LA ARRIERIA, INSIGNIA DEL DESARROLLO
SOCIOECÓNIMCO QUINDIANO.
Término
que manifiesta un acervo de costumbres, métodos, predicciones y conocimientos
propios en el manejo de recuas de bueyes, mulas, caballos y burros en el transporte
de mercaderías.
Los
arrieros, señores de los caminos, hombres honrados, consecuentes, cordiales,
comerciantes, anduvieron el camino del Quindío y su red de caminos adyacentes,
cargando y trasladando el progreso. Hoy, labor y expresión cultural casi
desaparecida con la llegada de las carreteras y el uso de los automotores.
Es
asunto de protección cultural, rescatar y enseñar la cultura arriera, que
cimentó el chispazo de nuestra Quindianidad.
Fueron
las recuas de mulas, bueyes, asnos y caballos, amarrados uno tras otro,
cargados con corotos chécheres, mercancías, herramientas, avíos y provisiones, que
abriendo paso por trochas y caminos, cruzando valles, vadeando ríos, rondando
nevados, serpenteando recovecos polvorientos, en las temporadas secas, y
tragadales escabrosos, en las épocas de lluvia, enfrentado animales feroces,
mansos o traviesos, duendes y apariciones fantasmales, arriando y avivando la
recua, marchaban rudos arrieros, caporales y sangueros, a tierras desconocidas.
Acicalaban
su hombría, con sombrero de paja o de fieltro (según el clima), raboegallo,
camisa y pantalón de dril, mulera, poncho, ruana, tapapinche o paruma
(confeccionada con tela de lona, generalmente de color blanco y con ribetes
negros lineales en cuero y flecos), guarniel, cinturón arriero, machete o peinilla,
zurriago y alpargatas de cabuya..
El caporal a cargo
de toda la parafernalia del viaje (asistencia de los arrieros y recuas de mulas
y bueyes, cargas y mercaderías), erigirá el sitio para la ranchería, tambo o
fonda, espacio de albergue (toldar), donde antes de que cayera la noche, se
libaba “tapetusa” de contrabando, producido en alambiques ocultos en los
matorrales, y para alegrar y simular sus penurias, con sus tiples entonaban
canciones en reminiscencia de sus enamoradas. Estos lugares, con el correr del
tiempo, y gracias a la actividad arriera, fueron área procedente de la
fundación de pueblos de en la “Hoya del Quindío”.
La actividad
arriería, además empujar el progreso socioeconómico del territorio, condujo
huestes de viandantes de diferente condición social y económica (dignatarios
oficiales, científicos, comerciantes guaqueros, mineros, curas, militares,
científicos, colonos, buhoneros, vagos, presidiarios y aventureros), que se
posaron en el territorio, desde la mitad del siglo XIX, y aún, hasta las
primeras décadas del XX.
Hoy, la arriera,
valioso legado, debe hacer parte del patrimonio e identidad Quindiana, al igual
que la colección y/o tesoro Quimbaya, el camino del Quindío, la palma de cera,
la arquitectura de las colonizaciones, la cestería, el café, el escudo y la
bandera. Es ineludible que la institucionalidad y generaciones presentes,
procuren darle el sitial e importancia que se merece, por su aporte al
desarrollo del territorio y la cimentación de la identidad Quindiana.
Álvaro Hernando
Camargo Bonilla.
Vigía del
Patrimonio.
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