miércoles, 28 de febrero de 2024

APORTE HISTÓRICO DE AFRANK M. CHAPMAN, EN LA HISTORIA DE LA ORNITOLOGÍA COLOMBIANA.


APORTE HISTÓRICO DE AFRANK M. CHAPMAN, EN LA HISTORIA DE LA ORNITOLOGÍA COLOMBIANA.

Expedición No. 1. Buenaventura al Valle del Cauca; Reconocimiento, Cali a Girardot por el Paso del Quindío. 10 de noviembre de 1910 - 4 de junio de 1911.
Expedición No. 3: Extremo inferior del Valle del Cauca, Camino del Quindío, Cartago al río San Juan.

El 13 de mayo, Fuertes y Chapman iniciaron su viaje de regreso a Nueva York en un reconocimiento por el Cauca hasta Cartago, de allí sobre el Paso del Quindío hasta Girardot en el Magdalena, y por ese río hasta Barranquilla, que se alcanzó el 4 de junio.







Nació en 1864 en Englewood, New Jersey, en la ciudad de Nueva York. A la edad de ocho años se apasionó por el estudio de la avifauna, cuando en unas vacaciones familiares contempló un hermoso Cardenal americano (Cardinalis cardinalis), en el estado sureño de Georgia, ave que lo cautivó tanto, al punto de que nunca dejó de observar y estudiar las aves.

Por corto tiempo de su vida ejerció el oficio de banquero, pero pudo más su pasión por las aves, que hizo que se dedicara casi todo el tiempo de su vida a la observación y estudio de las aves.  Su actividad como banquero le permitió la oportunidad de viajar y visitar museos y conocer muchos de los ornitólogos más importantes de su país, quienes quedaron impresionados por la calidad y detalle de sus observaciones.

El propósito de esta abreviada reseña de Frank, proviene de la importancia que significó para la historia de la ornitología en Colombia en los inicios del silo XX, por los años de 1911 a 1915, tiempo durante el cual emprendió la observación y estudios de las aves, lo que incitó un movimiento conservacionista, causado por sus expediciones enfocadas a determinar la distribución de las aves en términos ecológicos y topográficos en el territorio colombiano.

LAS EXPEDICIONES DE CHAPMAN A COLOMBIA (1911-1915)

Su objetivo, el estudio de la ornitología y de la diversidad de aves que para la época existían en Colombia y Sudamérica, siendo su principal propósito la búsqueda y descubrimiento de dichas especies, sus variedad, hábitos y distribución geográfica.

Eligió a Colombia como el primer foco de operaciones, por su cercanía con los EE UU, que para ese tiempo ejercía su intervención del territorio de Panamá y construcción del canal interoceánico, territorio que además, poseía las condiciones fisiográficas y climáticas más diversas, representadas con la mayor biodiversidad de América del Sur.

Biodiversidad, representada en sus recursos naturales, por más de 300 años de colonialismo ejercido por España sobre el conocimiento de los recursos naturales de sus colonias.

Un siglo después, una vez lograda la independencia de la corona española. Inmediatamente después de la campaña libertadora, el territorio se aperturó una pléyade de coleccionistas de avifauna que traficaban especies con destino a los museos europeos, además del inimaginable comercio de pieles de aves para surtir las modas de vestuario (principalmente) femenino de los países europeos.

Con estas incursiones, empezó la catástrofe biodiversa del continente, en especial en Colombia, de donde partieron en barcos con rumbo al viejo continente, colosales cargamentos de especímenes de fauna, flora y otros recursos naturales con destino a colmar los museos y satisfacer la demanda de los mercados del viejo continente.

RECONOCIMIENTO Y OBSERVACIONES DE CHAPMAN POR EL CAMINO DEL QUINDIO.

De Cali a Cartago.

Viajó en barco a vapor, de Juanchito (puerto sobre el río Cauca en Cali), hasta Cartago. El Cauca,  rio angosto, (con un promedio de ciento cincuenta a doscientos metros de ancho) permitía ver los detalles de ambas orillas; la corriente de agua estaba alta, aproximadamente tres millas por hora. La distancia en línea aérea entre Cali y Cartago aproximadamente  de noventa millas,, y navegando en barco a vapor por el río, es de 172 millas; pero si el bobinado. El barco aumenta la duración del viaje, también aumenta la encanto de ello.

De Cartago a Girardot.

En Cartago, gracias a la asistencia del Señor Jesús Vélez, conseguimos montar y cargar animales sin demora y comenzamos nuestro viaje a través del Quindío el día de nuestra llegada.

