viernes, 8 de noviembre de 2024

ATACARON LOS PIJAOS A IBAGUÉ

 

LA NOCHE DEL MIÉRCOLES 19 DE JULIO DE 1606, ATACARON LOS PIJAOS A IBAGUÉ.



Los denominados Pijaos ubicados en las cabeceras del río Namay y los ríos Barragán y Quindío, en la vertiente Occidental de la Sierra Nevada del Quindío; el 19 de julio de 1606, más de mil indígenas comandados por los caciques Calarcá y Belara, sitiaron y atacaron a Ibagué, quemándola, dando muerte a los españoles y llevándose presos a mujeres blancas con sus hijos, saquearon las casas, y hasta se llevaron las campanas de la iglesia.

AUGURIOS DEL ASALTO.

Una indígena al servicio de españoles, prisionera de los Pijaos se escapó, y dio aviso de la intención de los indígenas de atacar a Ibagué. Al mismo tiempo, unos negros que laboraban en unas minas de oro, quienes temerosos huyeron despavoridos en la noche, dieron aviso de haber encontrado el rastro de muchos indios que se hallaban emboscados en una loma cubierta de espesa y enmarañada vegetación, a una distancia aproximada de un cuarto de legua de la población.

El principal presagio de la desgracia, fue el desplome de la capilla de la iglesia, hecho precedido por un enorme enjambre de mariposas amarillas que revoloteaban por encima del templo. Adicional, una mujer española que se confesaba con el cura Vicente Valenzuela, a quien le manifestaba sentirse triste y melancólica, y que le parecía tenía ya a cuestas a la muerte.  Justamente, fue la primera persona que murió en el ataque, junto a dos indias de su servicio.

 

EL ASALTO.

A la cinco de la tarde, con tiempo seco y sin amenaza de lluvia, estando el cielo sereno, retumbó un terrible trueno al Occidente, dirección por donde entraron los indios, estruendo que causó temor en todos los vecinos, y seguido, al compás de fotutos y trompetillas, los indígenas empezaron a ingresar por las calles de Ibagué.

El capitán Gaspar Rodríguez de Olmo, no había podido conciliar el sueño, y a la luz de las velas se hallaba preocupado y vigilante en su casa. Al sentir el ensordecedor estruendoso tropel de los indígenas que marchaban silbando sus fotutos caracoles, ordeno a una indígena de su servicio que se asomará a la ventana y se percatará, y avisará de dónde provenía tal estruendo. La mujer espantada al observar la gran muchedumbre que se aproximaba, presurosa atrancó las ventanas, y con voz consumida y melancólica expresó a su dueño que los Pijaos ya estaban por todas las calles del villorrio.

El capitán enterado del suceso rápidamente comenzó a disparar su arcabuz a la multitud de los salvajes, de prisa recargaba y volvía a disparar una y otra vez, desde todas las ventanas y puerta de su casa, logrando matar algunos indígenas, pero como eran tantos, no les hizo mayor daño. Viendo el peligro, envió a su mujer y familia a la huerta de la casa, quedándose él solo haciéndoles frente a los bárbaros, sin dejarles ganar tierra en la calle, y viendo que los indios entraban por la puerta, acudió con presteza a socorrer a su mujer y familia enviándole a esconderse en el patio. En seguida, los salvajes interrumpieron en sus aposentos, quienes riéndose lo atravesaron con sus lanzas, quedando inerte en el piso bañado en un charco de su propia sangre, al pie de la ventana desde donde disparaba su arcabuz. Defendió su casa con tan valerosos bríos que parecía que había revivido en él el Cid campeador. Seguidamente, los indios entraban a todas las casas, mataron con crueldad mujeres y niños, llevándose algunas doncellas y niños vivos, y por último le prendieron fuego a todo el poblado, quedando todo convertido en cenizas.

La población estaba alborotada, el cura corrió con presteza a proteger el Santísimo Sacramento, y el convento Santo Domingo. Luego salió con intención de ayudar en la defensa de la plaza. Al salir, encontró en la puerta una gran muchedumbre de mujeres semidesnudas y desgreñadas, tal como se había levantado de sus camas, igual, en la mitad de la plaza, otra multitud en la misma situación, y sin el amparo de un solo hombre, corrían a guarecerse en la iglesia, algunas cargando sus niños, y gritando súplicas al cielo, derramando copiosas lágrimas, podían socorro en tan infausto suceso.

Un vecino llamado Juan de Leuro, desde el balcón de su casa ubicada en la plaza, salió valerosamente con una escopeta, disparando al tumulto entre la obscuridad de la noche, acción que retardó un poco la entrada de los bárbaros a la plaza, y avisado que los indígenas se estaban entrando por los cercos de los patios, al no poder entrar por las puertas, Leuro acudió a ese lugar, encontrando en el camino al sacristán que venía defendiendo a siete u ocho mujeres que se habían escapado de manos de los bárbaros, y que venían a encomendarse a la Virgen Santísima de la Concepción, y detrás venían persiguiéndolas los indígenas, que ahuyentó el Juan de Leuro con otros dos o tres soldados que ya se le habían juntado con escopetas.

La algarabía en la plaza, parecía ser el día de juicio final, se escuchaban por todas partes voces, gritos y gemidos de niños, mujeres y hombres, mezclados con los silbidos de caracoles y trompetillas de los salvajes, quienes, con furia prendían fuego a cuanto encontraban en su camino. Los torbellinos de llamaradas remolineaban al vaivén del viento, y sus chispas como centellas saltaban a los techos de las casas pajizas, prendiéndolas y haciendo todo ceniza, al punto de que el humo turbaba la visión y hacia los ojos llorosos, y los gritos intolerables generaron confusión y temor, llevando a pensaban que el final de su vida había llegado, por lo que a gritos pedían el sacramento de la confesión.

Los religiosos del convento de Santo Domingo, desampararon el claustro, marcharon a la plaza a buscar socorro, donde también estaba el cura, amparados por Gaspar Rodríguez, con cinco o seis soldados armados con sus escopetas amparaban su familia y la gente que se congregaba en la plaza.

El ataque duro toda la noche, y al despuntar el alba, paulatinamente se fueron retirando los bárbaros por las dos calles dispuestas en el pueblo, marchando a las afueras de la villa, contrariados por no haber podido dejarla todo convertido en pavesa. Los sobrevivientes resistieron y daban gracias al cielo, porque la divina providencia los había salvado de la muerte.

No obstante, por si volvían los salvajes, se recogió toda la ciudad, hombres y mujeres, en la casa de Alonso Ruiz, que asumieron como la más propicia, para atrincherasen con sus escopetas, hasta que aclaró el alba, y salieron a ver el estrago del incendio y la cantidad de muertos ocasionaos en el ataque, panorama que fue lastimoso, pues habían quemado más de sesenta casas, y las que habían escapado de fuego quedaron inservibles, hechas pedazos sus puertas y ventanas, totalmente saqueadas de cuanto en ellas había, pues lo intempestivo del asalto no dio tiempo de a poner a salvo nada del menaje y cuanto en ellas tenían.

Husmeando los estragos, se encontraron con una dantesca imagen, hallaron en una calle una criatura española de aproximadamente diez meses de edad, atravesada con tres lanzadas, en otros lugares,  sesos de infantes  derramados, criaturas que los barbaros cogían de los pies y aporreaban contra los cimientos de las casas, amén de los  arroyos de sangre de las mujeres que habían despedazado; sobre las tapias estaban esparcidas sus entrañas y en un asador estaban atravesados unos hígados de personas medio asadas, con tres mordiscos dados en ellas, que causaba horror mirarlos, y no menor y muy acrecentada, la carnicería que se halló en el suburbio, pues en muchas partes se hallaban los restos humanos, brazos y piernas, patios encharcados de sangre, árboles de las huertos teñidos de ella, por haber sido el lugar donde  colgaban las personas para descuartizarlas y hacerlas pedazos, para llevarlos en sus mochilas, sin dejar más que dos cuerpos enteros, el de aquel niño y otro grande, de suerte que todos los muertos pasaron de setenta, sin los que se llevaron vivos a manos.

Iguales suertes corrieron todos los indígenas al servicio de los españoles, a quienes asesinaron, desmembraron y se los llevaron para luego comérselos. Inmediatamente, comenzaron a incendiar todas las edificaciones.

Solo se apagó la furia Pijao con la llegada de Juan de Borja, quien práctico una guerra de arrasamiento y exterminio, sometiendo a los pijaos a crueles castigos, quienes resistieron quince años, desde el año de 1605 hasta aproximadamente al de 1621, fue así, como lograron dejar libre de asaltos, robos, incendios y muerte a los caminos que comunicaban el Oriente con el Occidente del poderío Colonial.

 

 

Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

 

Fuentes: Fray Pedro simón. las conquistas de tierra firme segunda parte. 4. * noticia. capitulo I. pág. 278. Bogotá, casa editorial de Medardo Rivas. 1891.

José Manuel Groot. Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada tomo I. Bogotá, 1953 capitulo XI.

