Ninguna vez la caficultura,
que fuera renglón bandera de la economía Colombiana y soporte económico
nacional, había estado en una situación tan grave como la que atraviesa
actualmente.
Situación que se intuye en los verdaderos protagonistas, los cafeteros rasos,
en su precaria apropiación y valoración
del paisaje cultural cafetero, basada en la incredulidad y desconcierto, ante
el desvanecimiento de su pasado pletórico de riqueza y prosperidad.
La crisis cafetera originada por la rotura del pacto internacional del
café, sumado la aparición de enfermedades fitosanitarias en los cultivos,
empezaron a hacer del café un cultivo poco rentable. Sus habitantes se vieron
obligados a buscar otras fuentes de empleo en los centros urbanos vecinos y
emigrando a países como EE UU España,
entre otros.
Ante la crisis y ausencia de programas que garanticen la estabilidad de la
comunidad cafetera, la caficultura se
esta extinguiendo. No hay café y el que existe está en condiciones
lamentables, muchos cafeteros abandonaron sus predios, otros optaron por otro
tipo de actividades.
El Café ya no es el trascendental
reglón de la economía, no estampa un porcentaje significativo en el producto interno
Colombiano. La política económica actual del país, está dirigida con todo su
arresto al fortalecimiento de actividades extractiva y a la exportación de recursos naturales no
renovables, Estableciendo antagonismo entre la Actividad minera-energética y el
Paisaje Cultural Cafetero.
Las unidades
agrarias cafeteras caracterizadas por el minifundio (el 95% son menores a 5
hectáreas), han venido exhibiendo un cambio en su paisaje. Se evidencia el incremento de la ganadería extensiva y auge de parcelación de las fincas, que se
cambian por pomposas estancias donde
llega a habitar una población totalmente improcedente de la cultura cafetera.
El relevo
generacional esta desapareciendo, no hay
motivación y estímulos para que los jóvenes permanezcan trabajando en el campo.
La mayoría tiende a buscar oportunidades de estudio o laborales que no se
relacionan con la práctica cafetera. Desmotivados por el bajo nivel económico y
pobreza en sus hogares, a pesar de que sus familias hayan dedicado toda su vida
a esa actividad, no ven atrayente consagrarse a esta.
El desvanecimiento paulatino de la caficultura causada por baja
rentabilidad económica, da como resultado: la desintegración e insostenibilidad
del núcleo familiar, la pérdida de identidad cultural (historia y costumbres cafeteras), desaparición
del patrimonio arquitectónico (el bahareque) tanto en la
zona urbana y rural, inseguridad alimentaria ante la desaparición de los
cultivos asociados al café (maíz, hortalizas, yuca, plátano, frijol, frutales),
cambio de la actividad productiva (potrerizaciòn y urbanización) ajena a la
tradición cafetera .
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