El camino que cruza los Andes Centrales por el paso del Quindío ha sido transitado durante siglos. Hasta los límites inferiores de la Zona Templada (alrededor de 9000 pies), el país por el que pasa está más o menos conservado, su carácter primitivo es por lo tanto, no siempre obvio para alguien en el camino. Sin embargo, la descripción del Dr. Allen de las estaciones en las que él y Miller posteriormente recolectaron, suministraron los detalles esenciales, y doy aquí sólo la visión generalizada de lo que se puede  ver desde la silla.

Durante los primeros siete u ocho kilómetros, el sendero, luego de salir de Cartago, pasa sobre lomas bajas que ubicadas desde  Cartago a Piedra de Moler, a orillas del Río de la Vieja, a una altura de cien pies sobre Cartago. El terreno es bastante árido, y más o menos cubierto de arvenses. Desde la cumbre de la cresta, se tiene una vista de un valle bien boscoso que se abre hacia el Cauca. Valle muy estrecho y rodeado de colinas que marcan su terminación. como valle y pasa hacia un relieve montañoso, al norte de Cartago.

Después de cruzar el río de la Vieja, el sendero, durante las siguientes diez o doce millas, pasa por una depresión comparativamente nivelada conocida como La Hoya del Quindío. Está bordeado por un tupido matorral y algunos bosques primarios, con mucho bambú fino, que alcanza su límite superior a unos 5500 pies. No hay perspectivas hasta que, al final de unas diez millas, el sendero asciende gradualmente. y se dirige por relieve ondulado. La depresión por la que hemos pasado, a lo lejos,, detrás de nosotros se ven los Andes occidentales, y a cada lado, se abren los valles laterales bien arbolados. Unos kilómetros más adelante el pintoresco pueblo de Filandia (6400 pies) y más allá tuvimos nuestra primera vista de los Andes Centrales con los nevados de Santa Isabel y Tolima.

Llegamos a Filandia a las cuatro de la tarde, después de ocho horas de viaje en mula desde Piedra de Moler, en una distancia de unas veinticinco millas con subida, siempre gradual, de unos tres mil pies. Todavía estábamos en las estribaciones que, en ondas suaves, redondeadas, verdes y cubiertas de hierba, que descendían  hacia el Valle del Cauca y se ubican de norte a sur a lo largo de la base de la cordillera de los Andes Centrales, que asciende de manera impresionante a lo largo un valle parecido a una llanura al este. A partir de ese momento tuvimos unas magníficas pero breves vistas de Santa Isabel y Tolima.

Pasamos la noche en Filandia y a la mañana siguiente cruzamos el valle hacia el este. Al cabo de una hora entramos en el primer primitivo bosque por el que había pasado el sendero y desde este punto hasta la cumbre de la cresta que domina el río Quindío, con la Boquilla (Boquía). En el terreno, hay mucho bosque de la Zona Subtropical. Aquí vimos a Hypopyrrhus pirohipogaster por primera vez. Después de vadear el río Quindío y un rápido caudal que fluye, en la Boquilla (Boquía) (alt. 6100 pies), el sendero sube abruptamente a través campo abierto hasta Salento, al que se llega en una subida de treinta minutos de 900 pies.

Salento (alt. 7000 pies), de pie sobre un estante en la base de la cocina principal de los Andes Centrales, es el último pueblo por el que pasa el viajero hacia el valle del Magdalena hasta llegar a Ibagué en la base oriental del cadena.

Aunque se ha ganado una altitud de unos 3500 pies sobre Cartago, la pendiente es tan baja que no se ha hecho ninguna escalada real, y la ascensión se puede decir que los Andes comienzan definitivamente en Salento o, para ser más exactos, en el río Quindío, 900 pies debajo de Salento.

Una hora después de salir de Salento sentimos que estábamos en el corazón de Los Andes. Abajo se extendía el valle del Quindío, alfombrado de pasto y con una crecimiento disperso de altas palmeras que bordean el arroyo que lo atraviesa; arriba había un sinfín de montañas que conducían al páramo marrón y relucientes nevados de Santa Isabel.

Hasta que alcanzamos una altitud de 9000 pies hubo poco crecimiento cerca el sendero y la descripción detallada de Allen de la estación recolectora cerca. Se debe consultar en Salento para obtener información sobre la naturaleza del Vegetación primitiva en este punto. A la altura indicada llegamos al límites inferiores de la Zona Templada y coincidentemente los límites superiores en que la tierra había sido despejada para fines agrícolas. En consecuencia, los bosques ahora bordeaban o estaban cerca del sendero. Al principio estaban compuestos de grandes árboles de ramas abiertas entre los que destacaban los finos robles. A medida que ascendíamos se volvieron mucho más bajos y más finamente ramificados, con Hojas pequeñas, rígidas y muy juntas, y provistas de abundante musgo blanco.

