lunes, 21 de octubre de 2013

EFECTOS DE LA GUAQUERIA EN EL QUINDIO


EFECTOS DE LA GUAQUERIA EN EL QUINDIO

Los primeros colonos llegados a los territorios del actual Quindío, aparecían atraídos por la fama de la colosal riqueza en oro de sepulcros Quimbayas. Se dedicaron a la práctica guaquera, sin interrupción hasta 1914, año en el que comenzó su decadencia.


En Montenegro se obtuvo oro por quintales (antigua medida española, equivalente a 45 kilos). Ambiente que produjo la calentura guaquera en la mente de los colonos recién llegados.

“Personas no conocían guacas, y en su vida no habían cogido un recatón en sus manos, y se iban a guaquear… Allí  en Montenegro, a muchos guaqueros, mientras se limpiaban un ojo les robaban los víveres; ¡que desesperación para esa pobre gente al ver sacar tanto oro y que ellos tenían  que volverse para su casa porque no tenían qué comer!

Nadie les vendía, ni tenían con que comprar.  Las exclamaciones de estos pobres eran muchas y muy variadas, hechas principalmente por las gentes horadas.  A veces los picaros también exclamaban y decían “me han robado” sin ser cierto.

Cuando a un ladrón le robaban los víveres, se callaba, se iba donde guaqueros inocentes, les daba aguardiente (de contrabando ¡y les robaba su mercado.

La guaca más rica de que se tenga conocimiento, pasaba de medio quintal el oro (en coronas, bastones, cornetas, etc.).

Cuando los guaqueros no encontraban más guacas comenzaron a irse; en estas aparece el simpático cuento: “Que unos guaqueros perdidos en las montañas del Quindío se habían encontrado la laguna del indio Maravélez; que en las aguas cristalinas de esta laguna flotaba un atotuma de oro que no se dejaba tocar porque estaba encantada, y si alguno la tocaba pitaba como un toro y desparecía. Que en esa laguna  el rey Calarcá había depositado todo el oro de su imperio para irse a pelear con los españoles”.  Este cuento le costó un poco de dinero a la gente; las personas más crédulas se volvieron casi locas buscando esta laguna.

Días después de pasada la guaquería de Montenegro, una mujer les dijo a  unos guaqueros que fueran a buscar guacas a tal parte, que allà se oían campanas, bandas de músicos, conversaciones, etc.  En seguida se fueron los guaqueros al punto indicado y descubrieron  el pueblo de Soledad.  Allí los indios habían  hecho un banqueo tan grande como una plaza de toros,  Allí debió haber sido otro centro de gobierno, y los gobernantes reyes.  A estos reyes, cosa misteriosa, no los enterraban como a los demás indios.  Este sistema de enterrarlos era en premio o castigo, por la superioridad de que estaban investidos.  A estos indios, vivos o muertos, lo quemaban. Las cenizas y el oro que tenían los echaban en cántaros de barro y los enterraban.  En cada quemada quemaban mucha gente, porque en las vasijas de cada guaca se encontraban  huesos quemados de muchos indios.

Por docenas se contaban las diademas de oro, los bastones, cinturones, pulseras, polainas, esquilones, caracoles, lagartos, mariposas, caciques, sapos, etc., y por último, un  pájaro de oro de regular tamaño que, soplando uno por un orificio que el pájaro tenia en la corona, cantaba como una soledad.  De allí viene el nombre del pueblo.

La suerte favorecía a estos aventureros, pero abusaron de ella.  El oro lo regalaban, o hacían parrandas costosas y decían: “Nosotros sí la gastamos, no como esos ricos hambrientos que no conocen la necesidad del pobre; nosotros podemos gastar; sabemos dónde hay oro y sabemos sacar”.

Los cálculos se les hicieron adversos; la suerte los abandonó; están con hambre; muchos han muerto y los han enterrado con camisa prestada


Procesos de producción cultural que se dieron desde fechas muy tempranas en el continente americano la explotación milenaria de sal es el del saldo de “La Plata”, que ha mostrado materiales cerámicos asociados a carbón”.[1]


Con la bonanza guaquera arribaron enjambres de inmigrantes de toda índole social en buscar de riqueza fácil y vertiginosa. Sin desconocer que la mayoría venían a buscar fortuna horrada,  se colaron otros dedicados a la rapacidad.




[1] Luis Arango C. Recuerdos de la guaquería en el Quindío. Tomo I. 1974 Pàg.10,11,12