención por su extraordinario
desarrollo pertenecen a los géneros artanthe, solanum, cecropia, xanthosoma,
ficus, pionandra, boccona, laportea, a las melastomáceas, helechos,
escitanmíneas, etc.”. [44]
Y más adelante en 1892, cuando don
Heliodoro Peña escribe su “Geografía e historia de la Provincia del Quindío”,
para enseñanza de sus alumnos, enumera una infinidad de animales existentes en
la región que no queda más que volverlos a nombrar:
Tapir o danta, ciervo, oso negro, león
común, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de monte,
comadreja, erizo, tigre o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo, tatabro,
zaino, y además los monos uluntos y los átales, pava, paloma, tórtola,
carriquí, chamón, carpintero, guacamayo rabiamarillo, perico, soledad, turpial,
mirla, jilguero, cóndor de los andes, águila, gavilán, cirirí, tijereta,
garrapatero, iguana, culebra coral, equis, cazadora, etc.
En la parte vegetal: arenillo, cedro,
caoba, negro y blanco, laurel, aguacatillo, ciprés, guayacán, nogal, pino,
campeche, y achiote. También se producía otoba, acónito, árnica, ruibarbo,
romero, amapola, cebada, culén, altea, licopodio, acedera, vainilla, quinas etc.”.
[45]
Puede concluirse que el Camino del Quindío,
no solo fue importante por toda la actividad científica que en él se
desarrolló, por la integración que permitió después de La Independencia, entre
el centro y el sur de la nueva república, sino porque posibilitó el desarrollo
económico de esta región, amarrado al impulso de La Colonización, como política
de Estado. También por la apertura de las tierras aledañas a los caminos, que
facilitaron la iniciación de tambos y posadas y el impulso de la creación de
pueblos, como fue la fundación de La Aldea de Nueva Salento, primer poblado
organizado en el Quindío.
ALVARO HERNANDO CAMARGO BONILLA
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[16] HISTORIA DE LA LITERATURA EN NUEVA GRANADA JOSE MARIA VERGARA Y
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[17] Memorias
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[19] Tomado de la revista AÑOS
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[20] Memorias de Jean Baptiste Boussingault
Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual:
2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual
del Banco de la República Creador: Jean
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[21] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm
[22] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué,
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[23] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm
[24]Titulo: Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original:
2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca
Virtual del Banco de la República
[25] Journal residence and travels
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[26] Vida
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[27] ALEXANDER
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[28] VIAJES POR EL INTERIOR DE COLOMBIA CORONEL J. P. HAMILTON
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[30] Memorias
de Jean Baptiste Boussingault Edición
original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
[31] ALEXANDER
VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis
Ángel Arango, Colombia. Pág. 199
[32] ALEXANDER
VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis
Ángel Arango, Colombia. Pág. 199
[33] ALEXANDER
VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis
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[34] COCHRANE, Charles Op. Cit.
[35] Memorias
de Jean Baptiste Boussingault Edición
original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
[36] Memorias
de Jean Baptiste Boussingault Edición
original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
[37] Historia
General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada Autor: Fernández de Piedrahita Editorial Kelly,
1973, Vol. I Cap. VII.
[38] CIEZA DE LEON Pedro. Crónicas del Perú de la Provincia Quimbaya. 1553.
[39] Viaje
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[40] Memorias
de Jean Baptiste Boussingault Edición
original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
[41] Memorias de Jean
Baptiste Boussingault Edición
original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado:
Biblioteca Virtual del Banco de la República
[42] Memorias de Jean Baptiste Boussingault
Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual:
2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual
del Banco de la República
[43] Memorias de Jean Baptiste Boussingault
Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual:
2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual
del Banco de la República
[44] Monografías
de Rufino Gutiérrez. Tomo I Autor: Gutiérrez Rufino Edición
original: Bogotá, Imprenta Nacional. 192
[45] PEÑA, Heliodoro.
Geografía e Historia de la Provincia del Quindío. Popayán, Imprenta
Departamental, 1892. Documento No. 5, p. 115
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