jueves, 24 de octubre de 2013

DESDE LA ÓPTICA DEL CAMINO DEL QUINDÍO, LA BIODIVERSIDAD CAMBIANTE EN LA PROVINCIA QUIMBAYA

DESDE LA ÓPTICA DEL CAMINO DEL QUINDÍO, LA BIODIVERSIDAD
CAMBIANTE EN LA PROVINCIA QUIMBAYA

Álvaro Hernando Camargo Bonilla[1] 




INTRODUCCIÓN

¿De qué sirve conocer la mutación biodiversa por el uso y colonización del Camino del Quindío?
Las biodiversidad es primigenia, introducida y heredada, como resultado del tránsito y colonización del Camino del Quindío, constituyen un significativo valor cultural que paulatinamente ha dado simiente a la Quindianidad. Los signos biodiversos y culturales como el maíz, la palma de cera, la guadua, el café, la yuca, el plátano, la arriería, la arquitectura, la  cestería, la cerámica, la  orfebrería, la gastronomía, entre otros, hacen parte de dicha iconografía. El tema es de considerable dimensión, ya que con el presente escrito se esboza un referente de estudio para entender la significación del uso del Camino en la fundamentación de las afinidades distintivas del constructo quindiano.

El hábitat limítrofe de la vía perennemente fue vadeado por las oleadas migratorias que lo trasegaron y colonizaron, circunstancias que causaron una amplia trasformación e impacto por el uso y aprovechamiento constante de su biodiversidad. Este asunto concibió un proceso de trasformación del medio natural primigenio, determinado por aspectos como pérdida e introducción de flora y fauna, procesos erosivos, contaminación y modificación del paisaje circundante.

Por las consideraciones descritas conviene dar una mirada histórica a la mutación biodiversa aledaña al Camino, refiriendo un atisbo desde la época Prehispánica hasta los inicios de la República para apreciar la transformación  indiscutible del espacio colindante a la ruta.


ÉPOCA PRECOLOMBINA
La información se inquiere en las disertaciones  históricas, arqueológicas, antropológicas, crónicas e interpretación de vestigios hallados de la zona denominada “Hoya del Quindío y/o Provincia Quimbaya”, nombre referenciado en las crónicas de los invasores ibéricos a su llegada en el año de 1539.



1.      Territorio

Asumiendo el concepto de  ecorregión y/o biorregión, el Camino y su área de influencia encajan dentro del entramado medioambiental que define el término referido. Su espacio sé delimita geográficamente y lo determinan aspectos como morfología, geología, clima, suelo, hidrología, flora y fauna.  Estas condiciones se distinguen en el territorio de la designada “Hoya del Quindío y/o Provincia Quimbaya”, calculada en longitud en una extensión aproximada de 4.635 k2.


2.      Delimitación

Circunscrita por el nacimiento del río Barragán en la cordillera de los Andes (Cordillera central), por el pináculo de la cordillera desde el nacimiento del río Barragán hasta el nacimiento del río Chinchiná (Tacurumbi), éste aguas abajo hasta su desembocadura en el Cauca, luego aguas arriba hasta la desembocadura del río de la Vieja, y éste arriba hasta la confluencia del río Barragán y aguas arribas hasta llegar a su nacimiento. Área suficiente para el sustento de las comunidades de las diferentes tribus que conformaban el cacicazgo Quimbaya asentadas en su entorno y mantener procesos socioeconómicos sostenibles en perfecta relación en cuanto al manejo, uso y aprovechamiento de los recursos biodiversos existentes.

“La provincia Quimbaya terná 15 leguas (83.5 Km.) de longitud y 10 leguas (55.7 Km.) de latitud, desde el río Grande (Cauca) hasta la montaña nevada de los Andes, todo ello muy poblado y no es tierra tan áspera y ni fragosa como la pasada. Por la cresta de la Cordillera Central, desde el nacimiento del río Barragán, hasta el nacimiento del río Chinchiná (Tacurumbi); este aguas abajo  hasta su desembocadura en el Cauca; Cauca arriba hasta la desembocadura del río de la Vieja; y este arriba hasta la confluencia del río Barragán”. [2]

“Esta provincia se comprende en la demarcación ó confines de los Pantagoros, de que tratamos en el capítulo segundo del primer libro, y yace entre las ciudades de Ibagué, Santa Ana de Anserma, puesta en tres grados de esta banda del norte al oeste de Santafé, y veinte y cinco leguas al Nordeste de Popayán: tendrá cuarenta y cinco millas de longitud y treinta de latitud, que corren entre los términos que le da el rio Cauca, hasta las sierra nevadas de los Andes, toda ella de tierra montuosa, y donde se producen más guaduas que en otra parte de Indias. Su temperamento ni es frio ni cálido; pero tan favorable á los españoles, que con él se conservan muchos años libres de enfermedades. Hay en ella un volcán de humo que respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de Toche, en que por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado en ellas, se transitó de Ibagué á Quimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y fertilizan la provincia, y por los más de ellos hay fabricados puentes de guaduas que facilitan el paso aunque asustan con los columpios. “Hay en ella un volcán de humo que respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de Toche, en que por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado en ellas, se transitó de Ibagué á Quimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y fertilizan la provincia, y por los más de ellos hay fabricados puentes de guaduas que facilitan el paso aunque asustan con los columpios.

Á esta provincia, pues, de Quimbaya, de que iba noticioso, arribó Jorge Robledo deseoso de poblar en ella alguna ciudad; pero la gente, mal contenta de lo que se le representaba. Á primeras vistas, le dio a entender cuánto mejor le hubiera sido fundarla en alguno de los países que habían desamparado, pues el de Quimbaya mostraba ser todo él de cañaverales, y que, pues en las prósperas y adversas fortunas tenia experimentado el amor con que lo habían seguido, tuviese atención a sus trabajos, y a que no los malograsen por alguna resolución inconsiderada. Inclinárase con facilidad a esta propuesta el Capitán Jorge Robledo, siempre atento a no desabrir a su gente, si otros más cautos en hacer juicio de las provincias de las Indias no le advirtiesen el poco caso que se debe hacer de las apariencias mientras experimentado el país no descubre las calidades y secretos que oculta, y lo que convendría que antes de elegir otro se reconociese aquel terreno por alguno de los Cabos del ejército. Prevaleció este parecer, y diósele orden al Capitán Suer de Nava para que con una tropa de infantes y algunos caballos penetrase hasta el centro de la provincia, examinando los defectos ó conveniencias de ella”. [3]


3.      Referente Arqueológico

En el Formativo Medio, diez mil años atrás y hasta  la Conquista, en el espacio del relieve colombiano, que encierra las cordilleras occidental y central, y los ríos Otún y la Paila, en el Cauca medio, que hoy hacen parte de los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y  norte del Valle, tuvo  su asentamiento la cultura Quimbaya, organizada en cacicazgos dedicados a la agricultura: maíz y yuca; con una relativa organización económica. Su presencia se remonta a10.000 años antes del presente, fijados por dos periodos de ocupación diferentes y sucesivos: Quimbaya clásico (1er. Milenio AC hasta 1000 DC y Quimbaya tardío, 1000 DC hasta llegada de los Españoles.  La población de los Quimbayas según las crónicas ascendía a 100.000 nativos. [4]

 

4.      Paisaje, Pobladores, Alimentación y Cultura

Diversidad de climas, abundante flora y fauna dispensada por el contraste del relieve, donde habitaban los  Quimbayas, que se dedicaban a las actividades de recolección de frutos y plantas, la caza y la pesca y la agricultura de subsistencia; y a la orfebrería, la cerámica, la minería del oro y la sal. Fértiles terrenos provistos de ríos mansos en el estío y torrentosos en la época de lluvias, como el Consota, Otún, Quindío y La Vieja. Estos ríos constituían valles prolíficos en oro, peces, fuentes de agua salada, espesos e intransitables cañaverales (guaduales), cuyos tallos se utilizaban en la construcción de viviendas, armas, utensilios, balsas para navegar en los ríos y puentes para pasar de una orilla a otra.

Diversidad de palmas, árboles, lianas y animales que proporcionaban a los aborígenes alimento, vestido, medicina y diversidad de elementos para el bienestar o malestar según el caso. Admirable paisaje, fertilidad de sus suelos, infinidad de plantas de bellas flores y multiplicidad de frutos, ríos de arenas abundantes en oro y plata. Animales feroces como venados, erizos, zainos, ardillas, faras (chuchas), comadrejas, osos, conejos, dantas, nutrias, tigres, escorpiones, serpientes, boas; variedad de aves como toches y azulejos; peces y árboles maderables de gran valor como cedros, nogales y granadillos.

Impensada biodiversidad, exuberancia paisajística, feracidad de sus tierras e incalculable riqueza fueron los elementos que hallaron los invasores españoles en el territorio de los Quimbayas. Pródigos en oro; audaces orfebres; ágiles  ceramistas;  versados en la  amalgama del cobre y  oro,  denominada (tumbaga),  y la técnica del martillado;  uso de la cera perdida en la elaboración de sus obras de joyería; diestros en construcciones con la guadua y otros elementos que les proveía la naturaleza

Muestra indudable el descubrimiento del tesoro de los Quimbayas en el año de 1890 en el sitio de la Soledad, en la vía Filandia - Quimbaya, en limites de los dos municipios. Emblemas famosos de este tesoro son el poporo y  la excepcional colección de arte prehispánico que reposa en el Museo de las Américas en Madrid, de gran acabado y hermosura. Vasos adornados simbolizando pájaros, ranas, frutas y serpientes y objetos de utilización domestica y ceremonial.

La cultura Quimbaya coexistió en equilibrio y respeto con el entorno descrito; el impacto ambiental era limitado, armonía que garantizó su subsistencia y permanencia histórica. Usufructuaban lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas y supervivencia, respetando los ciclos biológicos en procura de la existencia futura, acción que permitía la sostenibilidad de los recursos naturales de los cuales dependían.


5.      Caracterización de los Quimbayas

De físico atlético, piel color cobrizo, vestidos los hombres con pequeños maures que cubrían sus genitales. Agraciadas mujeres, de negros y lacios cabellos bien peinados, engalanadas con minúsculas frisas que cubrían el abdomen hasta los muslos, aderezadas con lindos estampados y plumas de  vistosos tonos, acicaladas con preciosas joyas de oro de los pies a la cabeza (cascos, coronas, zarcillos, narigueras, petos, brazaletes, chagualas, canutillos, sortijas y chaquiras). Esforzados guerreros  provistos de armas con que combatían a sus enemigos: tiraderas, lanzas, macanas, hondas, arcos y dardos; trampas en hoyos sembrados en su fondo con agudas púas para que los enemigos que fueran a atacarlos cayeran en éstas. La generalidad de sus utensilios domésticos era de barro cocido y sus herramientas fabricadas en piedras de pedernal.



6.      Alimentación Quimbaya

¿Cuáles son los alimentos de los cuáles se sirvieron los primitivos Quimbayas? La respuesta a esta pregunta está sujeta al aspecto biodiverso circundante y hábitat. Su sistema alimentario es la suma de los productos proporcionados por su espacio geográfico. Inicialmente consumen lo que produce su suelo nativo inmediato. Además de la recolección de frutos y la caza, cultivaban maíz y yuca en labranzas con el sistema de retratación, denominadas “chagras” (terrenos donde cultivaban el alimento domesticado de pronta cosecha). Utilizaron la técnica de la roza y quema, terrazas para cultivo. Maíz, frijoles, chachafrutos, yuca, arracacha, ahuyama o zapallo y los consumían cociéndolos con sal. Hacían parte de su dieta otros frutos como el aguacate, la chulupa, la guayaba, la piña, los zapotes, el guamo y las semillas del árbol denominado: olla del mono. La carne la proveían de la cacería en sus selvas; abundante en zaínos, venados, conejos, guatines, guadaquinajes, monos, armadillos y numerosas aves; la complementaban con abundante pesca de sus ríos. La sal la conseguían de fuentes que brotaban cerca de los ríos, que sometidas a la evaporación en vasijas de barro, obtenían blanquísima sal. Obtenían vino de palma real y la chicha del maíz fermentado, bebida espirituosa en sus fiestas.


“En la ciudad de Cartago todos los vecinos della tienen sus aparejos para hacer sal, la cual hacen una legua de allí en un pueblo de indios que se nombra de Consota, por donde corre un río no muy grande. Y cerca dél se hace un pequeño cerro, del cual nasce una fuente grande de agua muy denegrida y espesa, y sacando de la de abajo y cociéndola en calderas o pañones, después de haber menguado la mayor parte della, la cuajan, y queda hecha sal de grano blanca y tan perfecta como la de España, y todos los vecinos de aquella ciudad no gastan otra sal más que la que allí se hace”.[5]

Complementaban su dieta con la miel de abejas, la cual obtenían de las colmenas ubicadas en los troncos de las enormes ceibas ubicadas entre los enmarañados guaduales. La cera procedente de la extracción de la miel la utilizaban en la elaboración de moldes de su actividad orfebre, conocida como la técnica de la cera perdida.