viernes, 4 de octubre de 2024

DEL PASO DE LA MONTAÑA DEL QUINDIÓ, AL CAMINO NACIONAL . “Debajo del cemento o del asfalto que cubre numerosas vías actuales, dejó impresas sus huellas el pie endurecido del indio de ayer, que parece haber sido maestro nunca bien alabado de las planeaciones económicas y de la ingeniería caminera de hoy”. (Alberto Montezuma Hurtado 1983:23) “Los caminos vinieron a ser unos verdaderos presidios, en que los españoles tenían ocupada en trabajos muy recios a la mayor parte de la población de la Nueva Granada, en castigo de su amor a la Independencia” (José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución en Colombia.) INTRODUCCION. Hay que incitar la búsqueda y seguir el rastro de la historia del paso o camino del Quindío, procurando la búsqueda de elementos históricos y culturales que han proyectado el constructo histórico de la Quindianidad, historias particulares que le han dado sentido y unidad al territorio. Revelar cómo el camino constituyó un vínculo entre el centro y el sur occidente del territorio patrio, que permitió la consolidación local, articulándola al nivel nacional e internacional, que se pueden percibir como resultado del de investigaciones bibliográficas, trabajo de campo, recopilación de grabados y fotografías de la época, que develan los aspectos históricos, ecológicos y culturales del Camino y de quienes por allí pasaron, especialmente durante y de la segunda mitad del siglo XIX. MARCO GEOGRÁFICO. “El clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso...” (Humboldt Extractos de sus diarios). Ubicado geográficamente en el centro occidente del territorio colombiano, en las vertientes oriental y occidental de la cordillera Central, dentro de los 4º.44’de latitud Norte y 74º.54’de longitud Oeste, en Cartago, Valle del Cauca, y hasta los 4º.26’ de latitud Norte y 75º.13’ longitud Oeste en Ibagué, departamento del Tolima. Desde Cartago a Ibagué la ruta muestra diversidad de pisos térmicos (cálido, medio, frío y páramo), como resultado del relieve que circunda sobre las dos estribaciones de la Cordillera del Quindío (hoy denominada cordillera Central. Circunstancias que permiten una variada biodiversidad, condición que proporcionó los viajeros, agua, alimentos, protección, paisaje y copioso material para sus narraciones. La senda cruza los municipios de Cartago y Alcalá, en el Valle del Cauca; Filandia, Salento, en el departamento del Quindío, hasta el límite con del departamento de Tolima, sobre el vértice de la cordillera, lugar denominado la Garita o Boquerón del páramo, continuando al corregimiento de Toche, volcán cerro Machín e Ibagué. De Cartago a Ibagué, 98 kilómetros llenos de penalidades y proezas que se encuentran narrados especialmente por los viajeros extranjeros que por allí pasaron. ANTECEDENTES HISTÓRICOS. En la época prehispánica la existencia de caminos fue muy importante, y conformaban una verdadera red, que cruzaba los territorios ocupados por los indígenas Quimbayas. Estos caminos corrían por los lomos de las cordilleras para una mejor orientación, así que remontar las cimas nunca fue una dificultad mayor para estos pueblos primigenios. Por esta vía los Quimbayas practicaron un intenso comercio determinado por el trueque del oro y mantas de algodón por sal con los chibchas. En la Conquista (1530-1541), Jorge Robledo, procedente del Valle de Lilí, llegó a la provincia Quimbaya atravesando montañas y siguiendo el curso de río Cauca, a través de los caminos indígenas. Sobre estos los españoles construyeron los de herradura, para acometer su dominación en toda la comarca. La penetración de los españoles al territorio de los actuales departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas y sur de Antioquia se efectuó por los dos flancos de la cordillera de los Andes. La parte oriental, por el capitán español Andrés López Galarza, quien fundó a Ibagué el 14 de octubre de 1550; y el Mariscal Jorge Robledo, quien fundó a Cartago en la ladera occidental a orillas de los ríos Otún y Cosota, el 9 de agosto de 1541. En el siglo XVI, los pasos de las cordilleras occidental y central se volvieron puntos estratégicos para el comercio y la defensa. En la cordillera Central, entre Cartago y Popayán, los principales pasos fueron: • El paso del Ruiz: Partía desde Cartago Viejo (donde hoy es Pereira), pasaba por el páramo de Herveo y llegaba al valle del Tolima hasta Mariquita. • El paso del Quindío: Ruta que partía desde Cartago Viejo, siguiendo río Otún arriba, cruzando por el Roble a Baquía, de allí al río Quindío, este arriba hasta Alegrías, pasando por Magaña, Tochecito, Mina de Bolívar a Ibagué (en el lugar donde ahora es Cajamarca) y por el Moral al valle del Tolima. • Paso de Barragán: De Tuluá en la provincia de Popayán, se pasaba a Chaparral, que queda al sur de Ibagué. • El paso de Guanacas: Por Timaná, cerca de Popayán, se cruzaba para llegar al valle de Neiva, tomar el río Magdalena y llegar a Santa fe de Bogotá. Este último era el paso más indicado para unir a Popayán y Bogotá, pero los enfrentamientos de Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, por la muerte del hijo de la cacica la Gaitana, significó enfrentarse con los Paeces, Yanaconas y Pijaos, obligaron su cierre y a buscar un nuevo paso, fue por el Quindío, más difícil pero más seguro. En el año de 1691, la ruta varió, a causa del traslado de Cartago a las márgenes del río De la Vieja, por motivaciones relacionadas con su defensa, búsqueda de comunicación con los campos mineros del Chocó, situándola en las orillas del río de La Vieja, cerca de su desembocadura al Cauca, donde había mucho ganado cimarrón, necesario para la alimentación de los mineros de Antioquia y Chocó, trasladación que origino una variante conoció con el nombre de “La Trocha”. La variante comprendía el siguiente recorrido: salía de Cartago, cuchilla de Santa Bárbara, quebrada el Guadual, río De la Vieja, paso de Piedras de Moler, Tambores, La Balsa, Pavas, Buenavista, Socorro, quebrada Cruces, Alto del Roble, Baquía, Salento, Macanal, Tablazo, Laguneta, Magaña, Boquerón, Volcancitos, la Ceja, la Cejita, Gallego, Cruces, Yerbabuena, Machín, Buenavista, Azufral, Moral, Campamento, Tapias, Mediación, Palmitas, Palmilla, Guayabal, Ánimas e Ibagué.[1] Constituyéndose en la variante más transitada en el siglo XIX por la oleada de exploraciones de carácter científico, económico, ejércitos en contienda y la búsqueda de yacimientos mineros. El traslado del asentamiento de Baquía al sitio de Barcínales (hoy Salento), en el año de 1856, el camino se desvío de Baquía por Trincheras al alto del coronel, para pasar por la nueva Salento[2] A pesar de las dificultades de ese trayecto, los gobiernos se interesaron en mantener abierta ruta, para que sirviera de empalme entre los dos amplios focos poblacionales del oriente y occidente del Nuevo Reino de Granada (Popayán y Santa fe), separados por la cordillera Central de los Andes y su articulación era necesaria, tanto para el traslado del oro que llegaba a Cartago e iba hacia Santa fe, como de la provisión de mercancías y de esclavos para el Chocó y toda la gobernación de Popayán. Cartago fue el punto del Camino que más se benefició del tránsito de viajeros atraídos principalmente por el esplendor aurífero de las minas del Choco y Antioquia. Riquezas de las cuales esta ciudad fue su centro de acopio, tanto que hubo en ella casa de acuñación de moneda hasta 1636. Además, tenía como destino específico servir de centro estratégico para el abastecimiento de las regiones mineras y el control administrativo y militar de la provincia. Cartago se consideró como un centro de inmigrantes. Se acercaban los mercaderes de Nueva Granada, de Quito, de Cali, de Popayán, de Cartagena. Todos tenían algún intercambio para realizar. El comercio estaba principalmente en manos de “mercaderes de la carrera” o comerciantes al por mayor; en su mayoría españoles que vivían en Cartagena, Mompós, Santa fe, Tunja, Honda, Popayán y Quito, de donde se repartían las mercancías a centros mineros y ciudades menores. Los principales productos que se comerciaban, fuera de las “ropas de Castilla”, así llamado cualquier producto venido de Europa, eran azúcar, harina, cacao, frazadas, cerdos, jamones, garbanzos, sal, arroz, panela, tabaco, sombreros, bayetas, herramientas y otros productos de la tierra. El Camino del Quindío por siglos comunicó el occidente con el centro del país, de Popayán a Santa fe y fundamentalmente los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca. Camino que hacía parte de una gran ruta que se prolongaba hasta Quito y que perdió su utilidad cuando fue desplazada por la carretera y el ferrocarril comenzando el siglo XX. DESCRIPCIÓN DE VIAJEROS Varias fueron las descripciones que se hicieron del Camino del Quindío; todas ellas ponderaron la belleza del paisaje, la riqueza de la flora y de la fauna a lo largo de su recorrido, la soledad del pasaje para algunos o la animación para otros, pero eso sí todos hablaron de las enormes dificultades para cruzarlo. Humboldt lo considera el paso más difícil de los Andes, cuando lo cruzó en octubre de 1801, en compañía del médico Bonpland. “El Camino es una zanja con agua, rara vez empinado, y aún más raramente rodeado de precipicios. Está cavado en un granito meteorizado que tiene poderosos depósitos de arcillas producto de la descomposición de feldespato, y por eso es monstruosamente fangoso. Los aguaceros se juntan en los caminos y los derrumban con todo y ardilla gredosa (letten). Ellos son casi siempre de 8 pulgadas de ancho, de tal manera que se pueden alternar los pies con dificultad; por consiguiente, se parecen a la trocha de Honda, pero mucho más angosta por allí, las rocas están erosionadas y se desmoronan en mayor grado. El Camino se amplia para arriba en forma cónica y el equipaje roza con las paredes. Muchas veces no se entiende cómo se abren paso las mulas y torpes bueyes. Es un bosque tupido, completamente inhabitado que aún en la estación más propicia del año, no puede ser atravesado sino al cabo de diez o doce días (…) no se encuentra en él albergue ni alimentos (…) y los arroyuelos que bajan de la montaña han cavado gargantas de seis y siete metros de profundidad en él. Estas gargantas que el camino atraviesa, están llenas de cieno y su oscuridad es acentuada por la espesa vegetación que crece en sus bordes. Muchos son las trabas en el Camino, especialmente el mal tiempo, la composición del suelo, lo selvático del terreno y los inconvenientes que ponen las personas, aún antes de la partida: Más adverso que el mismo viaje son los preparativos. La apacibilidad de los españoles, la tendencia de todos los criollos de convertir los aspectos más comunes en algo prodigioso y monstruoso, y el interés de los sectores más populares en describir el Camino en excesivamente largo y peligroso – eso ocasionó interminables y no solicitados consejos contradictorios (…). Se aprende más fácilmente a bailar bolero…que a pasar el Quindío; así parece en Ibagué. La realidad es completamente diferente. Para gentes como nosotros que caminamos 6-9 leguas a pie, vadeamos ríos y permanecimos meses entre indios en las selvas, el viaje no tiene nada de extraordinario”.[3] Cuenta ese sabio alemán que el punto más alto de este recorrido es la Garita del Páramo, situado a 3.505 metros sobre el nivel del mar, pero dice que lo difícil no es el ascenso hasta esta cima, sino el descenso, suelos resbalosos, llenos de zanjas, la lluvia y la vegetación tan espesa que hay que transitar a plena luz del día, momento en el cual la luz alcanza a penetrar tenuemente. “El paso a través de la cordillera es tan estrecho que su anchura usual no supera los tres o cuatro decímetros y gran parte se parece a una galería abierta, excavada en la roca (…) cuya longitud puede alcanzar hasta dos mil metros (…). Los bueyes, animal de carga empleado comúnmente en estas regiones, sólo logran avanzar a duras penas por estas galerías. El Camino conducía a través de un territorio cenagoso cubierto de cañas de bambú. Las púas con las cuales están armadas las raíces de esta gigantesca herbácea, destrozaron de tal manera nuestro calzado que nos vimos obligados a caminar descalzos, como todos los viajeros que rehúsan ser transportados a lomo de hombre (…) la constante humedad, la longitud del Camino, la fuerza muscular que se necesita emplear para transitar sobre un terreno arcilloso compacto y barroso y la necesidad de tener que vadear torrentes muy profundos de aguas extremadamente heladas, hacen la travesía por demás penosa. Esos caminos sufrían aún más deterioro con el paso de las recuas de bueyes que siempre pisaban en la misma parte, si el suelo era resbaloso unían sus patas y se dejan deslizar, formando montículos en forma de almohadillas, dejando entre una y otra un pequeño pozo, cuando llovía esos pozos se llenaba de agua y el viajero corría más peligro, razón por la cual en época de lluvias era imposible recorrer el Camino a lomo de mula Las paredes están cubiertas de musgo y sirven para agarrarse cuando se camina por los pequeños tabiques, los cuales han quedo entre los camellones formados por el paso de los animales (…) Esos camellones tienen un pie de ancho y siempre 12-14 pies de profundidad, cunetas llenas de lodo negro, separadas por diques de 2 pulgadas de espesor; cuando el pie no da con el dique y cuando hay fuertes lluvias (…) el dique se inunda y se confunde un hueco con otro… uno corre el peligro de quebrarse el pie” [4](Humboldt). El Camino era tan fatigoso que al llegar a Baquía tuvieron que descansar unos días, allí hicieron una choza de hojas de “bijao”, en ella cabían hasta 8 personas. Allí Humboldt recorrió los alrededores, recogió muestras, buscó las minas de cinabrio por encargo de Mutis, sin encontrarlas, y escribió impresiones sobre el recorrido en el camino. “Por cuanto uno tiene que hacer su casa cada vez de nuevo, es necesario llegar a la ranchería muy temprano. El trabajo se divide apenas se sale del espeso bosque al contadero desmonte; los jóvenes buscan bejucos en el bosque, (…) los cargueros mayores cortan palos. Cuando se han recogido los materiales, en pocos minutos se construye la casa, con habilidad y solidez admirables. (…) el carguero cuelga las hojas (de bijao) a manera de tejas en los hilos o bejucos con los que está amarrado el armazón. Es incomprensible cómo esos techos de hojas, mejor que cualquier carpa, resisten los más fuertes aguaceros. La cordillera del Quindío es una de las regiones más ricas en plantas útiles y curiosas. Allí encontramos la palmera Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto con una cera vegetal, pasionarias arborescentes y la preciosa Mutisia grandiflora, cuyas flores escarlatas tienen una longitud de dieciséis centímetros. La palmera de cera alcanza la increíble altura de cincuenta y ocho metros y el viajero queda sorprendido de encontrar una planta de esta especie en una zona casi fría y a más de dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar”[5] No fue Humboldt el único que narró las dificultades del Camino, pero sus citas describen el ambiente y la situación en la cual se encontraba el Camino cerca del año 1810, por tanto, se puede considerar que así lo encontraron las tropas, los comerciantes y viandantes en ese momento. “… y la que por Ibagué llevaba a Cartago (el Camino del Quindío), tan peligrosas que los viajeros preferían el uso de cargueros a las mulas, por el frecuente riesgo de que se despeñaran; carecían además hasta bien avanzado el siglo, de sitios adecuados para pernoctar en un viaje de poco mas de 100 kilómetros que requería entre una y dos semanas” (Humboldt). El viaje de Humboldt y Bonpland por el Camino del Quindío fue de suma importancia para formular la teoría que venían desarrollando sobre la geografía de las plantas y que confirmaron en Quito. Fueron los primeros naturalistas en pasar por esta ruta y “descubren la real magnitud de los Andes, del trópico. “Entre los sitios visitados durante el viaje americano, el Quindío fue quizás el lugar más rico en plantas; allí fueron descritas multitud de especies, entre ellas la palma de cera y la Mutisia grandiflora” (Humboldt).[6) Llegó la Independencia, pero las dificultades en el Camino continuaron, tampoco mejoró después de consolidación la República, se hicieron esfuerzos por parte de los legisladores, de Bolívar en 1830, de Santander 1834, de Alcántara Herrán con el establecimiento del penal en Boquía en 1842, de la fundación de Salento en 1865, pero poco mejoró la vía, tanto que, M. E. André, un viajero francés que pasó treinta y cinco años después de la Independencia dice del Camino lo siguiente: “Para atravesar el Quindío, desde Ibagué á Cartago, necesitará Vds. siete días. Esto es lo que nos dijeron antes de partir; y sin embargo invertimos diez. El camino al principio era practicable y serpenteaba á través de los matorrales de fucsias, budlejas, melastonáceas y helechos; pero en breve nos encontramos metidos en una espesura de árboles entrelazados con bejucos que crecían en pendientes de cuarenta a sesenta grados de inclinación, cuando no en escarpaduras poco menos que verticales del todo”. …La noche, pero una noche negra, nos sorprendió á la altura de las cabañas de Barcinal. El Camino, abierto en las crestas de los cerros, cubiertos de arcilla plástica de color rojizo, era en extremo resbaladizo, inclinado y peligroso, por lo que hubimos de apearnos, llevando á las mulas de las riendas, y después de resbalar á cada paso y de caernos un sinfín de veces en el barro, llegamos a Salento, á las nueve de la noche, chorreando agua y sin haber comido nada desde las ocho de la mañana. …El día 13 de marzo, a las diez, nos poníamos nuevamente en marcha… y la esperanza de ver trocados los lodazales horribles por el suelo firme del Valle del Cauca… ¡ilusoria esperanza! Desde la primera cuesta empezaron los barrizales y con ellos nuestros tormentos. A cada instante las cargas de las mulas se desprendían, las acémilas caían de la peor manera y las mataduras de los lomos, recién cicatrizadas, quedaban abiertas de nuevo (…). De esta suerte hubimos de andar leguas y más leguas con barro hasta la barriga de las mulas (…) recuerdo que en un mal paso (…) se cayó en un hoyo de unos dos metros de profundidad, más angosto que su cuerpo, dejándome á mí encima y sin saber cómo sacarla de allí (…) llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros. Aún faltaba un buen trecho para llegar a Cartago, pero la senda se hacía más fácil, había que pasar otros puntos hasta llegar a Piedra de Moler donde se cruzaba el río La Vieja, que era un río torrentoso y como de cien metros de ancho, pasando éste se llegaba a las últimas colinas antes de que apareciera Cartago, que ya había perdido la importancia que antes tuvo”. [7] Fue pues el Camino del Quindío un paso difícil hasta las primeras décadas del siglo XX cuando lo remplazó el ferrocarril y la carretera QUIÉNES PASARON. Con todas las dificultades que el Camino ofreció, es posible imaginar el territorio de la Nueva Granada como una clepsidra, donde el paso del Quindío es el cuello que debió franquear cada viajero como si fuera un grano de arena. En el desarrollo de las movilizaciones de independencia el Camino fue necesario para el tránsito de ejércitos procedentes de Santa fe hacia el occidente con el propósito de apoyar a las regiones de la gobernación de Popayán, leales a la causa libertaria. Con las tropas pasaron muchos otros personajes: comerciantes, científicos o gente del común que por algún motivo tenían que ir de Popayán, Pasto, Buga, Tuluá, Cartago a Bogotá, o los de ese lado de la cordillera pasar al sur. Las contiendas presentadas en inmediaciones del Camino del Quindío entre españoles y patriotas se escenificaron cerca de Cartago. De estos acontecimientos son pocas las fuentes históricas que se encuentran; lo hallado se limita a reseñar el paso de las tropas en diferentes momentos, al igual que el paso del Libertador el 5 de enero de 1830, año de su fallecimiento. Por el Camino transitaron varios de los héroes de La Independencia, por ejemplo, el 5 de diciembre de 1810 Antonio Baraya y Atanasio Girardot, salieron de Ibagué y llegaron Cartago. Así mismo en noviembre 24 de 1811, los patriotas Antonio Baraya y Antonio Nariño, en desarrollo de las campañas, pasaron con el ejército libertador la cordillera Central en tránsito de Santa fe al Valle del Cauca. El itinerario seguido por la tropa fue el siguiente: 15 de noviembre de 1810, salieron de Bogotá 24 de noviembre, llegaron a Ibagué 5 de diciembre, iniciaron la marcha por el Camino del Quindío. 13 de diciembre, arribaron a Cartago.[8] En julio de 1813 Juan Sámano ocupó la provincia de Popayán y derrotó una partida patriota bajo el mando de Manuel R. Serviez, quien era acompañado del cadete José Hilario López, en un sitio cercano al río Risaralda o Sopinga, quienes se retiraron cruzando las montañas del Quindío en dirección de Ibagué. En el año de 1815, los condenados políticos a trabajos forzados por el Pacificador Pablo Morillo fueron enviados a abrir caminos como el del Quindío, Sonsón, Mariquita y otros. En 1818 el general español Warleta consolidó su posición en Antioquía y con 400 hombres ocupó el Valle del Cauca, pasando por el Camino del Quindío. A la par que pasaron los ejércitos, pasaron también gentes del común, alguien que iba por una herencia, otros que llevaban presos, los que viajaban solos o eran abandonados por silleteros que enfermaban, los que se quedaban con sus mercancías en el Camino porque sus cargueros huían, o los que recorrían el mundo con propósitos científicos, o aquellos que no alcanzaban a cruzar todo el Camino y allí tenían una tumba, muchos, mucho viajero tuvo el Camino. “El tránsito por el Quindío es tan intenso que uno se encuentra, en la cordillera, a cada momento con mulas, bueyes y silleros – gentes-.” [9] Los siguientes son algunos apartes de relatos de viajeros donde anotan lo que iban viendo por el Camino. “Antes de llegar al Tambo nos encontramos a un pobre soldado que caminaba entre el barro e iba a Cali, para reclamar la sucesión de su padre;…”. [10] “Vimos aparecer entre ese barrizal a un negro que acababa de ser juzgado en Buga e iba con las manos esposadas, llevando sobre la cabeza una provisión de plátano y así avanzaba dando tumbos a cada paso, apenas sostenido por “dos cabos de justicia”. “En el Moral encontramos una caravana de caballeros andrajosos y con las piernas desnudas que… se quejaban del camino paramuno, casi con lágrimas. Se les había enfermado un carguero que estaba reponiéndose de las viruelas; él lo había dejado en el bosque y se jactaban de su caridad cristiana (como ellos decían) porque le habían dejado suficiente comida”. Y así fueron relatando los encuentros en el Camino, también hubo espacio para los que allá quedaron: “Al llegar allí, donde termina la vegetación arborescente, noté una fosa que había sido tapada recientemente y observé que la tierra se movía por debajo: inmediatamente salté de la mula y, con la ayuda de mi asistente, me dediqué a desenterrar el muerto que se agitaba; apenas habíamos comenzado, lo vimos sentarse: era un granadero,” “El 28 de enero llegué al punto culminante del páramo; durante la subida encontré una compañía de lanceros, camino de Ibagué… cuando los dejé, entré en uno de esos caminos sombreados… cuando de repente mi mula, dio un salto prodigioso a tal punto que con mucha suerte pude agarrarme de una rama y quedarme suspendido, mientras que mi asistente lograba hacer pasar a la bestia el sitio en donde se había espantado; el animal había metido su pata en el abdomen de un soldado enterrado y de allí había salido un gas de olor …” [11] Entre los expedicionarios ilustres que trasegaron por el camino, impulsados por las misiones científicas como la Expedición Botánica, o como la del Barón de Humboldt, que incentivaron el estudio de la flora y fauna del país, y en particular del camino del Quindío, un poco antes y un poco después de la independencia, se pueden destacar los siguientes: Friedrich Alexander Von Humboldt, naturalista, geógrafo y explorador alemán, considerado el iniciador de la Geografía Moderna Universal, viajó por Europa, América del sur, Méjico, Estados Unidos, Canarias y Asia central. Vino acompañado por el médico botánico francés Aimé Bonpland, en su viaje de exploración científica por América del sur, pasó por Colombia en 1801. Especializado en diversas áreas etnografía, antropología, física, zoología, ornitología, climatología, oceanografía, astronomía, geografía, geología, vulcanología, botánica y humanismo. De ideas liberales fortalecidas en la Revolución Francesa; después de la muerte de su madre dejó los puestos burocráticos y se embarcó en sus viajes científicos, entre ellos a América del sur; recorrieron diez mil kilómetros. En julio de ese año llegaron a Santa fe, después de un largo viaje por el río Magdalena, donde fueron recibidos por el virrey y se entrevistaron con el sacerdote José Celestino Mutis, quien dirigía la Real Expedición Botánica. Después de intercambiar experiencias, emprendieron su viaje hacia Quito, pasando por el Camino del Quindío, allí formuló su famosa geografía de las plantas, que luego confirmó en Quito. Aprovechando el viaje de Humboldt, el 12 de septiembre, el sabio Mutis le despacha un “chasqui” a Ibagué, recomendándole el estudio de una muestra de minerales de cinabrio que su herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío. Sigue camino adelante y el 3 de octubre llegó a Boquía y realizó exploraciones en Boquía y Portachuelo, describiendo la contextura del suelo y buscando las fuentes de cinabrio. Recogió mariposas entre Boquía y Portachuelo, que cedió después a la Sociedad Linneana de Londres. Pernoctó allí por cuatro días. Agustín Codazzi Bertolotti, militar y geógrafo italiano, hizo estudios de ingeniería, comprometido con la causa de La Independencia y deseoso de conocer cuáles eran los planes del Libertador, en los años 1818 a 1822, ingreso por el golfo de Urabá, disfrazado de vendedor ambulante; subió por el Atrato, descendió por el Sanjuán, llego a Buenaventura, paso al Valle del Cauca, luego por el Quindío para llegar a Bogotá. En este paso hace una descripción detallada, destacando el estado del Camino para la época. En Cartago fue auxiliado por Tomás Cipriano de Mosquera, quien le proporcionó una remonta de mulas para pasar el páramo de Quindío, de paso para Santa fe. En su paso se relacionó con las autoridades civiles y militares de Cartago; además de los encuentros con comandantes de las tropas patriotas acantonadas en el Chocó, Cartago e Ibagué. En su travesía por el Paso del Quindío, camino a Santa fe, describe su aventura, además de un croquis de su autoría, a mano alzada, donde deja registrado su paso por las estas montañas: “…para efectuar el paso del páramo del Quindío, cuyas cimas están cubiertas de nieve durante todo el año y que es uno de los más altos de la Tierra Firme. Aun cuando en la época en que no llueve puedan pasar por él las mulas, aún con ellas se emplean por lo menos quince días, mientras que a pie tenía la esperanza de pasarlo en ocho. En efecto tomé algunos cargueros, que son criollos que sirven como en el Chocó de bestias de carga, con un pequeño baúl, una silla y las provisiones, y con sólo dos indios me dispuse a pasar este páramo de una altura de casi tres mil toesas, cuando el paso del Mont Cenis no es sino de 1060. Le deje las pocas mercancías que me quedaban al alcalde y me puse en camino, y durante cinco días continuos no hice sino subir terribles y escarpadas montañas cubiertas de espesas selvas, menos una que llaman calva, la cual por estar toda cubierta de granes hierbas y sin un árbol, por lo que no se puede uno defender de los ardientes rayos del sol que aquí hieren casi perpendicularmente, la pasmos de noche a la luz de la luna … Atravesé el páramo del Quindío sin lluvia, acampando siempre al raso y cubriéndonos con las acostumbradas hojas, aunque de tanto en tanto se encuentran unas cabañas llamadas tambos, que sirven para alojar a los que atraviesan estos lugares con sus mulas cargadas de mercancías. Sin embargo, no hay nadie en ellos y no son más que cobertizos de hojas de palma, esto cuando los palos que sostienen la cubierta están entrelazados con palmas o bejucos, que es lo mismo que estar bajo un mal pórtico…” [12] Por efecto de la ley de 15 de mayo de 1839, Codazzi fue contratado por el gobierno de la Nueva Granada para que adelantara la descripción del país y levantara las cartas geográficas. Charles Stuart Cochrane, marino y viajero que en 1822 se embarcó rumbo a América. Llegó al puerto de La Guaira donde se interesó por el comercio de perlas. Visitó a Caracas y luego pasó a Colombia. Estuvo en la costa Atlántica y en Bogotá y recorrió los actuales departamentos del Cauca, Tolima, Antioquia, Chocó. Su travesía está descrita en los dos volúmenes del Journal of a residence and travels in Colombia, during the years of 1823 and 1824 (Londres, Henry Colburn S. y R. Bentley, 1825). En su crónica ofrece un interesante retrato de su paso por el Camino del Quindío en el periodo posterior a La Independencia: “…enero 4. A las seis de la mañana el termómetro marcó 49 grados F. Durante la noche sufrí vómitos. Me costó trabajo tenerme sobre la mula por causa de fuertes dolores de cabeza y de espalda, que aumentaban aún más con el paso del animal. Tres veces cruzamos el río Quindío y a las cuatro de la tarde terminamos la jornada del día. Me dormí bajo el toldo de un arriero; apenas desmontamos empezó una ráfaga de viento con tempestad... Dormí mal y con toda la ropa enlodada, hasta la camisa. Mi mula cayó cuatro veces, pero por fortuna no me lastimé... Sobre los caminos pendientes y resbalosos, frecuentemente las mulas se deslizaron veinte yardas inglesas sin poder contenerse y con peligro también para el jinete. Varias veces se rompió la cincha y yo aterrizaba sobre el cuello de la mula. Únicamente me podía sostener apretando las piernas sobre la cabeza del pobre animal. (Cochrane 1994:261).