jueves, 18 de junio de 2020



Micro historia de Filandia


"SOLICITUD ANTE EL CONCEJO MUNICIPAL PARA CREAR UNA INSPECTORIA EN PUEBLO RICO”.




República De Colombia, Departamento de Caldas

Filandia diciembre 5 de 1913

Alcaldía Municipal

Señor presidente del Concejo Municipal

Presente.

“Como aún se discute por esa Honorable Corporación, el presupuesto de Rentas y Gastos, para la vigencia próxima, y como alcalde me compete ver por el adelanto moral y material de este Municipio, me propongo por medio de la presente poner a vuestra consideración y a los Honorables miembros que la componen los siguientes puntos, que en mi humilde concepto los considero de vital importancia tanto, para la vida futura del Municipio como para su moralidad y adelanto.
1º. La fracción de “Pueblo Rico” queda a una distancia de su cabecera, por lo menos de tres leguas de distancia;
2º. Esta fracción unida al Guayabo, La Carmelita, Santana, La Española y otras, tienen un número considerable de habitantes, los cuales todos salen a proveerse de lo necesario a la población de Montenegro;
3º. Que no hay administración de justicia y no haberles facilitado la consecución de un plantel de educación;
4º. En dicha fracción a pesar de que hay algunos comisarios, no dejan de haber escándalos de una y otra clase cada ocho días, debido sin duda, a que estos no devengan sueldo, ni quien los amoneste al cumplimiento del deber y no hacen mayor cosa, y quizá muchos delitos se quedan impunes, debido á que ninguno quiere perder el día de trabajo o bien para que no lo sigan citando para el esclarecimiento de los hechos;
6º. A parte de lo expuesto, es un vecindario extremadamente ignorante, pues contado es su vecino que se sepa firmar, y la ignorancia es la que hace cometer tanto crimen como a diario lo presenciamos;
6º. Con la creación de una Inspectoría y una escuelita en dicha fracción, se le prestaría un apoyo moral y material a ese vecindario que se alegraría con esa muestra de deferencia y se evitaría quizá más tarde que pidieran ellos mismos su segregación.
7º. Creo que con la distribución equitativa de las rentas de que dispone el Municipio, se pueda atender á esta necesidad, hasta tanto que se logre conseguir, sean pagados por el Departamento, los empleados que se nombren;
8º. Como me figuro que los miembros que componen esa Honorable Corporación están interesados en propender por todo aquello que sea de progreso para el Municipio, no dudo que atenderán mis indicaciones, como marcadas de bien que deseo para el mejoramiento, como así lo deseo para este Distrito.
De Uds. Muy atento y S. S.
JOSÉ J. ARIAS
Alcalde

miércoles, 17 de junio de 2020


SOBREVIVIR, DESTINO ELEGIDO DEL GUAQUERO.



Provistos de ruana, sombrero aludo de paja, mulera, zurriago, alpargatas de fique sujetadas con cabuya, pantalón de manta, camisa de fula, marchaban todos, porque era su apuro, migrar a la “Hoya del Quindío”. Sobrevivir al destino elegido, a pesar de los malos días y las desgracias de sus desventuras. 
 
Provistos de pocas prendas, medio vestidos, casi que, con el pecho y la espalda al viento, entablaban el maderamen del rancho, de vara en tierra y levantado sobre estantillos, techado con hojas de bijao superpuestas sobre barillones de guadua, liados con bejucos, piso y paredes de esterilla; amoblada con bancas de orillos de los árboles talados; ataviado con canastos de “tripeperro”, piedra de amolar. Cuyabras, manigueta, recatones y mediacañas.[1]

La guaquería avivaba el arrojo. Poseídos por centelleantes candelillas que les apresaba y embelesaba el ánimo, los conducía al azar del lucro repentino del oro de las guacas, obligadolos a correr el riesgo de perder o ganar. Labor cortejada con el deguste de “tapetusa” destilado en alambiques de contrabando escondidos en la espesura, néctar que lo trasformaba en ilusos, fulleros, machistas, buscapleitos, y tahúres.  Las guacas le proveían emoción y le proveía vida.
 
Guaqueros como: Macuenco, Patebarra, Casafu, entre mucho otros, patrocinados por “gasteros” como Demetrio Salazar, rondaban las tierras casi deshabitadas del Pueblo del Muerto, Calle Larga, Pueblo tapado, Platanillal, Hojas anchas y Piamonte;  con sus atuendos y herramientas, ligados obstinadamente a sus premoniciones, deambulaban en búsqueda de las sepulturas indígenas.