Entre la variedad de plantas comestibles existentes los indios hacían uso del maíz (Zea mays), yuca o mandioca (Manihot esculenta), achira para obtener un almidón usado en la elaboración de bizcochos, calabaza, ahuyama, ají (Capsicum) y (Ipomea hipogaea), que los españoles nombraban como la “pimienta de los indios”, utilizaban dos clases: dulce y picante, batatas (Ipomoea batatas), cañafístula (Cassia grandis), cacao (Theobroma cacao), anón (Anonna squamosa), caimito (Chysophyllum caimito), ciruela (Bunchosia spp.), guanábano (Annona muricata), guayaba (Psidium guajava), membrillo (Gustavia spp.), níspero (Achras sapota), piña (Ananas comosus); aguacate (Persea spp.), calabaza (Curcubita spp.), zanahoria blanca (Arracacia esculenta), cilantro cimarrón (Eryngium foetidum), papa (Solanum tuberosum), fríjol, guatila (cidra), chontaduros (del cual no sólo consumían la fruta sino también los cogollos denominados palmitos y de la semilla extraían aceite para encender fuego), palmicha y/o palma iraca (Carludovica-Palmata) de la cual utilizaban su rebrote como alimento en forma de palmito denominado nacuma, pitahaya (Hylocereus undatus); guaba (inga vera), chulupa (Passiflora maliformis L), piña (Ananas sativus Lindl Schult), zapote (Mangifera Indica), curubo (Passiflora tarminiana, Passiflora tripartita var. Mollissima), frijol guandú o frijol de palo (Cajanus cajan), chachafruto (Erythrina edulis Triana ex Micheli.). Con relación a la provisión de carnes tenían las siguientes: arda o ardilla, beori, encubertado armadillo, hormigas, huevos de iguana, puerco, tapir, tortugas, venados.

El Encubertado (nombre que dieron los españoles al armadillo), cuya carne, cubierta por una especie de manteca o grasa, era un “excelente manjar”. En ocasiones, la carne de armadillo se preparaba y tomaba en la misma cubierta del animal.  [6]

Como puede verse, los patrones alimenticios indígenas no eran enteramente diferentes de los de cualquier otro grupo humano: frutas, verduras, carne y pescado. La principal fuente de alimentación provenía de los animales y de la recolección y cultivo de frutas y hortalizas. Un ecosistema extremadamente rico en plantas y animales, que los indios aprendieron a utilizar para alimentarse y para preparar con ellos remedios médicos que curaran las enfermedades y heridas más comunes.


7.      El maíz, alimento básico

El maíz, alimento básico de su dieta, se sembraba por el sistema de roza, práctica consistente en desbrozar los montes y guaduales y quemar el desmonte; las cenizas resultantes servían como abono para darle fertilidad al cultivo y se recolectaba a los cuatro meses.  La preparación del grano para su  consumo era diversa, lo consumían en grano tostado, o estando tierno casi en leche, en bollos o envueltos, en forma de torta asada y obtenían la chicha de maíz molido y fermentado. La preparación del maíz la realizaba la mujer, utilizaban dos piedras, una de tres palmos más o menos de ancho y de uno y  medio o dos de alto, de forma cóncava sostenida en tres palos en forma de trípode y la otra que oficiaba de pilón de trituración, de forma rolliza como especie de rodillo. De la masaje constante obtenían la masa que sancochaban en agua con cal para después moldearla en diferentes formas como los bollos que se envolvían  en la hoja o capacho de la mazorca del maíz que luego se cocinaban y/o  asaban y consumían como pan. También  elaboraban unas tortas grandes, delgadas y blancas que se tostaban en el fuego sobre tiestos.

8.      Complementos Alimentarios

Hábiles cazadores, medio por el cual se proveían de carne de animales silvestres: danta, zaino, guagua, armadillo, conejo, oso hormiguero, venado, conejos, zarigüeyas, guadaquinajes (guatines y guaguas), zarigüeyas (chuchas), micos de distintas variedades. Gallináceas: torcaza, cóndores, tórtola, perdiz, pavas y patos silvestres de los humedales. Abundante y variada pesca: bagre, sardina, sabaleta, bocachico y jetudo. Carne que se conservaba por medio de la  desecación a través de salazón y/o ahumado para su consumo posterior. 

“Hay grandes manadas de puercos zainos pequeños, que son de buena carne sabrosa, y muchas dantas ligeras y grandes, algunos quieren decir que eran de linaje o forma de cebras. Hay muchos pavos, y otra diversidad de aves, mucha cantidad de pescado por los ríos. Hay muchos tigres grandes, los cuales matan a algunos indios, y hacían daño en los ganados. También hay culebras muy grandes, y otras alimañas por las montañas y espesuras que no sabemos los nombres, entre los cuales hay los que llamamos pericos ligeros, que no es poco de ver su talle tan fiero, y con la flojedad y torpeza que andan. Cuando los españoles daban en los pueblos de estos indios, y los tomaban de sobresalto, hallaban gran cantidad de oro en unos canastillos que ellos llamaban habas, en joyas muy ricas de campanas, platos, joyeles, y unos que llaman caricuríes, y otros caracoles grandes de oro bien fino, con que se atapaban sus partes deshonestas, también tenían zarcillos y cuentas muy menudas, y otras joyas de muchas maneras que les tomaban, tenían ropa de algodón mucha”.[7]

9.      Uso de plantas: Alimenticio, Estético y Ceremonial

Condimentaban sus alimentos con sal que extraían de fuentes saladas que a través de la evaporación en enormes vasijas de barro obtenían sal pura y sólida. Sus excedentes los comerciaban con los pueblos vecinos y los que trastocaban la cordillera Central hacia el saliente.

Otros frutos de la tierra como la bija y/o achiote, conocido también como Atase, Potsote, Rucu, Urcu, Uxta, Mashe (Shipibo), usado por los indios que al mezclarlo con ciertas adherentes obtenían tintas de un tono púrpura para ataviar sus caras y cuerpos. Para el efecto utilizaban rodillos y/o cilindros de arcilla grabados con figuras simétricas que  imprimían en su humanidad y ropaje. El algodón se empleó en la elaboración de vestimentas de magníficas tonalidades. Igualmente manejaron para sus ropajes cortezas de vegetales que extraían de la selva.

La quina utilizada en infusiones para combatir las fiebres causadas por el paludismo. La coca y el tabaco los utilizaban los naturales para ritos ceremoniales y la curación de algunas enfermedades. Para los indígenas la coca constituía un elemento de vital importancia en la realización de sus labores cotidianas. El paico (Chenopodium ambrosioides), planta medicinal y aromática usada desde tiempos prehispánicos por los indígenas americanos, posee cualidades antiparasitarias para el tratamiento de áscaris (lombrices) y la tenia.

La guadua, a granel en los bosques, la utilizaron de muchas formas y maneras para fabricar casas, puentes, atalayas, fortalezas defensivas y hasta para exhibir como trofeos los cráneos de sus enemigos muertos en combate.

El bihao, bijao, vijao; (Voz caribe: vihao). De hojas anchas y de verde intenso utilizadas en la techumbre de las rancherías y/o bohíos, al igual que en la envoltura de algunos alimentos como en la preparación de los bollos de maíz. Cañabraba, utilizada para hacer los emparrillados de las techumbres de las viviendas; además, utensilios para la cocina como las chinas o sopladoras.

Una vez llegados á Ibaga, entre los preparativos del proyectado viaje, se cuentan muchos cientos de hojas de vijao, cortadas en las montañas próximas, planta de la familia del Bananero que forma un género nuevo semejante al Thalia y que no debe confundirse con la Heliconia bihai. Estas hojas membranosas y lustrosas como las del Musa, son ovales y tienen 54 centímetros de longitud por 37 de ancho. Su superficie inferior es blanca plata y cubierta de una sustancia harinosa que se desprende por escamas. Este particular barniz las pone en condiciones de resistir mucho tiempo a la lluvia. Al recogerlas, ábrese una incisión en la nerviación principal que es la prolongación del peciolo, incisión de que se sujetan cuando se trata de convertirlas en techumbre móvil; pasado el momento se arrollan y guardan. Se necesitan 50 kilogramos de estas hojas para el techo de una cabaña que cobije seis ó siete personas.

Los cargueros proporcionan algunas estacas y preparan la tienda en un paraje del bosque seco y útil para pernoctar en él. En pocos minutos, con ligaduras de lianas y las hojas de vijao se forman estas cabañas frescas y cómodas. Si durante la noche siente el viajero que la lluvia penetra hasta él, indica la gotera y una hoja basta para remediar el inconveniente. Nosotros pasamos muchas noches en el valle de Boquía, bajo una de estas tiendas sin que el agua que abundante y casi continua caía, nos molestara un momento.[8]

La selva contenía árboles gigantescos de maderas muy finas como el cedro negro y colorado, caobos, caracolíes, ceibas, samanes, laureles, balsos (se empleaba en fabricar canoas y balsas, así como también armazones de las barbacoas para llevar enfermos), dindes, dulumocos, aguacatillos, nogales, cominos, carboneros, matarratón, guayacanes, barcinos, robles, chaquiros, caímos, manzanillos, higuerones (su leche fue utilizada como purgante para los parásitos intestinales).

El guarumo o yurumo. En su tronco se alberga el mojojoy, utilizado en la dieta alimentaria de los indígenas; igualmente, de uso terapéutico en algunas enfermedades de la piel como el herpes y los sabañones. Se usaban restregándolos vivos sobre la parte afectada. También  albergue de hormigas que sirven de alimento a las aves.

“…grandes palmares diferentes de los que de suso he dicho, pero más provechosos, porque sacan de lo interior de los árboles muy sabrosos palmitos, y la fruta que echan también lo es, la cual quebrada en unas piedras sacan leche, y aun hacen nata y manteca singular, que encienden lámparas, y arde como aceite. Yo he visto lo que digo, y he hecho en todo la experiencia”.[9]

“Hay muy grandes y espesos cañaverales… sus ríos todos muy ricos de oro… por donde vienen estos ríos se hacen algunos valles, y en ellos hay muchos árboles de frutas… y grandes palmares de los Pixivaes. Entre estos ríos hay fuentes de agua salobre… muchas y muy altas ceibas, y otros árboles…En lo interior de ellos hay grandes cuevas y concavidades donde crían dentro abejas, y formando el panal se saca tan singular miel como la de España…algunas de éstas saqué yo, aunque más vi sacar a un Pedro de Velasco vecino de Cartago.

Hay en esta provincia sin las frutas dichas otra que se llama caymito... Otra fruta hay que se llama ciruelas, muy sabrosas. Hay también aguacates, guabas, y guayabas…. Como los cañaverales son tan espesos, hay muchas alimañas por entre ellos, y grandes leones, y también hay un animal que es como una pequeña raposa, llaman a este animal chucha. Hay unas culebras pequeñas de mucha y venados, y algunos conejos, y muchos guasaquinajes, que son pocos mayores que liebres y tienen buena carne y sabrosa para comer.

Por todas partes de las Indias que yo he andado he notado que los indios naturales muestran  gran deleitación en traer en las bocas raíces, ramos o hierbas. Y así, en la comarca de la ciudad de Antiocha algunos usan traer de una coca menuda, y en las provincias de  Arma, de otras hierbas; en los Quimbaya y Anserma, de unos árboles medianos, tiernos y que siempre están muy verdes, cortan unos palotes, con los cuales de dan por los dientes sin se cansar.  En los más pueblos de los que están sujetos a la ciudad de Cali y Popayán traen por las bocas de la coca menuda ya dicha, y de unos pequeños calabazos sacan cierta mixtura o  confección que ellos hacen, y puesto en la boca, lo traen por ella, haciendo lo mismo de cierta tierra que es a manera de cal”.[10]



10.  Estructura Poblacional y la Vivienda

Vivian en pequeños poblados en casas construidas en varas, vigas, guadua y bejucos. Unas de forma redonda (kiosco) llamadas caney; y otras a dos aguas llamadas bohío, de buenas maderas y las paredes de guaduas atadas con bejucos, situadas en las culminaciones de las colinas, cercanas a las fuentes de agua,  techadas con paja (hojas de iraca), cimentadas en  grandes guaduas y vigas de madera, cercadas por quinchos (cercos y/o empalizadas) de guadua y aprovisionadas de atalayas para su vigilancia. Sus pisos en tierra, cubiertos con esteras elaboradas de junco y habitaciones dotadas de hamacas en las que dormían. Contaban con espacios que servían de oratorios consagrados a sus divinidades a quienes ofrecían la ignición de hierbas y  resinas aromáticas.