[13] Coronel j. P. Hamilton. En el año de 1823 fue comisionado por el gobierno británico para que viajara al recientemente constituido estado colombiano en búsqueda y exploración de minas de oro en territorios de la Nueva Granada. Posteriormente fue elegido como ministro Plenipotenciario por lo que fue testigo de excepción de la Colombia independentista. Entre 1823 y 1825, el coronel John P. Hamilton recorrió las provincias de Colombia, un país recientemente redimido de las guerras de independencia, arrasado por las pérdidas económicas. Pese a ello, tuvo la oportunidad de visitar las provincias de Colombia y pasar por el Camino del Quindío, rumbo al gran Cauca Entre 1824 y 1827, Hamilton relata su paso por el Camino del Quindío, de regreso hacia Santa fe, después de haber transitado por el Camino de Guanacas hacia Popayán, Cali y Cartago: “Cuatro días de buen andar se emplean en la travesía de aquella parte del Quindío, conocida con el nombre de La Trucha, (la Trocha) región anegadiza y cenagosa; mas dejada atrás ésta, se pisa ya terreno más firme y los senderos empiezan a hacerse transitables. El agua de los arroyos que corren por allí es muy pura y deliciosamente fría; el clima tiene reputación de ser salubre y estimulante. Pasamos la noche en un lugar llamado El Cuchillo, donde nos fue de gran utilidad la tienda que en Popayán nos regalara don J. Mosquera, la cual alcanzaba a servirnos de dormitorio a Mr. Cade y a mí. En cuanto a los peones, construyeron con hojas de plátano traídas a tal efecto desde Cartago, una especie de cobertizos que llamaban ranchos y de cuyo abrigo hicieron partícipes también a nuestros criados. ” [14] Jean Baptiste Boussingault. Bolívar, deseoso de establecer en Colombia un centro de enseñanzas superiores, confió a Francisco Antonio Zea la misión de reclutar jóvenes franceses. Boussingault fue convencido para desempeñar esta labor, Humboldt lo entrenó en diversas técnicas de observaciones científicas. Arribó a Colombia y viajó hacia el Ecuador. Dentro de esta época revolucionaria, participó en diversas acciones de guerra y dentro del ejército de Simón Bolívar alcanzó el grado de Coronel. En 1827 tuvo la ocasión de pasar el Quindío rumbo a Cartago, para llevar a cabo reconocimientos de las minas de oro en Cartago y Río Sucio. “…En enero de 1830 pasé el Quindío montado sobre una mula con tiempo muy favorable. En esta época, una división del ejército colombiano regresaba del Perú; el general Bolívar que la había precedido me dio algunas indicaciones… El 28 de enero llegué al punto culminante de páramo; durante la subida encontré una compañía de lanceros, camino de Ibagué, y los oficiales y soldados, andando a pie, quedaron muy sorprendidos de verme montado” … El 29 de enero pasé la noche en el Araganal. El 30 estaba en La Balsa, el 31 entré a Cartago a las 2 de la tarde. Montado en una mula había pasado el Quindío en 5 días y medio”. [15] Francisco José De Caldas. Existen referencias bibliográficas sobre el paso del Sabio caldas por el Camino del Quindio, de las cuales podemos destacar la siguiente: “Todavía deseaba Caldas hacer exploraciones nuevas, en los Andes del Quindío que no tenía visitados, para dar perfección a esta obra enteramente suya, pero no le fue posible verificarlo. Ignoramos el estado en que dicha obra quedó; y presumimos que, con título cambiado, es la Quilología, puesta en limpio de su propia mano y firmada con su nombre, que fue vendida después de su muerte a un extranjero por la señora su viuda en momentos de necesidad extrema, y que, rescatada como reliquia preciosa, existe hoy en poder de un compatriota nuestro el señor M. M. Mosquera”. [16] El 4 de febrero de 1813, desde Cartago, Caldas le escribió a Antonio Nariño para que le permitiera viajar a Santa fe para encontrase con su esposa Manuela Barahona. En mayo 9 de1813, Sámano le salió al pasó en el Camino del Quindío. Caldas varió su rumbo y tomó el Camino de Antioquia. En marzo de 1816, Caldas recibe el encargo de fortificar los caminos de Guanacas y Quindío que cruzan la cordillera central; fue asignado al Ejército del Norte. Pero los resultados de la guerra eran favorables a los españoles, tanto que el 6 de mayo de 1816 entraron en Santa fe. Caldas, marcha hacia Popayán que todavía estaba libre, pero también habría de ser apresado por Sámano. El Libertador Simón Bolívar. El 22 de diciembre de 1829, por decreto dictado en Cali dispuso el Libertador que se abriera el Camino del Quindío y encargó de la dirección de los trabajos al coronel Eusebio Borrero; quien no cumplió las órdenes. Bolívar pasó una última vez por Japio en diciembre de 1829 y allí reposó por varios días, cuando ya la adversidad agobiaba su ánimo. Demoró en Cali del 22 al 25 de diciembre, se trasladó en esa tarde a la hacienda Mulaló, propiedad de don José Cuero, donde se entrevistó con el general Sucre. A la mañana siguiente partió para Buga. De salida hacia el Quindío se alojó también en Tulúa, en casa de los esposos González Tejada. Una gran recepción y baile se le ofreció en la casa de la familia Lozano, denominada después Casa de las Tribunas.[17] El 5 de enero de 1830, el libertador regresa a Bogotá, por el Camino del Quindío, con 282 hombres a caballo y 644 a pie. Después de esa travesía por la “trocha” del Quindío, y luego de llegar a Bogotá, emite un decreto donde se ordena mantener abierto y en buenas condiciones el paso por las montañas del Quindío.[18] Manuel María Mallarino. Estadista y político vallecaucano. Ex presidente de la república durante el período 1831, 1855-1857. Fue varias veces gobernador de las provincias de Popayán y Buenaventura; miembro del Congreso Nacional a partir de 1836. Se refiere una su correría de viaje por el Camino del Quindío en el año de 1829. Cuenta en detalle la forma de viajar; hace una descripción de la parte natural y estado del Camino en su viaje desde Ibagué a Cartago. “El sendero de Toche, lugar de nuestra parada, es bellísimo. A la izquierda corre el Tochecito por entre un bosque de arrayanes y de mayos que estaban cubiertos de flores...” (Tibuchinas lapidotas)... “Al llegar al Roble, el cielo se había oscurecido (...) la elevadísima copa de un árbol de otoba cayó aplastando los matorrales que crecían en su sombra (...) Ortiz me hizo montar, y venciendo mil dificultades, llego conmigo al Portachuelo”. Mallarino describe especímenes de flora como: Chachafrutos, arrayanes, mayos (sietecueros), robles, otobas; en fauna: papagayos, tigres.[19] ASPECTOS COTIDIANOS Es quizá uno de los temas más sorprendentes cuando se piensa en el Camino, imaginar y reconstruir la cotidianidad de algo que es transitorio, al fin y al cabo es un camino pero que podría mirarse de dos maneras, una desde los cargueros, historia no narrada sino referida por los viajeros, pero que muestran un manejo y destreza del medio incomparable. Y la otra, la mirada de los transeúntes que tienen todos intereses distintos y uno mismo, pasar lo más pronto posible “el Camino”. TRANSPORTE La movilización de personas y valijas por el Camino del Quindío se realizó de diferentes maneras según los ciclos históricos. Se utilizaron distintos modos de transporte: a pie, a lomo de hombre y en semovientes de carga. En el transporte humano se distinguieron: "tamemes" (cargador indio que acompañaba a los viajeros españoles) cargueros, silleros, petaqueros, lichigueros. Entre los semovientes se tuvieron bueyes, mulas y caballos. Todo el transporte se ofrecía en los puntos de partida del Camino, generalmente eran más los que viajaban desde Ibagué, puesto que muchos de los que llegaban a Cartago se tenían que devolver sin carga. Son numerosas y variadas las reseñas que permiten recrear las circunstancias históricas del transporte, especialmente en los relatos de quienes que se trasladaron por esa vía. Los cargueros fueron un grupo numeroso y organizado. Humboldt dice que encontró más de setenta cargueros en Ibagué, incluso expresa que en esa ciudad “…la totalidad de la gente común está habituada a la vagabundería de la montaña”. Charles Cochrane dice que “hay entre trescientos y cuatrocientos hombres en Ibagué que viven exclusivamente de cargar personas y fardos por las montañas del Quindío. Por tanto, se puede pensar que a principios del siglo XIX fueron muchas las personas dedicadas a este oficio en la Nueva Granada, no sólo se dedicaban a transportar personas o bultos por los pasos difíciles en todo el territorio, sino que existían personas que tenían cargueros para moverse dentro de sus negocios, ya fuera en la hacienda o en el lugar de producción como las estancias, y solían llamarlos “caballitos”. Los comerciantes de Popayán, Buga e incluso Pasto, viajan a Honda, Mompox y Santa Fe, para comprar ropa, (así llaman a toda clase de telas para vestidos). Regresan con ropa y un comerciante muchas veces necesita sesenta cargueros, puesto que estos últimos con frecuencia dejan abandonado el tercio y se escapan por desgana… Ese gremio era fuerte, un movimiento de cargueros, en Antioquia hizo desistir a las autoridades a arreglar los caminos para hacerlos transitables en mulas, porque se quedarían sin trabajo. “…la Audiencia ha escuchado las quejas de los cargueros con respecto a que su ganancia disminuiría y, en consecuencia, ha prohibido mejorar el camino”. Los silleteros tenían tarifas establecidas y cobraban de acuerdo al peso, y al oficio para el cual fueran requeridos, unos cargaban personas, eran de suave andar y finos movimientos, tenían las tarifas más altas, otros cargaban petacas, líchigos, baúles, bultos, cobraban menos, siempre en las partidas se llevaba un muchacho para que cargara las hojas de bijao para hacer el rancho. “Tan pronto supieron que yo iba a entrar en la montaña, los cargueros me ofrecieron sus servicios; por casualidad tengo a mano una lista del personal que enganché y que reproduzco como documento interesante, porque allí se encuentran los precios que se pagaban a los que transportaron nuestros equipajes. Para el transporte de una persona, un carguero exige 16 piastras y la comida; “el sillero” debe tener un paso suave, pues su carga viva está sentada sobre una silla de caña, suspendida por una banda que lleva sobre la frente el portador.” “Se pagan 8 piastras (Unidad monetaria usada en la Gran Colombia antecesora del Peso. 10 reales igual a 5 francos.) por 4 arrobas = a 100 libras españolas. Las 41 arrobas 9 libras costaron 80 piastras y 6 reales.” “El transportado debe permanecer inmóvil, mirando hacia atrás y con los pies reposando en un travesaño; en los sitios escabrosos como al atravesar un torrente sobre un tronco a manera de puente, el sillero recomienda al patrón que tiene sobre la espalda, cerrar los ojos. Es cierto que nunca sucede un accidente, pero da lástima ver al carguero sudando gruesas gotas a la subida y oírlo respirar, emitiendo un silbido tremendo; a pesar de las ofertas que me hizo un sillero de los más reputados preferí pasar la cordillera a pie”. Un hombre mayor carga por los Andes 5 a 7 arrobas en 7 a 8 días y, con frecuencia, cuando el camino está muy malo en 15 días, se paga al carguero 10-12 reales por arroba. El carguero fuera de ese pago recibe la alimentación y a veces una propina al final del viaje. “Siendo pocas las personas acomodadas que tienen hábito de andar a pie en estos climas y por caminos tan difíciles durante diez y nueve o veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres a la espalda, pues el paso del Quindío no permite caminar montados en mulas. Se oye decir en este país “andar en carguero”, como quien dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero, debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios, sino mestizos y a veces blancos”. [20] Los silleros fuera de cargar personas y bultos tenían otras obligaciones en la selva, hacer el rancho para el descanso, buscar la leña para el fogón y hacer la comida. La vida del carguero no era fácil, desde pequeños debían acostumbrarse a cruzar la montaña con pequeños bultos que iban aumentando poco a poco, no todos los viajeros eran considerados, algunos hasta calzaban espuelas, o se movían en la silleta, lo que les producía a los cargueros heridas en la espalda, si estos enfermaban en el camino eran abandonados por los viajeros y, según cuentan los viajantes, los silleteros morían jóvenes, más o menos a los 40 años, con frecuencia de aneurismas. “Los cargueros alternando los más altos calores con el frío del páramo, expuestos a la humedad de tremendas lluvias tempestuosas, rebajados a verdaderos animales de carga, frecuentemente con la espalda herida, con el riesgo de ser abandonados en la montaña, solos y sin ayuda cuando se enferman de desfallecimiento (…) todo esto no pesa más que el goce de satisfacer la tendencia hacia una vida libre, sin obligaciones, salvaje como la del jabalí”. [21] El oficio de carguero o silletero fue descrito con detalles por Humboldt en su paso por el Quindío en 1801. “El sillero no es hombre de contextura muy atlética. Desnudo de la cintura para arriba, lleva bien arremangados los pantalones, en especial cuando hay mucho barro. Todo su equipo consiste en una rústica silla de guadua, con un pedazo de tela blanca de algodón para proteger al viajero hasta donde se pueda del sol y de la lluvia. La silla se amarra al cuerpo del sillero por medio de dos correas que le cruzan el pecho y otra que le pasa por la frente”.[22] El Camino del Quindío se siguió haciendo con cargueros, incluso hasta mediados del siglo XIX se mantenía la costumbre del uso de silleros y cargueros, otro tipo de transporte se hizo a lomo de bueyes y mulas. El buey: animal utilizado en el paso del Quindío para cargar bastimentos y mercancías de gran tamaño y peso. Se utilizó por su seguridad en su pisada (pezuña hendida). Ataviado con los arreos necesarios para el transporte, las mulas y caballos, por tener pezuña redonda, no se utilizaban para el transporte de carga pesada, sino delicada. MITOLOGÍA Se pueden considerar en este aspecto, las ficciones, fabulas y leyendas, surgida en el tránsito del Camino, es la manifestación creativa de los viajeros y silleros, que trataban de explicarse así mismo los acontecimientos que no alcanzaban a entender; entonces se cristalizaron en relatos fantásticos que se transmitieron en el tiempo. No se conocen muchas narraciones fantásticas referentes al Camino, algunos de esos relatos se utilizaron para asustar a los viajeros y se conocen gracias a los viajeros ilustrados, que no fueron muy dados a creer en esas leyendas. “…Sin embargo, a pesar de estas molestias en grado sumo, no encierra los peligros con que el pueblo crédulo asusta al viajero. Por cierto, el sendero es angosto, pero son muy raros los lugares donde pasa por abismos”. [23] Algunas de esas narraciones se refieren al entorno natural, existencia de animales fantásticos, por su tamaño, su forma o lo que podían producir. Están ligadas al desarrollo histórico, originado en las relaciones culturales suscitadas en la constante peregrinación por la vía. Cuando se emprendían los recorridos por las espesuras de las montañas que lindaban con el Camino, los transeúntes especulaban sobre este mito, cuya finalidad era la de asustar a los que salían de viaje, para que desistiera del mismo. Otras leyendas se pueden colegir de los apuntes de viajes como por ejemplo los de Boussingault. Una se refiere a la invocación a los espíritus de la selva que hacían los silleteros, para pedir una buena marcha y tiempo favorable: El 26 de mayo desde las 7 de la mañana los cargueros se hacían oír en la selva porque tienen la costumbre de lanzar gritos alentadores cuando se ponen en Camino O las leyendas de los espíritus de los muertos que siguen vagando por la selva sin poder descansar en paz, las referencias a este respecto se refieren a los cargueros muertos, ellos son los espíritus que vagan por la selva, así los muertos en el Camino sean muchos, es sobre ellos la leyenda, ellos, los cargueros, los silleros son los dueños del Camino, los que lo dominan, en vida y después de ella. A las 11 llegamos al alto de la Sepultura, en donde había sido enterrado un carguero, muerto de fatiga; mis hombres aseguraban que por la noche se oía en la selva su alma pidiendo socorro”.[24] Los cargueros, para que el viaje fuera más seguro, para que su pasajero a cuestas no se moviera, referían la leyenda del silletero que al llegar a un precipicio con un viajero que había sido difícil y cruel, hasta le había enterrado unas espuelas al silletero, lo había despechado por un precipicio en lo alto de la montaña. Estaban también los relatos de animales fantásticos, como el que cuenta Charles Stuart Cochrane en 1824, quien se maravilló en su paso por el Camino del Quindío con una especie de animal que los indígenas describían así: “Desde una pequeña cadena de lomas en la cercanía de estas montañas se puede observar, con unos buenos prismáticos, elefantes carnívoros alimentándose sobre las llanuras que rodean la región nevada. Alguna vez se encontraron algunos dientes gigantescos, pero hasta la fecha no se ha logrado cazar uno de estos animales. Los indios organizan de vez en cuando excursiones para lograr pieles de este ganado salvaje”.[25] También es posible imaginar todo lo que estos hombres podrían contar, alrededor de una fogata, después de comer y en medio de todos los ruidos de la selva y del rugir de los tigrillos, micos aulladores y pájaros nocturnos. VIVIENDA: TAMBOS Y POSADAS Los primeros núcleos poblacionales del Quindío fueron producto del impulso estatal, como las colonias penales de Toche y Boquía, con el interés de mantener el Camino en buenas condiciones. Antes se había dado la fundación de La Balsa, hoy Alcalá. Sebastián de Marisancena, en 1807, apoyado en el plan para la apertura y colonización de la variante “La Trocha”, propone un plan para hacer esa fundación y tener derecho a los impuestos que se cobraban en el Camino con pocos resultados, pero él mantuvo siempre la fundación. Luego se impulsaron las fundaciones de Condina, Obaldía, Buriticá, que no prosperaron. En las leyes que impulsan el mantenimiento y la colonización de los caminos, surgen los tambos o posadas, que se establecerían cada tres leguas. En el término de las tres leguas se fabricará la iglesia, casa para el cura, vecino, hospedería y tambo. Al cura se le dará una cuadra de solar con iglesia y casa, al vecino otra con casa, albergue para los pasajeros, y tambos para depositar cargas y bagajes (…) Todos los vecinos en su respectivo hogar harán un potrero, para encerrar las caballerías, que estén seguras y tengan donde pacer. Para la manutención del potrero cada par de caballería pagará un cuartillo al vecino, y este mantendrá también en buen estado la hospedería y tambo en beneficio de los pasajeros. . Los contaderos son lugares donde hay pasto, allí se juntan las recuas cuando se va a acampar, de ellos dice Humboldt lo siguiente: “En la selva se encuentra cada 2-3 horas lugares desprovistos de árboles, abiertos a hachazos, los que se llaman rancherías o contaderos, en los cuales se pernocta, y esos son los albergues”.[26] Los principales tambos o contaderos que estaban establecidos a través del recorrido eran: - Ibagué la Palmilla: Atravesando el Combeima por puentes de guadua: - El paraje, las Amarillas - Guayabal, La Palmilla - La Palmilla a Cara de Perro, - Cara de Perro, Las Tapias, una casa con cocina en 1857 - Las Tapias, El Moral - El Moral, Buenavista - Buenavista, Chachafruto - Chachafruto, Agua Caliente - Agua Caliente, el Machín - Machín, río San Juan - Río San Juan, Toche. El presidio dos casas y una docena de ranchos, donde vivían los hombres bajo libertad condicional. -Toche, Yerbabuena - Yerbabuena, quebrada Cruces - Quebrada Cruces, quebrada Tochecito - Quebrada Tochecito, Boquerón del Páramo - Boquerón del Páramo, Mataficua - Mataficua a Cruz Gorda o Barcinal - Cruz Gorda, río Quindío - Río Quindío, Boquía, Alto de Laraganado En este punto de Boquía descanso Humboldt, después de una dura travesía, explica muy bien cómo se armaban los ranchos y dibuja en su cuaderno de notas la manera como lo hacían, dice que antes de salir de Ibagué se cortaron varios cientos de hojas de bijao, a las que se les hace un corte en la nervadura central de donde se han de colgar para armar un techo, donde pasaron varios días y que a pesar de la lluvia no se mojaron. “Luego se las extiende y enrollan cuidadosamente formando un cilindro compacto. (… ) Al llegar a un lugar adecuado en medio del bosque, de suelo seco, donde se piensa pasar la noche, los cargueros cortan algunas ramas de árboles que disponen en forma de carpa. En pocos minutos esta liviana armadura es dividida en cuadros con lianas de agave separadas entre sí unos tres a cuatro decímetros. Entretanto, se habrán desenrollado las hojas de bijao y varias personas se ocupan de sujetarlas sobre el enrejado al que finalmente cubren como tejas. Estas chozas son muy frescas y cómodas… En el valle de Boquía pasamos varios días bajo una de estas tiendas vegetales sin mojarnos, aun cuando la lluvia era muy persistente y casi interminable”. [27] Después de Boquía, las posadas y tambos que seguían eran las siguientes: - Laraganado, Alto del Roble. - Alto del Roble, El Socorro o Portachuelo, contadero de Novilla - El Socorro, Buenavista. - Buenavista, La Balsa - La Balsa, Piedra de Moler - Piedra de Moler, Cartago. La Cuchilla de los Novilleros, contadero: Lugar abierto de descanso y en donde los arrieros al final de su jornada de camino acampaban y contaban sus mulas para ver sí alguna se les había quedado en el bosque y en tal caso, buscarla antes de continuar el viaje. En ese mismo sitio, se fundó el 20 de Agosto de 1.878 por colonos dedicados a la guaquería, minería, arriería y comercio, un pueblo, cuyos primeros moradores lo bautizaron Filandia. SALUD Cruzar el Camino conllevaba muchos peligros para la salud, había que hacer el tránsito casi al descampado, con lluvias torrenciales y temperaturas muy bajas en la noche, pasar por pantanos generalmente descalzos, aguas heladas, soportar picaduras de insectos, de culebras, que producían fiebres, caídas que podrían ocasionar fracturas, golpes o heridas, pasar por bosques de guadua llenos de púas, hambre, la altura, el cansancio, el calor cerca al río De la Vieja y Cartago y muchos otros inconvenientes que afectaban la salud, fuera de las enfermedades endémicas como el paludismo o de epidemias como la viruela. Para muchos de estos males tenían los remedios que los aplicaban en el sitio, generalmente plantas, en infusión, mascadas, en emplastos, en fin de alguna manera buscaban aliviar el dolor, incluso tenían silletas especiales para cuando tenían que transportar un enfermo. “Por la tarde uno de mis silleros empezó a quejarse de que se sentía indispuesto y al ofrecerle yo alguna medicina que podría aliviarlo, se negó obstinadamente a tomarla. Al día siguiente, como lo encontrara ya bueno y sano y le preguntara qué remedio se había hecho, me contestó que había tomado simplemente agua de azúcar, que era la cura infalible para toda enfermedad.” [28] En 1801 se presentó la cuarta epidemia de viruela que azotó el país. En esta ocasión ya se empezó a buscar la cura de la enfermedad a través de las vacunas, pero no era muy utilizada en la región. Los mayores estragos se mostraron en la población indígena. La viruela fue una preocupación de Humboldt, como quiera que le dio dificultad encontrar cargueros por la epidemia que había en ese momento en Ibagué. Otra enfermedad fue el paludismo o “chucchu” – palabra que significaba temblor entre los indígenas, combatida con la corteza de quina, que ingerían en abundante y concentradas infusiones. Denominada por el lenguaje quechua: Quina-Quina, por Linneo Chinchona. Sin cronología exacta, por los años de 1630 y 1637 el jesuita Juan López utiliza la corteza para el tratamiento de la malaria. Secreto concedido por el indígena Malacatos, a quien el sacerdote había bautizado con el nombre de Pedro Leiva. [29] Bichos comunes en el Camino eran unas moscas negras como un azabache, y del tamaño de la mosca casera, que llaman galofas, clavan su pico, llevan sangre, y dejan la herida; los zancudos y los tábanos que causaban el nuche; las niguas y las avispas que producían dolorosas picaduras. “…luego seguimos hasta El Roble. Al salir de allí me picó cruelmente en el pie una avispa brava; un carguero me