ALVARO HERNANDO CAMARGO BONILLA


Fuente; Bahena Hoyos Benjamín. El río corre hacia atrás. Carlos Valencia editor. Bogotá 1980. Pag.22, 232

martes, 16 de junio de 2020

CAMINO DEL QUINDÍO, RUTA LIBERTADORA EN LA CAMPAÑA DEL SUR 
(1813-1816)




En el desarrollo de las movilizaciones de Independencia, el Camino fue necesario para el tránsito de ejércitos procedentes de Santafé hacia el occidente con el propósito de apoyar a las regiones de la gobernación de Popayán, leales a la causa libertaria.
La Campaña del Sur, liderada por Antonio Nariño, fue un paso más de los patriotas
en la consolidación de los procesos independentistas del Nuevo Reino de Granada con respecto a la corona española. Tenía como objetivo desalojar a los realistas en el sur de la Nueva Granada.

las Provincias Unidas del Valle del Cauca con sede en Cali, solicitaron apoyo a Santafé para enfrentar la amenaza realista, proveniente de Popayán a finales de 1810.
La Junta de Santafé envió dos compañías al mando del coronel Antonio Baraya, quien inició la marcha el 15 de noviembre de 1810, tomando el camino del Quindío hasta Cali, llegaron el 24 de noviembre a Ibagué; reiniciaron la marcha el 5 de diciembre por el camino del Quindío, alcanzando el 13 del mismo mes la ciudad de Cartago; continuando la marcha el 20, y llegan a Cali el 26 de diciembre.
Recorrieron a pie y a caballo aproximadamente 500 kilómetros en varias jornadas, con sus respectivos descansos, dedicados a la recuperación de los semovientes y de los soldados, inexpertos y sin mayor preparación física, representando un gran esfuerzo en la diversidad de climas por los cuales debían atravesar las tropas.
El itinerario seguido por la tropa fue el siguiente:
15 de noviembre de 1810, salida de Bogotá.
24 de noviembre, llegada a Ibagué.
5 de diciembre, iniciación de la marcha por el camino del Quindío.
13 de diciembre, término del movimiento anterior en Cartago.
20 de diciembre, salida de Cartago a Cali.
26 de diciembre, llegada a Cali y termino del movimiento.