“Sus casas son grandes y redondas hechas de grandes varas y vigas, que empiezan desde abajo, y suben arriba, hasta que hecho en lo alto de la casa un pequeño arco redondo, fenece el enmaderamiento, la cobertura es de paja… Las casas tienen en lo llano y plazas que hacen las lomas, que son los fenecimientos de las sierras, las cuales son muy ásperas y fragosas…. Las casas son pequeñas y muy bajas hechas de cañas, y la cobertura de unos cogollos de otras cañas menudas y delgadas, de las cuales hay muchas en aquellas partes.

…sus propias casas los aposentaron en ellas, que eran unos bohíos que comúnmente los españoles llaman caneyes… son de vara en tierra y no muy anchos; tienen de largo a setenta, ochenta y a cien pasos; son cubiertos de palmicha, o de hojas de bihaos, o de paja o heno, que en tierra rasa se cría… duermen en hamacas. No tienen ni usan otras camas.”.[11]

11.  Visión Cosmogónica

Sus divinidades se fundamentaban en la dualidad  del bien y del mal, asignado el nombre de Xixarama al dios del bien y Xixaraca al dios de mal. Simbolizaban al jaguar en esculturas de madera y arcilla, colocadas con su rostro en sentido oriente, les ofrecían sacrificios para lograr los conocimientos divinos, al invocar los espíritus que  se posesionaban en los chamanes. Rendían culto a sus muertos conservando sus cuerpos, sepultándolos en lo más alto de los cerros, abrigados en delicadas mantas, ubicaban sus armas, comida, cántaros con chicha, alimentos, collares de plumas, joyas; también enterraban a sus mujeres vivas, teniendo como creencia que se marchaba a existir en otro mundo y precisarían  todo lo que con él sepultaban. Las sepulturas de sus muertos era uno de los acontecimientos más importantes, en especial las de sus caciques.

“Entre estas cañas tienen puestas algunas tablas, donde esculpen la figura del demonio muy fiera de manera humana, y otros ídolos y figuras de gatos en quien adoran. Cuando tienen necesidad de agua o de sol para cultivar sus tierras, piden (según dicen los mismos indios naturales) ayuda a estos sus dioses. Hablan con el demonio los que para aquella religión están señalados, y son grandes agoreros y hechiceros, y miran en prodigios y señales, y guardan supersticiones, las que el demonio les manda, tanto es el poder que ha tenido sobre aquellos indios permitiéndolo Dios nuestro señor por sus pecados o por otra causa que él sabe.

…y en estas plazas tienen su mortuorios y sepulturas al uso de su patria, hechas de una bóveda, muy hondas, la boca al Oriente. En las cuales muerto algún principal o señor lo meten dentro con muchos llantos, echando con él todas sus armas y ropa, y el oro que tiene, y comida.  Por donde conjeturamos, que estos indios ciertamente dan algún crédito a pensar que el ánima sale del cuerpo, pues lo principal que metían en sus sepulturas es mantenimiento y las cosas que más ya he dicho, sin lo cual las mujeres que en vida ellos más quisieron las enterraban vivas con ellos en las sepulturas, y también enterraban otros muchachos e indias de servicio”.[12]

LA CONQUISTA
En el período precolombino, los aborígenes usaban sostenible y colectivamente la tierra y sus recursos. Con la aparición de los españoles, en el siglo XVI se perturbó este sistema de producción. La introducción de modelos socioculturales y económicos diferentes a los primigenios cambió paulatinamente el panorama existente, modificando su sistema socioeconómico y forma de vida. Proceso que implicó la  expoliación y deforestación de las tierras y sus recursos al amparo de leyes ajenas a los códigos naturales de los indios, tales como derechos de conquista, mercedes de tierra, la encomienda y la mita, situación que  permitió la usurpación de los territorios y bienes a favor de los conquistadores.

1.      Intervenciones a la Biodiversidad

Subyugación, mestizaje, enfermedades, introducción de flora y fauna desconocidas de diferente género dieron un vuelco total al estatus primigenio, desplegando una nueva dinámica en aspectos naturales, socioeconómicos y culturales en el paisaje, territorio y habitantes.

a.       Flora

La introducción de flora fue impresionante, ya que los peninsulares aportaron plantas de diversa clase: cereales, oleaginosas, verduras y hortalizas, especias, féculas, frutas, maderables y medicinales, trigo, arroz, garbanzo, café, avena, cebada, lenteja, guandul, soya, ramio, grama, sábila, marihuana, parietaria, ruibarbo, cañafístula, barbasco, ruda, borraja, yerbabuena, toronjil, albahaca, llantén, saúco, manzanilla, ajenjo, ajos, cilantro, cebolla de rama y cabezona, berenjena, espárragos, pepino cohombro, alcachofa, nabos, rábanos, arroz, repollo, col, acelga, alcaparras, coliflor, lechuga, espinaca, apio, berros, zanahoria, remolacha, arveja, habas, lentejas, caña de azúcar, plátano, naranja, pera, durazno, limoncillo, citronella, azafrán, cúrcuma, jengibre, cardamomo, pimienta,  lúpulo, canela, clavo de olor, cominos, hinojo, romero, orégano, poleo, tomillo, higos, brevas, durazno, melocotones, cerezas, ciruelas, manzanas, peras, níspero, fresas, café, pino ciprés, carrizo y/o caña de castilla, sauce llorón, álamo, eucalipto.

 “En acuerdo de 28 de mayo de 1557, la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá nombró a Asensio de Salinas Loyola para pacificar los indios rebelados, que habían asaltado a la recién fundada Ibagué (1550), haciendo guerra a sus moradores, "quebrándoles los molinos e talándoles los panes" (Ortega Ricaurte, 1952, 3537). O sea que en el primitivo asiento de la ciudad, más o menos donde ahora está Cajamarca, se cultivó trigo. En 1602, los Pijaos volvieron a asaltar esa localidad, llamada La Mesa de Ibagué, destruyendo las casas de trigo (graneros?) y quemando más de 500 fanegas de grano.”

Los indios de Anserma debían tributar anualmente media hanega de garbanzos y habas, en 1559 (Friede, 1961, JV, 239).

b.      Fauna

Con la introducción de animales proveedores de carne o leche: gallinas, cerdos, bovinos, caprinos, de carga como los bovinos, equinos (caballares, mulares y pollinos).

c.       Salud

Este aspecto trascendió en la debacle de los pueblos indígenas. La introducción de enfermedades inéditas afectó considerablemente el estado equilibrado y saludable de su población. Llegaron con los invasores la gripa, viruela, sarampión, fiebre amarilla, paludismo, lepra, gonorrea y el tifo, junto con la tortura, masacres y el avasallamiento religioso y cultural, emprendiendo así la marca sistemática de la extinción de los Quimbayas.  Su humanidad no tenía las suficientes defensas para resistir las enfermedades traídas por los conquistadores y mucho menos la esclavitud a la que fue sometida. La transmisión de enfermedades infecciosas inexistentes en el entorno aportadas por los invasores como la viruela (primera epidemia en el año de 1566), “tabardillo” o fiebre tifoidea, la gripa, la peste bubónica, sarampión, lepra, gonorrea, sífilis, entre otras, fueron causa de un alto índice de mortalidad en la población indígena.

“Y pues trato desta materia, diré aquí lo que acontesció en el año pasado de 46 en esta provincia de Quimbaya. Al tiempo que el visorey Blasco Núñez Vela andaba envuelto en las alteraciones causadas por Gonzalo Pizarro y sus consortes, vino una general pestilencia por todo el reino del Perú, la cual comenzó de más adelante del Cuzco y cundió toda la tierra, donde murieron gentes sin cuento”.  [13]

Otro factor determinante en la desaparición fue el desplazamiento forzado originado por la mita, institución que arrancó masivamente a los indígenas de su territorio para ser llevados a lugares
totalmente descontextualizados de su cultura.

A la par, los invasores obtuvieron como parte de su trofeo el padecimiento de enfermedades propias de la región como: pían, carate, fiebre amarilla, paludismo (“chucchu” palabra que significaba temblor entre los indígenas), las parasitosis múltiples, la leishmaniasis, la amibiasis y la enfermedad de chagas. También padecieron fiebres, envenamientos, intoxicaciones, disenterías, picadura de las rayas, ataques de pirañas, caimanes, tigres, víboras venenosas, arañas y alacranes, de las flechas de los nativos impregnadas con venenos paralizantes y de las plantas urticantes o ponzoñosas.

“Así como los indios no conocían los caballos, los cerdos y las gallinas, tampoco hasta el siglo XV habían sufrido los azotes de la lepra, la sífilis, la viruela, etc .[14]

Mosquitos, moscas, tábanos que causaban el nuche, las niguas, avispas que concluían en dolorosas picaduras.  las lesiones producidas por los gusanos urticantes, buscan el gusano y lo matan, y luego le sacan “las tripas” y con el horcaje que dentro de ellas hallan, se untan la picadura, con que ataja todo el dolor.  Para los catarros utilizan la corteza de un árbol amargo semejante a la canela y que se llama carapa. Para las fiebres utilizan  la corteza del árbol de quina. Utilizan la leche del higuerón como purgante. [15]

La población indígena se vio en multitud de oportunidades diezmada por enfermedades que llegaron en los puentes y bodegas de las primeras carabelas y más tarde en los galeones y fragatas,  Buen ejemplo de ello es la extensión de la lepra.  Parece ser que el primer caso se presentó en Santa Fé  en 1646”. [16]

Nota en la cual se anuncia la visita del Vacunador para esta sección a fin de evitar el brote de viruela que se viene  dando en diversas partes del País. Sírvase Ud. Como  primera  autoridad dar todo el auxilio y protección que requiere el mencionado colaborador. [17]

2.      Penetración Española en la Hoya del Quindío
a.      Por el Suroccidente
En el año de 1536 Sebastián de Belalcázar, subalterno de Francisco Pizarro, emprendió viaje del poblado de Latacunga en El Ecuador hacia el norte, entusiasmado por la noticia que le suministró un indígena que le habló sobre la cantidad de oro y esmeraldas que se encontraban en una comarca más allá de la cordillera. El 17 de julio  de 1539, funda la Villa de Santiago de Cali.

Lorenzo de Aldana, subalterno de Belalcázar, ordenó a Jorge Robledo que saliese a poblar la provincia de Anserma. Partió de Vijes el 14 de julio de 1539 con cien hombres de a pie y de a caballo, llevando consigo  muchos ganados, negros e indios. En el sitio de Tumbía fundó una villa que, olvidando el primer nombre que le dio Lorenzo de Aldana, conservó el de Anserma, derivado por los españoles de la palabra Anser, que en el idioma de la tierra significa la sal. En el año de 1540 prosiguió por la provincia de Quimbaya, deseoso de poblar en ella alguna ciudad, y que estaba poblada por los grupos indígenas: Guáticas, Quinchías, Supías. Todos estos pueblos ricos en oro proveniente de las minas denominadas: Tarria, Mapura, Supía y Moronga ubicadas sobre el río Cauca. En su camino rumbo al noroccidente pasó por la provincia de los Gorrones, donde esperó la llegada de los bagajes que había despachado en balsas y canoas por el rio Cauca. Después de saquear y ocupar los campos de los indígenas se aprovisionaron de maíz y pescado ahumado y con la información obtenida con el cacique Cananao emprendió el rumbo hacia la provincia de Quimbaya, en búsqueda del oro que era abundante entre los señores de aquella tierra.

“Primeramente, en 14 de Julio de mil é quinientos é treinta é nueve años, por virtud de los poderes que su señoría tenia, con cien hombres de pie é de á  caballo, isleños é hombres esforzados en la guerra, de mucho  tiempo, en estas partes, é llevó muchos ganados é negros é indios para los pobladores é conquistadores.” [18]

La candidez y espontaneidad de los nativos no les permitía vaticinar sobre las verdaderas intenciones que llevaba Robledo, quien  había llegado para conquistar y apoderase de su oro y de sus tierras. Comienza Robledo el sometimiento, despojo y apropiación de los territorios y pueblos de los Quimbayas bajo el pretexto de las llamadas capitulaciones, al igual que procedió al repartimiento, esclavización y cristianización de los indígenas. El territorio Quimbaya fue desolado y saqueado y profanado sus sepulcros como colofón de su empresa. La violencia y crueldad no conoció límite alguno. Ante la evidencia del engaño, los nativos se replegaron a las montañas, lejos de los caminos por donde circundaban los españoles, pero las argucias y artificios fueron suficiente carnada para embaucar la ingenuidad de la personalidad indígena, quienes engañados acudieron a saber lo que pretendía. Traicionados en su buena fe fueron encarcelados, torturados, desmembrados en sus extremidades (las manos a unos y las orejas y narices a otros) y de esta forma escarmentar a través de su desgracia y que sirviera de manifestación evidente de lo que les esperaba si no accedían al sentimiento y despojo.