Este bosque de la Zona Templada cubría espesamente las montañas hacia boca del paso. En Laguneta (10,000 pies) presento una completa y abundante presencia de aves,, lo que nos indujo a seleccionar este lugar como lugar de recolección. Estación para Miller y Allen quienes, tres meses después, hicieron una contribución muy valiosa colección que destaca especialmente por la cantidad de Grillarías que contenido.

A 9000 pies conseguimos un espécimen de Myioborus chrysops, el primero indicio de fauna en la vertiente oriental, y al día siguiente se descubrió que era abundante en el Tochecito. En Laguneta, distante sólo tres horas por mula de Salento, la avifauna había cambiado por completo. Las especies subtropicales  quedaron atrás y en sus lugares tan característicos templados, ves de zona como Semimerula gigas gigantodes, Atlapetes schistaceus y Psittospiza rieffert eran vistos comúnmente al borde del camino.

Luego de cruzar la divisoria (11,500 pies) el descenso hacia Volcancito es a través de un país donde el bosque ha sido talado recientemente, pero el La evidencia indicaba que había cubierto las laderas de la montaña, como en un listones desde el sendero todavía lo hace.

A unos 1000 pies debajo de la cumbre, las palmas de cera (descubiertas en el Quindío) fueron encontrados por primera vez y descritas por Humboldt y Bonpland en 1801). Estos majestuosos árboles, en grupos dispersos o en masas densamente pobladas, eran las formas arbóreas más abundantes, desde este punto hasta el río Toche. Estas alcanzan una altura de al menos 180 pies y fueron de especial interés para nosotros como hogar del fino Loro Orejiamarillo (Ogonorhynchus icterotis). En este lugar casi todas las palmeras estaban ocupadas por un par de estos pájaros cuyos nidos estaban abiertos justo debajo de las hojas más bajas.

El sendero ahora desciende en pronunciados zigzags hasta el río Tochecito (alt. 9000 pies), un torrente de montaña de unos diez pies de ancho con bancos bordeado por un frondoso sotobosque y algunos pequeños revestimiento de parásitas arbóreas. Más allá de estas orillas, las laderas de las montañas estaban cubiertas de palmas de cera. con un crecimiento más denso y tupido. Los pájaros no eran numerosos.

Existen condiciones esencialmente similares al Valle de Toche (7100 pies) de desde donde se obtiene una vista impresionante desde algún punto del sendero, al menos 2000 pies por encima de él. A la derecha se divisa el curso del bello y espumoso río Toche, aquí de unos veinticinco metros de ancho, es el hogar del pato de torrentes (Merganetta columbiana) y Ousels (Cinclus leuconotus); A la izquierda a cierta distancia, el fondo del valle está cubierto por un denso y creciente bosque que, lamentablemente, no podemos explorar.  Las especies tomadas en este punto son, como era de esperar, referibles al Valle del Magdalena, en lugar del Valle del Cauca.

Ya habíamos regresado a la Zona Subtropical. Hay un pequeño asentamiento sobre el Toche y desde este punto en adelante hasta Ibagué la zona limítrofe del camino está, o ha estado, en gran pate ocupada de pequeños cultivos. El  bosque original se encontró a intervalos, especialmente cerca de El Edén, pero el trabajo del hombre cerca del camino y las densas nubes que a menudo oscurecían todo, excepto el paisaje inmediato, hizo difícil tener una idea muy clara de las condiciones primitivas en esta parte del sendero, aunque a la distancia, los lados de la  montaña en general, parecían estar selváticas.

Ibagué (alt. 4850 pies), una ciudad de varios miles de habitantes, está situada en la unión de los llanura del Valle del Magdalena y la cordillera. Desde este punto hasta el río Magdalena el camino pasa por un territorio cubierto de pasto, zona de pastoreo con árboles más o menos achaparrados que bordean los arroyos, pero sin un bosque real. Montículos semejando fortalezas de murallas de  castillos, muy erosionados, que surgen abruptamente a varios cientos de pies de la llanura, son rasgos característicos de esta parte del Valle del Magdalena y al menos al norte y al este como en las cercanías de La Dorada sobre el río, donde el valle superior semiárido se funde con el región de bosque húmedo.