Batalla de las Cañas o Combate de las Cañas El día 9 de octubre de 1812
Algunas de las contiendas armadas de la causa libertaria se presentaron en inmediaciones del camino del Quindío, en la vereda las Cañas del municipio de Alcalá, en límites con la vereda Las Pavas, de Filandia.
En 1813, el ejército español en cabeza de Juan Sámano invadió al Cauca, los patriotas se replegaron de Popayán hacia Cartago. Unos 150 patriotas procedentes de Popayán se unieron al francés Manuel Roergas de Serviez, comisionado por el gobierno de Santafé para reforzar las tropas. Sámano ocupó a Cartago, con 1.000 hombres, y el 26 de julio de 1813 se enfrentó a Serviez, en “Cerrogordo” y Las Cañas.
Con los soldados y oficiales que partieron de Popayán y que llegaron a Cartago, la tropa alcanzó 400 efectivos, comandados por el coronel francés Manuel Roergas de Serviez.
Emprendieron la retirada hasta Piedra de Moler, a la ribera derecha del río de La Vieja, con el objeto de evitar ser atacados por los españoles y de permanecer en observación mientras, reforzados por las tropas de Santafé, podían tomar la ofensiva contra Sámano. Infructuosa espera, no llegaron los refuerzos, no obstante, éstos haber arribado a Ibagué, mas no tenían autorización de proseguir su marcha hacia Cartago.
Después de vadear el río, continuaron su retirada por el camino y obtuvieron noticia de que el ejército enemigo podía interceptarlos marchando por una ruta paralela y que llevaba hasta el punto de El Roble; entonces, aligeran su retirada, llegando a Las Cañas, con la idea de encontrar allí el destacamento militar esperado. Fue en vano la espera de las tropas auxiliares, pues, aunque éstos habían llegado a Ibagué, no habían recibido órdenes para continuar su marcha y atravesar la montaña del Quindío.
En este estado de cosas, Sámano ocupó a Cartago, con 1.000 hombres. Serviez observaba desde la cima de “Cerrogordo”, sintiendo el deseo de atacar al general español y de sus tropas, riéndose a carcajadas como un insensato, ordenó que un destacamento de 25 hombres defendiese, a las órdenes del bravo capitán José Joaquín Quijano, el acceso del cerro, mientras él iba a Piedra de Moler, distante más de media hora, a traer el resto de la columna.
A la altura de “Cerrogordo”, empezó la escaramuza. Aceleraron la marcha para auxiliar oportunamente al capitán Quijano, pero esto era imposible. Este oficial se defendía ya en retirada, porque le había sido imposible impedir el paso con un piquete de 25 hombres a una masa de 1.000 soldados, a quienes, no obstante, disputaba el terreno palmo a palmo. Después de perder algunos hombres, entre ellos a uno de los mejores oficiales, el capitán José María Barrionuevo, que cayó gravemente herido. Serviez dispuso entonces que el teniente Manel Antonio Pizarro, con 12 hombres, permaneciese hasta nueva orden al pie de la barranca que servía de trinchera.
La tropa pasó una noche cruel, acosada por el hambre, amenazada de muerte, pues se hallaban a tiro de fusil del enemigo realista. Agazapados en los troncos de los árboles que servían de trinchera, sentían el ladrido de los perros que traían los españoles, lo que les advertía su aproximación. Los españoles en vez de explorar el campo se contentaban con hacer grandes descargas en dirección a donde ladraban los perros. Después de tan horrible noche, a las seis de la mañana pasaron el río, y a las siete continuaron la retirada por el camino del Quindío, en orden y sin perder de vista la avanzada enemiga.
A poca distancia de un desfiladero llamado el “Salto de la Parida”, ordenó Serviez hacer alto, y construyeron algunas trincheras, en caso de ser atacados. Llegó a noticia que el enemigo podía emboscarlos, marchando por una ruta paralela que conducía al punto denominado El Roble, entonces, continuaron la marcha de retirada ya casi entrada la noche.
Al día siguiente llegaron a “Las Cañas”, en donde se aseguraba encontrarían el destacamento auxiliar, que se sabía había marchado ya de Ibagué, pero no encontramos ni siquiera noticias. Serviez resolvió hacer alto allí, siempre con la esperanza de la llegada de los auxilios que venían de Ibagué y que esperaba llegara de un momento a otro.
Al segundo día se reunieron los oficiales bajo unos guayabos, con la intención de quitar el mando a Serviez, fundados en que los proyectos temerarios del jefe no podían producir otro efecto que el sacrificio infructuoso del resto de la columna, reducida ya a unos 70 hombres entre oficiales y tropa. La resolución había ya sido adoptada unánimemente, y se iba a poner en ejecución, cuando el fuego del enemigo taladró de nuevo y se prendió de nuevo el combate.
No quedaban haciendo frente sino el comandante Serviez y los oficiales Pizarro, Molina y Esparsa con cosa de 20 soldados, entre los cuales estaba José Hilario López.
Serviez dirige personalmente algunos tiros de metralla con un pedrero de hierro, que tenían montado y atado sobre unos estacones a falta de cureña; también hacía fuego con su carabina, siempre animando con su heroico ejemplo. Más de media hora de combate, en que cayó al teniente Molina gravemente herido, y 20 soldados. Aun así, Serviez no desconfiaba del éxito. Herido en una pierna, ordena al teniente Pizarro hacer una carga al enemigo con seis hombres. Pizarro obedece lleno de energía.
Se van en combate cuerpo a cuerpo, y en la refriega pierden 3 hombres. El enemigo les obliga a replegarse, en medio de una situación tan crítica, dispuso que salvaran el pedrero haciéndolo cargar sobre una mula que estaba tras un rancho, más al instante en que lo cargaron, cayó el animal herido por las balas enemigas.
Ante el hecho, Serviez ordena que descargaran el cañón de la mula muerta y lo ocultaran entre el bosque. En este tiempo ya estábamos solos tres, y nos salvaron huyendo por el camino, bajo una granizada de balas, y en la huida encontraron unos 10 hombres más de los que habían abandonado antes el campo de batalla.
La retirada hacia la montaña del Quindío
Fue una sufrida retirada, atravesando la desierta montaña del Quindío. No tenían cobijas para abrigasen del frio durante la noche, principalmente en el páramo. El alimento en la travesía fue carne medio cruda de mulas moribundas, que los pasajeros abandonaban porque se estropeaban y no había esperanza de salvarlas. Por fortuna los enemigos solo los persiguieron algunas leguas, y los dejaron hacer el tránsito, en el que emplearon seis días, hasta su llegada a Ibagué.