Con estas prácticas, prosiguió Robledo y su séquito su marcha por las regiones de los Pozos, Pacaras y Carrapas. El poderoso cacique Tacurumbi, esperanzado de ganarse la amistad Robledo, salió a su encuentro y como señal de amistad le obsequio una copa de oro cuyo peso se estimó en poco más o menos de ochocientos castellanos.

Ordenó Robledo a Suer de Nava para que penetrase hasta el centro de la provincia de Quimbaya, recorrido en el cual caminó por ciertas tribus de la provincia, fecundas en alimentos y abundante oro, la cual recorrió hasta alcanzar sus lindes con el gran valle de Cali. Con  la noticia aportada por Suer de Nava resolvieron fundar una villa en el vallecillo determinado por los dos ríos Otún y Consota y la llamaron Cartago, el 9 de agosto de 1541.

“Enterada, pues, la gente de Robledo con la relación que dio Suer de Nava de las buenas calidades que había reconocido en la provincia para los intereses á que miraban, resolvieron fundar una Villa en la parte llana que media entre los dos ríos Otún y Quindio que, separados á poca distancia, corren á fertilizar la provincia, y llamáronla Cartago, en memoria de haberse intitulado cartaginenses sus pobladores, por haber subido los más que iban en el campo, desde la ciudad de Cartagena, con el licenciado Juan de Badillo y Capitan Luis Bernal”.[19]

 “Venida pues la pestilencia a esta provincia está un río casi media legua de la ciudad de Cartago, que se llama de Consota, y junto a él está un pequeño lago, donde hacen sal de agua de un manantial que está allí”. [20]

“La ciudad de Cartago está asentada en una loma llana entre dos arroyos pequeños siete leguas del río grande de Santa Marta, y cerca de otro pequeño, del agua del cual beben los españoles. Este río tiene siempre puente de las cañas gordas que habemos contado. La ciudad a una parte y a otra tiene muy dificultosas salidas, y malos caminos, porque en tiempo de invierno son los lobos grandes. Llueve todo lo más del año, y caen algunos rayos y hace grandes relámpagos”.[21]

“En un pueblo que se llama Cori, que está en los términos de la villa de Ancerma, está un río que corre con alguna furia, y junto al agua de este río están algunos ojos del agua salobre que tengo dicha, y sacan los indios naturales de él la cantidad que quieren, y haciendo grandes fuegos, ponen en ellos ollas bien crecidas en que cuecen el agua, hasta que mengua tanto, que de una arroba no queda medio azumbre. Y luego con la experiencia que tienen la cuajan y la convierten en sal purísima y excelente, y tan singular como la que sacan de las salinas de España.

En la ciudad de Cartago, todos los vecinos de ella tienen sus aparejos para hacer sal, la cual hacen una legua de allí en un pueblo de indios, que se nombra de Consota, por donde corre un río no muy grande. Y cerca de él se hace un pequeño cerro, del cual nace una fuente grande de agua muy renegrida y espesa, y sacando de la de abajo y cociéndola en calderas y pailones, después de haber menguado la mayor parte de ella, la cuajan, y queda echa sal de grano blanca, y tan perfecta como la de España; y todos los vecinos de aquella ciudad no gastan otra sal más que la que allí se hace.

A Jerónimo Luis Texelo oí decir, que cuando fue con el capitán Miguel Muñoz a la jornada que dicen de la vieja, mercó una almarada para hacer alpargatas en ocho pesos de oro.

Cuando se descubría esta provincia, mercaban los caballos a tres mil y a cuatro mil pesos, y aún en este tiempo algunos hay no que no acaban de pagar las deudas viejas, y que estando llenos de heridas y hartos de servir, los meten en las cárceles sobre la paga que les piden los acreedores.

Es muy fértil y abundante la tierra de estos indios, y muy proveída de puercos y de dantas y otras salvajinas y cazas, pavas, y papagayos, guacamayas, faisanes, y mucho pescado. Los ríos no son pobres de oro, antes podremos afirmar que son riquísimos, y que hay abundancia de este metal.

Llaman a estos indios gorrones, porque cuando poblaron en el valle de la ciudad de Cali nombraban al pescado gorrón y venían cargados de él diciendo, gorrón, por lo cual no sabiéndoles nombre propio, llamárosles por sus pescados gorrones, como hicieron en Ancerma en llamarla de aquel nombre por la sal, que llaman los indios (como ya dije) ancer. Hay en ella muchos venados, y guadaquinajes, y otras salvajinas, y muchas aves.” [22]

Sin resolver sobre la propuesta se acordó que Álvaro de Mendoza fuese á descubrir camino, que no pudo sino tierra muy áspera y despoblada, menos algunas casas solitarias en que se halló maíz y algunas campiñas de albahaca con la hoja más pequeña que la de Castilla. [23]

“…salieron sus principales que se llamaban Ilobone y Otaque con sus mujeres e hijos y con muchos indios cargados de comidas de maíz, turmas, ñames y raíces de apios, guayabas, curas y otras frutas de la tierra, a recibir a los españoles”…[24]

 “Hablaban pocas palabras y dormían ménos, porque  lo más de la noche lo gastaban en mascar hayo, que es la yerba que en el Perú llaman coca”…[25]

Prósperos comerciantes, especialmente del oro y la sal proveniente de la evaporación de agua salada que brotaba en abundancia del interior de la Tierra.”.[26]

Daban en pago de un pedazo de sal de dos o tres libras, una chaguala de oro fino que pesaba seis pesos y dende arriba, y por una gallina lo mismo, y al respecto pagaban los demás rescates y contratos”.[27]

 “En todo lo cual se detuvo veinte días, pasando al fin de ellos á la provincia de Pozo, donde los Caciques tenían á los umbrales de sus palacios grandes fortalezas fabricadas con paredones de guaduas más gruesas que el muslo, sobre quienes cargaban barbacoas de las mismas cañas á manera de azoteas, en que se hacían los sacrificios de carne humana y desde donde las vigías atalayaban la campaña”.[28]

Para el año de1540, este territorio estaba contenido en la Gobernación de Popayán que comprendía una extensa región que iba desde el océano Pacífico al río Magdalena y del Amazonas y Otavalo, en el Ecuador, hasta Santa Fe de Antioquia.

b.      Por el Suroeste

Por el suroeste de los actuales territorios Antioqueños penetró el conquistador Juan Badillo, quien había partido de Cartagena en 1537 con trescientos cincuenta soldados, indios maleteros, esclavos negros y quinientos caballos. Entre los españoles, portugueses y franceses que hacían parte de esta expedición venían Francisco César, Antonio Pimentel, Álvaro de Mendoza, el cronista Pedro Cieza de León, Juan Rodríguez de Sousa, Pedro de Velasco, Melchor Suer de Nava, Baltazar de Ledesma y Lorenzo Estupiñán.

“Badillo partió del golfo del Darién el 21 de enero de 1538; venían en él 350 soldados españoles, algunos de la calidad del comendador Hernán Rodríguez de Souza y del cronista Pedro Cieza de León, 4 sacerdotes, 100 esclavos negros y 200 caballos de silla” [29].

En 1538, por terrenos del actual municipio de Roldanillo, la expedición de Badillo se encontró con el gobernador Lorenzo de Aldana y Jorge Robledo.  Recepcionado cordialmente, marcharon a Cali, donde fueron notificados de los derechos de conquista de Francisco Pizarro por Sebastián de Belalcázar y establecidos a favor de Robledo. Acto seguido de este acontecimiento una vez  repartido del oro conquistado, Badillo partió para el Perú donde fue puesto preso y remitido a España. Con Jorge Robledo se quedaron los soldados que acompañaban a Badillo el día de la fundación de Anserma.

c.       Por el Oriente

Por la vertiente occidental de la cordillera Central escudriñaron las tropas del español Andrés López de Galarza. El 14 de octubre de 1550 fundó a San Bonifacio de Ibagué en las inmediaciones del actual municipio de Cajamarca Tolima, pero los continuos ataques de los Pijaos hizo necesario su traslado.

Galarza salió con parte de sus soldados en demanda del descubrimiento de la provincia de Toche; y llegado a ella reposó algunos días con su gente, porque halló abundancia de comida, de la que los naturales tenían…envió dos soldados llamados Ricardo y Hoyos a una sierra que por delante tenían, para que de allí viesen y mirasen lo que había adelante… se metieron entre unas poblazones de indios que estaban en este valle de Toche… [30]

El 7 de febrero de 1551, en el valle formado por la quebrada Chipalo y el río Combeima, se vuelve a fundar a Ibagué. Sus primeros alcaldes: los señores Francisco Trejo y Juan Bretón fueron encargados de la apertura de un camino que siguiera la ribera del río Combeima hasta su origen, bordeando los nevados del Tolima y el Quindío hasta cruzar la cima de la cordillera y buscando el nacimiento y curso del río Quindío hasta encontrar a Cartago Viejo, en  la margen izquierda del río Otún. Las crónicas de los conquistadores permiten deducir que el Camino del Quindío, que atraviesa la Cordillera Central, pertenecía a la red de caminos prehispánicos erigidos por los Quimbayas y Pijaos, que consecutivamente fueron utilizados durante la Colonia.

LA COLONIA
El despojo del oro Quimbaya, derivado de la profanación de tumbas y la explotación minera, fue en la Conquista y durante la Colonia el principal propósito de los invasores españoles, interesándoles las tierras que producían oro. Desde mediados del siglo XVI, y en el curso del XVIII, se explotaban minas de filón y aluvión en toda la extensión del Cauca. Esta actividad decayó a fines de 1810, cuando empezó la guerra de Independencia.

La agricultura y ganadería se ubicaron como actividades secundarias y subsidiarias de la actividad minera. Los campos mineros establecidos en Cartago, Anserma, Supía y Marmato requerían de la provisión de avituallamientos. En este periodo, se realiza la transformación de la biodiversidad con la introducción de especies vegetales y animales requeridos por el laboreo minero.

Pedro Cieza de León, que fue uno de los descubridores, se expresa así: "Hay tantas provincias y pueblos de indios desde el nacimiento de este río (el Cauca), y tanta riqueza así de minas de oro, como lo que los indios tienen…De la sierra que está próxima a Cartago nacen muchos ríos. Son todos muy ricos de oro. Estando yo en esta ciudad el año de 1547 se sacaron en tres meses más de quince mil pesos, y el que más cuadrilla tenía, era de tres o cuatro negros y algunos indios… La Provincia de los Quimbayas, en medio de la cual está la ciudad de Cartago, es riquísima de oro. Al comendador Ruy Váez de Sosa le mostró una india de su servicio la sepultura de su padre el Cacique Yambo, y abriéndola helaron una tabla de oro con que estaba cubierto el ataúd del difunto, que pasó 13.000 e buen oro y sacó otros tantos en otras joyas" [31]

“Como siempre, el oro fue la trampa. Unas muestras recogidas por el capitán Hernán Venegas en las montañas del Quindío le auguraban a la Corona insospechadas posibilidades de explotación minera para acrecentar sus rentas. Y al frente las enormes dificultades de la travesía del antiguo camino de Guanacas para comunicar el centro de la Real Audiencia de Santa Fe con la gobernación de Popayán. Para ello era necesario trasmontar la cordillera de los Andes por un camino menos abrupto y con menos peligros” .[32]

Los Quimbayas no resistieron la  violencia y la esclavitud a que fueron subordinados y sucumbieron ante el brutal sometimiento. La tortura, malos tratos,  penosas jornadas laborales, mortales enfermedades; que unidos al despojo de sus tierras y bienes y la pérdida de su organización social, idioma y cultura marcaron el final de la heredad de los Quimbayas.

La colonia determinó la extinción y dispersión de los indígenas que sobrevivieron a la hecatombe conquistadora. La mayoría falleció y/o se suicidó. El exiguo reducto que resistió, huyó y los que se sometieron fueron esclavizados en oficios como: tamanes, cargueros, mineros. Terminó su exterminio las enfermedades desconocidas que los aniquilaron, el afán de civilizarlos e incorporarlos a la cultura del opresor y la intimidación de su dignidad y sus posibilidades de expresión del pensamiento.

Ante la barbarie, los indígenas practicaron el suicidio colectivo. Los que no acudieron a esta práctica se dispersaron en la búsqueda de nuevos territorios alejados de la presencia española, escapando a las zonas altas sobre las vertientes de la cordillera Occidental, en sitios aislados y de difícil acceso donde encontraron refugio.