 El 13 de mayo de 1911, pocas horas después de Chapman y Fuertes comenzaron su viaje de regreso a casa.


Marcha por el Quindío.

Frank m. Chapman, empezó su paso por las montañas del Quindío. Primero, salió desde Cali a Cartago, embarcado en un vapor que abordó en Juanchito, puerto de Cali, navegando por el rio Cauca, una distancia de 172 millas. Arribo a Cartago, en donde fue asistido por del Señor Jesús Vélez, quien le consiguió algunas mulas y otros bagajes necesarios para su travesía, y sin demora, comenzó su tránsito a pie a través del camino del Quindío el mismo día de su llegada a Cartago.

La ruta que cruza los Andes Centrales, denominado el paso del Quindío, que por siglos ha sido transitado, empezó su recorrido, y en los primeros siete u ocho kilómetros, luego de salir de Cartago, pasó por una serie de lomas bajas, solitarias, cubiertas de vegetación de sabana, localizadas entre Cartago y Piedra Moler, a orillas del río de La Vieja.

Después vadear el río, continuó el camino, recorriendo diez o doce millas, por la depresión conocida como “El Hoyo de Quindío” (Hoya del Quindío). Ruta bordeada por una selva tupida y algunos abiertos hechos por los colonos a orillas del camino, causándole admiración los grandes parches de guadua.

A unas diez millas, de Piedra de Moler, ascendió lentamente, buscando la cumbre de la cordillera, una vez superado su tránsito por la “Hoya del Quindío”, lo que le permitió ver a plenitud las crestas de los Andes, de la ladera occidental, unos kilómetros más adelante en el pintoresco pueblo de Filandia y más en lontananza, la impresionante vista de los nevados de Santa Isabel y del Tolima.

A Filandia arribó a las cuatro de la tarde, después de ocho horas de viaje en mula desde “Piedra Moler”, en una distancia aproximada de veinticinco millas, en subida, gradual.  En este lugar, que le presentaba un paisaje de colinas, redondeadas, cubiertas de pastos verdes. disfrutó del magnífico paisaje que le proporcionaba el sito, con el fondo de los nevados de Santa Isabel y Tolima.

Pasó la noche en Filandia, a la mañana siguiente cruzó por una prehistórica selva por donde pasaba el sendero, arribando a una cima (Alto del Roble), desde donde se apreció los rumbos del río Quindío y la quebrada Boquilla (Boquía);en este lugar avistó por primera vez un Hypopyrrhus pirohipogaster.

Después de vadear la quebrada Boquía y el río Quindío, en treinta minutos de ascenso por un sendero a campo abierto llegó a Salento, último pueblo que cruzó hasta su llegada a Ibagué en la ladera oriental de la cordillera. Consideró que en Salento comenzaba el verdadero ascenso de los Andes, más exactamente, en las orillas del río Quindío.

A una a hora de su partida de Salento, observaba el valle del Quindío, alfombrado de exuberante naturaleza verde y altas palmeras que bordean el camino; adelante, un sinfín de montañas que conducían al páramo, desde donde se apreciaban los relucientes nevados de Santa Isabel y Tolima.

A una altitud de 3000 metros, el sendero presentaba poca vegetación, pues sus terrenos habían sido despejados para fines agrícolas. En consecuencia, los bosques apenas bordeaban o estaban cerca del camino, compuestos de grandes árboles de ramas abiertas entre los que destacaban los finos robles.

A medida que ascendía la vegetación se presenta chapara y más ramificada, con hojas pequeñas, rígidas y muy juntas, cubiertas de musgo blanco. Este bosque cubría la montaña hasta la boca del paso (Boquerón del Páramo).

En Laguneta sitio ubicado a (3200 m.s.n.m), sobre el camino, debido a la abundancia de aves, lo incitó a seleccionar este sitio para la observación y recolección de avifauna, en donde, tres meses después, hicieron una valiosa colección que destaca especialmente por la cantidad de Grallarias.

A 2800 m.s.n.m., cerca al torrente del río Tochecito, en la vertiente oriental avistó un espécimen de Myioborus chrysops, al día siguiente se descubrió que era abundante en el Tochecito.

En el sitio denominado “Laguneta”, distante sólo tres horas a lomo de mula de Salento, noto que la avifauna había cambiado por completo.  Luego cruzó la divisoria (3.345 m.s.n.m), siguiendo en descenso hacia el punto “Volcancitos”, sobre la ladera Oriental. Atravesó un terreno donde el bosque había sido talado recientemente para usos agrícolas y ganaderos.