En inmediaciones del tambo de Las Tapias, encontraron el destacamento de los soldados destinados para su auxilio, quienes los socorrieron con víveres que fueron consumidos con avidez u gracias a ello no murieron de hambre. En este estado de cosas, llegaron a Ibagué a fines de julio de 1813. La columna estaba entonces reducida a unos 20 oficiales y otros tantos individuos de tropa.
Por: Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Licenciado en ciencias sociales universidad del Quindío
Especialista en docencia
Miembro de número de la Academia de Historia del Quindío

miércoles, 13 de mayo de 2020


Se Declara de utilidad pública la obra del acueducto público de este Distrito de Filandia, y se nombra una Junta a honoren, que se denomina: Junta del Acueducto




Acuerdo No. 13
Por el cual se nombra una Junta y le señalan atribuciones
El Concejo Municipal  de Finlandia, en uso de sus atribuciones legales y

Considerando:
1º. Que la mas imperiosa necesidad que tiene hoy ese Municipio es la de proveerlo de agua potable, por lo escasa y de mal calidad que es la de pozos  ó bombas;
2º. Que por tal motivo la población permanece estacionaria por falta de ese elemento indispensable para la vida, aseo y salubridad de los habitantes;
3º. Que algunos vecinos han ofrecido auxilios para el acueducto público y aun que hay postor para el contrato el Municipio no dispone de otra cantidad que la de doscientos pesos oro que figuran en el presupuesto; y
4º. Que es deber del Concejo hacer todo esfuerzo en bien de los asociados y propender por las obras de necesidad y utilidad publica,
Acuerda:
Art. 1º. Declárese de utilidad pública la obra del acueducto público de este Distrito;

Art.2. Nómbrese una Junta a honoren compuesta de los señores Jesús M Naranjo C, Enrique Guinnam, Francisco A. Hernández V, y Lázaro Maya que se denominará “Junta del Acueducto Público”, cuyas funciones serán:

Levantar la opinión pública a favor del acueducto; recaudar entre los vecinos las cuotas voluntarias que se den con tal fin; acrecentar por medio de rifas la  partida votada en el presupuesto; propender por todos los medios posibles hacerse a un fondo de consideración con el fin de ver si se puede contratar la obra, y dar al Concejo los informes que este estime necesarios al respecto.

Art. 3º. La partida de doscientos pesos presupuestada pasará a poder de la junta para acrecentarla por los medios indicados, mediante la respectiva cuenta para cobrar que se presente.

Art. 4º. La Junta de que trata el presente Acuerdo tendrá un Presidente, un Vicepresidente, un Secretario y un Tesorero elegidos por la misma Junta de  entre sus miembros y rendirá sus cuentas al  Concejo, lo que hará conforme al reglamento de contabilidad Municipal.

Parágrafo: Tanto las sumas que reciba la Junta como las que recaude estarán en su poder hasta que se celebre el contrato o lo determine el Concejo;

Art. 5º. Los miembros de la Junta, mientras dure su encargo tendrán voz en las sesiones del Concejo.

Discutido y aprobado en dos sesiones, en dos debates en distintos días.
Dado en Filandia a veintiocho de Junio de mil novecientos catorce.
El Presidente
FAUSTO SALAZAR
El Secretario:
HERNANDO VILLEGAS H
Alcaldía Municipal Filandia Junio treinta de mil novecientos catorce
Publíquese y ejecutase el Alcalde
JOSE J. ARIAS
ANTONIO J QUINTERO M
En la misma fecha lo cierro para remitirlo a la Gobernación del Departamento
ANTOPNIO J QUINTERO M.


EL NEGRO “ARRAYANALES”


