viernes, 15 de febrero de 2019

El Camino del Quindío


El Camino del Quindío hace parte del patrimonio e identidad de la nación, del departamento y  de Filandia, como el tesoro Quimbaya, la palma de cera, la arriera, la arquitectura, el canasto, el café, el escudo y la bandera. Todo ello nos identifica, nos hace pensar que compartimos con otras personas cosas que son  sólo nuestras.

Su apertura se logró bajo el patrocinio del Cabildo de Ibagué, entre 1553 y 1554, por una ruta diferente a la del páramo del Ruiz. Melchor Valdés, justicia mayor de la recién fundada Ibagué, con sus recursos y ayuda de los vecinos abre un camino aprovechando una depresión al sur del Quindío para comunicarse con Cartago. 

El capitán general  Juan Montaño, proveniente de Santafé,  es el primero en cruzar dicha ruta para  combatir la sublevación de Álvaro de Oyón en la gobernación de Popayán.  Este cruzo la montaña del Quindío y se refiere a su transito con la descripción de la existencia de tambos de españoles en cada jornada donde dormían por los que por él  transitaban. 



El 1°. de diciembre de 1879, se reparó el camino del Quindío en los siguientes tramos: de “Piedra de Moler hasta “Pavas”; de “Pavas” hasta “Novilleros”; de “Novilleros”, al alto del “Roble”; y del alto del “Roble” a Salento.

Reparación relacionada con desmonte o rozaría de una zona de cinco a diez metros de ancho, a cada lado del camino; retiro de los despojos de la rocería; limpia los desagües trasversales y  construcción de los necesarios;  construcción de un puente sobre el rio Toche, en el punto en donde corta dicho río el camino del Quindío, levantado sobre estribos nuevos de solida construcción, de tres metros de entrada, piso de madera, cobertizo de paja, y barandas o antepechos de madera de un metro de altura. Las maderas empleadas en la construcción serán de las mas durables que había en los bosques, la elevación del puente sobre las aguas será de un meto sobre el mayor nivel de ellas en fuertes anegadas del río.

CHARLES STUART COLHRANE. 4 de enero de 1823: “Tres veces pasamos el Río Quindío.  A la mañana siguiente, el cinco de enero, espante varios pavos silvestres y vi un engendro de animal entre liebre y conejo.  Dormí donde un contadero en Novilla.  Durante la noche me molestó el grito de un gallo silvestre, semejante a los gemidos de una mujer dando a luz.

Me llamaron la atención los árboles de yarumo, con sus hojas plateadas en la parte superior  y verdes en el lado inferior.  Tuve que dormir en un rancho miserable en el pequeño poblado La Balsa.  Yo me distraje durante el día recorriendo algunas casas dispersas y sus pequeñas parcelas y tengo que decir que a pesar  del rudo estado del cultivo la pequeña apariencia de industria me animó mucho después de haber pasado días sin haber visto trazas de trabajo humano.  Las casas que componen esta pequeña aldea están constituidas de cañas, llamadas guaduas, que crecen a una altura entre 70 y 100 pies”.
JEAN BAPTISTE BOOSSINGLAUT: “El 23 de mayo  de 1827, a las siete de la mañana salí de Ibagué; Siguiendo  por la cresta del terreno llegué hacia las 3 a la Palmilla, en donde establecí campamento. En este sitio estábamos rodeados de bellas palmeras de cera (Ceroxilon andicola), quinquinas blancas descritas por Mutis y helechos arborescentes.  El 29 de mayo de 1827...Luego seguimos hasta el alto de Lara ganado (altitud 2067 m.s.n.m), seguimos hasta el Roble (altitud 2144 m.s.n.m.), acampamos en el Socorro (altitud 1880 m.s.n.m.) y el 30 de mayo fui a desayunar a Buenvista (altitud 1837 m.s.n.m) Allí empieza la peor parte del camino; uno camina en los guaduales expuesto a las espinas de esas gigantescas gramíneas y en un barro que llega a las rodillas.  Por la tarde llegué cansado mojado y cubierto de barro al sitio de la Balsa (altitud 1279 metros, temperatura 22° C)”.

