EL FORD TRES PATADAS, MODELO 1924
PRIMER CARRO DE FILANDIA QUINDIO.
Corría el año 1928, cuando Toto Naranjo,
coronel de la guerra de los Mil Días, en asocio de su hijo Delio, hombre ladino
alegre, combativo, fullero, astuto, displicente y ducho en los negocios,
plasmaron una historia inolvidable. Llevaron el primer carro, un “Ford tres
patadas”, aparato desconocido y novedoso para la época en Filandia.
En consecuencia Toto vendió su casa en
$300, pesos, con e dinero de la transacción y otros ahorros, viajó a Pereira
con el propósito de comprar un carro y llevarlo a Filandia a modo de suceso de
otro mundo. Pensaba que el negocio del carro lo haría millonario y que en
cuestión de meses saldaría la fortuna invertida con creces.
Hecha la compra pensaron el modo de
trasladarlo a Filandia, resolvieron desarmarlo (chasis, motor, gasolina y demás
accesorios), labor en la que les ocupó ocho días. Sus partes y demás elementos
fueron transportados a lomo de mula hasta Filandia por el pésimo camino de
Cestillal.
Negociantes y artilugio llegaron a
Filandia por los remates del camino del Cestillal, ingresaron por la calle de
las “bequeritas” del barrio el Recreo, pasaron luego por la casa de
“culibajito”, el parque viejo, la calle empedrada del “El Pensil”, para
alcanzar la plaza principal.
La llegada del carro a Filandia se
constituyó en un acontecimiento sorprendente, asombroso y extraordinario, algo
semejante a la llegada de un obispo. Todos los parroquianos corrían atónitos,
querían tocar el carro, se escuchaban vivas y hasta las campanas del pueblo
doblaron de júbilo por la arribo del novísimo artilugio.
Otros ocho días emplearían en volver a
armar y poner en funcionamiento su singular novedad mecánica. La intención,
inaugurarlo el domingo, día de mercado, tiempo en que la plaza se atiborraba de
parroquianos que acudían de todos los confines de Filandia.
LA PRIMERA “PICHONA”
Toto Naranjo, como jefe conservador del
pueblo escogió el color del carro: azul celeste, no podía tener ninguna traza
roja, porque ese color era del diablo y podría contrariar la tradición
conservadora de Filandia. Su hijo Delio, conductor del vehículo, imaginaba que
el aviador norteamericano Lindbergh tenía niguas, comparado con la presencia de
tan fenomenal carro en Filandia. Sentimiento que le hacia accionar una y otra
vez la bocina para que sonara… Fla…Fla…Fla. Muchas niñas querían tocar a
Naranjo para percatarse que no era un ser sobrenatural llegado de las galaxias
sino un ser natural de carne y hueso como cualquier parroquiano.
El carro estaba parqueado en la plaza
principal frente a la casa de “Manforro”, estaba repleta de gente que corría en
todas la direcciones. Al fin un parroquiano le dio manivela para prender el
motor, maniobra que dejo escuchar un tremendo ruido en su encendido, pues el
vehículo carecía de tubo de escape o silenciador.
La primera “pichona” en el carro fue
para las autoridades civiles y eclesiásticas del pueblo. El cura Francisco de
Pulula Montoya, ataviado con su sombrero de teja e impecable sotana y Cosme
Martínez, rancio alcalde, no obstante un poco temerosos fueron los primeros en
montar. Delio manejaba el vehículo y hacia sonar la claxon, una corneta
que se accionaba por medio de una pera de caucho, como la que usaban los pitos
de las bicicletas, que sonaba: …Fla…Fla…Fla. Seguidamente el turno fue para las
damas de alta alcurnia de la sociedad, las hermanas Hurtado y la señorita
Teresita Patiño, quienes en gratitud entregaron un ramo de flores, el que fue
colocado en el capo del carro, motivo que valió la primera fotografía de aquel
acto histórico.