Juan Fernández (Arrayanales), hombre de semblante campesino: tez morena y tersa, frente amplia, dividida por una arruga que la partía en dos, ojos negros y brillantes, boca amplia, labios gruesos y rojos, dientes blancos y parejos, como los de una mazorca, enmarcados en su sonrisa cordial.  Engalanaba su presencia, su ruana al hombro, alpargatas de cabuya, sombrero aguadeño y pañuelo raboegallo.
Una mañana, solitario rondaba por el camino de Armenia a Filandia, en el cañón de “Cruces”, paso obligado para los viajeros con dirección a Manizales.  Camino trajinado por gentes y sus cabalgaduras, sitiado de atroces despeñaderos que se extendían peligrosamente entre altos camellones, incluidos enormes y brillantes lajas negras por cuyas grietas brotaban lamas amarillentas y piedras adornadas en sus empalmes por helechos sarros que ondeaban a soplo del viento.
Camino abierto por las patas de los animales, de transito difícil, más parecía un harnero cuyos huecos en invierno estaban llenos de agua cenagosa y cuando el sol secaba los tragadales se veían los huecos de tierra pintados de color amarillo y verde. A los costados de esas trochas peligrosas, de cuando en cuando asomaba la cabeza una asustada lagartija.
Belisario Henao, un comerciante de muchos pergaminos en uno de sus viajes a Manizales, en una mañana fría, recorría el cañón de “Cruces”, siendo sorprendido por los ojos de un peregrino solitario, que, al percatarse de su presencia, procuraba esconderse detrás de unas peñas cerca de un boquerón. No obstante, salió de allí y saludó con una sonrisa cordial a don Belisario. Se trataba de Juan Fernández (a. Arrayanales), quien despertó el nerviosismo y recelo de don Belisario Henao.
Arrayanales, replico a don Belisario: “Usted me conoce muy bien señor Henao y yo también lo he visto mucho en Armenia en su almacén de la plaza de Bolívar. Usted supo que tuve que castigar a don Jesusito, el alcalde porque me la tenia “pinchada” mas de la cuenta. A esos viejitos “alborotados” hay que asustarlos de cuando en cuando “pa que jodan menos”. Prosiga tranquilo don Belisario y nada de chismecitos. Ojalá no habrá la boca en todo el camino. Ya sabe: Nunca estuve en estos pedregales. Usted es un hombre serio. Voy para la vereda Arrayanal porque mi madre está muy enferma. ¡Los malditos celadores de Salento, casi la matan dizque meterle las manos a la vieja en agua hervida…! Una palabra sorda y brutal rebotó en el ámbito de aquellas soledades”. El culpado por la justicia, siguió su camino por el cañón dejando marchar tranquilo a don Belisario.
En una hondonada, de la vega de “Arrayanales”, cerca de la trocha que llevaba a Salento, Juan Fernández, en compañía de su padre y su hermano menor, construyeron, un rancho de vara en tierra.  Casita que las tardes de verano, se iluminada con el “sol de los venados”, adornada con el humo que salía del fogón, y se colaba por entre el entejado de guaduas.  Allí vivía “arrayanal” con su madre, laborando la tierra, desde la mañana hasta la entrada de la noche. “Mejora” que había costado seiscientos jornales de trabajo, en dos años, para poder obtener el título de propiedad como colonos. Por ello estaban en Arrayanales, porque eran dueños de la hectárea de paisaje alegro y fresco.
El padre de “Arrayanales”, Manuel Fernández, lo asesinó en Barbas, un tal Ramón Guasca, quien le asestó una puñalada por la espalda.  Muy de madrugada, Arrayanales busco al asesino, lo encontró en el camino de Boquía. 
En feroz lucha machetera, dibujando filigranas con su machete, “Arrayanales” peleando de frente, dio muerte a su contrincante, abandonó el cuerpo agonizante de su enemigo, tapado con hojas de biao a la vera del camino, junto a un churimo. A partir de este suceso no se supo más de “Arrayanales”.
Tiempo después Arrayanales, llegó a Cruces muy de madrugada, con el propósito de visitar a su madre. Allí lo estaban esperando las autoridades, y sin ofrecer resistencia lo atraparon. Esa misma mañana lo encerraron en la cárcel de Circasia.
La noticia se metió por todas partes. Prontamente lo condujeron hasta Armenia, las gentes hacían fila para mirar y conocer a “Arrayanales”. El alcalde de Armenia, Don Jesús Villegas, Rafael el secretario frotándose las manos entusiasmado: “Muy bien, muy bien. Ese muchacho es peligroso, me ha tocado lidiarlo, hijuel diablo si me estaba yendo mal con él.
Sujetando sus manos por esposas de reluciente acero, a causa del sol de medio día, desfilaron con él por la calle real de Armenia, como se tratará de un príncipe. Cargaba un gallo negro de plumas azulosas, su eterna mascota, que sacaba la cabeza por debajo del sobaco del preso. Sonreía, sus ojos se avivaban. Estaba pálido, tenía más fina la nariz recta.
Lo encerraron en el calabozo que daba sobre la calle de Trompiliso, carrera 16 calle 16. Habían pasado quince días de estar preso Arrayanales. Cuando los guardias pasaron revista a la celda, Arrayanales caminaba ya muy lejos del pueblo. Huyo por el camino de Hojas Anchas. Le arrebató el caballo a Tuta Cardona y se perdió al otro lado de la quebrada. Don Griseldo Acevedo mostraba el balcón del panóptico y decía: “Es tan jodido ese Arrayanales que hizo un lazo con las sabanas y los trapos de la cama y por el amarradijo se deslizó”.
Supieron después los amigos que, de Panamá, Juan Fernández, “Arrayanales” enviaba devotamente cada mes, a su madre unos dólares con una carta filial.