La desaparición de los indígenas en el territorio se puede fundamentar en tres aspectos: el primero se relaciona con el exterminio físico; en segundo lugar, el exterminio intencional indígena ante la opresión y esclavitud españolas; y un tercer caso, el tenue proceso de  mestizaje convertido en una masa difusa y dispersa de pobladores empleados en trabajos domésticos y agrícolas.

1.      Cartago: cruce de caminos
Cuatro caminos convergían en Cartago:
  1. El de Ibagué, o paso del Quindío, el cual tenía una longitud de veinte leguas hasta Cartago.
  2. El de Antioquia, que de Medellín pasaba por Ríonegro, el cañón de Arma, Abejorral, Sansón, Pácora, Supía, Anserma, Manizales, Aldea de María , río La Vieja y  se llegaba a Cartago.
  3. El de Nóvita,  que de Cartago pasaba por Ansermanuevo, Juntas de Tamaná. Nóvita, San Juan, San Pablo y Tadó.
  4. Y, el de Cartago a Popayán, que bordeaba el cauce del río Cauca,  pasando por Cali, Jamundí y Popayán.

2.        Las variantes del Camino del Quindío
En diciembre de 1547, el oidor Miguel Díez de Armendáriz da la primera noticia del camino del Quindío atravesando el páramo del Ruiz. Sus variantes fueron:
  1. El Camino del Ruiz: Partía desde Cartago Viejo (donde hoy es Pereira), pasaba por el páramo de Herveo y llegaba al valle del Tolima hasta Mariquita.
  2. El Paso de Barragán: De Tuluá, en la provincia de Popayán, se pasaba a Chaparral, que quedaba al sur de Ibagué.
  3. El Camino del Quindío: En 1553 los peninsulares determinan la apertura del Camino del Quindío por una ruta diferente a la del páramo del Ruiz. Melchor Valdés, Justicia Mayor de la recién fundada Ibagué, con sus recursos y ayuda de los vecinos abre un camino aprovechando una depresión al sur del Quindío para comunicarse con Cartago. La ruta que partía desde Cartago Viejo, seguía río Otún arriba, cruzando por el Roble a Boquía, de allí al río Quindío, este arriba hasta Alegrías, pasando por Magaña, Tochecito, Mina de Bolívar a Ibagué (en el lugar donde ahora es Cajamarca) y por el Moral al valle del Tolima.
  4. La Variante de la Trocha: El traslado de Cartago a las márgenes del río de La Vieja en 1691, lugar en el que concurría toda la actividad económica de las grandes explotaciones mineras en el Chocó y de Anserma, determinó la apertura de una nueva ruta conocida con el nombre de la Trocha. Salía de Cartago, cuchilla de Santa Bárbara, quebrada el Guadual, río De la Vieja, paso de Piedras de Moler, Tambores, La Balsa, Pavas, Buenavista, Socorro, quebrada Cruces, Alto del Roble, Boquía, Salento,  Macanal, Tablazo, Laguneta, Magaña, Boquerón, Volcancitos, la Ceja, la Cejita, Gallego, Cruces, Yerbabuena, Machín, Buenavista, Azufral, Moral, Campamento, Tapias, Mediación, Palmitas, Palmilla, Guayabal, Ánimas e Ibagué. La apertura de la variante de la Trocha y sus posteriores reparaciones originaron  los primeros procesos de colonización en la ladera occidental del camino.

En 1765 el virrey Mesías de la Cerda ofreció estímulos y privilegios a libertos, pardos y montañeses de las gobernaciones de Popayán y Mariquita para que emprendieran la apertura, reparación y mantenimiento. Don Sebastián de Marisancena, dando aplicación al  primer plan para la apertura y colonización del Camino del Quindío, aprobado en 1807 y propuesto por don Ignacio Durán, funda a la Balsa, inicialmente con el nombre de  Furatena, hoy  Alcalá.

Cartago fue el punto del camino que más se benefició del tránsito de viajeros atraídos principalmente por el esplendor aurífero de las minas del Choco y Antioquia. Riquezas de las cuales esta ciudad fue su centro de acopio, tanto que hubo en ella casa de acuñación de moneda hasta 1636. Además, tenía como destino específico servir de centro estratégico para el abastecimiento de las regiones mineras y el control administrativo y militar de la provincia.

«Principiará la medida del camino desde el confín del pueblo Los Cerritos; allí se pondrá un término de piedra fijo a la milla otro con su marca primera milla 2a. 3a. hasta la legua, y con el mismo orden hasta las tres leguas donde se pondrá otro término. En el centro de las tres leguas se fabricará la iglesia, casa para el cura, vecino, hospedería, y tambo. Al cura se le dará una cuadra de solar con iglesia y casa, al vecino otro con casa, alberge para los pasajeros, y tambo para depositar cargas y bagajes. A más de la cuadra de solar se les consideraba una legua de tierra cuadrada de labor, pero fuera del camino, tanto al cura, que al vecino. A la mitad de la primera, y tercero millas de la primera legua se colocarán dos vecinos, a quienes se les hará el mismo reparto, y con este método se harán las distribuciones de parroquias y vecinos hasta los términos de Ibagué.

“Dentro el espacio de cada tres leguas ejercerá el cura su jurisdicción espiritual. Todos los vecinos en su respectivo hogar harán un potrero, para encerrar las caballerías, que estén seguras, y tengan donde pacer. Para la mantención del potrero cada par de caballería pagará un quartillo al vecino, y este mantendrá también en buen estado de la hospedería y tambo en beneficio de los pasajeros».[33]

Atraídos por el ofrecimiento de asignación de tierras y exenciones de impuestos empezaron a ubicarse en sitios estratégicos del camino y se intensificó la circulación, suministros y avituallamientos necesarios para el laboreo en las minas; actividades que desplegaron una vertiginosa transformación del entorno del camino, situación que procedió a intensificar el aspecto biodiverso a los territorios aledaños a la ruta. En este paso se establecieron tambos, cultivos y potreros que originaron las primeras intervenciones y carga ambiental derivada de la búsqueda y utilización de recursos  animales, vegetales  y minerales indispensables en el proceso colonizador. Mulas, caballos, bueyes, esclavos, tamanes, silleros y cargueros saturados con sal, ganados (bovinos y porcinos), quincallería, botijas con miel, vino, aguardiente, vinagre y aceite principiaron la mutación de la biodiversidad y paisaje del camino.

3.      La Expedición Botánica

Entre 1776 y 1786, con la intención de asegurar la estructura política y administrativa en sus dominios de ultramar, España desarrolló las reformas Borbónicas. Consistieron en una serie de cambios económicos, políticos y administrativos encaminados a conseguir el máximo provecho posible en los dominios coloniales españoles en América. Estas reformas permitieron un desarrollo científico y técnico en los campos de la medicina, la botánica y demás ciencias naturales, la metalurgia, las ciencias físico-matemáticas, la astronomía y la química.

Un evento derivado de las Reformas Borbónicas fue la Expedición Botánica, que nació oficialmente el 30 de abril de 1783, organizada por José Celestino Mutis, quien había permanecido en Ibagué desde el año de 1777 hasta 1782 a cargo de la explotación de las minas denominadas del Sapo. La Expedición fue uno de los sucesos científicos que evidenció la sucesión de viajeros que se transportaron por el Camino del Quindío durante el periodo referenciado, como la presencia del mismo José Celestino Mutis y Alexander Von Humboldt, entre otros. La Expedición Botánica en el siglo XVIII desarrolló un verdadero movimiento naturalista en el país y su organización estimuló la aparición de grupos científicos, naturalistas y aventureros que interesados en el desarrollo de una ciencia colombiana trasegaron el Camino. La Expedición tenía por objeto no solo la colección, descripción, clasificación y nomenclatura de las  plantas, sino también de los productos de los reinos animal y mineral, además de hacer observaciones astronómicas y geográficas.

La Expedición cruzó el Camino del Quindío y fue uno de los sucesos científicos que llamó la atención sobre esta parte de la geografía del Nuevo Reino a estudiosos y viajeros que comenzaron a mirar el Camino con otro interés distinto del de sólo ser una vía de comunicación. A él llegaron viajeros en expediciones de  naturalistas, geólogos, geógrafos, humanistas que contaron al mundo sus descubrimientos e impresiones como se lee en los escritos de Alexander Von Humboldt, Bonplant, Jean Baptiste Boussingault, Charles Cochrane, Francisco José de Caldas y muchos más. Posteriormente, y como resultado de la Expedición Botánica, muchos otros científicos y personajes ilustres provenientes de Europa y de Santafé de Bogotá, emprendieron una serie de expediciones de tipo naturalista, geológico y de otro tipo, quienes remontaron la geografía que comprende el Camino del Quindío.

Humboldt y Bonplant fueron los primeros naturalistas en pasar por esta ruta y descubrir la real dimensión del paso del Quindío. Humboldt narra esta parte de su viaje, de Bogotá a Popayán, en una carta a Clavijo, con su elegancia habitual. Refiere en sus crónicas que de los habitantes cultos de Santafé, ninguno ha querido acompañarle en sus excursiones, ni le ha preguntado el nombre de una planta, ni una piedra.

“Ninguno ha examinado las maravillas que tiene alrededor de sí... Habernos atravesado la Cordillera de los Andes por el Páramo de Quindío, monte que ningún Botánico había visto antes que nosotros y que ofrecía lugares deliciosos entre los nevados Tolima y San Juan. Hemos faldeado los Andes en el valle de Cauca, a la vista de las nieves de Barragán, Paez, Guanaca y Puracé, la mayoría más elevados que Pichincha y Corazón. Por todas partes donde la pizarra micácea sale a luz habernos admirado de nuevo el gran fenómeno del paralelismo de las capas” [34]

 “El tránsito por el Quindío es tan intenso que uno se encuentra, en la cordillera, a cada momento con mulas, bueyes y silleros —gentes—. Los comerciantes de Popayán, Buga e incluso Pasto, viajan a Honda, Mompós y Santa Fe para comprar ropa (así llaman a toda clase de telas para vestidos). Regresan con la ropa y un comerciante muchas veces necesita sesenta cargueros, puesto que éstos últimos con frecuencia dejan abandonado el tercio y se escapan por desgana; se necesita de cierta habilidad propia para atraerse sus cargueros. Por el Quindio también se envía tabaco y sal a la provincia de Popayán”. [35]

Las plantas referenciadas en el cruce de la ruta de Quindío, en su viaje hacia Popayán, figuran: Symplocos tomentosa; Vernonia rubricaulis; la guadua Bambusa latifolia; Deisfontania splendens; la Mutisia grandiflora;  Symplocos; Quercus tolimensis; pasionaria Passiflora emarginata; Symplocos (S. Serrulata) y  Rhaptostylum; Laurus, género de árboles de la Familia de las Lauraceae (laurel o canela); Marathrum; Pasiflora qlauca (frecuentísima en Quindío); Symplocos mucronata; Drimys granatensis; Wintera granatensis Murr; Brunellia acutangula; Myristica otoba; Mikania guaco o bejuco del guaco; Psychotria emética; Matisia chupa-chupa; Ruellia gigantea basedero; Ruellia gigantea; Bambusa guadua (esta última en Quindío). 

En octubre de 1801 a su paso por el Quindío, Humboldt describe la palma de cera. También coleccionó especímenes de orquídeas y mariposas recolectadas en Boquía  y que remitió a la Sociedad Linneana de Londres. La orquídea de la variedad cattleya labiatae trianae fue adoptada como la flor emblemática por Ley 3 del 9 de mayo de 1834, en honor del naturalista bogotano José Jerónimo Triana.

Colecciones que fueron enriquecidas en su estadía en Popayán por el sabio Francisco José de Caldas, instruido en física, astronomía, botánica y matemáticas, ciencias que fundamentaron sus medidas y observaciones en diferentes  latitudes del territorio del camino. Variedad aves, plantas ornamentales y medicinales nunca vistas (orquídeas, palmas, bromelias, helechos, musgos, frailejones y pajonales), situadas de conformidad a la disposición de los pisos térmicos, dejaron  atónitos a los naturalistas que cruzaron el camino.

Contrario a narraciones negativas relacionadas con los factores naturales, de algunos viajeros, Humboldt describe a Ibagué así:

“El clima es excelente, más suave que el de Fusagasuga; la avanzada edad de sus habitantes da testimonio de la salubridad del aire; el suelo es magnífico y produce cuanto se cultive (productos de clima frío y cálido); el valle es eternamente agradable y hermoso (...) La montaña del Quindío  es uno de los sitios más ricos en plantas útiles e interesantes.  Allí encontramos la palma  Ceroxylon andicola, cuyo tronco está cubierto por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisla Grandiflora, cuya flor escarlata tiene una longitud de 16 centímetros”.