A unos 3000 m.s.n.m, después de la cumbre, en el sitio denominado “La Ceja”, aparecen de nuevo las palmas de cera, descritas en el viaje de Humboldt y Bonpland en 1801. Estas majestuosas palmas, formaban grupos de magna exuberancia, constituyéndose en la especie arbórea más abundante, desde este punto y hasta el río Toche. Palmas que alcanzaban una altura de al menos de 58 metros de altura y que representaron especial interés para el ornitólogo, por ser el hogar del Loro Orejiamarillo (Ogonorhynchus icterotis).  Casi todas las palmeras estaban ocupadas por un par de estos pájaros cuyos nidos se ubicaban en sus tallos, justo debajo del penacho de hojas.

De este sitio, el sendero descienda en pronunciados zigzags hasta el río Tochecito (alt.2900 m.s.n.m.), un río de montaña de unos tres metros de ancho, bordeado por barrancos provisto de tupido bosque y arboledas cubiertas de hermosas parasitas y orquídeas. Más allá, de sus orillas, sobre las laderas de las montañas estaban cubiertas de palmas de cera que sobresalían sobre el tupido bosque; paisaje básicamente similar al Valle de Toche, a 2160 m.s.n.m. Desde algún punto del camino, al menos 60 metros por encima de su humanidad, logró una vista impresionante de la montaña. A la derecha veía el curso de bello y espumoso río Toche, aquí, de unos veinticinco metros de ancho, y hogar de patos de torrente (Merganetta columbiana) y Ousels (Cinclus leuconotus). A la izquierda, a cierta distancia, el valle está cubierto por un denso bosque, del cual lamentó, no haberlo explorado, a causa de una amplia variedad de especies existentes en ese punto, Describe a Toche como un pequeño asentamiento, y desde este punto en adelante hasta Ibagué, el territorio que bordea el camino estaba, o había estado gran medida cultivado por colonos El bosque primario se encontraba a intervalos, especialmente cerca de un tambo denominado “El Edén”, pero de cuando en vez, se presentaban zonas de cultivo cerca del camino.  Las densas nubes que a menudo oscurecían todo, excepto el paisaje inmediato, hizo difícil tener una idea muy clara de las condiciones primitivas en esta parte del sendero, aunque las montañas distantes en generales parecían estar selváticas.

El estudio se originó en la recopilación de aves y mamíferos e información sobre ellos; lugares de su hábitat y su objetivo final, fue el descubrir el origen las zonas faunísticas de América del Sur existentes en la época. Estudio que se constituyó en el primero compendio de la distribución de las aves del país, que sirvió como punto de partida para los futuros estudios sobre el tema, fundamentados en el sistema clasificación natural de Linneo en Colombia.

Fue en 1838 o 1839 cuando un coleccionista francés, residente en Bogotá, comenzó a enviar pieles de pájaros a París. Artículos proporcionados por los nativos, que aprendieron cómo preparar pieles, práctica que cada vez aumentaba en número, y se enviaban a París.

La antedicha reseña del tránsito por el camino del Quindío del estadunidense Frank M. Chapman, originado en la temática de la observación y conservación de las aves y la ornitología colombiana, constituye en indicador para estudiar e interpretar la histórica mutación ecosistémica primaria y su consecuente trasformación, resultante de su intenso tráfico por las diferentes oleadas migratorias que trasegaron y colonizaron el territorio aledaño; circunstancias que causaron una amplia trasformación e impacto por el uso y aprovechamiento constante de su biodiversidad, y que se constituye en indicador en la fundamentación de la Quindianidad. Cuestión que evoluciono y trasformó el medio natural primigenio, determinando aspectos tales de pérdida e introducción de flora y fauna y la consecuente modificación del paisaje natural en paisaje cultural.

Por las consideraciones descritas conviene dar una mirada histórica a la mutación biodiversa aledaña al Camino, desde la época Prehispánica, hasta los inicios de la República. De este modo, prescribir la transformación indiscutible del territorio formado en el tránsito de la ruta.

 

Por: Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

 

Fuente: FRANK M. CHAPMAN. LA DISTRIBUCIÓN DE LA AVIFAUNA EN COLOMBIA; UN APORTE A UN ESTUDIO BIOLÓGICO DE AMÉRICA DEL SUR. VOLUMEN XXXVI, 1917 Editor, J. A. ALLEN. NUEVA YORK. PUBLICADO POR ORDEN DE LOS FIDEICOMISARIOS. 1917

 

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