ESTAMPA DEL PAISAJE CULTURAL CAFETERO: PASO DE LOS AGUADEÑOS
Sobre
el viejo camino que de la “Plancha”, hoy Circasia, conducía a Filandia, se
encuentran agraciados y maravillosos parajes cafeteros colocadas en los altozanos
y laderas del cañón del río Roble, quebradas Cajones, la Coca y Portachuelo;
riachuelos que adornan el ambiente con sus cascadas y raudales de límpidas
aguas que discurren por entre frondosos relictos de selva húmeda andina, donde
anida una delicada diversidad de árboles, aves y pequeños mamíferos.
Paso
“arriero” y de a pie, que remataba en una fonda caminera conocida con nombre: “Los
Aguadeños”, dispuesta en el cruce de caminos de la Española, en los limites
tripartitas de Filandia, Quimbaya y Montenegro; donde actualmente se ubica una estación de gasoducto que va
para Quimbaya, en la vereda el Vigilante del Municipio de Filandia. A la par, conducía a otra fonda, denominada: “Paraguay”, situada
a la orilla del camino que llevaba a Montenegro. El nombre de “Aguadeños”, se
debe a que los primeros dueños fueron unos colonos que llegaron de Aguadas.
Histórico
paso del río Roble que se franqueaba por un hermosísimo y antiguo puente de
herradura, también denominado: puente de los “Aguadeños”. Puente construido con
vigas de barcinos, robles y laureles y techado con astillas de las maderas
citadas; por donde vadeaban arrieros y viandantes con sus recuas, organizadas
por doce a quince animales que transportaban productos y avituallamientos para
proveer los mercados de las localidades recién fundadas; también viajaban a mercar, a tomar trago. El puente
de los “Aguadeños” que existe hoy, está construido en concreto y se sitúa aguas
abajo del antiguo puente de arriería.
En
el entorno de este maravilloso paso histórico, se relatan mitos y leyendas que refieren la existencia de tesoros
derivados de guacas indígenas y entierros de valiosos tesoros. La ficción
alude la existencia un inestimable entierro
situado en el peñasco que limita en el margen derecho del antiguo paso,
inmediato al río, narra el cuento, que todos los Viernes Santos se abre un
portillo en la peña, en el que se despliega un fulgor dorado como el color del
oro, que disfrutan los ávidos y ambiciosos guaqueros a vagabundear por el
lugar en busca del tesoro contenido en la gran peñón. Hasta ahora han sido infructuosas
las búsquedas del entierro, pues, se
trata de una sepultura “encantada” de los aborígenes Quimbaya, por tanto no se
ha encontrado, por que cambia de espacio en cada intentona de exploración.
El
referido entorno traslapa otras representaciones del patrimonio histórico
Quindiano: “La Pilastra”, “La casa museo Cipriano Echeverri”, el “Cementerio
Libre, La fonda “Barcelona Alta”, en la vereda del mismo nombre, la “Guaca de
Fachadas”, la “Trampa del Tigre” y la legendaria fonda “Granada”; todos ellos,
se han ido borrando del imaginario de las nuevas generaciones de
Quindianos, con la complacencia y
complicidad institucional, por no darles
el sitial correspondiente en la historia local, o lo que los nuevos
gurús históricos denominan: “microhistoria”.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
Vigía
del Patrimonio del Quindío, miembro de la Academia de Historia del Quindío.
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