Y más adelante las características del suelo así:

“Como casi toda la cordillera, esta parte de los Andes es de superficie arcillosa, habiendo formado barrancos de 6 á 7 metros de profundidad los hilos de agua que bajan de la montaña. Por estas grietas llenas de lodo se anda, no obstante las oscuridades que produce la espesa vegetación que cubre las aberturas. Los bueyes, bestias de carga que se usan en estas comarcas, difícilmente pasan por dichas galerías que tienen hasta 2,000 metros de largo, y si se tropieza con ellos por desgracia en el centro de los barrancos, hay que desandar el camino recorrido ó subirse á los bordes de la grieta sujetándose á las raíces que del suelo penetran hasta allí”. 

“Flores de color escarlata y de belleza incomparable.  A la sombra de una gran morela, bajo la cual nos sentamos para comer, vimos gallardear sobre nuestras cabezas los graciosos tubos sonrosados del Passiflora Longipes”.

Un elemento importante que marcó el ambiente del camino fue el agua. Este paso en la montaña podía carecer de muchas cosas, pero no de agua, agua en los torrenciales aguaceros, agua en ríos y quebradas, agua en nacimientos, aguas puras, delgadas, salitrosas, sulfurosas, gaseosas, azufradas, picantes como ají, contaminadas, lodosas, calientes, heladas, frescas, agua útil, necesaria o agua que molesta, pero agua, mucha agua en el camino. Aunque todos los viajeros hacen referencia al agua, es Boussingault quien continuamente está describiendo este elemento, lo exalta, lo ve y lo siente continuamente, como se puede apreciar en las siguientes citas:

“En Ibagué se dispone de víveres en abundancia y cantidades considerables de agua limpia (…) Con mucho placer volví a ver la bonita cascada y tomé un baño frío de ácido carbónico para calentarme. Tomé el desayuno a la orilla del río, donde se sentía el olor de ácido sulfídrico (…) A las 8 y media estábamos en Aguacaliente (altitud 2.276 metros); la temperatura del agua de la fuente caliente era de 53,3°…”.

“Al llegar al alto sentí una sed ardiente y mis guías me dijeron que conocían una fuente cerca de allí, pero que no era posible beber de esa agua por su sabor picante (ácido), es decir, “que sabía a ají”.

Y así, ese viajero del siglo XIX sigue probando y examinando las aguas que encuentra a su paso.

“A pesar de lo triste de mi estado, visité una fuente gaseosa caliente, cerca de San Juan, en la orilla derecha. La abertura tenía un metro de largo por medio metro de ancho; el agua parecía hervir, pero al meter allí la mano la temperatura era poco elevada, pues la agitación del líquido provenía de un fuerte desprendimiento de gas carbónico. El termómetro se mantenía a 35.6° y encontré que el agua era agradable para beber, con un sabor ligeramente agrio parecido al de la fuente del alto del Machín; no se veía la salida del agua pero los cargueros decían que el pozo era profundo (…) A las 5 de la tarde llegué al torrente de Tochecito, cuya agua me pareció glacial…”

Y esta otra cita donde aparentemente el agua escasea porque todo lo que los rodea es lodo, pero encuentran otro recurso para obtenerla:

“… uno camina entre guaduales expuesto a las espinas de esas gigantescas gramíneas y en un barro que llega a las rodillas; en el Camino me refrescaba con el agua que se obtiene de las guaduas, practicando una abertura por encima de uno de los nudos de la vara; con una sola punción obtuve ¼ de litro de líquido; agua clara y fresca y como lo demostró después un análisis, casi pura.”

Así pues la privilegiada situación geofísica y la densidad de la selva, hicieron del agua un elemento presente y abundante en todo el recorrido del Camino del Quindío.

La riqueza de la flora siguió siendo portentosa; en 1865, M. E. André vuelve y admira la naturaleza de esta región y exclama:

“A través de esta vegetación rica en prodigios, llegamos a la hacienda de las Cruces, donde el inteligente y emprendedor don Ramón Cárdenas, tenía plantada, à tres mil metros de altura, su tienda en la cual debía concedernos cariñosa hospitalidad.  Llegamos à las cruces el día 8 de marzo à las cinco de la tarde, sucios, rendidos de cansancio y llenos de harapos (…) La flora del Quindío, que se ostenta en toda su variedad, me dejó atónito por su riqueza (…) ¡Qué admirable colección de plantas de hojas ornamentales propias para agregar a las que han conquistado ya el público a favor en los paseos y jardines parisienses! Las que más me llamaron la atención por su extraordinario desarrollo pertenecen a los géneros artanthe, solanum, cecropia, xanthosoma, ficus, pionandra, boccona, laportea, a las melastomáceas, helechos, escitanmíneas, etc”. 

 “Esta es la cadena de la Cordillera que debe atravesarse para ir de Bogotá a la provincia de Popayán y a las riberas del Cauca, bien sea tomando el camino de Tocaima, bien el que conduce a los puentes naturales de Pandi; dos pasos se ofrecen al viajero para pasar las montañas: el del páramo de Guanacas o el de la montaña del Quindío. Cuando en 1801 fue a Quito Humboldt, tomó este último camino e hizo en su obra Vistas de las Cordilleras, una descripción interesante del mismo, que el lector encontrará al final de este capítulo”.[36]

“La montaña del Quindío es uno de los sitios más ricos en plantáis útiles e interesantes. Allí encontramos la palmera (Ceroxylon andícola), cuyo tronco está recubierto de cera vegetal, las pasifloras arbórea y el soberbio Mutisia grandiflora cuyas flores, de color escarlata, tienen 16 centímetros (6 pulgadas) de largo”.

“Aprovechando el viaje de Humboldt, el 12 de septiembre, el sabio Mutis le despacha un “chasqui” a Ibagué, recomendándole el estudio  de una muestra de minerales de cinabrio que su herbolario Roque Gutiérrez había recogido en el Quindío. Sigue camino adelante y el 3 de octubre llegó a Boquía y realizó exploraciones en Boquía y Portachuelo, describiendo la contextura del suelo y buscando las fuentes de cinabrio.  Recogió mariposas entre Boquía y Portachuelo, que cedió después a la Sociedad Linneana de Londres. Pernoctó allí por cuatro días”.[37]

La visión de una tal Palma de los Alpes en las montañas nevadas del Quindío sobre la latitud de 4º32' norte nos sorprendió vivamente. Su tronco, frecuentemente de más de 50 metros de altura y adornado de anillos negros, brilla de pura cera que la cubre, la cual el señor Vauquelin analizó químicamente entre otros productos de nuestra expedición. Esta palma de cera (Ceroxylon andícola) la hemos observado entre robles y árboles de nuez, en los Andes del Quindío y Tolima, a una altura de 1800 hasta 3000 metros (entre 900 y 1500 toesas).

Las selvas de esta zona cálida resuenan con el aullido de los alouatos que anuncian la lluvia, del gorjeo semejante al de los pájaros del pequeño mico Sapajón y del gemir quejoso del perezoso, que sube por el tronco de la Cecropia de hojas platinadas.

Más arriba, en altura mayor, en la región de los helechos arbóreos, entre los 1000 y los 2000 metros.  Son más abundantes las manadas de tapires y marranos (cafuches) y el pequeño jaguar (Felis pardalk). Entre los dos mil y tres mil metros (1026 y 1539 toesas), en la región superior de la Cinchona, ya no hay micos, ningún Cervus mexicanus, pero sí el bonito tigrillo (Felis tigrina), osos y el ciervo grande de los Andes.

Entre los tres y cuatro mil metros (1539 y 2052 toesas), en las estepas frías de los Andes vive una especie pequeña de león, al cual llaman los peruanos Puma.  Además existen allá mismo pequeños osos de frente blanca y algunos vivérridos (gato montañés). Con sorpresa he encontrado de vez en cuando pequeñas especies de colibríes.  En los pajonales y la región de la Espeletia (frailejón). Debajo del hielo perpetuo, vegetan todavía algunos líquenes, pero entre las aves, el cóndor es el único que habita estas infinitas soledades.

Desde el nivel del mar hasta los 1000 metros (513 toesas) cultivan los nativos el plátano, maíz, jatrofa, dioscorea bulbífera, cacao y Theobroma bacao, emparentada con cacao. Esta es la región de la piña de las naranjas, del mamey, del níspero (Achras) y de muchas otras frutas de buen sabor. Los europeos introdujeron aquí la caña de azúcar, índigo y café y nuevas ramas del cultivo de las plantas económicas, pero las cuales, en vez de volverse benéficas, extendieron sobre el género humano inmoralidad y miseria sin limites; ya que la introducción de los esclavos africanos con la cual despoblaron una parte del viejo continente produjo escenas sangrientas, discordia, venganza y rencor.

En la tierra templada entre los 1000 y 2000 metros (513 y 1026 toesas) la caña de azúcar, índigo, plátano y jatrofa manihot (yuca) se vuelven cada vez más escasas. El café en especial prefiere un aire más fresco y vertientes pedregosas. El algodón todavía se cultiva aquí con grandes ventajas, pero no así el cacao y el índigo, que sólo prosperan en el calor solar más ardiente. Ciertamente se cultiva la caña de azúcar en el reino de Quito todavía en 2533 metros (1300 toesas) de altura; pero en estos altiplanos la caña necesita protección contra los vientos fríos y el reflejo del calor radiante. Entre los 1000 y los 1500 metros (513 y 769 toesas) reina un clima que prefiere el colono europeo ante los demás, ya que en él sopla perpetuamente un aire primaveral ideal y la atmósfera es libre de los insectos que mortifican. Aquí llegan a tener algunas frutas un desarrollo perfecto, especialmente Anona chirimoya. Esta es la región amable en la que están ubicadas Caracas, Loja, Guaduas, Popayán, Ibagué, Huancabamba, Chilpanzingo, Valladolid y Xalapa, ciudades cuyos campos están adornados de huertas en permanente floración.

En un género en que todas las especies son volubles, en un género tan numeroso, tan extendido como la passiflora (vulgo granadillas),Quercus gramatensis. Este árbol majestuoso, colosal, conocido entre nosotros con el nombre de roble, parece una especie nueva en el género quercus.Mirica cerifera. Esta preciosa planta del Nuevo Continente, que nace en Carolina, Virginia, Pensilvania y en todos los países templados y aun fríos del N. R. de Granada, produce una cera verdosa y quebradiza. Con el beneficio pierde mucho de esta última cualidad y adquiere la blancura de la del Norte. En este estado sustituye muy bien a la que nos viene de fuera y hacemos gran consumo de ella. En Antioquía, dice D. Manuel José de Restrepo, extraen de esta planta como 4.000 arrobas por año; en Buga, en Popayán, etc., se saca un número considerable de quintales.

Aparece una palma. Ya hemos dicho que en los países altos de la cordillera nacen muchas palmas, y no una sola como cree Humboldt. Esta de que habla el A. es la que usan los pueblos elevados de los Andes en la sagrada ceremonia Dominica palmarum, muy abundante desde 1.500 hasta 3.500 varas sobre el nivel del mar.

Wintera granatensis. Humboldt toma el sinónimo de Murray por el nombre que lleva esta planta en el sistema y en Jussieu. En estos A. A. se conoce con el nombre de Drimys granatensis. La descubrió el célebre Mutis, y el hijo de Lineo la publicó en el suplemento. En el N. R. de Granada se conoce con el nombre vulgar de ají; y en Popayán y otras partes de la provincia de Quito, con el de canela de páramo. La corteza es sumamente picante y acerba.

Ibagué, al pie de los Andes del Quindío, región que abunda en palmas disfruta de un cielo sereno y del más delicioso clima (Nihil quietius, nihil muscosius, nihil amoenius). Altura 1.368 metros. Temperatura media 22° 3, que sería mucho más fría sin la proximidad del valle ardiente del Magdalena. En el día la temperatura varía de 23 a 26°, y en la noche de 17 a 20°.”.[38]

“Cuántos pájaros notables por su forma o plumaje se encuentran también en la ornitología americana, además de todas las especies conocidas en Europa. Entre ellos están las varias familias de loros, desde los grandes aras y cacatúas, hasta los más pequeños y delicados. Las familias de las zancudas, desde los corpulentos avestruces nandús, los pesados pelícanos, los flamencos y las garzas, hasta las más finas y airosas; las familias de las aves de rapiña, a cuya cabeza se coloca el sombrío y poderoso cóndor, el gigante de los buitres; las familias de los tangara, de los cardenales, de los tucanes, de los gallos de roca y de los encantadores colibríes o pájaros moscas, cuyas variedades se cuentan por centenares; y finalmente, las familias de los faisanes y otras gallináceas silvestres, de sabrosa carne, entre las cuales se encuentra el pavo, que tan maravillosamente se ha aclimatado en Europa y vulgarizádnosle en nuestros corrales”.[39]

El desarrollo de la expedición logra consolidar un interés por la observación y estudio de la biodiversidad existente en el camino. Lo antes expuesto se deduce de la amplia descripción y colección de plantas hechas en la travesía de Humboldt y demás naturalistas, que por la época cruzaron la ruta en búsqueda de nuevos descubrimientos naturalistas. Se describe las zonas limítrofes del camino con un alto grado de biodiversidad, definida por su variedad de pisos climáticos y formación geológica.  En este periodo, se describió una flora y  fauna profusa y exuberante, cuya especie más significativa fue la palma de cera del Quindío, tan magnífica que fue declarada árbol nacional. La variada revelación de pisos térmicos en poco tiempo y distancia, por las características geográficas y atmosféricas del relieve del recorrido, permitió la prolífica contemplación de biodiversidad: flora y fauna propias de climas de páramo, frío, templado a menos de dos jornadas de camino. 