trató por medio de la aplicación de tabaco mascado sobre la picadura y el alivio fue inmediato; pude continuar la marcha. “ [30] Por las prácticas higiénicas anacrónicas, como el no uso de calzado de muchos viajeros, unos parásitos denominados niguas se les incrustaba en las carnosidades de la uñas de los pies. Estos eran un espanto y una angustia para los que soportaban este episodio, el ardor y la congoja que provocaba volvía loco al más templado. No se conocía el remedio para el mal, la única medida drástica era sacarla con la espina terminal de la hoja de la cabuya o fique, con espinas de pescado o la de la palma. Cuando el tormento llegaba a extremos insoportables, algunos individuos se enterraban en la arena y hasta metían los pies en el fuego. Las niguas son un tipo de ácaro rojo muy pequeño de la familia de los arácnidos. Son tan antiguas que Juan de Castellanos las describe así y hasta la cura la da. Salíales a todos mucho grano con las alteraciones de un divieso, y aentro molestísimo gusano, áspero, peludillo y algo grueso; da voces y gemidos el más sano, por ser aquel dolor en gran esceso, hasta que ya cayeron en la cura, que fue fácil y no de mucha dura. Pues de diaquilón un parche hecho sobre la hinchazón y carne flaca, hace la fuerza dél tanto provecho, que la mitiga y el gusano saca: el duro torondón queda deshecho, la pena quita y el dolor aplaca; y alguno me vendió por manifiesto que falta de sal causaba esto.” En los relatos de viajeros también se cuenta cómo los cargueros son abandonados en el Camino cuando caen de físico cansancio, otros se tenían que devolver porque son atacados de fiebres, o porque desfallecen de hambre, aunque la travesía duraba de 10 a 12 días había que llevar alimentos para un mes, si llovía mucho los ríos se represaban y la creciente tapaba el camino y era imposible regresar a Ibagué o a Cartago. Aunque el Camino tenía fama de ser bueno para la salud, Humboldt dice que es todo lo contrario, es un trayecto no solo de dificultades sino malsano. “¿Cómo puede ser saludable un camino, una travesía que sale de una llanura, pasando en partes por campos de hierba, en los que uno está expuesto a los más fuertes rayos solares (…), ¿cómo puede ser saludable entrar en esos estrechos subterráneos y respirar aire viciado? Pero en un país en el que no se razona, diariamente se repite que el Camino del Quindío e sumamente saludable, que allí se sanan los enfermos (…) Una selva espesa y húmeda en la que se pudre gran cantidad de materiales vegetales depósitos de pirita que descomponen el aire y estratos de ardilla gredosa (letten), eterno cambio de los rayos solares al oscuro aire de un sótano en las angosturas, la inevitable mojada de los pies con agua estancada en la que se pudren las raíces de guadua…”. [31] No solo las personas que cruzaban el camino padecían, también sufrían los animales, los bueyes se desmejoran tanto que después de un viaje había que alimentarlos por 4 o 5 meses antes de volver a utilizarlos, las mulas sufrían fracturas en las patas o peladuras por las cargas o monturas. Todos los viajeros van dejando sus apuntes sobre este tópico que era de mucha preocupación. EL VESTIDO El Camino, al igual que los pueblos y ciudades, también tenía una moda, que nace de la necesidad de adaptarse a las condiciones del recorrido. Los cargueros llevaban prendas que no incomodaran su marcha, por tanto era muy sencilla, un pantalón remangado más arriba de la rodilla o desnudos, sólo cubiertos con un pañuelo, sus arreos de cargar y si mucho unas almohadillas para proteger la espalda, una vara larga y firme que hace las veces de un tercer pie, o que ayuda a mantener el balance, ruana a rayas y una camisa de algodón para protegerse del frío en la noche. “Tienen buen cuidado, desde luego, de poner sendas almohadillas sobre la frente y la espalda para precaverse de las magulladuras. Por lo demás andan desnudos, con solo un pañuelo ceñido a la cintura”. [32] Los soldados pasaban el páramo con sus uniformes y los de mayor graduación usaban capas. Los viajeros eran muy diversos, algunos iban ataviados para traslados por caminos secos y planos o se iban preparados para montar a caballo, de polainas, espuelas, vestidos blancos con chaquetas, que cuando encontraban los pantanos tenían que cambiarlos o llegar de barro como si se tuvieran un vestido de ese material. “Encontramos el Camino en no muy malas condiciones por espacio de tres cuartos de legua; más adelante estaba tan cenagoso que me vi obligado a apearme para vadear los charcos, calzado como estaba de botas altas y grandes espuelas, con gran diversión para los peones, naturalmente, pero con no menor mengua de mis reservas de grasa”.[33] De los aditivos del vestuario, es importante recalcar el relacionado con el sombrero; parte fundamental de la vestimenta de los viajeros de todos los niveles sociales que trasegaron por el Camino del Quindío. Los sombreros de paja de la palma de toquilla procedían del Ecuador; hacía comienzos del siglo XIX empezó a ser cultivada en el municipio de La Unión, al nordeste del departamento de Nariño y allí se le denominó jipijapa. La fabricación de sombreros se extendió por el Camino del Quindío hacia el norte del país, gracias a la fácil adquisición de la materia prima, que se conseguía de manera silvestre. El nombre de la palma cambiaba según la región, se la conocía como palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma. Otro de los sombreros usados por la época del desarrollo de la independencia eran los sombreros denominados: Panamá, se fabricaban en Antioquia; hoy día, se conocen con el nombre de sombrero aguadeño, producidos por hábiles tejedores de la época: años 1820 y 1822. Los campesinos cubrían sus cabezas con sombreros de palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma, calzaban alpargates y/o botas de cuero, según su condición económica, provistos de grandes ruanas de lana tejida para preservarse del frío en el paso del Boquerón del Páramo. Vestían pantalón a cuadros o de rayas, fabricados con telas burdas, provenientes del Socorro; trasegaban por el Camino del Quindío con sus petacas a cuestas, construidas de chusque o guaduilla; donde transportaban su provisión y/o mercaderías para remontar el paso del Quindío. En las partes frías del camino para dormir utilizaban vestidos consistentes en una franela gruesa, por encima de ésta una camisa de dormir de lana y superpuesta una chaqueta gruesa. Además, de los calzoncillos de franela y unos pantalones de corduroy (tela gruesa).[34] ALIMENTACIÓN La alimentación era el punto más importante para el cruce del Camino, de ella dependía la vida de los viajeros, en este punto se prestaba mucha atención, las raciones eran calculadas y había cargueros destinados únicamente al transporte de la comida. La alimentación era pactada antes de salir, corría a cargo del viajero, por lo general, la de los silleros que llevan gente, los otros debían llevar sus alimentos. Corre a cargo del empresario de los silleros y peones la alimentación, consistente en carne cecina, tanto de res como de cerdo y arroz en determinada cantidad por persona. Además de bizcochos de maíz, huevos duros, panela, chocolate, ron, sal y cigarrillos En los pueblos de las puntas del Camino se tenía un variado recetario limitado por varias circunstancias. Provisión, clase social, manejo, transporte y conservación de los alimentos, determinaban el tipo de viandas que se preparaban en las diferentes manifestaciones culinarias para su consumo. Éstos provenían de diferentes fuentes: vegetal, animal y mineral, como alimentos sazonadores de origen mineral como sal. La alimentación en el Camino del Quindío en el tiempo de La Independencia, se encontraba ligada a la producción local y a la importación de alimentos, transportados por el río Magdalena, con centro de acopio en el puerto de Honda, de donde se comercializaban y transportaban. “En el momento cuando iba a internarme en el Quindío, recibí la orden de vender un aprovisionamiento de alimentos en conserva, destinados a una expedición que debía haber llevado a Santiago de Veragua al oeste de Panamá, pero que fue suspendida. En consecuencia abrí un almacén, después de haber hecho anunciar por medio de tambores que se procedería a la venta de conservas, de jamones y de lenguas ahumadas, a precio fijo”. [35] Dentro del grupo de productos utilizados en la preparación de alimentos podemos citar los siguientes: tubérculos y raíces como: yuca, papa, achira; granos como: maíz, arroz, lentejas y frijoles; condimentos culinarios y colorantes como: el culantro o cilantro cimarrón, colorante de alimentos, la bija o achiote; verduras, hortalizas y legumbres como: plátano, chachafruto, cidrayota, chontaduro, árbol del pan, el míspero, al igual que otros frutos encontrados en la selva. De origen animal: los que generalmente se lograban en las tupidas selvas; animales salvajes, y los domésticos que les proporcionaban carne o leche. Los animales domésticos, como los vacunos, originarios de las planicies del Valle del Cauca y del Tolima, los cerdos, abundantes en ambas laderas del paso del Quindío. En la parte de Salento se hallaban manadas salvajes de cerdos que merodeaban las selvas y se alimentaban de los frutos de la Palma de Cera del Quindío. Otros animales caseros fueron las aves domésticas, como las gallinas, pavos y patos. La selva aledaña al Camino suministraba carne producto de la caza de animales como: tapir o danta, venado, oso de anteojos, pantera, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de monte, comadreja, erizo, tigrillo o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo, tatabro, zaino, mono aullador. La caña de azúcar y sus derivados: miel y panela, fueron fundamentales en la alimentación y fabricación de bebidas espirituosas como el aguardiente, chicha y otras que se consumían en el paso del Camino, especialmente para mitigar la sed y alegrar la soledad que representaba el paso por estas tierras. La producción de alimentos fue limitada y se obtenía lo indispensable para el sustento de los viajeros; las diferentes contiendas por la causa libertaria generaron el abandono y descuido de las primeras unidades agrarias establecidas. El trasegar permanente de viajeros admitió la fundación de tambos en las orillas del Camino, que permitieron el establecimiento de pequeños cultivos de pan coger, según el piso térmico y condiciones edáficas. Se cultivaba maíz, cacao, algodón, plantas medicinales, arroz, frijoles, victoria, yuca, plátano, caña de azúcar, frutales, con simientes procedentes de la provincia de Cartago e Ibagué. El maíz representó la mayor cantidad de alimento utilizado por los viajeros. Se consumía en variadísimas presentaciones de productos comestibles, tales como mazorca asada, granos de mazorca fritos con huevo, bizcocho cerero, arepas, mazamorra, envueltos, tamales, etc. Animales como la gallina, la paloma, el pato, el cerdo, la oveja, la cabra, la vaca también hicieron parte de la dieta alimenticia de los viajeros. La sal utilizada en el adobo de los alimentos, en su mayoría llegaba por la ruta del Quindío; el resto se obtenía de las llamadas fuentes saladas manipulando los procedimientos aborígenes, que consistía en someter a la evaporación el agua, al final quedaba en el fondo de las múcuras de barro la sal en estado sólido en forma de terrones de sal. En las espesas selvas perseguían animales de monte como guaguas, guatines, venados y tatabras; una vez cazados se preparaban para adicionar la provisión de alimentos necesaria para el cruce del Camino. La carne obtenida se partía en tiras que se salaban y ahumaba. La preparación de las comidas se limitaba a los momentos de pernoctar, al término de la jornada diaria de viaje, una vez establecido el campamento se prendía lumbre y alistaba fogón para la preparación de platillos sencillos, empleando los alimentos que transportaban y los obtenidos en el sitio donde acampaban; estos podían ser sopas, especialmente, la sopa de arroz, consistente en una aguasal a la que se le adicionaba patatas, arracachas y tasajo (carne seca ahumada) y se le daba espesor mediante la adicción de arroz; al momento de su consumo, se acompañaba con arepas de maíz. Otros alimentos que hacían parte del bastimento eran los bollos de maíz, huevos duros, panela chocolate, ron, sal, plátanos verdes secados al horno, llamados fifí. “El bastimento que debíamos llevar consistía en tiras de carne seca de res, bizcochos de maíz, huevos duros, azúcar en bruto (panela) chocolate, ron pedazos de sal que se conocen con el nombre de “piedras” y resisten la humedad, y cigarros, yo debía alimentar solamente a los cargueros que llevaban los víveres, la cama y las hojas de bijao; los otros llevaban su propia alimentación o sea “tasajo”, panela, chocolate, arepas y sobre todo fifi…”.[36] Al amanecer, antes de emprender de nuevo la marcha, se desayunaba con alimento caliente: tortilla de huevos, patatas asadas al rescoldo, y una buena taza de chocolate. Otros alimentos ligeros a la hora del desayuno o la cena eran chocolate con pan, las arepas de maíz, la mazamorra de maíz pilado y hervido al cual se le añadía leche, acompañada de un trozo de panela. BIODIVERSIDAD. La zona comprendida por el Camino del Quindío presentaba un alto grado de biodiversidad, definida por su variedad de pisos climáticos y formaciones geológicas. En la zona se desarrollan una flora y fauna muy rica y exuberante, generada por las diferencias de altura, cuya especie más significativa fue y es la palma de cera del Quindío, tan magnífica que fue declarada árbol nacional. Además, en su recorrido se encuentra el bosque de niebla con su fauna y flora característica, el bosque de frailejones y vegetación de páramo que protege y conserva el agua, los loros orejiamarillos que viven en las palmas de cera, el oso de anteojos, los tigrillos, perezosos, venados y otra pequeña fauna de guatines, tatabras, pavas de monte, mariposas y pájaros, mucha de esta flora y fauna fue aprovechada por los viandantes y luego por los colonos que llegaron a la zona. Las condiciones ambientales permiten deducir el perfecto equilibrio ambiental y fuente de recurso hídrico, proporcionado por su exuberante vegetación, y las formas del relieve, que permitían el origen de considerable número de fuentes hídricas y variedad biodiversa, que aún son fundamentales para nuestra región. Las descripciones de la biodiversidad del Camino del Quindío fueron permanentes y en todas las etapas de la historia. Los viajeros se extasiaban de la exuberancia de la flora, fauna y belleza del paisaje. Además, se percataban de fenómenos naturales como la actividad volcánica y sísmica: “Hay en ella un volcán de humo que respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de Toche, en que, por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado en ellas, se transitó de Ibagué á Quimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y fertilizan la provincia, y por los más de ellos hay fabricados puentes de guaduas que facilitan el paso, aunque asustan con los columpios.” [37] “Como los cañaverales son tan espesos hay muchas alimañas por entre ellos y grandes leones, y también hay un animal que es como color pardo, la cabeza tiene como zorra; vi una vez una de estas, la cual tenía siete hijos que estaban junto a ella, y como sintió ruido abrió una bolsa que natura le puso en la misma barriga y tomó con gran presteza los hijos, huyendo con mucha ligereza, de manera que yo me espante de su presteza, siendo tan pequeña y corre con tanta carga, y que anduviera tanto. Llaman a este animal chucha. Hay unas culebras pequeñas de mucha ponzoña, y cantidad de venados, y algunos conejos y muchos guadaquinajes, que son poco mayores que liebres, y tienen buena carne y sabrosas para comer. Y otras muchas cosas que dejo de contar porque me parecen que son menudas”. [38] Contrario a narraciones negativas relacionadas con los factores naturales, de algunos viajeros, Humboldt describe a Ibagué así: “El clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso (...) La montaña del Quindío es uno de los sitios más ricos en plantas útiles e interesantes. Allí encontramos la palma Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia Grandiflora, cuya flor escarlata tiene una longitud de 16 centímetros”.[39] Y más adelante las características del suelo así: “Como casi toda la cordillera, esta parte de los Andes es de superficie arcillosa, habiendo formado barrancos de 6 á 7 metros de profundidad los hilos de agua que bajan de la montaña. Por estas grietas llenas de lodo se anda, no obstante las oscuridades que produce la espesa vegetación que cubre las aberturas. Los bueyes, bestias de carga que se usan en estas comarcas, difícilmente pasan por dichas galerías que tienen hasta 2,000 metros de largo, y si se tropieza con ellos por desgracia en el centro de los barrancos, hay que desandar el camino recorrido ó subirse á los bordes de la grieta sujetándose á las raíces que del suelo penetran hasta allí”. Un elemento importante que marcó el ambiente del camino fue el agua. Este paso en la montaña podía carecer de muchas cosas, pero no de agua, agua en los torrenciales aguaceros, agua en ríos y quebradas, agua en nacimientos, aguas puras, delgadas, salitrosas, sulfurosas, gaseosas, azufradas, picantes como ají, contaminadas, lodosas, calientes, heladas, frescas, agua útil, necesaria o agua que molesta, pero agua, mucha agua en el camino. Aunque todos los viajeros hacen referencia al agua, es Boussingault quien continuamente está describiendo este elemento, lo exalta, lo ve y lo siente continuamente, como se puede apreciar en las siguientes citas: “En Ibagué se dispone de víveres en abundancia y cantidades considerables de agua limpia (…) Con mucho placer volví a ver la bonita cascada y tomé un baño frío de ácido carbónico para calentarme. Tomé el desayuno a la orilla del río, donde se sentía el olor de ácido sulfhídrico (…) A las 8 y media estábamos en Aguacaliente (altitud 2.276 metros); la temperatura del agua de la fuente caliente era de 53,3°…”.[40] “Al llegar al alto sentí una sed ardiente y mis guías me dijeron que conocían una fuente cerca de allí, pero que no era posible beber de esa agua por su sabor picante (ácido), es decir, “que sabía a ají”.[41] Y así, ese viajero del siglo XIX sigue probando y examinando las aguas que encuentra a su paso. “A pesar de lo triste de mi estado, visité una fuente gaseosa caliente, cerca de San Juan, en la orilla derecha. La abertura tenía un metro de largo por medio metro de ancho; el agua parecía hervir, pero al meter allí la mano la temperatura era poco elevada, pues la agitación del líquido provenía de un fuerte desprendimiento de gas carbónico. El termómetro se mantenía a 35.6° y encontré que el agua era agradable para beber, con un sabor ligeramente agrio parecido al de la fuente del alto del Machín; no se veía la salida del agua pero los cargueros decían que el pozo era profundo (…) A las 5 de la tarde llegué al torrente de Tochecito, cuya agua me pareció glacial…”[42] Y esta otra cita donde aparentemente el agua escasea porque todo lo que los rodea es lodo, pero encuentran otro recurso para obtenerla: “… uno camina entre guaduales expuesto a las espinas de esas gigantescas gramíneas y en un baro que llega a las rodillas; en el Camino me refrescaba con el agua que se obtiene de las guaduas, practicando una abertura por encima de uno de los nudos de la vara; con una sola punción obtuve ¼ de litro de líquido; agua clara y fresca y como lo demostró después un análisis, casi pura.” [43] Así pues, la privilegiada situación geofísica y la densidad de la selva, hicieron del agua un elemento presente y abundante en todo el recorrido del Camino del Quindío. La riqueza de la flora siguió siendo portentosa, en 1865 M. E. André, vuelve y admira la naturaleza de esta región y exclama: “A través de esta vegetación rica en prodigios, llegamos à la hacienda de las Cruces, donde el inteligente y emprendedor don Ramón Cárdenas, tenía plantada, à tres mil metros de altura, su tienda en la cual debía concedernos cariñosa hospitalidad. Llegamos à las cruces el día 8 de marzo à las cinco de la tarde, sucios, rendidos de cansancio y llenos de harapos (…) La flora del Quindío, que se ostenta en toda su variedad, me dejó atónito por su riqueza (…) ¡Qué admirable colección de plantas de hojas ornamentales propias para agregar a las que han conquistado ya el público a favor en los paseos y jardines parisienses! Las que más me llamaron la atención por su extraordinario desarrollo pertenecen a los géneros artanthe, solanum, cecropia, xanthosoma, ficus, pionandra, boccona, laportea, a las melastomáceas, helechos, escitanmíneas, etc.”. [44] Y más adelante en 1892, cuando don Heliodoro Peña escribe su “Geografía e historia de la Provincia del Quindío”, para enseñanza de sus alumnos, enumera una infinidad de animales existentes en la región que no queda más que volverlos a nombrar: Tapir o danta, ciervo, oso negro, león común, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de monte, comadreja, erizo, tigre o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo, tatabro, zaino, y además los monos uluntos y los átales, pava, paloma, tórtola, carriquí, chamón, carpintero, guacamayo rabiamarillo, perico, soledad, turpial, mirla, jilguero, cóndor de los andes, águila, gavilán, cirirí, tijereta, garrapatero, iguana, culebra coral, equis, cazadora, etc. En la parte vegetal: arenillo, cedro, caoba, negro y blanco, laurel, aguacatillo, ciprés, guayacán, nogal, pino, campeche, y achiote. También se producía otoba, acónito, árnica, ruibarbo, romero, amapola, cebada, culén, altea, licopodio, acedera, vainilla, quinas etc.”. [45] Puede concluirse que el Camino del Quindío, no solo fue importante por toda la actividad científica que en él se desarrolló, por la integración que permitió después de La Independencia, entre el centro y el sur de la nueva república, sino porque posibilitó el desarrollo económico de esta región, amarrado al impulso de La Colonización, como política de Estado. También por la apertura de las tierras aledañas a los caminos, que facilitaron la iniciación de tambos y posadas y el impulso de la creación de pueblos, como fue la fundación de La Aldea de Nueva Salento, primer poblado organizado en el Quindío. La Ley 70 de diciembre 16 del año de 1916, relacionada con la reglamentación de los caminos, en su decreto Reglamentario número 422 de 1917, estableció las disposiciones sobre política de tráfico y contabilidad de las vías públicas nacionales. En su Capítulo I, Articulo 1°, dice: “Desde que entre en vigencia la presente Ley, solamente serán caminos nacionales: 1° Los destinados a unir la capital de la república o los centros estratégicos importantes con las fronteras o con los puertos marítimos o fluviales; 2° Los destinados a comunicar los territorios de colonización con el interior del país; y 3° Los que sin estar comprendidos en los grupos anteriores sean de vital importancia desde el punto de vista comercial y militar, de acuerdo con las leyes preexistente; y con las que se expidan al efecto. Artículo 2° "Forman el primer grupo de caninos nacionales los siguientes: … b) La vía del Suroeste, destinada a comunicar a Bogotá con la frontera ecuatoriana, pasando por Ibagué, Calarcá, Tuluá, Popayán y pasto, por el Valle del Patía. puerto apropiado al río Magdalena, ‘hacia el Atlántico por Chiquinquirá., el Socorro y Barrancabermeja .. República de Colombia Ministerio de Obras Dirección General de Caminos Nacionales Ley 70 de 1916, general sobre caminos; Decreto Reglamentario número 422 de 1917, y disposiciones sobre política de tráfico y contabilidad de las vías públicas nacionales. Bogotá Imprenta Nacional 1917. Banco de la Republica. Biblioteca Luis Ángel Arango. Diciembre 16 Capítulo I Clasificación. Artículo 1. ° Desde que entre en vigencia la presente Ley, solamente serán caminos nacionales: 1° Los destinados a unir la capital de la república o los centros estratégicos importantes con las fronteras o con los puertos marítimos o fluviales; 2° Los destinados a comunicar los territorios de colonización con el interior del país; y 3° Los que sin estar comprendidos en los grupos anteriores sean de vital importancia desde el punto de vista comercial y militar, de acuerdo con las leyes preexistente; y con las que se expidan al efecto.. 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Pág.178 [15] Memorias de Jean Baptiste Boussingault, Edición original: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República Creador: Jean Baptiste Boussingault [16] HISTORIA DE LA LITERATURA EN NUEVA GRANADA JOSE MARIA VERGARA Y VERGARA CAPITULO XIV Francisco José de Caldas. — El Semanario del Nuevo Reino. 1800-1810. [17] Memorias Histórico Políticas del General Joaquín Posada Gutiérrez Autor: Joaquín Posada Gutiérrez Edición original: Bogotá, Imprenta Focion Mantilla, 1865 Edición Biblioteca Virtual: Bogotá, Junio de 2005. [18] Álvaro Hernández V. Una orden para comparecer (Ibagué, 1947)www.revistanumero.com/19orden.htm [19] Tomado de la revista AÑOS HA. AHORA QUE EL INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. www.salento.com.co/htmlesp/alomo_de_ndio.htm [20] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República Creador: Jean Baptiste Boussingault [21] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm [22] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm [23] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm [24]Titulo: Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [25] Journal residence and travels Colombia during the years 1928 of Capt. CHARLES STUART COHRANE. Vol. II [26] Vida de Humboldt Extractos de sus diarios. Viaje por la cordillera de los Andes. Edición: Biblioteca Virtual del Banco de la República [27] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199 [28] VIAJES POR EL INTERIOR DE COLOMBIA CORONEL J. P. HAMILTON [29] MARTINEZ Zulaica Antonio. La Medicina del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada. Edit. La Rana y el Águila. Tunja 1973.Pag. 62 [30] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [31] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199 [32] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199 [33] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199 [34] COCHRANE, Charles Op. Cit. [35] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [36] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [37] Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada Autor: Fernández de Piedrahita Editorial Kelly, 1973, Vol. I Cap. VII. [38] CIEZA DE LEON Pedro. Crónicas del Perú de la Provincia Quimbaya. 1553. [39] Viaje de Humboldt por Colombia y el Orinoco Ibagué [40] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [41] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [42] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [43] Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República [44] Monografías de Rufino Gutiérrez. Tomo I Autor: Gutiérrez Rufino Edición original: Bogotá, Imprenta Nacional. 192 [45] PEÑA, Heliodoro. Geografía e Historia de la Provincia del Quindío. Popayán, Imprenta Departamental, 1892. Documento No. 5, p. 115

