jueves, 27 de septiembre de 2018

TRAVESÍA POR EL CAMINO DEL QUINDIO DE EDOUARD ANDRE EN 1876


TRAVESÍA POR EL CAMINO DEL QUINDIO DE EDOUARD ANDRE EN 1876

André viajó en nuestro país a fines del siglo XIX, comisionado por el gobierno francés en una misión especial por la América Equinoxial.

Consideraciones geográficas de su paso por Salento, Boquía, las Pavas, Novilleros.



La descripción pictórica de campiñas, poblaciones, caminos y demás escenas de su viaje, estuvo a cargo del afamado dibujante Riou, entre otros.[1]
Ruta del viaje de M Ed André en mapa de América 1875 1876 equinoxial l del Boquerón del quindio Colombia buga cauca dosmapa paso del Quindio cartago Salento.

De su relato se coligen aspectos puntuales y relacionados con geografía humana y del paisaje a finales del siglo XIX de Salento y Filandia.  
André Inició su travesía por el paso del Quindío, desde Ibagué a Cartago, el 6 de marzo de 1876, con la intención de hacer observaciones sobre lo descrito por los viajeros antecesores Humboldt y Boussingault.   Lo conducían dos asistentes, un baquiano, y  el arriero Manuel Gómez, junto a  seis mulas y dos bueyes de carga, lo acompañaron  desde Ibagué, hasta Salento
“Hacienda las Cruces”

Al terminar el día 8 de marzo, se detuvo en la hacienda de "Las Cruces", se hospedó, en el lugar, elogió a su propietario, don Ramón Cárdenas, quien concluía sus labores de campo, y departía con sus labriegos en el corredor de la cabaña. 


Cárdenas, avezado colono, cazador y colector de pieles de jaguar, osos, pumas, y otras fieras, que exhibía en las paredes de su morada como trofeos de sus hazañas de caza, le detalló a André, lo relacionado con los cultivos agrícolas y el modo de la faena de cacería del jaguar, en las ronda de la quebrada Pajarito, aledaña a la cabaña.


André describe a Cárdenas, de mediana estatura, cuerpo fornido, frente espaciosa, ojos negros y penetrantes, pies calzados con alpargatas, poncho colgando en sus hombros, y sombrero sobre su cabeza, tirado hacia atrás. Atribuyéndole  a Cárdenas, como persona de resolución, audacia y energía.
Cacería del jaguar

derriba de palmas de cera enel camino del quindio  "Las Cruces"

En “Las Cruces, desarrolló exploraciones y acopió muestras florísticas. Hizo derribar palmas de cera, de las que detalló: hojas, flores y frutos y calculó su estípite, el cual presento sesenta metros de longitud, y un diámetro de metro y veinticuatro centímetros en su base, y de setenta y cinco centímetros, en su pináculo; definió las fibras del tallo, de color negro, tan finas y duras como hilos de acero bruñido.
Recolección de la cera 

Apuntó dos métodos de cosechar la cera de palma. Uno, consistente en derribar las palmas y raspar su cera de tallo. Otro, más racional, fundamentado en trepar a las palmas y raspar la cera.  De cada palma se obtenían de ocho a diez kilogramos de cera, y en el transcurso de un mes, un operario podía recolectar de ocho a diez arrobas en un mes, que se vendía en Ibagué.
Antes de continuar su camino, embalo varias cajas que contenían muestras de flora, y las despachó a  Guataquí y Honda, con objeto de remitirlos desde allí a Europa.
De “Las Cruces” al Boquerón del Páramo.

Cortejado por un paisaje tachonado de esbeltos palmares de ceroxylon, en el que sus estípites semejaban soberbias columnas de marfil, que mecían graciosamente sus penachos verdes claros, semejando en lontananza hilos de plata serpenteando sobre los cerros, caminó por las cabañas de Gallego, Galleguito, la Ceja y la Cejita, paraje que le permitió la examen de bellas especies florísticas, exaltando las gunneráceas, orquídeas (la Caucaea nubigena, que ostentaba su labelo purpúreo y punteado), bromeliáceas, epifitas, entre otras.
En el punto culminante del paso de Quindío, a tres mil cuatrocientos ochenta y cinco metros de altura, escudriñó el bosque de niebla, paisaje de soberbia belleza, que ofrecía la nublada fronda rechoncha y encorvada, acompasada por los fuertes vientos.  