PERIODO DE LA INDEPENDENCIA
Otra consecuencia derivada de la Expedición Botánica se relaciona con que muchos de los discípulos de Mutis se unieran a la causa independentista. Mutis se considera igualmente como precursor de la independencia; su obra irradió las ideas revolucionarias de los próceres de la gesta libertaria. A la par que estos intereses científicos llamaron la atención en Europa y América, los intereses políticos y económicos entraron en período de agitación, que repercutieron concretamente en estos territorios americanos y los llevaron a declarar la independencia.

La guerra independentista ocasionó un abandono total en el mantenimiento del Camino, circunstancias que hicieron difícil el tránsito y ocasionó un éxodo de los moradores ubicados en sus márgenes, huyendo de la guerra. Esta situación generó pérdida de bienes, descenso de la producción y aumento de la inseguridad de los viajeros. El camino fue vía por la cual transitaron las tropas que enfrentaron a Barreiro, a Morillo, a Sámano, además de los ejércitos criollos, cuando los patriotas se enfrentaron entre sí en las muchas guerras civiles a lo largo del siglo XIX y en las cuales se dirimieron los intereses de las élites nacionales.

En la época del proceso independentista, Cartago fue una de las líderes del  grupo de las ciudades confederadas del Valle del Cauca, junto con Anserma, Buga, Cali, Caloto y Toro, que el 3 de Julio de 1810 firmaron el acta de independencia de la Gobernación de Popayán.

En el desarrollo de las movilizaciones de independencia el Camino fue necesario para el tránsito de ejércitos procedentes de Santafé hacia el occidente con el propósito de apoyar a las regiones de la Gobernación de Popayán leales a la causa libertaria. En julio de 1813 Juan Sámano ocupó la provincia de Popayán y derrotó una partida patriota bajo el mando de Serviez en un sitio cercano al río Risaralda o Sopinga. En 1813 el Coronel Manuel Serviez, que se retiraba de Cartago donde enfrentó a Sámano,  cruzó las montañas del Quindío en dirección de Ibagué. En el año  de 1815 los condenados por el Pacificador Pablo Morillo a trabajos forzados fueron enviados a trabajar la tierra y abrir camino, pasando por lo que hoy es Salento a Cartago. Aniquilado moral y físicamente, el Libertador Simón Bolívar partió de Quito en octubre 29 de 1929 y llegó a Bogota el 15  de enero de 1830.

A la par que pasaron los ejércitos, pasaron también gentes del común, alguien que iba por una herencia, otros que llevaban presos, los que viajaban solos o eran abandonados por silleteros que enfermaban, los que se quedaban con sus mercancías en el Camino porque sus cargueros huían, o los que recorrían el mundo con propósitos científicos, o aquellos que no alcanzaban a cruzar todo el Camino y allí tenían una tumba, muchos, muchos viajeros tuvo el Camino.

La causa independentista generó un temporada de descenso en el poblamiento de la región del Camino, además un desabastecimiento de productos agrícolas, ganaderos y el aprovisionamiento de mercancías entre los centros urbanos ubicados en los dos extremos del paso: Ibagué y Cartago.

EN EL SIGLO XIX
Al finalizar la contienda se estimula de nuevo el poblamiento del camino. Santander y Bolívar propician una legislación sobre “Concesión de Privilegios y Apertura de Caminos” en 1823, encauzada al fomento de la colonización a través de la adjudicación de tierras, beneficios pecuniarios y dotación de insumos para que se diese el establecimiento de tambos y/o posadas en la ruta. Este proceso colonizador patrocinado por la nueva República fue acompañado con la presencia del gobierno a través del nombramiento de comisionados, que tenían como propósito fundamental señalar, medir y destinar los lotes de terreno que se adjudicaban a los nuevos pobladores.

“En la selva se encuentra cada 2-3 horas lugares desprovistos de árboles, abiertos a hachazos, los que se llaman rancherías o contaderos, en los cuales se pernocta, y esos son los albergues”. [40]

Los tambos se ubicaron en sitios estratégicos del camino y en sus alrededores se implementaron cultivos y establecimiento de potreros, esenciales para la manutención de los semovientes, agua en abundancia, buen clima y materiales para la construcción. En estos lugares se establecieron cultivos de conformidad con las condiciones geográficas y climáticas del lugar, tales como: plátano, yuca, árboles frutales, caña, pastos, cabuya, algodón y otras plantas esenciales para el sustento de la familia que en ellos moraba. Los propietarios de los tambos cobraban por la manutención de semovientes que se albergaban en sus praderas, donde los viandantes encontraban forraje para sus  animales, además de un lugar seguro.

Viajeros, soldados, prisioneros, negros, mulatos, posaderos con sus familias; auspiciados por el gobierno y dotados de semillas, ganados, aves de corral y herramientas dan paso paulatino a una intervención de la comarca caminera. Se establecen con cultivos de pan coger como yuca, plátano maíz, arracacha, legumbres, elementos necesarios para su manutención y atención de viajeros y presidiarios.

Con el proceso de desarrollo de la infraestructura para el tránsito por el camino se confirió la autorización oficial de fundación de poblaciones en cada una de las laderas del mismo, situadas a distancia de seis a ocho leguas de los dos puntos principales: Ibagué y Cartago. Los lugares para las nuevas fundaciones fueron escogidos con proporción a circunstancias topográficas, climáticas, de calidad de suelos, agua abundante y de buena calidad.

Los principales tambos o contaderos que estaban establecidos a través del recorrido fueron:

-          Ibagué la Palmilla, atravesando el Combeima por puentes de guadua
-          El paraje las Amarillas
-          Guayabal a La Palmilla
-          La Palmilla a Cara de Perro
-          Cara de Perro a Las Tapias, una casa con cocina en 1857
-          Las Tapias a El Moral
-          El Moral a Buenavista
-          Buenavista a Chachafruto
-          Chachafruto a Agua Caliente
-          Agua Caliente a el Machín
-          El Machín a río San Juan
-          Río San Juan a Toche. El presidio dos casas y una docena de ranchos, donde vivían los hombres bajo libertad condicional.
-          Toche a Yerbabuena
-          Yerbabuena a quebrada Cruces
-          Quebrada Cruces a quebrada Tochecito
-          Quebrada Tochecito a Boquerón del Páramo
-          Boquerón del Páramo a Mataficua
-          Mataficua a Cruz Gorda o Barsinal
-          Cruz Gorda a río Quindío
-          Río Quindío a Boquía, Alto de Laraganado
-          Alto de Laganado a Alto del Roble
-          Alto del Roble a El Socorro o Portachuelo, contadero de Novilla
-          El Socorro a Buenavista
-          Buenavista a La Balsa
-          La Balsa a Piedra de Moler
-          Piedra de Molera  Cartago.

El trasegar permanente de viajeros admitió la fundación de tambos en las orillas del Camino, que permitieron el establecimiento de pequeños cultivos de pancoger, según el piso térmico y condiciones edáficas.  Se cultivaba maíz,  cacao, algodón, plantas medicinales, arroz, frijoles, victoria, yuca, plátano, caña de azúcar, frutales, con simientes procedentes de la provincia de Cartago e Ibagué.

Los viajeros soportaban lluvias torrenciales y temperaturas muy bajas en la noche, pasar por pantanos generalmente a pie descalzo, aguas heladas, soportar picaduras de insectos, de culebras, que producían fiebres, caídas que podrían ocasionar fracturas, golpes o heridas, pasar por bosques de guadua llenos de púas, hambre, la altura, el cansancio, el calor cerca al río de la Vieja y Cartago y muchos otros inconvenientes que afectaban la salud, fuera de las enfermedades endémicas como el paludismo o de epidemias como la viruela. Para muchos de estos males tenían los remedios que los aplicaban en el sitio, generalmente plantas, en infusión, mascadas, en emplastos, en fin de alguna manera buscaban aliviar el dolor, incluso tenían silletas especiales para cuando tenían que transportar un enfermo.

“Cómo son pocos los viajeros que tienen la salud y vigor físico necesarios para soportar por espacio de varios días el esfuerzo que requiere trepar por escaleras de roca, andar por terrenos arcillosos y enfangados, y vadear torrentes de aguas frías e impetuosas, los 'Viajeros se hacen llevar a cuestas por los indios en una silla sujeta a la espalda como los fardos que llevan nuestros mozos de cuerda. Sólo desde hace muy pocos años los primitivos senderos se han ensanchado de modo que permitan con más o menos facilidad el paso de mulas. Por lo demás, en las otras regiones montañosas donde los caminos no se han mejorado no existe otro medio de transporte que el de hacerse llevar a cuestas; así se viaja de Bogotá a Popayán por el Quindío, del que hablaré luego”[41].

“Cuántas novedades magníficas ofrece la mayor parte de esos árboles, tanto por la abundancia de sus frutos, como por el brillo de sus flores, a las cuales se unen las maravillosas orquídeas que se abren en sus troncos y ramas, las gigantescas plantas trepadoras, como las begoniáceas, las paulinias, las pasionarias, las vainillas y las aristoloquias, que tienen cálices de más de un metro de circunferencia”.[42]

“Entre las numerosas plantas tropicales afamadas por suministrar los contravenenos más activos, nos citaba el cedrón y el guaco; el primero es un arbusto que tiene la forma de una palmera pequeña que los botánicos clasifican en la familia de las simarubáceas; su fruto es una especie de nuez mayor que un huevo de gallina de los grandes, que contiene unas almendras o semillas famosas, no sin razón, por sus virtudes terapéuticas. A este respecto, me permito citar lo que dice un hombre eminente, el doctor Saffray, en su narración de un viaje que hizo después del mío a la Nueva Granada”.[43]

“Unas veces, al pasar bajo verdaderos túneles de verdura y de flores formadas por los árboles copudos y los inmensos bejucos, y otras, al ver en el centro de algunos claros de la selva, los cacaos y los algodoneros, cuyos productos hasta ahora no conocía más que en forma de chocolate y de muselina o de calicó”.[44]

“El tapir, que en el país se llama danta, se suele encontrar con menos frecuencia que el hormiguero porque a veces pasa todo el día dormido en su cubil, del que sale únicamente de noche para comer; parece que vive en los lugares pantanosos. Antiguamente los indios comían su carne, lo mismo que la de los corzos y la de los pécaris y de la piel hacían escudos y una especie de dalmática, a prueba de las flechas y de las azagayas”.[45]

La caña de azúcar y sus derivados: miel y panela, fueron fundamentales en la alimentación y fabricación de bebidas espirituosas como el aguardiente, chicha y otras que se consumían en el paso del camino, especialmente para mitigar la sed y alegrar la soledad que representaba el paso por estas tierras. La producción de alimentos fue limitada y se obtenía lo indispensable para el sustento de los viajeros.

El  maíz representó la mayor cantidad de alimento utilizado por los viajeros.  Se consumía en variadísimas presentaciones de productos comestibles, tales como mazorca asada, granos de mazorca fritos con huevo,  bizcocho cerero, arepas, mazamorra, envueltos, tamales, etc.  Animales como la  gallina, la paloma, el pato, el cerdo, la oveja, la cabra, la vaca también hicieron parte de la dieta alimenticia de los viajeros.

La sal utilizada en el adobo de los alimentos, en su mayoría  llegaba por la ruta del Quindío; el resto se obtenía de las llamadas fuentes saladas manipulando los procedimientos aborígenes, que consistía en someter a la evaporación el agua, al final quedaba en el fondo de las múcuras de barro la sal en estado sólido en forma de terrones de sal.

En las espesas selvas perseguían animales de monte como guaguas, guatines, venados y tatabras; una vez cazados se preparaban para adicionar la provisión de alimentos necesaria para el cruce del Camino. La carne obtenida se partía en tiras que se salaban y ahumaba.