Álvaro Hernando Camargo Bonilla.
 “Crónicas de don Dionisio”. Editorial Quingráficas. Armenia Q. 1.981

domingo, 10 de mayo de 2020

LEY 25 DE 1911
DOS CAMINOS Y UN FERROCARRIL EN EL QUINDIO.


Los caminos que partían de la recién fundada Calarcá (1890), eran los siguientes: El que comunicaba con Salento, camino en construcción y que apenas llevaba hasta Boquía; el que ponía en comunicación el valle del Quindío con el del Cauca por el Distrito del Zarzal en la provincia de Tuluá, y una vía en proyecto, que iría a Ibagué, pasando por Anaime (CAMINO NACIONAL DE CALARCA).

Antes se atravesaba la cordillera por el camino del Quindío, salvado enormes e incesantes subidas y bajadas, que lo hacían escabroso e inadecuado para el transporte. Consolidada la población de Calarcá, por Ley 25 de 1911, se decidió la construcción de un nuevo camino, llamado de Calarcá, que, partiendo de la recién establecida población, comunicara a través del contrafuerte cordillerano nombrado "Las Palomas," con Ibagué y al valle del Cauca.

A juicio de la comunidad, especialmente los comerciantes, manifestaron que, para efectos de mejor método de trasporte de carga en el Quindío, se debía erigir el camino de Calarcá, calzada que complementaría con los trazados ferroviarios del Tolima y el del pacifico, que pronto llegarían.

Consecutivos y repetidos esfuerzos en la expedición de legislaturas consecuentes con la obra, se ordenó su apertura con la Ley 21 del año de1911, que lo declaro vía nacional: “la que partiendo de Ibagué en el Departamento del Tolima pasando por la depresión de Calarcá en la cordillera y por la población de este nombre, va a terminar en Armenia, en el departamento de Caldas”.

Su construcción se empezó desde Ibagué, llegando a San Miguel de Perdomo (Cajamarca), sobre la ladera oriental de la cordillera. De aquí en adelante, siguieron las obras de construcción hasta el punto denominado la “Lora”, y de aquel lugar hasta la línea divisoria de la cordillera.

La Legislación ordenaba que se procediera dentro de ese año fiscal la apertura y continuación de los trabajos sin interrumpirlos en los años sucesivos, para lo cual destino la suma de $140.000 y una apropiación presupuestal futura en cada vigencia fiscal de $20.000. En el año 1912, el ministro de obras, Simón Araujo, emitió con fecha 25 de marzo del mismo año, una resolución orgánica, ratificando el avance de los trabajos necesarios para su construcción, y que fue registrada en el Diario Oficial número: 14558, del 30 de marzo del mismo año.

Se nombró una Junta Administradora precedida por el Gobernador del Departamento del Tolima. La Junta determinó practicar una visita de exploración a la vía, de Ibagué a Armenia. Al término de la visita, se reseñaron las mejores opiniones de la vía, mentando la excelente naturaleza del terreno y corta distancia, con relación a la del camino del Quindío. Inmediatamente se expidió el suministro de dinero, herramientas y demás necesario para el impulso e iniciación de la obra. efectuándose los estudios definitivos del trazado y se empezó la construcción del primer trayecto.  

Trazado y Longitud del camino de Ibagué a Armenia, pasando por Calarcá.

Leónidas Cárdenas, Gobernador del Tolima, y el ingeniero Hernando Jaramillo, firmaron un contrato en Ibagué, el 11 de marzo de 1913. El documento determinaba la elaboración de los planos del trazado y demás obras de arte necesarias en la construcción del camino, en una extensión de aproximadamente 80 kilómetros, desde la plaza de Ibagué hasta Armenia, pasando por Calarcá. Obra que consistía en el banqueo de la senda, de sesenta centímetros de ancho y un desmonte de cinco metros de ancho, con una pendiente de hasta del 12% en todo el trazado. Igualmente, contenía la obligación de fijar los sitios para la ubicación de los puentes que hubiere necesidad de construir sobre ríos, quebradas y arroyos, con sus respectivos planos, precio y explicaciones de las obras.

Para su ejecución se estableció un plazo de seis meses, a partir de la firma del documento, prorrogables por cuatro más en caso debidamente determinados por las partes. Como en todo contrato público, y para dar cumplimiento de las especificaciones y técnicas de construcción, se requería fijar la norma científica bajo la cual se debía ejecutar su construcción.