JHON POTTER HALMILTON, 24 de diciembre de 1828 en tránsito de Cartago a Ibagué: 
“Partimos del Cuchillo a las seis de la mañana y a las tres de la tarde llegamos a un lugar llamado Portachilo.  A la madrugada del 25 de diciembre la expedición estaba lista a partir de Portachilo.  Habíamos mantenido las fogatas para ahuyentar a los tigres.
Vimos por allí pájaros muy raros que no conocíamos, de tamaño como un faisán, de brillante plumaje y lago pico; me decían los peones que estas selvas estaban pobladas de aves que no se encontraban en el Valle del Cauca ni en las provincias de Mariquita o Neiva. ¡ Qué  campo de investigación tan amplio y rico ofrecía estas montañas a ornitólogos y botánicos dotados de temple suficiente para arrostrar, eso sí, toda clase de privaciones y penalidades!.
Esta mañana un peón mató con su bordón una culebra de piel verde brillante y de ocho pies de largo que yacía  en el camino.  Comentaba después que tal clase de serpiente llegaba a tener gran tamaño y que muchas veces las había visto subidas en un árbol a la caza  de pájaros y animalillos de toda clase, pero que su mordedura no era venenosa.
A las tres de la tarde  llegamos a un altiplano que consideramos adecuado para pasar la noche y donde había buen pasto para las mulas(alto del Roble).  Ya habíamos dejado atrás  el Trucha y pisábamos terreno más sólido, desde cuyas alturas se podían contemplar más amplios panoramas.  Hasta donde alcanzaba la vista cubría las montañas selva impenetrable, a no ser por el sendero estrechísimo que seguíamos y que a duras penas se podía transitar.
Ya por la tarde, al bajar acompañado por dos peones hasta un arroyuelo que corría por el pie de la montaña, uno de ellos me señaló un jaguar de gran tamaño que estaba bebiendo en la orilla a unas 200 yardas de distancia.  Ese mismo día cruzamos el río Quindío que, corriendo en dirección sur, desemboca e n el río de La Vieja.”.

MANUEL MARÍA MALLARINO:  ex-presidente de Colombia, describe un a jornada de Ibagué a las proximidades de Armenia en el año de 1829: “El sendero de Toche, lugar de nuestra parada, es bellísimo.  A la izquierda corre el Tochecito por entre un bosque de arrayanes y de mayos que estaban cubiertos de flores...” (Tibuchinas lapidotas)... “Al llegar al Roble, el cielo se había oscurecido... la elevadísima copa de un árbol de otoba cayó aplastando los matorrales  que crecían  en su sombra... Ortiz me hizo montar, y venciendo mil dificultades, llego conmigo al Portachuelo”.

JUAN FRANCISCO ORTIZ:  En el año de 1842 “Cuando pasé por la montaña del Quindío estaba como Dios la crió.  No había camino posible, sino una senda  conocida solo de los cargueros, buena para los tigres y para las culebras.  ¡Inmensas soledades!...Paramos altísimos forman la Cordillera Central... precipicios horrendos, despeñaderos profundos, lóbregos callejones, árboles seculares, fieras que huían, culebras que se arrastraban, aves que gorjeaban.”

LUCIANO RIVERA Y GARRIDO  En 1850.  En su libro: Memorias de un Colegial narra: “Una flora y fauna  eternamente nuevas  se ofrecían a mi vista; las casitas de los campesinos  antioqueños, que entonces empezaban a poblar los baldíos de la sierra; los torrentes despeñados, que lanzaban los coros de sus límpidas aguas entre hondos causes de  lajas y pedregones; la inmensa variedad de flores, en que las orquídeas dominaban como reinas y embalsamaban el ambiente con aromas suaves como los del estoraque y del incienso; las variaciones musicales del canto de avecillas desconocidas, eran otros tantos motivos de embeleso para mi alma de niño soñador...; a lo lejos  rodaban las  espumosas corrientes del Toche y el Quindío, que se descolgaban entre breñas, salpicando con los diamantes líquidos de sus aguas la lama y los helechos, terciopelos y encajes que decoraban las orillas sombrías, los vientos zumbaban entre las ramas de los cedros... ”

