miércoles, 29 de agosto de 2012


Las Bethlemitas vienen a Filandia
Agosto 29 de 1907

LA RVDSMA. MADRE GENERAL MARIA LUISA SALINAS PRESIDE LA FUNDACION
(DE LOS ARCHIVOS DE LA COMUNIDAD)

El 5 de febrero de 1907, dos religiosas Bethlemitas, Madre María de Jesús Ruiz y otra, cuyo nombre no recordamos, llegaron a Filandia, venidas de Palmira, con rumbo hacia Bucaramanga.

Según algunos comentarios, las citadas Religiosas llegaron a ésta, porque extraviaron el camino, pues otros datos más ciertos aseguran que el paso por Filandia era camino obligado para dirigirse al Norte.

El Reverendo Padres Francisco de Paula Montoya, entonces Cura de esta población, y a quien la Comunidad lo señala como su fundador e insigne benefactor, dejo consignado en sus notas intimas una relación que dice así: Una tarde lluviosa llegaron al Hotel, unas religiosas de Palmira  que viajaban para Bogotá, tuve oportunidad de conocerlas porque fueron a pedirme las confesara y les diera la sagrada comunión”.

Con el celo y fervor que lo caracterizaba, pues así se traduce en sus escritos, añade el citado Sacerdote, que durante el Santo Sacrificio de la Misa pidió insistentemente a Dios Nuestro Señor, le diera su ayuda para poder traer a esta población la Comunidad de Hermanas que acababa de conocer.

Momentos después de dar gracias a Dios, después de la Santa Misa –continúa el Padre en su relación- se dirigió al Hotel para saludarlas y al encontrarse con un amigo suyo, el señor Rodolfo Gómez, le habló con tal persuasión y en términos que él después no acertaba a explicarse por que lo hacia: “Vamos al Hotel que allá están unas religiosas y esta Comunidad son las que voy a traer aquí”. Después de cambiar ideas con el señor Cura, las religiosas manifestaron la mejor buena voluntad para quedarse en vista del celo y generosidad del señor Cura y entusiasmo del pueblo.

Las Madres informaron al Padre Montoya sobre todo cuanto pudo interesarle acerca de la Congregación; su fin, su aprobación y las casas existentes en Colombia.  El Reverendo Padre Montoya, le envío es mismo día, a nuestra Rma. Madre Superiora General, María Luisa Salinas, de visita entonces en la ciudad de Palmira, el siguiente telegrama:

“Filandia 6 de Febrero de 1907
Reverenda Madres Superiora Bethlemitas, ésta, Casa, muebles listos.
Dìcennos Reverendas van Bucaramanga, quedaràsen aquí gustosas con anuencia Su Reverencia. Suplicàmosle esta gracia. Población DOCE MIL HABITANTES (12000); entusiastas no ahorran sacrificio.  Aguardamos inmediata contestación. –CURA”.

Nuestra Rma. Madre General contestó inmediatamente:

“Señor Cura de Filandia.
Agradèzcole benévola acogida Bethlemitas. Constituciones prohìbennos fundaciones sin previo permiso  Prelado Diocesano. Obténgalo, trataremos gustosos fundación. –Superiora General Bethlemitas”.

Las Bethlemitas viajeras, siguieron su camino al siguiente día. Animado el Padre al despedirse a no desmayar en su proyecto, ya que la Comunidad que estaba destinada para Cali, se encontraba en Palmira, y era difícil que nuestra reverendísima Madre General la destinara para Filandia.

El R. Padre Montoya, movido de nobilísimos sentimientos, inmediatamente comunicó su anhelo a algunos caballeros; con este fin constituyeron una junta llamada de los “JOSEFINOS”, quienes emprendieron el trabajo de recolección de fondos, etc.

El señor Cura practicó inmediatamente las diligencias que la Superiora General le solicitará sobre aprobación del Ordinario del lugar, Excelentísimo Señor Obispo Nacianceno Hoyos.  Este aprobó la empresa y le dio su bendición.

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El 16 de febrero el señor Cura dirigió a nuestra Reverendísima Madres Superiora General, el siguiente telegrama:

“Superiora.
Diocesano concediòme permiso. -CURA”.

El 29 de agosto del mismo año, llegaron las bethlemitas a Filandia.  Nuestra Reverendísima Madre General, María Luisa Salinas, presidió la fundación.  Quedo como Superiora Local la R.M. Agustina Mayral (Española). Las reverendísimas Madres Antonia Icaza, Natalia Martínez, Luz Chávez, Gertrudis Sánchez, y Mercedes Arturo, la acompañaron.  El Reverendo Padre Montoya salió con ellas desde Palmira por la vía de Cartago, pernoctando en Alcalá.  Hasta este lugar fueron a encontrarlas las personas más salientes del pueblo y su llegada motivó gran regocijo en todos los habitantes, y fueron numerosas las donaciones que les hicieron.

Los primeros veintidós días las Bethlemitas estuvieron alojadas en la Casa  Cural, allí empezaron sus trabajos de enseñanza con el personal que estaba preparado para el caso.  Las alumnas en parte tenían algunos conocimientos, pues venían de un Colegio que existía en la localidad, regentado por la señorita Margarita Arbeláez, el cual se clausuró con la fundación del Colegio.

En Septiembre se trasladaron las religiosas al local que actualmente ocupa la Comunidad.  Este constaba entonces de 5 piezas pequeñas y todo lo demás en construcción. Anexo a la pequeña casa había un lote destinado para la ampliación del edificio.  Al principio se instaló la capilla en un salón pequeño (lo que hoy es la sala de recibo).  Una vez establecido el culto acudieron allí los vecinos para asistir al Santo Sacrificio de la Misa, que se celebraba una vez por semana.   Diariamente el señor Cura venía a dar la Sagrada Comunión a las religiosas.

El excelentísimo Señor Obispo, en carta de marzo 1º. Del mismo año había manifestado a nuestra reverendísima Madre Gertrudis, su buena voluntad y aún màs, sus agradecimientos por el interés que la Comunidad manifestaba por las almas que tan directamente le tocaban a èl.  Tan pronto como se informó de la llegada de las Bethlemitas a esta ciudad les dirigió un telegrama en estos términos:

“Religiosas Bethlemitas:
Filandia.
Contentísimo estoy por noticia llegada a esa VV.RR. Bendìgolas de corazón.- NACIANCENO, Obispo”.

Nuestra Reverendísima Madre General, María Luisa Salinas, partió para Bogotá el 21 de agosto no sin antes haber exigido se le dieran garantías acerca del sostenimiento de las religiosas. Con este fin se organizó una comisión compuesta por los señores Demetrio Salazar, Florencio Echeverri, Jesús Naranjo, José Luis Gutiérrez y José María González, presididos por el señor Cura.

En los primeros días se  les procuró la alimentación a las religiosas, obsequiada por los vecinos.

El Reverendo Padre Montoya, proveía con paternal solicitud porque nada les faltara.

Se fijó una pensión por la enseñanza, pequeña es verdad, pero suficiente para atender los gastos. Por iniciativa del Padre Julio, redentorista, se solicitó la Escuela Pública.  El Gobierno la dejo a cargo de las Bethlemitas, de manera que el auxilio por este concepto, vino a aumentar la pequeña entrada.  Desde el principio, el Colegio tuvo personal de alumnas internas y externas. La enseñanza se dictaba de acuerdo con los programas del gobierno.[1]





[1] Carlos E. Restrepo