Trabajos realizados

Variante llamada “Morrochusco”, en una longitud de cinco kilómetros hasta el rio Coello. Puentes sobre el rio Coello, en el sitio denominado Juntas de Cocora, y demás, hasta el alto de “La Serrajosa”, incluyendo cuatro que el presidio había construido antiguamente.

El puente del rio Coello se proyectó de veinte metros de luz, en madera y cables de alambre, estribos de mampostería, altura sobre el nivel de las aguas de cinco metros, de construcción mixta, rígido y colgante, puente que fue construido por Leónidas Ochoa.
El ingeniero Gabino S. Fajardo hizo el trazado en una extensión de 13 kilómetros, desde el alto de la loma de la “Serrajosa”, hasta Ibagué viejo (Cajamarca), determino el sitio donde se construiría el puente sobre el rio Anaime. Un estrecho en donde su ancho alcanzó 10 metros y una altura de 30 metros  del nivel de las aguas.

El trayecto del camino se caracterizaba por poseer abundantes aguas y estar poblado por colonos que prestaban atención a los viajeros que con sus bueyadas y recuas de mulas trasegaban los trayectos denominados: el “Corazón”, en la ladera del Tolima, a la “Cucarronera”, en la ladera de occidental.[2]

Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Miembro de número de la Academia del Quindío.
Vigía del Patrimonio.

jueves, 7 de mayo de 2020


.REALIDAD TOPONIMICA Y FUNDACIONAL DE FILANDIA

Filandia figuró como fracción o corregimiento de Salento, con el nombre de 
“Cuchilla de los Novilleros”.




Narraciones de viajeros por el camino del Quindío, y documentos legislativos del Departamento del Cauca, permiten aseverar que inicialmente se conocía como un sitio en el camino denominado: “Cuchilla de los Novilleros”.

El capitán de la real marina de guerra inglesa, Charles Stuart Cochrane. En su libro denominado: diario de una residencia en Colombia durante los años 1823 y 1824, en su paso por el camino del Quindío, reseña lo siguiente:
“Dormí en el contadero llamado Novilla, un lugar muy húmedo. Muy molesto por un pavo, chirridos como una mujer en apuros, durante toda la noche”.[1]

El ilustre viajero francés Charles Safray, también hace referencia del paso por Novilleros:
“En medio de una espantosa borrasca que dejó rezagado el resto de la caravana, llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros, donde decidimos pasar la noche.
La colonia de Novilleros contaba por únicos habitantes una mujer sorda y un niño. Al pedirles hospitalidad se mostraron muy azorados; pero luego hicieron cuanto estuvo de su parte para prepararnos una pobre pitanza, y una vez puesto en orden lo recolectado durante el día, colgamos las hamacas de unos postes y pasamos la noche bastante bien”.[2]

Este nombre también se evidencia en el archivo histórico de Salento:
“octubre 7 de1878, el señor Rafael Carvajal, es nombrado Comisario de Novillero, (Filandia), en asocio del señor Emigdio de la Parra. Se le solicita que se presente en esta Alcaldía (Salento) trayendo la lista de los individuos que deben pagar el trabajo personal en dinero”.[3]

Enero 17 de 1879, el Comisario del caserío de Filandia. Agradece su nombramiento, ofrece su colaboración, exige cuota para gastos de oficina y   secretario auxiliar de comisario.[4]

En los textos históricos, su fundación data del 20 de agosto de 1878. Figuran entre los primeros fundadores los señores Doctor José Ramón López Sanz (principal fundador), Antonio Marín, Severo Gallego, Ramón Peláez, Bonifacio Giraldo, José León, Andrés Vargas C. y Juan de Dios Blandón.[5]

Trae el nombre su origen no del europeo Finlandia, como se ha creído, sino de la palabra latina flius (hijo) y Andes[6]; de suerte que significa: “Hija de los Andes”. Tal fue el acuerdo de los señores López Sanz, José María Serna, Felipe Meléndez y Gabriel Montano (Jefe Municipal), a quienes se concedió la designación del nombre.

El señor Don José María Serna, nombrado agrimensor, fue quien en unión del señor López Sanz y otros vecinos, demarcó la plaza, calles, solares para Iglesia, cárcel, despachos públicos y escuelas. El primer Corregidor fue el señor Rafael Carvajal.[7]

En el archivo de Salento, libro XV (Ordenanzas y Decretos de la Municipalidad del Quindío), Ordenanza No. 7, la Jefatura Municipal del Quindío, en cabeza de Vicente Estrada, el 31 de enero 1883, erige a Filandia en caserío, y le fija los límites de éste y del de la Paz, dentro del Distrito de Cartago. Se le asignan empleados: un Juez, un Procurador y un Comisario de Policía.