 

DE LA MONTAÑA AL CAMINO DEL QUINDÍO, y/o CAMINO NACIONAL


















“Debajo del cemento o del asfalto que cubre numerosas vías actuales, dejó impresas sus huellas el pie endurecido del indio de ayer, que parece haber sido maestro nunca bien alabado de las planeaciones económicas y de la ingeniería caminera de hoy”.

(Alberto Montezuma Hurtado 1983:23) 

“Los caminos vinieron a ser unos verdaderos presidios, en que los españoles tenían ocupada en trabajos muy recios a la mayor parte de la población de la Nueva Granada, en castigo de su amor a la Independencia”

(José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución en Colombia.) 

INTRODUCCION.

Hay que incitar la búsqueda y seguir el rastro de la historia del paso o camino del Quindío, procurando la búsqueda de elementos históricos y culturales que han proyectado el constructo histórico de la Quindianidad, historias particulares que le han dado sentido y unidad al territorio.

Revelar cómo el camino constituyó un vínculo entre el centro y el sur occidente del territorio patrio, que permitió la consolidación local, articulándola   al nivel nacional e internacional, que se pueden percibir como resultado del de investigaciones bibliográficas, trabajo de campo, recopilación de grabados y fotografías de la época, que develan los aspectos históricos, ecológicos y culturales del Camino y de quienes por allí pasaron, especialmente durante y de la segunda mitad del siglo XIX. 

MARCO GEOGRÁFICO.

“El clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso...”

(Humboldt Extractos de sus diarios) 

Ubicado geográficamente en el centro occidente del territorio colombiano, en las vertientes oriental y occidental de la cordillera Central, dentro de los 4º.44’de latitud Norte y 74º.54’de longitud Oeste, en Cartago, Valle del Cauca, y hasta los 4º.26’ de latitud Norte y 75º.13’ longitud Oeste en Ibagué, departamento del Tolima.

Desde Cartago a Ibagué la ruta muestra diversidad de pisos térmicos (cálido, medio, frío y páramo), como resultado del relieve que circunda sobre las dos estribaciones de la Cordillera del Quindío (hoy denominada cordillera Central. Circunstancias que permiten una variada biodiversidad, condición que proporcionó los viajeros, agua, alimentos, protección, paisaje y copioso material para sus narraciones.

La senda cruza los municipios de Cartago y Alcalá, en el Valle del Cauca; Filandia, Salento, en el departamento del Quindío, hasta el límite con del departamento de Tolima, sobre el vértice de la cordillera, lugar denominado la Garita o Boquerón del páramo, continuando al corregimiento de Toche, volcán cerro Machín e Ibagué.  De Cartago a Ibagué, 98 kilómetros llenos de penalidades y proezas que se encuentran narrados especialmente por los viajeros extranjeros que por allí pasaron.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS.

En la época prehispánica la existencia de caminos fue muy importante, y conformaban una verdadera red, que cruzaba los territorios ocupados por los indígenas Quimbayas.  Estos caminos corrían por los lomos de las cordilleras para una mejor orientación, así que remontar las cimas nunca fue una dificultad mayor para estos pueblos primigenios. Por esta vía los Quimbayas practicaron un intenso comercio determinado por el trueque del oro y mantas de algodón por sal con los chibchas.  

En la Conquista (1530-1541), Jorge Robledo, procedente del Valle de Lilí, llegó a la provincia Quimbaya atravesando montañas y siguiendo el curso de río Cauca, a través de los caminos indígenas. Sobre estos los españoles construyeron los de herradura, para acometer su dominación en toda la comarca.  La penetración de los españoles al territorio de los actuales departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas y sur de Antioquia se efectuó por los dos flancos de la cordillera de los Andes.  La parte oriental, por el capitán español Andrés López Galarza, quien fundó a Ibagué el 14 de octubre de 1550; y el Mariscal Jorge Robledo, quien fundó a Cartago en la ladera occidental a orillas de los ríos Otún y Cosota, el 9 de agosto de 1541.

En el siglo XVI, los pasos de las cordilleras occidental y central se volvieron puntos estratégicos para el comercio y la defensa. En la cordillera Central, entre Cartago y Popayán, los principales pasos fueron: 

·         El paso del Ruiz: Partía desde Cartago Viejo (donde hoy es Pereira), pasaba por el páramo de Herveo y llegaba al valle del Tolima hasta Mariquita.

·         El paso del Quindío: Ruta que partía desde Cartago Viejo, siguiendo río Otún arriba, cruzando por el Roble a Baquía, de allí al río Quindío, este arriba hasta Alegrías, pasando por Magaña, Tochecito, Mina de Bolívar a Ibagué (en el lugar donde ahora es Cajamarca) y por el Moral al valle del Tolima.

·         Paso de Barragán: De Tuluá en la provincia de Popayán, se pasaba a Chaparral, que queda al sur de Ibagué.

·         El paso de Guanacas: Por Timaná, cerca de Popayán, se cruzaba para llegar al valle de Neiva, tomar el río Magdalena y llegar a Santa fe de Bogotá.

Este último era el paso más indicado para unir a Popayán y Bogotá, pero los enfrentamientos de Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, por la muerte del hijo de la cacica la Gaitana, significó enfrentarse con los Paeces, Yanaconas y Pijaos, obligaron su cierre y a buscar un nuevo paso, fue por el Quindío, más difícil pero más seguro.

En el año de 1691, la ruta varió, a causa del traslado de Cartago a las márgenes del río De la Vieja, por motivaciones relacionadas con su defensa, búsqueda de comunicación con los campos mineros del Chocó, situándola en las orillas del río de La Vieja, cerca de su desembocadura al Cauca, donde había mucho ganado cimarrón, necesario para la alimentación de los mineros de Antioquia y Chocó, trasladación que origino una variante conoció con el nombre de “La Trocha”.

La variante comprendía el siguiente recorrido: salía de Cartago, cuchilla de Santa Bárbara, quebrada el Guadual, río De la Vieja, paso de Piedras de Moler, Tambores, La Balsa, Pavas, Buenavista, Socorro, quebrada Cruces, Alto del Roble, Baquía, Salento,  Macanal, Tablazo, Laguneta, Magaña, Boquerón, Volcancitos, la Ceja, la Cejita, Gallego, Cruces, Yerbabuena, Machín, Buenavista, Azufral, Moral, Campamento, Tapias, Mediación, Palmitas, Palmilla, Guayabal, Ánimas e Ibagué.[1]   Constituyéndose en la variante más transitada en el siglo XIX por la oleada de exploraciones de carácter científico, económico, ejércitos en contienda y la búsqueda de yacimientos mineros.

El traslado del asentamiento de Baquía  al sitio de Barcínales (hoy Salento), en el año de 1856, el camino se desvío  de Baquía por  Trincheras al alto del coronel, para pasar por la nueva Salento[2]

A pesar de las dificultades de ese trayecto, los gobiernos se interesaron en mantener abierta ruta, para que sirviera de empalme entre los dos amplios focos poblacionales del oriente y  occidente del Nuevo Reino de Granada (Popayán y Santa fe), separados por la cordillera Central de los  Andes y su articulación era necesaria, tanto para el traslado del oro que llegaba a Cartago e iba hacia Santa fe, como de la  provisión de mercancías y de esclavos para el Chocó y toda la gobernación de Popayán.

Cartago fue el punto del Camino que más se benefició del tránsito de viajeros atraídos principalmente por el esplendor aurífero de las minas del Choco y Antioquia. Riquezas de las cuales esta ciudad fue su centro de acopio, tanto que hubo en ella casa de acuñación de moneda hasta 1636. Además, tenía como destino específico servir de centro estratégico para el abastecimiento de las regiones mineras y el control administrativo y militar de la provincia.  Cartago se consideró como un centro de inmigrantes. Se acercaban los mercaderes de Nueva Granada, de Quito, de Cali, de Popayán, de Cartagena. Todos tenían algún intercambio para realizar.

El comercio estaba principalmente en manos de “mercaderes de la carrera” o comerciantes al por mayor; en su mayoría españoles que vivían en Cartagena, Mompós, Santa fe, Tunja, Honda, Popayán y Quito, de donde se repartían las mercancías a centros mineros y ciudades menores. Los principales productos que se comerciaban, fuera de las “ropas de Castilla”, así llamado cualquier producto venido de Europa, eran azúcar, harina, cacao, frazadas, cerdos, jamones, garbanzos, sal, arroz, panela, tabaco, sombreros, bayetas, herramientas y otros productos de la tierra.

El Camino del Quindío por siglos comunicó el occidente con el centro del país, de Popayán a Santa fe y fundamentalmente los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca. Camino que hacía parte de una gran ruta que se prolongaba hasta Quito y que perdió su utilidad cuando fue desplazada por la carretera y el ferrocarril comenzando el siglo XX.

DESCRIPCIÓN DE VIAJEROS

Varias fueron las descripciones que se hicieron del Camino del Quindío; todas ellas ponderaron la belleza del paisaje, la riqueza de la flora y de la fauna a lo largo de su recorrido, la soledad del pasaje para algunos o la animación para otros, pero eso sí todos hablaron de las enormes dificultades para cruzarlo.

Humboldt lo considera el paso más difícil de los Andes, cuando lo cruzó en octubre de 1801, en compañía del médico Bonpland.

“El Camino es una zanja con agua, rara vez empinado, y aún más raramente rodeado de precipicios. Está cavado en un granito meteorizado que tiene poderosos depósitos de arcillas producto de la descomposición de feldespato, y por eso es monstruosamente fangoso. Los aguaceros se juntan en los caminos y los derrumban con todo y ardilla gredosa (letten). Ellos son casi siempre de 8 pulgadas de ancho, de tal manera que se pueden alternar los pies con dificultad; por consiguiente, se parecen a la trocha de Honda, pero mucho más angosta por allí, las rocas están erosionadas y se desmoronan en mayor grado. El Camino se amplia para arriba en forma cónica y el equipaje roza con las paredes. Muchas veces no se entiende cómo se abren paso las mulas y torpes bueyes.

Es un bosque tupido, completamente inhabitado que aún en la estación más propicia del año, no puede ser atravesado sino al cabo de diez o doce días (…) no se encuentra en él albergue ni alimentos (…) y los arroyuelos que bajan de la montaña han cavado gargantas de seis y siete metros de profundidad en él. Estas gargantas que el camino atraviesa, están llenas de cieno y su oscuridad es acentuada por la espesa vegetación que crece en sus bordes.

Muchos son las trabas en el Camino, especialmente el mal tiempo, la composición del suelo, lo selvático del terreno y los inconvenientes que ponen las personas, aún antes de la partida:

Más adverso que el mismo viaje son los preparativos. La apacibilidad de los españoles, la tendencia de todos los criollos de convertir los aspectos más comunes en algo prodigioso y monstruoso, y el interés de los sectores más populares en describir el Camino en excesivamente largo y peligroso – eso ocasionó interminables y no solicitados consejos contradictorios (…). Se aprende más fácilmente a bailar bolero…que a pasar el Quindío; así parece en Ibagué. La realidad es completamente diferente. Para gentes como nosotros que caminamos 6-9 leguas a pie, vadeamos ríos y permanecimos meses entre indios en las selvas, el viaje no tiene nada de extraordinario”.[3]

Cuenta ese sabio alemán que el punto más alto de este recorrido es la Garita del Páramo, situado a 3.505 metros sobre el nivel del mar, pero dice que lo difícil no es el ascenso hasta esta cima, sino el descenso, suelos resbalosos, llenos de zanjas, la lluvia y la vegetación tan espesa que hay que transitar a plena luz del día, momento en el cual la luz alcanza a penetrar tenuemente.

“El paso a través de la cordillera es tan estrecho que su anchura usual no supera los tres o cuatro decímetros y gran parte se parece a una galería abierta, excavada en la roca (…) cuya longitud puede alcanzar hasta dos mil metros (…). Los bueyes, animal de carga empleado comúnmente en estas regiones, sólo logran avanzar a duras penas por estas galerías.

El Camino conducía a través de un territorio cenagoso cubierto de cañas de bambú. Las púas con las cuales están armadas las raíces de esta gigantesca herbácea, destrozaron de tal manera nuestro calzado que nos vimos obligados a caminar descalzos, como todos los viajeros que rehúsan ser transportados a lomo de hombre (…) la constante humedad, la longitud del Camino, la fuerza muscular que se necesita emplear para transitar sobre un terreno arcilloso compacto y barroso y la necesidad de tener que vadear torrentes muy profundos de aguas extremadamente heladas, hacen la travesía por demás penosa.

Esos caminos sufrían aún más deterioro con el paso de las recuas de bueyes que siempre pisaban en la misma parte, si el suelo era resbaloso unían sus patas y se dejan deslizar, formando montículos en forma de almohadillas, dejando entre una y otra un pequeño pozo, cuando llovía esos pozos se llenaba de agua y el viajero corría más peligro, razón por la cual en época de lluvias era imposible recorrer el Camino a lomo de mula         

Las paredes están cubiertas de musgo y sirven para agarrarse cuando se camina por los pequeños tabiques, los cuales han quedo entre los camellones formados por el paso de los animales (…) Esos camellones tienen un pie de ancho y siempre 12-14 pies de profundidad, cunetas llenas de lodo negro, separadas por diques de 2 pulgadas de espesor; cuando el pie no da con el dique y cuando hay fuertes lluvias (…) el dique se inunda y se confunde un hueco con otro… uno corre el peligro de quebrarse el  pie” [4](Humboldt). 

El Camino era tan fatigoso que al llegar a Baquía tuvieron que descansar unos días, allí hicieron una choza de hojas de “bijao”, en ella cabían hasta 8 personas. Allí Humboldt recorrió los alrededores, recogió muestras, buscó las minas de cinabrio por encargo de Mutis, sin encontrarlas, y escribió impresiones sobre el recorrido en el camino.

“Por cuanto uno tiene que hacer su casa cada vez de nuevo, es necesario llegar a la ranchería muy temprano. El trabajo se divide apenas se sale del espeso bosque al contadero desmonte; los jóvenes buscan bejucos en el bosque, (…) los cargueros mayores cortan palos. Cuando se han recogido los materiales, en pocos minutos se construye la casa, con habilidad y solidez admirables. (…) el carguero cuelga las hojas (de bijao) a manera de tejas en los hilos o bejucos con los que está amarrado el armazón. Es incomprensible cómo esos techos de hojas, mejor que cualquier carpa, resisten los más fuertes aguaceros.

La cordillera del Quindío es una de las regiones más ricas en plantas útiles y curiosas. Allí encontramos la palmera Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto con una cera vegetal, pasionarias arborescentes y la preciosa Mutisia grandiflora, cuyas flores escarlatas tienen una longitud de dieciséis centímetros. La palmera de cera alcanza la increíble altura de cincuenta y ocho metros y el viajero queda sorprendido de encontrar una planta de esta especie en una zona casi fría y a más de dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar”[5]

No fue Humboldt el único que narró las dificultades del Camino, pero sus citas describen el ambiente y la situación en la cual se encontraba el Camino cerca del año 1810, por tanto, se puede considerar que así lo encontraron las tropas, los comerciantes y viandantes en ese momento.

“… y la que por Ibagué llevaba a Cartago (el Camino del Quindío), tan peligrosas que los viajeros preferían el uso de cargueros a las mulas, por el frecuente riesgo de que se despeñaran; carecían además hasta bien avanzado el siglo, de sitios adecuados para pernoctar en un viaje de poco mas de 100 kilómetros que requería entre una y dos semanas” (Humboldt).

El viaje de Humboldt y Bonpland por el Camino del Quindío fue de suma importancia para formular la teoría que venían desarrollando sobre la geografía de las plantas y que confirmaron en Quito. Fueron los primeros naturalistas en pasar por esta ruta y “descubren la real magnitud de los Andes, del trópico.

“Entre los sitios visitados durante el viaje americano, el Quindío fue quizás el lugar más rico en  plantas; allí fueron descritas multitud de especies, entre ellas la palma de cera  y la Mutisia grandiflora” (Humboldt).[6) 

Llegó la Independencia, pero las dificultades en el Camino continuaron, tampoco mejoró después de consolidación la República, se hicieron esfuerzos por parte de los legisladores, de Bolívar en 1830, de Santander 1834, de Alcántara Herrán con el establecimiento del penal en Boquía en 1842, de la fundación de Salento en 1865, pero poco mejoró la vía, tanto que, M. E. André, un viajero francés que pasó treinta y cinco años después de la Independencia dice del Camino lo siguiente:

 “Para atravesar el Quindío, desde Ibagué á Cartago, necesitará Vds. siete días. Esto es lo que nos dijeron antes de partir; y sin embargo invertimos diez. El camino al principio era practicable y serpenteaba á través de los matorrales de fucsias, budlejas, melastonáceas y helechos; pero en breve nos encontramos metidos en una espesura de árboles entrelazados con bejucos que crecían en pendientes de cuarenta a sesenta grados de inclinación, cuando no en escarpaduras poco menos que verticales del todo”.

…La noche, pero una noche negra, nos sorprendió á la altura de las cabañas de Barcinal. El Camino, abierto en las crestas de los cerros, cubiertos de arcilla plástica de color rojizo, era en extremo resbaladizo, inclinado y peligroso, por lo que hubimos de apearnos, llevando á las mulas de las riendas, y después de resbalar á cada paso y de caernos un sinfín de veces en el barro, llegamos a Salento, á las nueve de la noche, chorreando agua y sin haber comido nada desde las ocho de la mañana.

…El día 13 de marzo, a las diez, nos poníamos nuevamente en marcha… y la esperanza de ver trocados los lodazales horribles por el suelo firme del Valle del Cauca… ¡ilusoria esperanza! Desde la primera cuesta empezaron los barrizales y con ellos nuestros tormentos. A cada instante las cargas de las mulas se desprendían, las acémilas caían de la peor manera y las mataduras de los lomos, recién cicatrizadas, quedaban abiertas de nuevo (…). De esta suerte hubimos de andar leguas y más leguas con barro hasta la barriga de las mulas (…) recuerdo que en un mal paso (…) se cayó en un hoyo de unos dos metros de profundidad, más angosto que su cuerpo, dejándome á mí encima y sin saber cómo sacarla de allí (…) llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros.

Aún faltaba un buen trecho para llegar a Cartago, pero la senda se hacía más fácil, había que pasar otros puntos hasta llegar a Piedra de Moler donde se cruzaba el río La Vieja, que era un río torrentoso y como de cien metros de ancho, pasando éste se llegaba a las últimas colinas antes de que apareciera Cartago, que ya había perdido la importancia que antes tuvo”. [7]

Fue pues el Camino del Quindío un paso difícil hasta las primeras décadas del siglo XX cuando lo remplazó el ferrocarril y la carretera

QUIÉNES PASARON.