HOLTON ISAAC, 1857: “Salimos del Roble el viernes por la mañana, una bajada suave de tres millas nos llevó hasta la casa de otra familia antioqueña, en Portachuelo, sitio agradable para descansar.  Aquí probé las arepas y descubrí que son iguales a los johnny cakes que había  rechazado en Nueva Inglaterra y a los Hoecakes, al pan de maíz y corndodgers de Illinois.  Alrededor de las dos llegué a la Balsa donde había proyectado darme un buen baño en el río, pero al llegar  encontré  que no había río y francamente no puedo explicarme cual puede ser el origen de tal nombre.
Desde que se deja  Ibagué, la  Balsa es el único sitio que merece llevar un nombre.  Se dice que la población del distrito es de 199 y la de Boquía 198, pero la población de ambas esta diseminada en más de 100 millas cuadradas.  Este es el primer lugar que he visto  donde se cultiva en abundancia.  Los llevan a vender a Cartago.”.

M. ED. ANDRÉ: marzo 8 de 1876: “En medio de una espantosa borrasca que dejó rezagado el resto de la caravana, llegamos a un miserable rancho llamado Novilleros, donde decidimos pasar la noche.  A nuestro paso habíamos dejado otras cabañas apenas columbradas, conocidas con el nombre del Roble y Portachuelo y plantadas en medio de los cenagales, que no habían cesado un instante desde que salimos de Salento.  La colina de los Novilleros contaba por únicos habitantes una mujer sorda”.

JUAN DE DIOS RESTREPO- EMIRO KASTOS:  Realizó un viaje por el Camino del Quindío y en 1884 publicó algunos artículos sobre su paso por Filandia.  Kastos dice”: Dos leguas más adelante están los antioqueños fundando el pueblito de Filandia.  Las casas las construyeron con tejas de madera, tablitas rajadas de cedro negro y nogal, clavadas con puntillas de hierro; techo ligero, más decente que la paja y menos sujeto a incendios.
Nos refirieron que después de cortadas los trozos un hombre rajaba hasta 3.000 tejadas por día... De allí para  adelante es donde se encuentran esas aguas de frescura y sabor inolvidable, esa atmósfera oxigenada que se aspira con delicia, esa flora maravillosa de donde se han sacado para exportar millares de parásitas, que adornan los jardines de Europa.”

ERNST ROTHLISBERGER en 1885  “…Salí por la mañana por el Alto del Roble (2.080 metros).  Era un terreno de bosque arcilloso e inundado.  Por el medio día llegamos a Filandia, una aldea recién fundada y en la que solo antioqueños habían establecido.  Era día de mercado y de misa. La plaza se veía enteramente llena de gente de la nueva colonia, que charlaban sin tregua, interrumpiéndose tan solo para arrodillarse en el momento del alzar.
La música eclesiástica era horrible. Un quejumbroso clarinete u una trompeta suspiraban de continuo los mismos compases. . . Sopa  de maíz, pan e maíz (arepas) y hasta un trozo de pan, amén de los frijoles y la carne de cerdo, platos habituales de las gentes de Antioquia nos compensaron debidamente las pasadas fatigas.


HELIODORO PEÑA, en su libro: Geografía de la Provincia del Quindío(1890) dice: “ En esa época se encontraban en el Quindío: Tapir o Danta, Ciervo, Oso Negro, León Común, Zorra, Guagua, Conejo, Oso hormiguero, Ardilla; Perro de monte, Comadreja, Erizo, Tigre o Jaguar, Lobo, Perico ligero, Armadillo, Tatabro, Zaino, y además los monos uluntos y los atales.  Pava, Paloma, Tórtola, Carriquí, Chamón, Carpintero, Guacamayo, Rabiamarillo, perico, soledad, Turpial, Mirla, Jilguero, Cóndor de los Andes, Águila, Gavilán, Sirirí, Tijereta, Garrapatero, Iguana, culebra coral, Equis, Cazadora, etc.  En la parte vegetal: Arenillo, cedro, caoba, negro y blanco, laurel, aguacatillo, ciprés, guayacán, nogal, pino, Campeche, y achiote, maderables como:  Laurel Tuno, parasiempre, cedro negro, comino.  También se producía otoba, acónito, árnica, ruibarbo, romero, amapola, cebada, culén, altea, licopodio, acedera, vainilla, quinas, etc. 









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