Hace doscientos veinte años el camino
del Quindío fue anfitrión de un memorable acontecimiento histórico: el 4 de
octubre de 1801 los científicos alemanes Alexander Von Humboldt y
Bonpland hicieron transito por el paso del Quindío, rumbo a Popayán.
Con doce bueyes cargados con sus
instrumentos, pertenencias, colecciones científicas, viandas, petacas e
instrumentos científicos, transitaron camellones llenos de tragadales,
precipicios y desfiladeros bajo el incesante acecho de fieras, torrenciales
aguaceros, relámpagos y truenos
retumbantes. Peligros todos estos compensados por climas dulces y templados, agraciadísimos y gratificantes paisajes, y de
prodiga biodiversidad con especies como la palma de cera y la Mutisia grandiflora.
Las jornadas de viaje empezaban con
el alba (a más tardar a las 8 de la mañana) y concluían entre tres
y cuatro de la tarde. Había que llegar temprano al desmonte por miedo de
que les sorprendiera una terrible tempestad, o la aterradora oscuridad en medio
de tan espesa selva. Llegaban al contadero donde los peones armaban el rancho
de vara en tierra, utilizando palos atados
con bejucos que resguardaban con
hojas de bijao, techumbre resistente
a los fuertes aguaceros, según una antigua técnica aprendida de los indígenas.
Después de trepar la cuesta
oriental dejan atrás tambos como los denominados el Moral, las quebrada Azufral
y Aguas Calientes, Toche, Alto de Tres Cruces, la Ceja, Gallegos, Volcancitos y
la Garita del páramo en seguida, emprendieron la bajada del costado
occidental, pasando por río Quindío en Boquía, alto del Roble, Portachuelo,
Buenavista, la Balsa, Piedras de Moler y finalmente Cartago.[1]
Por
recomendación de Mutis —quien despachara desde Santa Fe un “chasqui”[2] a Ibagué
con la encomienda de que los científicos acopiaran unas muestras de
minerales de cinabrio[3], que en su
herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío—, los científicos
en mención acamparon por espacio de cuatro días en el hermoso valle de
Boquía.
En uno
de estos ranchos construido con dos horquetas clavadas en tierra, a
la altura de un hombre y un palo atravesado trenzados con bejucos y cubiertos
con hojas bijao que cargaban los peones enrolladas como pliegos de papel junto
con las petacas y baúles, fue nuestra cabaña. Un poco más ancha que el
tamaño de un hombre y tan larga que pudiera ser ocupada por seis personas para
dormir, quedaba muy bien cubierta con veinte hojas. En una de
estas rancherías se
instaló Humboldt y Bonpland el 3 de
octubre y desde allí realizaron exploraciones en Boquía y Portachuelo,
describiendo la contextura del suelo y buscando las fuentes de cinabrio. En su
corta expedición Humboldt recogió mariposas entre Boquía y Portachuelo, las
cuales cedió después a la Sociedad Linneana de Londres. Humboldt se maravilló
por la frescura y pureza del agua de las fuentes aledañas al camino. Los
viajeros le atribuían propiedades curativas
Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
Licenciado en Ciencias Sociales
Universidad del Quindío.
Especialista en Docencia,Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío
[1] Humboldt, Alejando de. (1800). Alexander Von Humboldt
en Colombia. Extractos de sus diarios. Academia Colombiana de Ciencias
Exactas Físicas y Naturales. BOGOTÁ, 1982, p. 187-234.
Hace doscientos veinte años el camino
del Quindío fue anfitrión de un memorable acontecimiento histórico: el 4 de
octubre de 1801 los científicos alemanes Alexander Von Humboldt y
Bonpland hicieron transito por el paso del Quindío, rumbo a Popayán.
Con doce bueyes cargados con sus
instrumentos, pertenencias, colecciones científicas, viandas, petacas e
instrumentos científicos, transitaron camellones llenos de tragadales,
precipicios y desfiladeros bajo el incesante acecho de fieras, torrenciales
aguaceros, relámpagos y truenos
retumbantes. Peligros todos estos compensados por climas dulces y templados, agraciadísimos y gratificantes paisajes, y de
prodiga biodiversidad con especies como la palma de cera y la Mutisia grandiflora.
Las jornadas de viaje empezaban con
el alba (a más tardar a las 8 de la mañana) y concluían entre tres
y cuatro de la tarde. Había que llegar temprano al desmonte por miedo de
que les sorprendiera una terrible tempestad, o la aterradora oscuridad en medio
de tan espesa selva. Llegaban al contadero donde los peones armaban el rancho
de vara en tierra, utilizando palos atados
con bejucos que resguardaban con
hojas de bijao, techumbre resistente
a los fuertes aguaceros, según una antigua técnica aprendida de los indígenas.
Después de trepar la cuesta
oriental dejan atrás tambos como los denominados el Moral, las quebrada Azufral
y Aguas Calientes, Toche, Alto de Tres Cruces, la Ceja, Gallegos, Volcancitos y
la Garita del páramo en seguida, emprendieron la bajada del costado
occidental, pasando por río Quindío en Boquía, alto del Roble, Portachuelo,
Buenavista, la Balsa, Piedras de Moler y finalmente Cartago.[1]
Por
recomendación de Mutis —quien despachara desde Santa Fe un “chasqui”[2] a Ibagué
con la encomienda de que los científicos acopiaran unas muestras de
minerales de cinabrio[3], que en su
herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío—, los científicos
en mención acamparon por espacio de cuatro días en el hermoso valle de
Boquía.
En uno
de estos ranchos construido con dos horquetas clavadas en tierra, a
la altura de un hombre y un palo atravesado trenzados con bejucos y cubiertos
con hojas bijao que cargaban los peones enrolladas como pliegos de papel junto
con las petacas y baúles, fue nuestra cabaña. Un poco más ancha que el
tamaño de un hombre y tan larga que pudiera ser ocupada por seis personas para
dormir, quedaba muy bien cubierta con veinte hojas. En una de
estas rancherías se
instaló Humboldt y Bonpland el 3 de
octubre y desde allí realizaron exploraciones en Boquía y Portachuelo,
describiendo la contextura del suelo y buscando las fuentes de cinabrio. En su
corta expedición Humboldt recogió mariposas entre Boquía y Portachuelo, las
cuales cedió después a la Sociedad Linneana de Londres. Humboldt se maravilló
por la frescura y pureza del agua de las fuentes aledañas al camino. Los
viajeros le atribuían propiedades curativas
Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
Licenciado en Ciencias Sociales
Universidad del Quindío.
Especialista en Docencia,Miembro de Número de la Academia de Historia del Quindío
[1] Humboldt, Alejando de. (1800). Alexander Von Humboldt
en Colombia. Extractos de sus diarios. Academia Colombiana de Ciencias
Exactas Físicas y Naturales. BOGOTÁ, 1982, p. 187-234.
2 comentarios:
¡Que interesante!Buen comienzo profesor Camargo. Una sugerencia: en un anexo deberían estar los textos originales de Humboltd donde se refiere al Quindío.
¡Siga adelante!
Claro que si
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