Con todas las dificultades que el Camino ofreció, es posible imaginar el territorio de la Nueva Granada como una clepsidra, donde el paso del Quindío es el cuello que debió franquear cada viajero como si fuera un grano de arena.

En el desarrollo de las movilizaciones de independencia el Camino fue necesario para el tránsito de ejércitos procedentes de Santa fe hacia el occidente con el propósito de apoyar a las regiones de la gobernación de Popayán, leales a la causa libertaria.

Con las tropas pasaron muchos otros personajes: comerciantes, científicos o gente del común que por algún motivo tenían que ir de Popayán, Pasto, Buga, Tuluá, Cartago a Bogotá, o los de ese lado de la cordillera pasar al sur.

Las contiendas presentadas en inmediaciones del Camino del Quindío entre españoles y patriotas se escenificaron cerca de Cartago.  De estos acontecimientos son pocas las fuentes históricas que se encuentran; lo hallado se limita a reseñar el paso de las tropas en diferentes momentos, al igual que el paso del Libertador el 5 de enero de 1830, año de su fallecimiento.

Por el Camino transitaron varios de los héroes de La Independencia, por ejemplo, el 5 de diciembre de 1810 Antonio Baraya y Atanasio Girardot, salieron de Ibagué y llegaron Cartago.

Así mismo en noviembre 24 de 1811, los patriotas Antonio Baraya y Antonio Nariño, en desarrollo de las campañas, pasaron con el ejército libertador la cordillera Central en tránsito de Santa fe al Valle del Cauca.

El itinerario seguido por la tropa fue el siguiente:

15 de noviembre de 1810, salieron de Bogotá

24 de noviembre, llegaron a Ibagué

5 de diciembre, iniciaron la marcha por el Camino del Quindío.

13 de diciembre, arribaron a  Cartago.[8]        

En julio de 1813 Juan Sámano ocupó la provincia de Popayán y derrotó una partida patriota bajo el mando de Manuel R. Serviez, quien era acompañado del cadete José Hilario López, en un sitio cercano al río Risaralda o Sopinga, quienes se retiraron cruzando las montañas del Quindío en dirección de Ibagué.

En el año de 1815, los condenados políticos a trabajos forzados por el Pacificador Pablo Morillo fueron enviados a abrir caminos como el del Quindío, Sonsón, Mariquita y otros.

En 1818 el general español Warleta consolidó su posición en Antioquía y con 400 hombres ocupó el Valle del Cauca, pasando por el Camino del Quindío.

A la par que pasaron los ejércitos, pasaron también gentes del común, alguien que iba por una herencia, otros que llevaban presos, los que viajaban solos o eran abandonados por silleteros que enfermaban, los que se quedaban con sus mercancías en el Camino porque sus cargueros huían, o los que recorrían el mundo con propósitos científicos, o aquellos que no alcanzaban a cruzar todo el Camino y allí tenían una tumba, muchos, mucho viajero tuvo el Camino.

“El tránsito por el Quindío es tan intenso que uno se encuentra, en la cordillera, a cada momento con mulas, bueyes y silleros – gentes-.” [9]

Los siguientes son algunos apartes de relatos de viajeros donde anotan lo que iban viendo por el Camino.

“Antes de llegar al Tambo nos encontramos a un pobre soldado que caminaba entre el barro e iba a Cali, para reclamar la sucesión de su padre;…”. [10]

“Vimos aparecer entre ese barrizal a un negro que acababa de ser juzgado en Buga e iba con las manos esposadas, llevando sobre la cabeza una provisión de plátano y así avanzaba dando tumbos a cada paso, apenas sostenido por “dos cabos de justicia”.

“En el Moral encontramos una caravana de caballeros andrajosos y con las piernas desnudas que… se quejaban del camino paramuno, casi con lágrimas. Se les había enfermado un carguero que estaba reponiéndose de las viruelas; él lo había dejado en el bosque y se jactaban de su caridad cristiana (como ellos decían) porque le habían dejado suficiente comida”.

Y así fueron relatando los encuentros en el Camino, también hubo espacio para los que allá quedaron:

“Al llegar allí, donde termina la vegetación arborescente, noté una fosa que había sido tapada recientemente y observé que la tierra se movía por debajo: inmediatamente salté de la mula y, con la ayuda de mi asistente, me dediqué a desenterrar el muerto que se agitaba; apenas habíamos comenzado, lo vimos sentarse: era un granadero,”

“El 28 de enero llegué al punto culminante del páramo; durante la subida encontré una compañía de lanceros, camino de Ibagué… cuando los dejé, entré en uno de esos caminos sombreados… cuando de repente mi mula, dio un salto prodigioso a tal punto que con mucha suerte pude agarrarme de una rama y quedarme suspendido, mientras que mi asistente lograba hacer pasar a la bestia el sitio en donde se había espantado; el animal había metido su pata en el abdomen de un soldado enterrado  y de allí había salido un gas de olor …” [11]

Entre los expedicionarios ilustres que trasegaron por el camino, impulsados por las misiones científicas como la Expedición Botánica, o como la del Barón de Humboldt, que incentivaron el estudio de la flora y fauna del país, y en particular del camino del Quindío, un poco antes y un poco después de la independencia, se pueden destacar los siguientes:

Friedrich Alexander Von Humboldt, naturalista, geógrafo y explorador alemán, considerado el iniciador de la Geografía Moderna Universal, viajó por Europa, América del sur, Méjico, Estados Unidos, Canarias y Asia central. Vino acompañado por el médico botánico francés Aimé Bonpland, en su viaje de exploración científica por América del sur, pasó por Colombia en 1801.

Especializado en diversas áreas etnografía, antropología, física, zoología, ornitología, climatología, oceanografía, astronomía, geografía, geología, vulcanología, botánica y humanismo. De ideas liberales fortalecidas en la Revolución Francesa; después de la muerte de su madre dejó los puestos burocráticos y  se embarcó en sus viajes científicos, entre ellos a América del sur; recorrieron diez mil kilómetros.

En julio de ese año llegaron a Santa fe, después de un largo viaje por el río Magdalena, donde fueron recibidos por el virrey y se entrevistaron con  el sacerdote José Celestino Mutis, quien dirigía la Real Expedición Botánica. Después de intercambiar experiencias, emprendieron su viaje hacia Quito, pasando por el Camino del Quindío, allí formuló su famosa geografía de las plantas, que luego confirmó en Quito.

Aprovechando el viaje de Humboldt, el 12 de septiembre, el sabio Mutis le despacha un “chasqui” a Ibagué, recomendándole el estudio de una muestra de minerales de cinabrio que su herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío. Sigue camino adelante y el 3 de octubre llegó a Boquía y realizó exploraciones en Boquía y Portachuelo, describiendo la contextura del suelo y buscando las fuentes de cinabrio.  Recogió mariposas entre Boquía y Portachuelo, que cedió después a la Sociedad Linneana de Londres. Pernoctó allí por cuatro días.

Agustín Codazzi Bertolotti, militar y geógrafo italiano, hizo estudios de ingeniería, comprometido con la causa de La Independencia y  deseoso de conocer cuáles eran los planes del Libertador, en los años 1818 a 1822,  ingreso por el golfo de Urabá, disfrazado de vendedor ambulante; subió por el Atrato, descendió por el Sanjuán, llego a Buenaventura, paso al Valle del Cauca, luego por el Quindío para llegar a Bogotá.  En este paso hace una descripción detallada, destacando el estado del Camino para la época.

En Cartago fue auxiliado por Tomás Cipriano de Mosquera, quien le proporcionó una remonta de mulas para pasar el páramo de Quindío,  de paso para Santa fe.

En su paso se relacionó con las autoridades civiles y militares de Cartago; además de los encuentros con comandantes de las tropas patriotas acantonadas en el Chocó, Cartago e Ibagué.

En su travesía por el Paso del Quindío, camino a Santa fe, describe su aventura, además de un croquis de su autoría, a mano alzada, donde deja registrado su paso por las estas montañas:

“…para efectuar el paso del páramo del Quindío, cuyas cimas están cubiertas de nieve durante todo el año y que es uno de los más altos de la Tierra Firme.  Aun cuando en la época en que no llueve puedan pasar por él las mulas, aún con ellas se emplean por lo menos quince días, mientras que a pie tenía la esperanza de pasarlo en ocho. En efecto tomé algunos cargueros, que son criollos que sirven como en el Chocó de bestias de carga, con un pequeño baúl, una silla y las provisiones, y con sólo dos indios me dispuse a pasar este páramo de una altura de casi tres mil toesas, cuando el paso del Mont Cenis no es sino de 1060.

Le deje las pocas mercancías que me quedaban al alcalde y me puse en camino, y durante cinco días continuos no hice sino subir terribles  y escarpadas montañas cubiertas de espesas selvas, menos una que llaman calva, la cual por estar toda cubierta de granes hierbas y sin un árbol, por lo que no se puede uno defender de los ardientes rayos del sol que aquí hieren casi perpendicularmente, la pasmos de noche a la luz de la luna  …  Atravesé el páramo del Quindío sin lluvia, acampando siempre al raso y cubriéndonos con las acostumbradas hojas, aunque de tanto en tanto se encuentran unas cabañas llamadas tambos, que sirven para alojar a los que atraviesan estos lugares con sus mulas cargadas de mercancías. Sin embargo, no hay nadie en ellos y no son más que cobertizos de hojas de palma, esto cuando los palos que sostienen la cubierta están entrelazados con palmas o bejucos, que es lo mismo que estar bajo un mal pórtico…”  [12]

Por efecto de la ley de 15 de mayo de 1839, Codazzi fue contratado por el gobierno de la Nueva Granada para que adelantara la descripción del país y levantara las cartas geográficas.

Charles Stuart Cochrane, marino y viajero que en 1822 se embarcó rumbo a América. Llegó al puerto de La Guaira donde se interesó por el comercio de perlas. Visitó a Caracas y luego pasó a Colombia. Estuvo en la costa Atlántica y en Bogotá y recorrió los actuales departamentos del Cauca, Tolima, Antioquia, Chocó. Su travesía está descrita en los dos volúmenes del Journal of a residence and travels in Colombia, during the years of 1823 and 1824 (Londres, Henry Colburn S. y R. Bentley, 1825). En su crónica ofrece un interesante retrato de su paso por el Camino del Quindío en el periodo posterior a La Independencia:

“…enero 4. A las seis de la mañana el termómetro marcó 49 grados F. Durante la noche sufrí vómitos. Me costó trabajo tenerme sobre la mula por causa de fuertes dolores de cabeza y de espalda, que aumentaban aún más con el paso del animal. Tres veces cruzamos el río Quindío y a las cuatro de la tarde terminamos la jornada del día. Me dormí bajo el toldo de un arriero; apenas desmontamos empezó una ráfaga de viento con tempestad... Dormí mal y con toda la ropa enlodada, hasta la camisa. Mi mula cayó cuatro veces, pero por fortuna no me lastimé... Sobre los caminos pendientes y resbalosos, frecuentemente las mulas se deslizaron veinte yardas inglesas sin poder contenerse y con peligro también para el jinete. Varias veces se rompió la cincha y yo aterrizaba sobre el cuello de la mula. Únicamente me podía sostener apretando las piernas sobre la cabeza del pobre animal. (Cochrane 1994:261).[13] 

Coronel j. P. Hamilton. En el año de 1823 fue comisionado por el gobierno británico para que viajara al recientemente constituido estado colombiano en búsqueda y exploración de minas de oro en territorios de la Nueva Granada.  Posteriormente fue elegido como ministro Plenipotenciario por lo que fue testigo de excepción de la Colombia independentista.

Entre 1823 y 1825, el coronel John P. Hamilton recorrió las provincias de Colombia, un país recientemente redimido de las guerras de independencia, arrasado por las pérdidas económicas. Pese a ello, tuvo la oportunidad de visitar las provincias de Colombia y pasar por el Camino del Quindío, rumbo al gran Cauca

Entre 1824 y 1827, Hamilton relata su paso por el Camino del Quindío, de regreso hacia Santa fe, después de haber transitado por el Camino de Guanacas hacia Popayán, Cali y Cartago:

 “Cuatro días de buen andar se emplean en la travesía de aquella parte del Quindío, conocida con el nombre de La Trucha, (la Trocha) región anegadiza y cenagosa; mas dejada atrás ésta, se pisa ya terreno más firme y los senderos empiezan a hacerse transitables. El agua de los arroyos que corren por allí es muy pura y deliciosamente fría; el clima tiene reputación de ser salubre y estimulante. Pasamos la noche en un lugar llamado El Cuchillo, donde nos fue de gran utilidad la tienda que en Popayán nos regalara don J. Mosquera, la cual alcanzaba a servirnos de dormitorio a Mr. Cade y a mí. En cuanto a los peones, construyeron con hojas de plátano traídas a tal efecto desde Cartago, una especie de cobertizos que llamaban ranchos y de cuyo abrigo hicieron partícipes también a nuestros criados. ” [14] 

Jean Baptiste Boussingault. Bolívar, deseoso de establecer en Colombia un centro de enseñanzas superiores, confió a Francisco Antonio Zea la misión de reclutar jóvenes franceses. Boussingault fue convencido para desempeñar esta labor, Humboldt lo entrenó en diversas técnicas de observaciones científicas. Arribó a Colombia y viajó hacia el Ecuador. Dentro de esta época revolucionaria, participó en diversas acciones de guerra y dentro del ejército de Simón Bolívar alcanzó el grado de Coronel.

 En 1827 tuvo la ocasión de pasar el Quindío rumbo a Cartago, para llevar a cabo reconocimientos de las minas de oro en Cartago y Río Sucio.

“…En enero de 1830 pasé el Quindío montado sobre una mula con tiempo muy favorable. En esta época, una división del ejército colombiano regresaba del Perú; el general Bolívar que la había precedido me dio algunas indicaciones…  El 28 de enero llegué al punto culminante de páramo; durante la subida encontré una compañía de lanceros, camino de Ibagué, y los oficiales y soldados, andando a pie, quedaron muy sorprendidos de verme montado” … El 29 de enero pasé la noche en el Araganal.  El 30 estaba en La Balsa, el 31 entré a Cartago a las 2 de la tarde. Montado en una mula había pasado el Quindío en 5 días y medio”.  [15]

Francisco José De Caldas. Existen referencias bibliográficas sobre el paso del Sabio caldas por el Camino del Quindio, de las cuales podemos destacar la siguiente:

“Todavía deseaba Caldas hacer exploraciones nuevas, en los Andes del Quindío que no tenía visitados, para dar perfección a esta obra enteramente suya, pero no le fue posible verificarlo. Ignoramos el estado en que dicha obra quedó; y presumimos que, con título cambiado, es la Quilología, puesta en limpio de su propia mano y firmada con su nombre, que fue vendida después de su muerte a un extranjero por la señora su viuda en momentos de necesidad extrema, y que, rescatada como reliquia preciosa, existe hoy en poder de un compatriota nuestro el señor M. M. Mosquera”. [16] 

El  4 de febrero de 1813, desde Cartago, Caldas le escribió a Antonio Nariño para que le permitiera viajar a Santa fe para encontrase con su esposa Manuela Barahona.  En mayo 9 de1813, Sámano le salió al pasó en el Camino del Quindío.  Caldas varió su rumbo y tomó el Camino de Antioquia.

En marzo de 1816, Caldas recibe el encargo de fortificar los caminos de Guanacas y Quindío que cruzan la cordillera central; fue asignado al Ejército del Norte. Pero los resultados de la guerra eran favorables a los españoles, tanto que el 6 de mayo de 1816 entraron en Santa fe. Caldas, marcha hacia Popayán que todavía estaba libre, pero también habría de ser apresado por Sámano. 

El Libertador Simón Bolívar. El 22 de diciembre de 1829, por decreto dictado en Cali dispuso el Libertador que se abriera el Camino del Quindío y encargó de la dirección de los trabajos al coronel Eusebio Borrero; quien no cumplió las órdenes.

Bolívar pasó una última vez por Japio en diciembre de 1829 y allí reposó por varios días, cuando ya la adversidad agobiaba su ánimo. Demoró en Cali del 22 al 25 de diciembre, se trasladó en esa tarde a la hacienda Mulaló, propiedad de don José Cuero, donde se entrevistó con el general Sucre. A la mañana siguiente partió para Buga. De salida hacia el Quindío se alojó también en Tulúa, en casa de los esposos González Tejada. Una gran recepción y baile se le ofreció en la casa de la familia Lozano, denominada después Casa de las Tribunas.[17]

El 5 de enero de 1830, el libertador regresa a Bogotá, por el Camino del Quindío, con 282 hombres a caballo y 644 a pie.  Después de esa travesía por la “trocha” del Quindío, y luego de llegar a Bogotá, emite un decreto donde se ordena mantener abierto y en buenas condiciones el paso por las montañas del Quindío.[18]

Manuel María Mallarino. Estadista y político vallecaucano. Ex presidente de la república durante el período 1831, 1855-1857. Fue varias veces gobernador de las provincias de Popayán y Buenaventura; miembro del Congreso Nacional a partir de 1836.

Se refiere una su correría de viaje por el Camino del Quindío en el año de 1829. Cuenta en detalle la forma de viajar; hace una descripción de la parte natural y estado del Camino en su viaje desde Ibagué a Cartago. 

“El sendero de Toche, lugar de nuestra parada, es bellísimo.  A la izquierda corre el Tochecito por entre un bosque de arrayanes y de mayos que estaban cubiertos de flores...” (Tibuchinas lapidotas)... “Al llegar al Roble, el cielo se había oscurecido (...) la elevadísima copa de un árbol de otoba cayó aplastando los matorrales que crecían en su sombra (...) Ortiz me hizo montar, y venciendo mil dificultades, llego conmigo al Portachuelo”.

Mallarino describe especímenes de flora como: Chachafrutos, arrayanes, mayos (sietecueros), robles, otobas; en fauna: papagayos, tigres.[19]

ASPECTOS COTIDIANOS

Es quizá uno de los temas más sorprendentes cuando se piensa en el Camino, imaginar y reconstruir la cotidianidad de algo que es transitorio, al fin y al cabo es un camino pero que podría mirarse de dos maneras, una desde los cargueros, historia no narrada sino referida por los viajeros, pero que muestran un manejo y destreza del medio incomparable. Y la otra, la mirada de los transeúntes que tienen todos intereses distintos y uno mismo, pasar lo más pronto posible “el Camino”.

TRANSPORTE

La movilización de personas y valijas por el Camino del Quindío se realizó de diferentes maneras según los ciclos históricos.

Se utilizaron distintos modos de transporte: a pie, a lomo de hombre y en semovientes de carga. En el transporte humano se distinguieron: "tamemes" (cargador indio que acompañaba a los viajeros españoles) cargueros, silleros, petaqueros, lichigueros. Entre los semovientes se tuvieron bueyes, mulas y caballos. Todo el transporte se ofrecía en los puntos de partida del Camino, generalmente eran más los que viajaban desde Ibagué, puesto que muchos de los que llegaban a Cartago se tenían que devolver sin carga.

Son numerosas y variadas las reseñas que permiten recrear las circunstancias históricas del transporte, especialmente en los relatos de quienes que se trasladaron por esa vía.

Los cargueros fueron un grupo numeroso y organizado.  Humboldt dice que encontró más de setenta cargueros en Ibagué, incluso expresa que en esa ciudad “…la totalidad de la gente común está habituada a la vagabundería de la montaña”. Charles Cochrane dice que “hay entre trescientos y cuatrocientos hombres en Ibagué que viven exclusivamente de cargar personas y fardos por las montañas del Quindío. 

Por tanto, se puede pensar que a principios del siglo XIX fueron muchas las personas dedicadas a este oficio en la Nueva Granada, no sólo se dedicaban a transportar personas o bultos por los pasos difíciles en todo el territorio, sino que existían personas que tenían cargueros para moverse dentro de sus negocios, ya fuera en la hacienda o en el lugar de producción como las estancias, y solían llamarlos “caballitos”.

Los comerciantes de Popayán, Buga e incluso Pasto, viajan a Honda, Mompox y Santa Fe, para comprar ropa, (así llaman a toda clase de telas para vestidos). Regresan con ropa y un comerciante muchas veces necesita sesenta cargueros, puesto que estos últimos con frecuencia dejan abandonado el tercio y se escapan por desgana…

Ese gremio era fuerte, un movimiento de cargueros, en Antioquia hizo desistir a las autoridades a arreglar los caminos para hacerlos transitables en mulas, porque se quedarían sin trabajo.

“…la Audiencia ha escuchado las quejas de los cargueros con respecto a que su ganancia disminuiría y, en consecuencia, ha prohibido mejorar el camino”.

Los silleteros tenían tarifas establecidas y cobraban de acuerdo al peso, y al oficio para el cual fueran requeridos, unos cargaban personas, eran de suave andar y finos movimientos, tenían las tarifas más altas, otros cargaban petacas, líchigos, baúles, bultos, cobraban menos, siempre en las partidas se llevaba un muchacho para que cargara las hojas de bijao para hacer el rancho.

“Tan pronto supieron que yo iba a entrar en la montaña, los cargueros me ofrecieron sus servicios; por casualidad tengo a mano una lista del personal que enganché y que reproduzco como documento interesante, porque allí se encuentran los precios que se pagaban a los que transportaron nuestros equipajes.