La preparación de las comidas se limitaba a los momentos de pernoctar, al término de la jornada diaria de viaje, una vez establecido el campamento se prendía lumbre y alistaba fogón para la preparación de platillos sencillos, empleando los alimentos que transportaban y los obtenidos en el sitio donde acampaban; estos podían ser sopas, especialmente, la sopa de arroz, consistente en una aguasal a la que se le adicionaba patatas, arracachas y tasajo (carne seca ahumada) y se le daba espesor mediante la adicción de arroz; al momento de su consumo, se acompañaba con arepas de maíz. Otros alimentos que hacían parte del bastimento eran los bollos de maíz, huevos duros, panela chocolate, ron, sal, plátanos verdes secados al horno, llamados fifí.

“El bastimento que debíamos llevar consistía en tiras de carne seca  de res, bizcochos de maíz, huevos duros, azúcar en bruto (panela) chocolate, ron pedazos de sal que se conocen con el nombre de “piedras” y resisten la humedad, y cigarros, yo debía alimentar solamente a los cargueros que llevaban los víveres, la cama y las hojas de bijao; los otros llevaban su propia alimentación o sea “tasajo”, panela, chocolate, arepas y sobre todo fifi…”[46]

Al amanecer, antes de emprender de nuevo la marcha, se desayunaba con alimento caliente: tortilla de huevos, patatas asadas al rescoldo, y una buena taza de chocolate. Otros alimentos ligeros a la hora del desayuno o la cena eran chocolate con pan, las arepas de maíz, la mazamorra de maíz pilado y hervido al cual se  le añadía leche, acompañada de un trozo de panela.

Por las prácticas higiénicas anacrónicas, como el no uso de calzado por los muchos viajeros, unos parásitos denominados niguas se les incrustaba en las carnosidades de la uñas de los pies. Estos eran un espanto y una angustia para los que soportaban este episodio, el ardor y la congoja que provocaba volvía loco al más templado. No se conocía el remedio para el mal, la única medida drástica era sacarla con la espina terminal de la hoja de la cabuya o fique, con espinas de pescado o la de la palma. Cuando el tormento llegaba a extremos insoportables, algunos individuos se enterraban en la arena y hasta metían los pies en el fuego.

La fastuosidad, vigorosidad y diversidad biológica, representada en flora y fauna exuberante y admirable la abundancia de sus frutos, como por el brillo de sus flores, grandes proporciones y copiosidad en frutos y flores; de las cuales podemos mencionar: orquídeas, líquenes, bejucos, parásitas; todo entrelazado en un fantástico equilibrio biológico; por donde difícilmente se abrió el Camino del Quindío.

El camino incorpora paisajes sorprendentes originados por sus contrastes, orográficos, meteorológicos, biodiversos, clima diverso por la diferencia de altura sobre el nivel del mar en cada uno de los parajes que cruza la calzada. Tempestades, tormentas eléctricas, cortejadas por terroríficos relámpagos, truenos, borrascosas lluvias;  alternaban con los períodos secos. Abrasador calor en la parte llana a partir de Cartago, que disminuye a medida que se asciende; pasando a zonas templadas como la Balsa (hoy Alcalá); frías como Filandia y Salento; de aquí se empieza a sentir el frío del páramo, hasta coronar las cumbre en el Garita del Páramo. Igual reflexión se aplica al recorrido del camino, remontando la ladera oriental desde Ibagué. Fácilmente, en un mismo día de viaje se pasa por los climas descritos.

Para el mantenimiento, reparaciones y construcciones de infraestructura: puentes y obras necesarias para su tránsito, se utilizaron presos políticos. Lo anterior, se sustenta en la presencia de presidios donde se ubicaban penados por la causa independentista, ubicados, uno en Toche, en  la ladera oriental del Camino y el de Boquía, perteneciente a la parte occidental, en el actual territorio Quindiano. En este periodo se consolida más la penetración colonizadora de la región en cabeza de los prisioneros de guerra empleados para el arreglo de la ruta. Una vez cumplidas sus penas, resolvían quedarse y dedicarse a la colonización de predios para la agricultura y la ganadería, práctica heredada de la penetración española.

Las tierras baldías brindaban a los colonizadores cantidades de maderas de construcción y tintorería, frutas y plantas que proveían adhesivos resinas, especias, quina y otras sustancias medicinales; además frutos bebidas, aceites, cera, almidones. De la diversidad de hojas y bejucos se fabrican canastas, sogas, esteras y sombreros. Variadísimas aplicaciones se le dio a la guadua. Se la empleaba en la construcción de casas, cercados y escalones. Se fabricaban con ella instrumentos musicales como las flautas, vasijas para uso domestico y transporte de agua, lo mismo que jaulas para pájaros.

Los cueros proveniente del beneficio del ganado, se les empleaba para cubrir mesas, sillones, sillas de montar y camas lo mismo que para fabricar, rejos y maletas. También se confeccionaba del cuero de res, damajuanas para envasar vino, aguardiente y chicha. Hojas de bijao, bejucos, palos, fique o agave fueron empleados para la construcción de los techos de los contaderos y/o rancherías donde pernoctaban al final de cada jornada de viaje; estos materiales proveídos por la naturaleza, fueron funcionales para darse abrigo y protegerse de las inclemencias del clima en el camino.

“la gente llegaba escotera, con la mera semilla, clavaban cuatro palos de borrachero, armaban un techo y le tiraban encima hojas de bijao.” [47]

“En la hoya del Quindío las tierras no tienen dueño, son baldías y están en pura montaña. Se dan dos cosechas de maíz al año y sobra tiempo, casi tres cosechas…las mazorcas son grandes y el frijol también se da ligero…  También hay oro, oro de guacas porque los indios lo enterraban para que no se lo robaran los blancos… No le habían obrado ni la leche de higuerón ni las aguas de paico”[48].

Es quizá uno de los temas más sorprendentes cuando se piensa en el Camino, imaginar y reconstruir la cotidianidad de algo que es transitorio, al fin y al cabo es un camino pero que podría mirarse de dos maneras, una desde los cargueros, historia no narrada sino referida por los viajeros, pero que muestran un manejo y destreza del medio incomparable. Y la otra, la mirada de los transeúntes que tienen todos intereses distintos y uno mismo, pasar lo más pronto posible “el Camino”.








BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

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3.       Cieza de León, Pedro. Crónicas del Perú, Capítulo XXIV.
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5.       Del Campo y Rivas, Manuel Antonio. Compendio Histórico de la fundación, progresos y estado actual de la ciudad de Cartago en la provincia de Popayán en el Nuevo Reino de Granada de la América Meridiana, Pág. 38 y 39l, año  de 1803.
6.       Decreto número 1412  de julio 15 de 1842 sobre composición y mejora del camino del Quindío. PEDRO ALCANTARA HERRÁN, Presidente de la Nueva Granada.
7.       Fernández de Oviedo, Gonzalo. Sumario de la natural historia de las indias. (Nicolás del Castillo Mathieu, editor. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo 1995.
8.       Fernández Piedrahita, Lucas. Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada: a las S. C. R. M. de d. Carlos II Rey de las Españas y de las Indias, 1624-1688.
9.       García, Julio César. Primeras Poblaciones, Conquistadores. Revista Repertorio Histórico Academia Antioqueña de Historia, Vol. 38 No. 251, 1988, extracto del libro “Historia de Colombia” 1936.
10.   Gosselman, Carl August, 1801-1843. Viaje por Colombia: 1825 y 1826.
11.   Hamilton, John Potter. 1777-1873. Viajes por el interior de las provincias de Colombia.
12.  Humboldt, Alejandro von (1800). (Alexander von Humboldt en Colombia. Extractos de sus diarios 1982, p. 187-234). Bogotá: Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.
13.  Instituto de Investigación de Recursos Biológicos “Alexander Von Humboldt”.2003. Biocomercio Sostenible. www.humboldt.org.co\biocomercio.
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15.   López, José Hilario.  1798-1869. Memorias de López, José Hilario.
16.   Martínez Z., Antonio. Historia de la Medicina en el siglo XVIII.  Publicaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja Boyacá. 1972- 1972).
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18.   Obregón, Mauricio. De los argonautas a los astronautas. Bogotá, tercer mundo editores, 1977, Pág. 152, 153.
19.   Patiño, Víctor Manuel  1990-1993. Historia de la cultura material en la América equinoccial, tomo 3: Vías, transportes y comunicaciones Edición original: Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.
20.   Pérez de Barrados, 1965
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22.   Relaciones entre la alimentación y el patrimonio inmaterial - Categoría Reproducción. Ibagué Tolima. Choachí / Cundinamarca 2010
23.   Simón, Pedro Fray (1986) Págs. 53 y 71.
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25.   Valenzuela, Eloy. Primer Diario de la Expedición botánica del Nueva Reino de Granada. Bucaramanga: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1983, Págs. 14 y 15, Prólogo.
26.  Zuluaga, Francisco. 1995. Por la montaña del Quindío: el camino real de Santafé hasta Quito, por la montaña del Quindío, en USECHE LOSADA, Mariano (ed.), Caminos Reales de Colombia-Fondo FEN Colombia). Bogotá: Gráficas Ltda.
27.   Richard Evans Schultes y la etnobotánica, año 1915
28.   Fernández de Oviedo, Gonzalo, Sumario de la natural historia de las indias. (Nicolás del Castillo Mthieu, editor. Bogotá Instituto Caro y Cuervo 1995.




[1] Académico de Número, Academia de Historia del Quindío. Ponencia de ingreso presentada el 30 de abril de 2010.
[2] Cieza de León, Pedro. Crónicas del Perú: el señorío de los Incas. Biblioteca Ayacucho, 2005, Franklin Pease G. Y., Página 137.
[3] Fernández Piedrahita, Lucas. Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada: a las S. C. R. M. de d. Carlos II Rey de las Españas y de las Indias, 1624-1688. Libro séptimo, Capítulo VII, Página 251.
[4] Pérez de Barrados, 1965
[5] Cieza de León, Capítulo XXXV

[6] Elvás, María Salud. Naturaleza, alimentación y medicina indígenas en Cartagena de Indias en el siglo XVI. Memorias Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe. Universidad del Norte. Pág. 150
[7] Cieza de León, Capítulo VI.
[8] Revista Credencial Historia, Tipos y costumbres de la Nueva Granada, edición 1 de 1990. Publicación digital en la página webb de la Biblioteca Luís Ángel Arango del Banco de la República.  Tomado de: Humboldt, Alexander. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América. Edición original, Madrid, Gaspar, 1878.  
[9] Cieza de León. Págs.73
[10] Cieza de León Pág. 69
[11] Cieza de León, página 56.
[12] Cieza de León, página 56.
[13] Cieza de León, Página 112.
[14] Martínez Z Antonio. Historia de la Medicina en el siglo XVIII. Publicaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja Boyacá. 1972- 1972). Pág. 25
[15] Martínez Z., Página 34.
[16] Martínez Z., Página 41.
[17] Legajo N° 517 518. Tomo I. Ref. A.A. 08-308. (Circular N° 32 de Octubre 7). Archivo Histórico de Salento,
[18] Robledo, Jorge. Relación del viaje del Capitán a las provincias de Ancerma y Quimbaya, Octubre de 1926 No. 3, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, fundada en 1903.
[19] Fernández Piedrahíta. Libro noveno, Capítulo II.
19 Cieza de León, Capitulo XXIV, Pág. 71
[21] Cieza de León, Capítulo XXV.
[22] Cieza de León, Capitulo XXXVI.
[23] Fernández Piedrahíta. Libro noveno, Capítulo II.
[25] Fernández Piedrahíta. Libro noveno.
[26] Aguado. Libro séptimo, Capítulo segundo.
[27] Aguado. Libro séptimo, Capítulo tercero.
[28] Fernández Piedrahíta. Libro séptimo Capitulo VII. Página 248.
[29] García Julio César. Primeras Poblaciones, Conquistadores. Revista Repertorio Histórico Academia Antioqueña de Historia, Vol. 38 No. 251, 1988, extracto del libro “Historia de Colombia” 1936
[30] Aguado. Libro sétimo, Capítulo primero.
[31] Restrepo, Vicente: 1837-1899. Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia. cap. IV. Cauca 1888. Bogotá: imprenta de silvestre; colección Jorge Ortega Torres. Biblioteca Virtual Banco de la República.
[32] Restrepo, Vicente. Capítulo VII.
[33] Caminos Reales de Colombia. www.lablaa.org Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, Banco de laDESDE LA ÓPTICA DEL CAMINO DEL QUINDÍO, LA BIODIVERSIDAD
CAMBIANTE EN LA PROVINCIA QUIMBAYA

Álvaro Hernando Camargo Bonilla[1]

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