Arribo a Salento

Una misa en las montañas del Quindio Salento camino del quindio

Al declinar el sol, prosiguió su marcha. Del Boquerón del Páramo, pasó por la cabaña de Barsinal, abrumado por la menuda y constante lluvia que le dificultó sus observaciones, alcanzando a Salento a las nueve de la noche, cuando todos los lugareños dormían, menos los fieros perros, que al arribar lo agredieron, por lo que apeló al uso del machete para defenderse de los canes. Un azarado lugareño asomó su cabeza por el postigo de la ventana de su vivienda, curioseó y caviló que era un loco yendo por el mundo a tales horas de la noche. Hambriento, derrengado y calado de frio, le inquirió al parroquiano, asegurando que no eran locos, y le pidió le ubicara la posada del señor Liborio Arango, a lo que respondió que se situaba en el extremo derecho de la plaza.
Observaciones en Salento
Carta de recomendación de Ramón Cárdenas, enteró a don Liborio de la calidad del caminante. Desarrugó el ceño de apacible durmiente y los recibió calurosamente. La esposa de don Liborio se levantó, reavivo la lumbre del hogar, y preparo la cena, lucida con una aderezada y sabrosísima tortilla, acompañada de papas asadas al rescoldo, pan de trigo, y una buena taza de chocolate. Banquete dispuesto en platos de porcelana, cucharas y tenedores de estaño bien presentados, lienzo crudo a manera de servilletas, y copas de cristal llenas de agua trasparente.
Culminada la cena, proveyeron la posada. Habitación de piso enladrillado, muebles ordenados, cama con toldillo, mesas, bancos y escaños confortables de madera bien cepillada. Todo daba una apariencia de aseo y confort, contexto que revelaba un estado de civilización absolutamente distinto del que había observado hasta entonces. Durmió sobre excelente colchón y entre verdaderas sábanas, hasta el día siguiente. 
La bordadora de Salento
Los propietarios de la posada, a falta de hijos, habían adoptado a una linda muchacha, la cual bordaba en un tambor, y gracias a ella, vio este trabajo por primera vez.
Al día siguiente, domingo, una vez pagó los guías y fletes de las cabalgaduras, se dedicó a las  observaciones en Salento. Visitó al cura párroco, quien le dio informaciones interesantes, como lo relacionado con la recientemente fundación de Salento. Hacía solo doce años que llevaba el nombre Salento, pues antes se llamaba Boquía, y el número de habitantes urbanos no superaba doscientos. La jurisdicción del Distrito, contaba con unos dos mil habitantes, dispersados en millares de hectáreas de terreno, que vivían del producto de la cría de ganados, cosechaban trigo y maíz, productos que se vendían en el Cauca o se consumían localmente. El rio Boquía, que pasa por la parte baja de la Salento, le imprimía movimiento a un molino. El cura le informó sobre la construcción de la iglesia, construida por los años de 1850. Edificación, única en su género, pues desde la base a la techumbre estaba hecha en madera de Ceroxylon andicola.  Ese domingo celebraban la misa, y como el templo no podía contener a todos los feligreses, estos permanecían en la plaza, y al llegar la consagración de la ceremonia, todos callaron y se arrodillaron, apartaron los sombreros de sus cabezas y con el último campanillazo, se levantaron y reanudaron el interrumpido coloquio.
Tres días permaneció en Salento, durante los cuales coleccionó, dibujó, escribió, y embaló más muestras naturales para remitirá Europa.
Continuación de su viaje: referencia de la cuchilla de los Novilleros. Hoy Filandia.

El día 13 de marzo, a las diez de la mañana, se puso en marcha, descendió hacia el río Quindío, franqueó el río y empezó de nuevo el ascenso, y en medio de una espantosa borrasca que dejó rezagado el resto de la caravana, llegó a un rancho mencionado “Novilleros”, donde pernocto. Atrás había dejado otras cabañas apenas divisadas, conocidas con el nombre del Roble y Portachuelo. En la colina de “Novilleros” cuenta que sus únicos habitantes eran una mujer sorda y un niño, que al pedirles cobijo se azoraron; pero luego hicieron cuanto estuvo de su parte y le prepararon un humilde alimento. En este lugar, ordenó lo recolectado durante el día, guindó su hamaca de unos postes y pasó la noche.


[1] Trabajo publicado en la obra AMERICA PINTORESCA. 1884

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