Para el transporte de una persona, un carguero exige 16 piastras y la comida; “el sillero” debe tener un paso suave, pues su carga viva está sentada sobre una silla de caña, suspendida por una banda que lleva sobre la frente el portador.”

“Se pagan 8 piastras (Unidad monetaria usada en la Gran Colombia antecesora del Peso. 10 reales igual a 5 francos.) por 4 arrobas = a 100 libras españolas. Las 41 arrobas 9 libras costaron 80 piastras y 6 reales.”

“El transportado debe permanecer inmóvil, mirando hacia atrás y con los pies reposando en un travesaño; en los sitios escabrosos como al atravesar un torrente sobre un tronco a manera de puente, el sillero recomienda al patrón que tiene sobre la espalda, cerrar los ojos. Es cierto que nunca sucede un accidente, pero da lástima ver al carguero sudando gruesas gotas a la subida y oírlo respirar, emitiendo un silbido tremendo; a pesar de las ofertas que me hizo un sillero de los más reputados preferí pasar la cordillera a pie”.     

Un hombre mayor carga por los Andes 5 a 7 arrobas en 7 a 8 días y, con frecuencia, cuando el camino está muy malo en 15 días, se paga al carguero 10-12 reales por arroba. El carguero fuera de ese pago recibe la alimentación y a veces una propina al final del viaje.

“Siendo pocas las personas acomodadas que tienen hábito de andar a pie en estos climas y por caminos tan difíciles durante diez y nueve o veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres a la espalda, pues el paso del Quindío no permite caminar montados en mulas. Se oye decir en este país “andar en carguero”, como quien dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero, debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios, sino mestizos y a veces blancos”. [20]

Los silleros fuera de cargar personas y bultos tenían otras obligaciones en la selva, hacer el rancho para el descanso, buscar la leña para el fogón y hacer la comida.

La vida del carguero no era fácil, desde pequeños debían acostumbrarse a cruzar la montaña con pequeños bultos que iban aumentando poco a poco, no todos los viajeros eran considerados, algunos hasta calzaban espuelas, o se movían  en la silleta, lo que les producía a los cargueros heridas en la espalda, si  estos enfermaban en el camino eran abandonados por los viajeros y, según cuentan los viajantes, los silleteros morían jóvenes, más o menos a los 40 años, con frecuencia de aneurismas.

 “Los cargueros alternando los más altos calores con el frío del páramo, expuestos a la humedad de tremendas lluvias tempestuosas, rebajados a verdaderos animales de carga, frecuentemente con la espalda herida, con el riesgo de ser abandonados en la montaña, solos y sin ayuda cuando se enferman de desfallecimiento (…) todo esto no pesa más que el goce de satisfacer la tendencia hacia una vida libre, sin obligaciones, salvaje como la del jabalí”. [21]

El oficio de carguero o silletero fue descrito con detalles por Humboldt en su paso por el Quindío en 1801.

“El sillero no es hombre de contextura muy atlética. Desnudo de la cintura para arriba, lleva bien arremangados los pantalones, en especial cuando hay mucho barro. Todo su equipo consiste en una rústica silla de guadua, con un pedazo de tela blanca de algodón para proteger al viajero hasta donde se pueda del sol y de la lluvia. La silla se amarra al cuerpo del sillero por medio de dos correas que le cruzan el pecho y otra que le pasa por la frente”.[22]

El Camino del Quindío se siguió haciendo con cargueros, incluso hasta mediados del siglo XIX se mantenía la costumbre del uso de silleros y cargueros, otro tipo de transporte se hizo a  lomo de bueyes y mulas.

El buey: animal utilizado en el paso del Quindío para cargar bastimentos y mercancías de gran tamaño y peso.  Se utilizó por su seguridad en su pisada (pezuña hendida). Ataviado con los arreos necesarios para el transporte, las mulas y caballos, por  tener pezuña redonda, no se utilizaban para el transporte de carga pesada, sino delicada.

MITOLOGÍA

Se pueden considerar en este aspecto, las ficciones, fabulas y leyendas, surgida en el tránsito del Camino, es la manifestación creativa de los viajeros y silleros, que trataban de explicarse así mismo los acontecimientos que no alcanzaban a entender; entonces se cristalizaron en relatos fantásticos que se transmitieron en el tiempo. No se conocen muchas narraciones fantásticas referentes al Camino, algunos de esos relatos se utilizaron para asustar a los viajeros y se conocen gracias a los viajeros ilustrados, que no fueron muy dados a creer en esas leyendas.

“…Sin embargo, a pesar de estas molestias en grado sumo, no encierra los peligros con que el pueblo crédulo asusta al viajero. Por cierto, el sendero es angosto, pero son muy raros los lugares donde pasa por abismos”. [23]

Algunas de esas narraciones se refieren al entorno natural, existencia de animales fantásticos, por su tamaño, su forma o lo que podían producir. Están ligadas al desarrollo histórico, originado en las relaciones culturales suscitadas en la constante peregrinación por la vía. Cuando se emprendían los recorridos por las espesuras de las montañas que lindaban con el Camino, los transeúntes especulaban sobre este mito, cuya finalidad era la de asustar a los que salían de viaje, para que desistiera del mismo.

Otras leyendas se pueden colegir de los apuntes de viajes como por ejemplo los de Boussingault. Una se refiere a la invocación a  los espíritus de la selva que hacían los silleteros, para pedir  una buena marcha y tiempo favorable:

El 26 de mayo desde las 7 de la mañana los cargueros se hacían oír en la selva porque tienen la costumbre de lanzar gritos alentadores cuando se ponen en Camino

O las leyendas de los espíritus de los muertos que siguen vagando por la selva sin poder descansar en paz, las referencias a este respecto se refieren a los cargueros muertos, ellos son los espíritus que vagan por la selva, así los muertos en el Camino sean muchos, es sobre ellos la leyenda, ellos, los cargueros, los silleros son los dueños del Camino, los que lo dominan, en vida y después de ella.

A las 11 llegamos al alto de la Sepultura, en donde había sido enterrado un carguero, muerto de fatiga; mis hombres aseguraban que por la noche se oía en la selva  su alma pidiendo socorro”.[24]

Los cargueros, para que el viaje fuera más seguro, para que su pasajero a cuestas no se moviera, referían la leyenda del silletero que al llegar a un precipicio con un viajero que había sido difícil y cruel, hasta le había enterrado unas espuelas al silletero, lo había despechado por un precipicio en lo alto de la montaña.

Estaban también los relatos de animales fantásticos, como el que cuenta Charles Stuart Cochrane en 1824, quien se maravilló en su paso por el Camino del Quindío con una especie de animal que los indígenas describían así:

“Desde una pequeña cadena de lomas en la cercanía de estas montañas se  puede observar, con unos buenos prismáticos, elefantes carnívoros alimentándose sobre las llanuras que rodean la región nevada. Alguna vez se encontraron algunos dientes gigantescos, pero hasta la fecha no se ha logrado cazar uno de estos animales. Los indios organizan de vez en cuando excursiones para lograr pieles de este ganado salvaje”.[25]

También es posible imaginar todo lo que estos hombres podrían contar, alrededor de una fogata, después de comer y en medio de todos los ruidos de la selva y del rugir de los tigrillos, micos aulladores y pájaros nocturnos.

VIVIENDA: TAMBOS Y POSADAS

Los primeros núcleos poblacionales del Quindío fueron producto del impulso estatal, como las colonias penales de Toche y Boquía, con el interés de mantener el Camino en buenas condiciones. Antes se había dado la fundación de La Balsa, hoy Alcalá. Sebastián de Marisancena, en 1807, apoyado en el plan para la apertura y colonización de la variante “La Trocha”, propone un plan para hacer esa fundación y tener derecho a los impuestos que se cobraban en el Camino con pocos resultados, pero él mantuvo siempre la fundación.

Luego se impulsaron las fundaciones de Condina, Obaldía, Buriticá, que no prosperaron. En las leyes que impulsan el mantenimiento y la colonización de los caminos, surgen los tambos o posadas, que se establecerían cada tres leguas.

En el término de las tres leguas se fabricará la iglesia, casa para el cura, vecino, hospedería y tambo. Al cura se le dará una cuadra de solar con iglesia y casa, al vecino otra con casa, albergue para los pasajeros, y tambos para depositar cargas y bagajes (…) Todos los vecinos en su respectivo hogar harán un potrero, para encerrar las caballerías, que estén seguras y tengan donde pacer. Para la manutención del potrero cada par de caballería pagará un cuartillo al vecino, y este mantendrá también en buen estado la hospedería y tambo en beneficio de los pasajeros. .

Los contaderos son lugares donde hay pasto, allí se juntan las recuas cuando se va a acampar, de ellos dice Humboldt lo siguiente:

“En la selva se encuentra cada 2-3 horas lugares desprovistos de árboles, abiertos a hachazos, los que se llaman rancherías o contaderos, en los cuales se pernocta, y esos son los albergues”.[26]   Los principales tambos o contaderos que estaban establecidos a través del recorrido eran:

-        Ibagué la Palmilla: Atravesando el Combeima por puentes de guadua:

- El paraje, las Amarillas

- Guayabal, La Palmilla

- La Palmilla a Cara de Perro,

- Cara de Perro, Las Tapias, una casa con cocina en 1857

- Las Tapias, El Moral

- El Moral, Buenavista

- Buenavista, Chachafruto

- Chachafruto, Agua Caliente

- Agua Caliente, el Machín

- Machín, río San Juan

-        Río San Juan, Toche. El presidio dos casas y una docena de ranchos, donde vivían los hombres bajo libertad condicional.

-Toche, Yerbabuena

- Yerbabuena, quebrada Cruces

- Quebrada Cruces, quebrada Tochecito

- Quebrada Tochecito, Boquerón del Páramo

- Boquerón del Páramo, Mataficua

- Mataficua a Cruz Gorda o Barcinal

- Cruz Gorda, río Quindío

- Río Quindío, Boquía, Alto de Laraganado

En este punto de Boquía descanso Humboldt, después de una dura travesía, explica muy bien cómo se armaban los ranchos y dibuja en su cuaderno de notas la manera como lo hacían, dice que antes de salir de Ibagué se cortaron varios cientos de hojas de bijao, a las que se les hace un corte en la nervadura central de donde se han de colgar para armar un techo, donde pasaron varios días y que a pesar de la lluvia no se mojaron.

“Luego se las extiende y enrollan cuidadosamente formando un cilindro compacto. (… ) Al llegar a un lugar adecuado en medio del bosque, de suelo seco, donde se piensa pasar la noche, los cargueros cortan algunas ramas de árboles que disponen en forma de carpa. En pocos minutos esta liviana armadura es dividida en cuadros con lianas de agave separadas entre sí unos tres a cuatro decímetros. Entretanto, se habrán desenrollado las hojas de bijao y varias personas se ocupan de sujetarlas sobre el enrejado al que finalmente cubren como tejas. Estas chozas son muy frescas y cómodas… En el valle de Boquía pasamos varios días bajo una de estas tiendas vegetales sin mojarnos, aun cuando la lluvia era muy persistente y casi interminable”. [27]

Después de Boquía, las posadas y tambos que seguían eran las siguientes:

- Laraganado, Alto del Roble.

- Alto del Roble, El Socorro o Portachuelo, contadero de Novilla

- El Socorro, Buenavista.

- Buenavista, La Balsa

- La Balsa, Piedra de Moler

- Piedra de Moler, Cartago.

La Cuchilla de los Novilleros, contadero: Lugar abierto de descanso y en donde los arrieros al final de su jornada de camino acampaban y contaban sus mulas para ver sí alguna se les había quedado en el bosque y en tal caso, buscarla antes de continuar el viaje.

En ese mismo sitio, se fundó el 20 de Agosto de 1.878 por colonos dedicados a la guaquería, minería, arriería y comercio, un pueblo, cuyos  primeros moradores lo bautizaron Filandia.

SALUD

Cruzar el Camino conllevaba muchos peligros para la salud, había que hacer el tránsito casi al descampado, con lluvias torrenciales y temperaturas muy bajas en la noche, pasar por pantanos generalmente descalzos, aguas heladas, soportar picaduras de insectos, de culebras, que producían fiebres, caídas que podrían ocasionar fracturas, golpes o heridas, pasar por bosques de guadua llenos de púas, hambre, la altura, el cansancio, el calor cerca al río De la Vieja y Cartago y muchos otros inconvenientes que afectaban la salud, fuera de las enfermedades endémicas como el paludismo o de epidemias como la viruela.

Para muchos de estos males tenían los remedios que los aplicaban en el sitio, generalmente plantas, en infusión, mascadas, en emplastos, en fin de alguna manera buscaban aliviar el dolor, incluso tenían silletas especiales para cuando tenían que transportar un enfermo.

“Por la tarde uno de mis silleros empezó a quejarse de que se sentía indispuesto y al ofrecerle yo alguna medicina que podría aliviarlo, se negó obstinadamente a tomarla. Al día siguiente, como lo encontrara ya bueno y sano y le preguntara qué remedio se había hecho, me contestó que había tomado simplemente agua de azúcar, que era la cura infalible para toda enfermedad.”  [28]

En 1801 se presentó la cuarta epidemia de viruela que azotó el país. En esta ocasión ya se empezó a buscar la cura de la enfermedad a través de las vacunas, pero no era muy utilizada en la región. Los mayores estragos se mostraron en la población indígena. La viruela fue una preocupación de Humboldt, como quiera que le dio dificultad encontrar cargueros por la epidemia que había en ese momento en Ibagué.

Otra enfermedad fue el paludismo o “chucchu” – palabra que significaba temblor entre los indígenas, combatida con la corteza de quina, que ingerían en abundante y concentradas infusiones. Denominada por  el lenguaje quechua: Quina-Quina, por Linneo Chinchona.  Sin cronología exacta, por los años de 1630 y 1637 el jesuita Juan López utiliza la corteza para el tratamiento de la malaria.  Secreto concedido por el indígena Malacatos, a quien el sacerdote había bautizado con el nombre de Pedro Leiva. [29]

Bichos comunes en el Camino eran unas moscas negras como un azabache, y del tamaño de la mosca casera, que llaman galofas, clavan su pico, llevan sangre, y dejan la herida; los zancudos y los tábanos que causaban el nuche; las niguas y las avispas que producían dolorosas picaduras.

“…luego seguimos hasta El Roble. Al salir de allí me picó cruelmente en el pie una avispa brava; un carguero me trató por medio de la aplicación de tabaco mascado sobre la picadura y el alivio fue inmediato; pude continuar la marcha. “ [30]

Por las prácticas higiénicas anacrónicas, como el no uso de calzado de muchos viajeros, unos parásitos denominados niguas se les incrustaba en las carnosidades de la uñas de los pies.  Estos eran un espanto y una angustia para los que soportaban este episodio, el ardor y la congoja que provocaba volvía loco al más templado.   

No se conocía el remedio para el mal, la única medida drástica era sacarla con la espina terminal de la hoja de la cabuya o fique, con espinas de pescado o la de la palma.  Cuando el tormento llegaba a extremos insoportables, algunos individuos se enterraban en la arena y hasta metían los pies en el fuego. Las niguas son un tipo de ácaro rojo muy pequeño de la familia de los arácnidos.   Son tan antiguas que Juan de Castellanos las describe así y hasta la cura la da.

Salíales a todos mucho grano

con las alteraciones de un divieso,

y aentro molestísimo gusano,

áspero, peludillo y algo grueso;

da voces y gemidos el más sano,

por ser aquel dolor en gran esceso,

hasta que ya cayeron en la cura,

que fue fácil y no de mucha dura.

Pues de diaquilón un parche hecho

sobre la hinchazón y carne flaca,

hace la fuerza dél tanto provecho,

que la mitiga y el gusano saca:

el duro torondón queda deshecho,

la pena quita y el dolor aplaca;

y alguno me vendió por manifiesto

que falta de sal causaba esto.”  

En los relatos de viajeros también se cuenta cómo los cargueros son abandonados en el Camino cuando caen de físico cansancio, otros se tenían que devolver porque son atacados de fiebres, o porque desfallecen de hambre, aunque la travesía duraba de 10 a 12 días había que llevar alimentos para un mes, si llovía mucho los ríos se represaban y la creciente tapaba el camino y era imposible regresar a Ibagué o a Cartago.

Aunque el Camino tenía fama de ser bueno para la salud, Humboldt dice que es todo lo contrario, es un trayecto no solo de dificultades sino malsano.

“¿Cómo puede ser saludable un camino, una travesía que sale de una llanura, pasando en partes por campos de hierba, en los que uno está expuesto a los más fuertes rayos solares (…), ¿cómo puede ser saludable entrar en esos estrechos subterráneos y respirar aire viciado? Pero en un país en el que no se razona, diariamente se repite que el Camino del Quindío e sumamente saludable, que allí se sanan los enfermos (…) Una selva espesa y húmeda en la que se pudre gran cantidad de materiales vegetales depósitos de pirita que descomponen el aire y estratos de ardilla gredosa (letten), eterno cambio de los rayos solares al oscuro aire de un sótano en las angosturas, la inevitable mojada de los pies con agua estancada en la que se pudren las raíces de guadua…”. [31]

No solo las personas que cruzaban el camino padecían, también sufrían los animales, los bueyes se desmejoran tanto que después de un viaje había que alimentarlos por 4 o 5 meses antes de volver a utilizarlos, las mulas sufrían fracturas en las patas o peladuras por las cargas o monturas. Todos los viajeros van dejando sus apuntes sobre este tópico que era de mucha preocupación.

EL VESTIDO

El Camino, al igual que los pueblos y ciudades, también tenía una moda, que nace de la necesidad de adaptarse a las condiciones del recorrido. Los cargueros llevaban prendas que no incomodaran su marcha, por tanto era muy sencilla, un pantalón remangado más arriba de la rodilla o desnudos, sólo cubiertos con un pañuelo, sus arreos de cargar y si mucho unas almohadillas para proteger la espalda, una vara larga y firme que hace las veces de un tercer pie, o que ayuda a mantener el balance, ruana a rayas y una camisa de algodón para protegerse del frío en la noche.

“Tienen buen cuidado, desde luego, de poner sendas almohadillas sobre la frente y la espalda para precaverse de las magulladuras. Por lo demás andan desnudos, con solo un pañuelo ceñido a la cintura”. [32]

Los soldados pasaban el páramo con sus uniformes y los de mayor graduación usaban capas. Los viajeros eran muy diversos, algunos iban ataviados para traslados por caminos secos y planos o se iban preparados para montar a caballo, de polainas, espuelas, vestidos blancos con chaquetas, que cuando encontraban los pantanos tenían que cambiarlos o llegar de barro como si se tuvieran un vestido de ese material.

“Encontramos el Camino en no muy malas condiciones por espacio de tres cuartos de legua; más adelante estaba tan cenagoso que me vi obligado a apearme para vadear los charcos, calzado como estaba de botas altas y grandes espuelas, con gran diversión para los peones, naturalmente, pero con no menor mengua de mis reservas de grasa”.[33]

De los aditivos del vestuario, es importante recalcar el relacionado con el sombrero; parte fundamental de la vestimenta de los viajeros de todos los niveles sociales que trasegaron por el Camino del Quindío.

Los sombreros de paja de la palma de toquilla procedían del Ecuador; hacía comienzos del siglo XIX empezó a ser cultivada en el municipio de La Unión, al nordeste del departamento de Nariño y allí se le denominó jipijapa.  La fabricación de sombreros se extendió por el Camino del Quindío hacia el norte del país, gracias a la fácil adquisición de la materia prima, que se conseguía de manera silvestre.

El nombre de la palma cambiaba según la región, se la conocía como palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma.  Otro de los sombreros usados por la época del desarrollo de la independencia eran los sombreros denominados: Panamá, se fabricaban en Antioquia; hoy día, se conocen con el nombre de sombrero aguadeño, producidos por hábiles tejedores de la época: años 1820 y 1822.                                          

Los campesinos cubrían sus cabezas con sombreros de palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma, calzaban alpargates y/o botas de cuero, según su condición económica, provistos de grandes ruanas de lana tejida para preservarse del frío en el paso del Boquerón del Páramo.  Vestían pantalón a cuadros o de rayas, fabricados con telas burdas, provenientes del Socorro; trasegaban por el Camino del Quindío con sus petacas a cuestas, construidas de chusque o guaduilla; donde transportaban su provisión y/o mercaderías para remontar el paso del Quindío.

En las partes frías del camino para dormir utilizaban vestidos consistentes en una franela gruesa, por encima de ésta una camisa de dormir de lana y superpuesta una chaqueta gruesa. Además, de los calzoncillos de franela y unos pantalones de corduroy (tela gruesa).[34]

ALIMENTACIÓN

La alimentación era el punto más importante para el cruce del Camino, de ella dependía la vida de los viajeros, en este punto se prestaba mucha atención, las raciones eran calculadas y había cargueros destinados únicamente al transporte de la comida. 

La alimentación era pactada antes de salir, corría a cargo del viajero, por lo general, la de los silleros que llevan gente, los otros debían llevar sus alimentos.

Corre a cargo del empresario de los silleros y peones la alimentación, consistente en carne cecina, tanto de res como de cerdo y arroz en determinada cantidad por persona.  Además de bizcochos de maíz, huevos duros, panela, chocolate, ron, sal y cigarrillos

En los pueblos de las puntas del Camino se tenía un variado recetario limitado por varias circunstancias. Provisión, clase social, manejo, transporte y conservación de los alimentos, determinaban el tipo de viandas que se preparaban en las diferentes manifestaciones culinarias para su consumo.  Éstos provenían de diferentes fuentes: vegetal, animal y mineral, como alimentos sazonadores de origen mineral como sal.