En el año de 1892 se elevó a Filandia a la categoría de municipio, integrado por los corregimientos de Circasia y Montenegro, pero a poco tiempo fue eliminado. Más tarde, por la ordenanza 31 de 24 de julio de 1894 la Asamblea del Cauca volvió a crear el municipio, perteneciente a la provincia del Quindío, compuesto del corregimiento del mismo nombre, su cabecera, y de Circasia, segregándolos, respectivamente, de los municipios de Cartago y Salento.[8] Lo anterior, se confirma en el siguiente documento:

ORDENANZA NUMERO 33 DE 1892 (agosto 17)
Por la cual se determinan los Distritos de cada una de las Provincias del Departamento; eliminándose algunos y erigiéndose otros con la indicación de sus términos municipales.
La Asamblea del Departamento del Cauca,
En uso de sus facultades legales, y
CONSIDEANDO:
Que es muy ventajoso por muchas razones, para la buena marcha de la Administración publica en el Departamento, el que en una sola Ordenanza figuren todos los Municipios que correspondan a cada una de las Provincias del Cauca; aun para facilitar así el estudio de la geografía política del Departamento, en materia de que se trata,
ORDENA
Artículo 1º Las diferentes Provincias en que se halla hoy dividido el Departamento del Cauca, se compondrán en lo sucesivo, de los Distritos que, para cada uno de ellos, pasan a enumerarse en seguida, A saber: …

Provincia de Quindío. Capital, Cartago. Distritos: Cartago, María, La Unión, Pereira, San Francisco, Santa Rosa, Toro, Victoria, y Filandia (actual Corregimiento).

Artículo 2º Los límites de los Distritos que pasan a enumerarse en seguida (que son los de nueva creación), serán los siguientes: …Distrito de Filandia. (Provincia del Quindío). Se formará del actual Corregimiento de Filandia, que se segrega del Distrito de Cartago y del actual Distrito de Salento, siendo la cabecera del nuevo Distrito la población de Filandia. Limites entre el Distrito de Cartago y el nuevo de Filandia serán: una línea imaginaria que, tomada del rio de La Vieja, pase por Pavas y vaya a la quebrada Cestilla o Barbas; esto es, a lo que sirve de limite hoy entre el Caserío de La Paz y el citado Corregimiento de Filandia. Los demás serán los mismos que se han reconocido al Distrito de Salento.
Gobernación del Departamento. Popayán, 17 de agosto de 1892

Publíquese y ejecútese.
Esta pequeña síntesis permite precisar el rigor histórico del tema tratado, pues se fundamenta en fuentes históricas válidas, contenidas en el archivo de Salento y textos históricos de la época de fundación.

Álvaro Hernando Camargo Bonilla.


[1] CHARLES STUART COCHRANE. DIARIO DE UNA RESIDENCIA EN COLOMBIA DURANTE LOS AÑOS 1823 Y 1824. CAPÍTULO XVI. Impreso en Londres por Henry colburn new Burlington Street 1825
[2] América Pintoresca. Descripción de Viajes al Nuevo Continente. Por los más modernos exploradores Capitulo XI: Pág. 681CARLOS WIENER, DOCTOR CREVAUX, D. CHARNAY, ETC. ETC. EDICIÓN ILUSTRADA CON PROFUSION DE GRABADOS, MONTANER Y SIMON, EDITORES, CALLE DE ARAGON, NÚMEROS 309 Y 311. Año 1884.
[3] Libro copiador de comunicaciones de la Alcaldía de   Salento, año de 1878.   Comunicación. No. 38 de junio 16 de 1878.
[4] Libro copiador de comunicaciones relativas a la    Instrucción   Pública Primaria. Salento 17 de enero de 1879. 
[5]  Cornelio Moreno. Reseña Histórica del Municipio de Filandia. A la memoria de los fundadores1878-1928. Tipografía y Papelería “Los Andes” Jaramillo Hermanos y Cía. Manizales. 1928.
[6] Tal fue el acuerdo de los señores López Sanz, José María Serna, Felipe Meléndez y Gabriel Montano (Jefe Municipal), a quienes se concedió la designación del nombre.
[7] Eliodoro Peña Piñeros. Historia y Geografía de la Provincia del Quindío. Pág. 57
[8] Cornelio Moreno. Reseña Histórica del Municipio de Filandia. A la memoria de los fundadores1878-1928. Tipografía y Papelería “Los Andes” Jaramillo Hermanos y Cía. Manizales. 1928.
Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Vigía del Patrimonio, Miembro de la Academia de Historia del Quindio.