La inversión del aparato fue superada
rápidamente por motivo del sinnúmero de servicios prestados (“pichonas”,
matrimonios, etc.), pero tal éxito despertó la envidia, que motivó la
persecución en cabeza de los fanáticos, alcalde y cura del pueblo, quienes los
citaron al despacho del alcalde Cosme y le notificaron que no podía
seguir operando el carro los domingos y demás fiestas religiosas de
guarda porque esto constituía pecado mortal.
Naranjo hizo caso omiso al mandato del
alcalde y siguió operando su vehículo. Un parroquiano le solicito el servicio
de una “Pichona”, y vio que el alcalde Cosme, iracundo con su bastón en alto y
montado en un caballo trataba de atajar el carro y vociferaba: pare…pare… pare…
usted se esta burlando de la autoridad. Mas atrás venia el policía Toño “calón”
que guardaba a Cosme. Naranjo aceleró el carro que rugió vigorosamente y con el
guardafangos delantero le dio un topón al caballo de Cosme quien cayó al
suelo. Continuo su marcha a toda maquina, en la plaza, descargo a los pasajeros
y como alma que lleva el diablo, corrió a su casa emplazada en la antigua
plaza de ferias, frente a la trilladora del señor Rafael Jenaro Mejía. Allí
parqueo el carro con el motor en marcha y acelerado. Naranjo y se subió
al segundo piso de su casa y en la ventana veía como corría la policía para
capturarlo.
Cosme movilizo toda la fuerza policial,
“Calón” y otros notaban guardia en la esquina de la plaza de ferias,
permanecían pasmados, ninguno trató de avanzar, Cosme los increpaba fuertemente
por su cobardía y estos les contestaron: “señor alcalde, siga usted adelante
que es la autoridad, nosotros le guardamos la espalda por si algo pasa”. -no
señor, son ustedes como agentes de policía los que tienen que llegar hasta el
sacrificio para hacer cumplir las leyes y las órdenes de la autoridad, - dijo
el viejo Cosme -.
Naranjo estaba muerto de risa en el
balcón de su casa viendo a esos mentecatos montañeros que comentaban que
ese aparato se les podía venir encima y los mataría. Cosme opto por
regresar a su despacho mas cojo que antes. “Toto”, el padre de Delio
Naranjo había arreglado el caso con Cosme y le comunicó a su hijo que
podía bajar tranquilo a apagar el carro. Al otro día se presentó a la Alcaldía,
donde le fue aplicada una multa de treinta centavos y la conminatoria de
que si volvía a desobedecer la autoridad lo condenaría a seis meses de cárcel y
le enviaría al presidio de Cartago.
Toto como jefe conservador y militar de
la guerra civil de los Mil Días, inicio contra Cosme una tremenda persecución
que llego hasta la Gobernación de Manizales, con el propósito de que le
llamaran la atención al alcalde y ponerle coto a estas draconianas
órdenes, pero fueron infructuosas sus intenciones.
Contexto que hizo que el vehículo fuera
trasladado a Quimbaya que ya era un caserío muy agradable y tenía movida
comercial. En una parihuela de dos gruesas guaduas sobre el lomo de cuatro
mulas pusieron el carro, y con la ayuda de seis peones quienes con regatones y
palas marcharon adelante abriendo camino para las mulas con su ingeniosa carga,
que luego de pasar por el punto “Las delgaditas”, continuó su marcha hasta la
“Soledad”, para luego entrar triunfantes a Quimbaya donde por algún tiempo fue
novedad. Una vez pasado el asombro el negocio de las “pichonas” ya no fue rentable,
y lo regresaron de nuevo a Filandia
cuando ya se había calmado la fama del invento.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Vigía del Patrimonio, Miembro de la Academia de Historia del Quindío.
Fuente: HISTORIA HUMOR FILANDIA 1984. Gustavo Ocampo Chica. Edit. Quingraficas.
Armenia Quindio.1984.
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