La alimentación en el Camino del Quindío en el tiempo de La Independencia, se encontraba ligada a la producción local y a la importación de alimentos, transportados por el río Magdalena, con centro de acopio en el puerto de Honda, de donde se comercializaban y transportaban. 

“En el momento cuando iba a internarme en el Quindío, recibí la orden de vender un aprovisionamiento de alimentos en conserva, destinados a una expedición que debía haber llevado a Santiago de Veragua al oeste de Panamá, pero que fue suspendida. En consecuencia abrí un almacén, después de haber hecho anunciar por  medio de tambores que se procedería a la venta de conservas, de jamones y de lenguas ahumadas, a precio fijo”. [35]

Dentro del grupo de productos utilizados en la preparación de alimentos podemos citar los siguientes: tubérculos y raíces como: yuca, papa, achira; granos como: maíz, arroz, lentejas y frijoles; condimentos culinarios y colorantes como: el culantro o cilantro cimarrón, colorante de alimentos, la bija o achiote; verduras, hortalizas y legumbres como: plátano, chachafruto, cidrayota, chontaduro, árbol del pan, el míspero, al igual que otros frutos encontrados en la selva.

De origen animal: los que generalmente se lograban en las tupidas selvas; animales salvajes, y los domésticos que les proporcionaban carne o leche. Los animales domésticos, como los vacunos, originarios de las planicies del Valle del Cauca y del Tolima, los cerdos, abundantes en ambas laderas del paso del Quindío.  En la parte de Salento se hallaban manadas salvajes de cerdos que merodeaban las selvas y se alimentaban de los frutos de la Palma de Cera del Quindío.  Otros animales caseros fueron las aves domésticas, como las gallinas, pavos y patos.

La selva aledaña al Camino suministraba carne producto de la caza de animales como: tapir o danta, venado, oso de anteojos, pantera, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de monte, comadreja, erizo, tigrillo o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo, tatabro, zaino, mono aullador. 

La caña de azúcar y sus derivados: miel y panela, fueron fundamentales en la alimentación y fabricación de bebidas espirituosas como el aguardiente, chicha  y otras que se consumían en el paso del Camino, especialmente para mitigar la sed y alegrar la soledad que representaba el paso por estas tierras.

La producción de alimentos fue limitada y se obtenía lo indispensable para el sustento de los viajeros; las diferentes contiendas por la causa libertaria generaron el abandono y descuido de las primeras unidades agrarias establecidas.

El trasegar permanente de viajeros admitió la fundación de tambos en las orillas del Camino, que permitieron el establecimiento de pequeños cultivos de pan coger, según el piso térmico y condiciones edáficas.  Se cultivaba maíz, cacao, algodón, plantas medicinales, arroz, frijoles, victoria, yuca, plátano, caña de azúcar, frutales, con simientes procedentes de la provincia de Cartago e Ibagué.

El  maíz representó la mayor cantidad de alimento utilizado por los viajeros.  Se consumía en variadísimas presentaciones de productos comestibles, tales como mazorca asada, granos de mazorca fritos con huevo, bizcocho cerero, arepas, mazamorra, envueltos, tamales, etc.  Animales como la gallina, la paloma, el pato, el cerdo, la oveja, la cabra, la vaca también hicieron parte de la dieta alimenticia de los viajeros.

La sal utilizada en el adobo de los alimentos, en su mayoría llegaba por la ruta del Quindío; el resto se obtenía de las llamadas fuentes saladas manipulando los procedimientos aborígenes, que consistía en someter a la evaporación el agua, al final quedaba en el fondo de las múcuras de barro la sal en estado sólido en forma de terrones de sal.

En las espesas selvas perseguían animales de monte como guaguas, guatines, venados y tatabras; una vez cazados se preparaban para adicionar la provisión de alimentos necesaria para el cruce del Camino.  La carne obtenida se partía en tiras que se salaban y ahumaba.

La preparación de las comidas se limitaba a los momentos de pernoctar, al término de la jornada diaria de viaje, una vez establecido el campamento se prendía lumbre y alistaba fogón para la preparación de platillos sencillos, empleando los alimentos que transportaban y los obtenidos en el sitio donde acampaban; estos podían ser sopas, especialmente, la sopa de arroz, consistente en una aguasal a la que se le adicionaba patatas, arracachas y tasajo (carne seca ahumada) y se le daba espesor mediante la adicción de arroz; al momento de su consumo, se acompañaba con arepas de maíz. Otros alimentos que hacían parte del bastimento eran los bollos de maíz, huevos duros, panela chocolate, ron, sal, plátanos verdes secados al horno, llamados fifí.

“El bastimento que debíamos llevar consistía en tiras de carne seca  de res, bizcochos de maíz, huevos duros, azúcar en bruto (panela) chocolate, ron pedazos de sal que se conocen con el nombre de “piedras” y resisten la humedad, y cigarros, yo debía alimentar solamente a los cargueros que llevaban los víveres, la cama y las hojas de bijao; los otros llevaban su propia alimentación o sea “tasajo”, panela, chocolate, arepas y sobre todo fifi…”.[36] 

Al amanecer, antes de emprender de nuevo la marcha, se desayunaba con alimento caliente: tortilla de huevos, patatas asadas al rescoldo, y una buena taza de chocolate. Otros alimentos ligeros a la hora del desayuno o la cena eran chocolate con pan, las arepas de maíz, la mazamorra de maíz pilado y hervido al cual se  le añadía leche, acompañada de un trozo de panela.

BIODIVERSIDAD.

La zona comprendida por el Camino del Quindío presentaba un alto grado de biodiversidad, definida por su variedad de pisos climáticos y formaciones geológicas.  En la zona se desarrollan una flora y fauna muy rica y exuberante, generada por las diferencias de altura, cuya especie más significativa fue y es la palma de cera del Quindío, tan magnífica que fue declarada árbol nacional.

Además, en su recorrido se encuentra el bosque de niebla con su fauna y flora característica, el bosque de frailejones y vegetación de páramo que protege y conserva el agua, los loros orejiamarillos que viven en las palmas de cera, el oso de anteojos, los tigrillos, perezosos, venados y otra pequeña fauna de guatines, tatabras, pavas de monte, mariposas y pájaros, mucha de esta flora y fauna fue aprovechada por los viandantes y luego por los colonos que llegaron a la zona.

Las condiciones ambientales permiten deducir el perfecto equilibrio ambiental y fuente de recurso hídrico, proporcionado por su exuberante vegetación, y las formas del relieve, que permitían el origen de considerable número de fuentes hídricas y variedad biodiversa, que aún son fundamentales para nuestra región.

Las descripciones de la biodiversidad del Camino del Quindío fueron permanentes y en todas las etapas de la historia. Los viajeros se extasiaban de la exuberancia de la flora, fauna y belleza del paisaje.  Además, se percataban de fenómenos naturales como la actividad volcánica y sísmica:

“Hay en ella un volcán de humo que respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de Toche, en que, por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado en ellas, se transitó de Ibagué á Quimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y fertilizan la provincia, y por los más de ellos hay fabricados puentes de guaduas que facilitan el paso, aunque asustan con los columpios.” [37]

“Como los cañaverales son tan espesos hay muchas alimañas por entre ellos y grandes leones, y también hay un animal que es como color pardo, la cabeza tiene como zorra; vi una vez una de estas, la cual tenía siete hijos que estaban junto a ella, y como sintió ruido abrió una bolsa que natura le puso en la misma barriga y tomó con gran presteza los hijos, huyendo con mucha ligereza, de manera que yo me espante de su presteza, siendo tan pequeña y corre con tanta carga, y que anduviera tanto. Llaman a este animal chucha.  Hay unas culebras pequeñas de mucha ponzoña, y cantidad de venados, y algunos conejos y muchos guadaquinajes, que son poco mayores que liebres, y tienen buena carne y sabrosas para comer. Y otras muchas cosas que dejo de contar porque me parecen que son menudas”. [38]

Contrario a narraciones negativas relacionadas con los factores naturales, de algunos viajeros, Humboldt describe a Ibagué así:

“El clima es excelente, más suave que el de Fusagasugá; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso (...) La montaña del Quindío es uno de los sitios más ricos en plantas útiles e interesantes.  Allí encontramos la palma  Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia Grandiflora, cuya flor escarlata tiene una longitud de 16 centímetros”.[39]

 Y más adelante las características del suelo así:

“Como casi toda la cordillera, esta parte de los Andes es de superficie arcillosa, habiendo formado barrancos de 6 á 7 metros de profundidad los hilos de agua que bajan de la montaña. Por estas grietas llenas de lodo se anda, no obstante las oscuridades que produce la espesa vegetación que cubre las aberturas. Los bueyes, bestias de carga que se usan en estas comarcas, difícilmente pasan por dichas galerías que tienen hasta 2,000 metros de largo, y si se tropieza con ellos por desgracia en el centro de los barrancos, hay que desandar el camino recorrido ó subirse á los bordes de la grieta sujetándose á las raíces que del suelo penetran hasta allí”. 

Un elemento importante que marcó el ambiente del camino fue el agua.

Este paso en la montaña podía carecer de muchas cosas, pero no de agua, agua en los torrenciales aguaceros, agua en ríos y quebradas, agua en nacimientos, aguas puras, delgadas, salitrosas, sulfurosas, gaseosas, azufradas, picantes como ají, contaminadas, lodosas, calientes, heladas, frescas, agua útil, necesaria o agua que molesta, pero agua, mucha agua en el camino.

Aunque todos los viajeros hacen referencia al agua, es Boussingault quien continuamente está describiendo este elemento, lo exalta, lo ve y lo siente continuamente, como se puede apreciar en las siguientes citas:

“En Ibagué se dispone de víveres en abundancia y cantidades considerables de agua limpia (…) Con mucho placer volví a ver la bonita cascada y tomé un baño frío de ácido carbónico para calentarme. Tomé el desayuno a la orilla del río, donde se sentía el olor de ácido sulfhídrico (…) A las 8 y media estábamos en Aguacaliente (altitud 2.276 metros); la temperatura del agua de la fuente caliente era de 53,3°…”.[40]

“Al llegar al alto sentí una sed ardiente y mis guías me dijeron que conocían una fuente cerca de allí, pero que no era posible beber de esa agua por su sabor picante (ácido), es decir, “que sabía a ají”.[41]

Y así, ese viajero del siglo XIX sigue probando y examinando las aguas que encuentra a su paso.

“A pesar de lo triste de mi estado, visité una fuente gaseosa caliente, cerca de San Juan, en la orilla derecha. La abertura tenía un metro de largo por medio metro de ancho; el agua parecía hervir, pero al meter allí la mano la temperatura era poco elevada, pues la agitación del líquido provenía de un fuerte desprendimiento de gas carbónico. El termómetro se mantenía a 35.6° y encontré que el agua era agradable para beber, con un sabor ligeramente agrio parecido al de la fuente del alto del Machín; no se veía la salida del agua pero los cargueros decían que el pozo era profundo (…) A las 5 de la tarde llegué al torrente de Tochecito, cuya agua me pareció glacial…”[42]

Y esta otra cita donde aparentemente el agua escasea porque todo lo que los rodea es lodo, pero encuentran otro recurso para obtenerla:

“… uno camina entre guaduales expuesto a las espinas de esas gigantescas gramíneas y en un baro que llega a las rodillas; en el Camino me refrescaba con el agua que se obtiene de las guaduas, practicando una abertura por encima de uno de los nudos de la vara; con una sola punción obtuve ¼ de litro de líquido; agua clara y fresca y como lo demostró después un análisis, casi pura.” [43]

 Así pues, la privilegiada situación geofísica y la densidad de la selva, hicieron del agua un elemento presente y abundante en todo el recorrido del Camino del Quindío.

La riqueza de la flora siguió siendo portentosa, en 1865 M. E. André, vuelve y admira la naturaleza de esta región y exclama:

“A través de esta vegetación rica en prodigios, llegamos à la hacienda de las Cruces, donde el inteligente y emprendedor don Ramón Cárdenas, tenía plantada, à tres mil metros de altura, su tienda en la cual debía concedernos cariñosa hospitalidad.  Llegamos à las cruces el día 8 de marzo à las cinco de la tarde, sucios, rendidos de cansancio y llenos de harapos (…) La flora del Quindío, que se ostenta en toda su variedad, me dejó atónito por su riqueza (…) ¡Qué admirable colección de plantas de hojas ornamentales propias para agregar a las que han conquistado ya el público a favor en los paseos y jardines parisienses! Las que más me llamaron la atención por su extraordinario desarrollo pertenecen a los géneros artanthe, solanum, cecropia, xanthosoma, ficus, pionandra, boccona, laportea, a las melastomáceas, helechos, escitanmíneas, etc.”. [44]

Y más adelante en 1892, cuando don Heliodoro Peña escribe su “Geografía e historia de la Provincia del Quindío”, para enseñanza de sus alumnos, enumera una infinidad de animales existentes en la región que no queda más que volverlos a nombrar:

Tapir o danta, ciervo, oso negro, león común, zorra, guagua, conejo, oso hormiguero, ardilla, perro de monte, comadreja, erizo, tigre o jaguar, lobo, perico ligero, armadillo, tatabro, zaino, y además los monos uluntos y los átales, pava, paloma, tórtola, carriquí, chamón, carpintero, guacamayo rabiamarillo, perico, soledad, turpial, mirla, jilguero, cóndor de los andes, águila, gavilán, cirirí, tijereta, garrapatero, iguana, culebra coral, equis, cazadora, etc.

En la parte vegetal: arenillo, cedro, caoba, negro y blanco, laurel, aguacatillo, ciprés, guayacán, nogal, pino, campeche, y achiote. También se producía otoba, acónito, árnica, ruibarbo, romero, amapola, cebada, culén, altea, licopodio, acedera, vainilla, quinas etc.”. [45]

Puede concluirse que el Camino del Quindío, no solo fue importante por toda la actividad científica que en él se desarrolló, por la integración que permitió después de La Independencia, entre el centro y el sur de la nueva república, sino porque posibilitó el desarrollo económico de esta región, amarrado al impulso de La Colonización, como política de Estado. También por la apertura de las tierras aledañas a los caminos, que facilitaron la iniciación de tambos y posadas y el impulso de la creación de pueblos, como fue la fundación de La Aldea de Nueva Salento, primer poblado organizado en el Quindío.

La Ley 70 de diciembre 16 del año de 1916, relacionada con la reglamentación de los caminos, en su decreto Reglamentario número 422 de 1917, estableció las disposiciones sobre política de tráfico y contabilidad de las vías públicas nacionales.

En su Capítulo I, Articulo 1°, dice:

“Desde que entre en vigencia la presente Ley, solamente serán caminos nacionales:

Los destinados a unir la capital de la república o los centros estratégicos importantes con las fronteras o con los puertos marítimos o fluviales;

Los destinados a comunicar los territorios de colonización con el interior del país; y

Los que sin estar comprendidos en los grupos anteriores sean de vital importancia desde el punto de vista comercial y militar, de acuerdo con las leyes preexistente; y con las que se expidan al efecto.

Artículo 2° "Forman el primer grupo de caninos nacionales los siguientes: …

b) La vía del Suroeste, destinada a comunicar a Bogotá con la frontera ecuatoriana, pasando por Ibagué, Calarcá, Tuluá, Popayán y pasto, por el Valle del Patía.

puerto apropiado al río Magdalena, ‘hacia el Atlántico por Chiquinquirá., el Socorro y Barrancabermeja ..

 

República de Colombia Ministerio de Obras

Dirección General de Caminos Nacionales

Ley 70 de 1916, general sobre caminos; Decreto Reglamentario número 422 de 1917, y disposiciones sobre política de tráfico y contabilidad de las vías públicas nacionales. Bogotá Imprenta Nacional 1917. Banco de la Republica. Biblioteca Luis Ángel Arango.

Diciembre 16

Capítulo I

Clasificación.

Artículo 1. ° Desde que entre en vigencia la presente Ley, solamente serán caminos nacionales:

1° Los destinados a unir la capital de la república o los centros estratégicos importantes con las fronteras o con los puertos marítimos o fluviales;

2° Los destinados a comunicar los territorios de colonización con el interior del país; y

3° Los que sin estar comprendidos en los grupos anteriores sean de vital importancia desde el punto de vista comercial y militar, de acuerdo con las leyes preexistente; y con las que se expidan al efecto..

 

 

 

ALVARO HERNANDO CAMARGO BONILLA

 

Fuentes:

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[1] Acevedo Tarazona Álvaro. El Camino en el centro occidente de Colombia.  La Ruta, La retórica del paisaje y los proyectos de poblamiento

[2] El camino Quindío en el centro occidente de Colombia. La ruta, la retorica del paisaje y los proyectos de poblamiento. Álvaro Acevedo Tarazona. Universidad Tecnológica de Pereira. Pág.12

[3] HUMBOLDT, Alexandro, en el paso del Quindío,  www.scribd.com  doc./3196922

[4] HUMBOLDT, Alexandro, en el paso del Quindío,  www.scribd.com  doc./3196922

 

[5] HUMBOLDT, Alexandro, en el paso del Quindío,  www.scribd.com  doc/3196922

[6] Revista Credencial Historia, El trayecto colombiano de Humboldt, Bogotá febrero 2000 No. 122, Biblioteca Luis Ángel Arango, blaa digital.

[7] ANDRE, M.E. Viaje a la América equinoccial, en América Pintoresca , Tomo III, Ed. Carvajal Santander de Quilichao,  págs., 669-683

[8] Manuel Antonio del Campo y Rivas” compendio  histórico de la fundación, progresos y estado actual de la ciudad de Cartago en la provincia de Popayán en el Nuevo Reino de Granada de la América Meridiana Pág. 38 y 39l” año  de 1803

[9]. COCHRANE, Charles. Viaje por el interior de las provincias de Colombia, Biblioteca Luis Ángel Arango blaa digital

[10] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República  Creador: Jean Baptiste Boussingault 

[11] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República  Creador: Jean Baptiste Boussingault 

[12] Memorias de Agustín Codazzi  Edición original: Caracas, Univ. Central de Venezuela. 1970  Autor: Codazzi Agustín

[13] Journal residence and travels Colombia during the years 1928 of Capt. CHARLES STUART COHRANE. Vol. II

[14] Viajes por el interior de las provincias de Colombia (1823) imprenta del Banco de la República Bogotá. Pág.178

[15] Memorias de Jean Baptiste Boussingault, Edición original: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República  Creador: Jean Baptiste Boussingault 

[16] HISTORIA DE LA LITERATURA EN NUEVA GRANADA JOSE MARIA VERGARA Y VERGARA CAPITULO XIV Francisco José de Caldas. — El Semanario del Nuevo Reino. 1800-1810.

[17] Memorias Histórico Políticas del General Joaquín Posada Gutiérrez Autor: Joaquín Posada Gutiérrez  Edición original: Bogotá, Imprenta Focion Mantilla, 1865  Edición Biblioteca Virtual: Bogotá, Junio de 2005.

[18] Álvaro Hernández V. Una orden para comparecer (Ibagué, 1947)www.revistanumero.com/19orden.htm

[19] Tomado de la revista AÑOS HA. AHORA QUE EL INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. www.salento.com.co/htmlesp/alomo_de_ndio.htm

 

[20] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República  Creador: Jean Baptiste Boussingault

[21] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm 

[22] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm

[23] HUMBOLDT, Alexandro, Viaje por Ibagué, www.lablaa.org/blaavirtual/.../ibague1.htm 

[24]Titulo: Memorias de Jean Baptiste Boussingault Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25 Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[25] Journal residence and travels Colombia during the years 1928 of Capt. CHARLES STUART COHRANE. Vol. II

[26] Vida de Humboldt  Extractos de sus diarios. Viaje por la cordillera de los Andes. Edición: Biblioteca Virtual del Banco de la República

 

[27] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199

[28] VIAJES POR EL INTERIOR DE COLOMBIA CORONEL J. P. HAMILTON

[29] MARTINEZ Zulaica Antonio. La Medicina del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada. Edit. La Rana y el Águila. Tunja 1973.Pag. 62

 

[30] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[31] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199

[32] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199

 

[33] ALEXANDER VON HUMBOLDT EN COLOMBIA EXTRACTOS DE SUS DIARIOS. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Obra suministrada por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia. Pág. 199

 

[34] COCHRANE, Charles Op. Cit.

[35] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

 

[36] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

 

[37] Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada  Autor: Fernández de Piedrahita Editorial Kelly, 1973, Vol. I Cap. VII.

[38] CIEZA DE LEON Pedro. Crónicas del Perú de la Provincia Quimbaya. 1553.

[39] Viaje de Humboldt por Colombia y el Orinoco Ibagué

[40] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[41]  Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[42] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[43] Memorias de Jean Baptiste Boussingault  Edición original: 2004-06-25 Edición en la biblioteca virtual: 2004-06-25  Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República

[44] Monografías de Rufino Gutiérrez. Tomo I  Autor: Gutiérrez Rufino Edición original: Bogotá, Imprenta Nacional. 192

[45] PEÑA, Heliodoro. Geografía e Historia de la Provincia del Quindío. Popayán, Imprenta Departamental, 1892. Documento No. 5, p. 115