sábado, 18 de febrero de 2017

FILANDIA DESTINO ECO-AGRO TURÍSTICO Y CULTURAL.

FILANDIA DESTINO ECO-AGRO TURÍSTICO Y CULTURAL.

Filandia se consolida como destino turístico nacional e internacional, contexto que genera preocupación por el masivo  atiborramiento  de turistas en su zona urbana, ambiente que viene ocasionando las molestias concomitantes a la actividad: desorganización vial, colapso de servicios públicos (agua, alcantarillado, energía eléctrica), contaminación visual, auditiva, desmedido tráfico vehicular, deficiencia en parqueo, etc.), verdad que pone en evidencia la ausencia de una planificación turística local.



Su área rural presenta un cumulo de potencialidades turísticas sin revelar, verdaderos “tesoros y campeones” representados en sus habitantes y recursos locales, que adecuadamente catalogados podrían constituir una alternativa de alto valor  turístico de corte comunitario. Ante todo, ofrecer a los visitantes la amabilidad, calidez y cordialidad de la población rural filandeña, factores que reflejan su estirpe cultural e histórica.


Como no revelar lo tradicional del paisaje rural cafetero, los elementos  que guardan el encanto de tiempos pasados y presentes, representados en los recursos locales, biodiversos, históricos, culturales, tradiciones y económica, aspectos que no se entrevén  y se desatienden como atractivos turísticos.


Sinnúmero de “tesoros y campeones” relacionados con los procesos productivos, artesanales, culturales y agroindustriales: historia, arqueología, arquitectura y otras experiencias maravillosas de producción agropecuaria que se desarrollan en las 24 veredas del municipio, que permitirán una experiencia extraordinaria de reconocimiento y relación del hombre con el medio ambiente y su cultura.



Ideas creativas como la fabricación de almohadas de carbón de guadua diseñada para combatir el estrés por don Ovidio, un campeón orgulloso de su “tesoro”, es una muestra indiscutible de la diversidad de manifestaciones culturales de la zona rural filandeña, representadas en el arte, cultura, tradición, religiosidad, voluntad y costumbrismo.



Otro “tesoro”, es el turismo verde que no está debidamente posicionado como oportunidad turística. El Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen es lugar propicio para sentir y vivir las riquezas naturales; ecosistema mágico y biodiverso, condición que le permitió la declaratoria de área de interés mundial para la conservación de las aves (AICA).

En Filandia se debe pensar en un desarrollo turístico rural comunitario, que fortalezca la competitividad y el emprendimiento en el sector y que contribuya a mejorar la calidad de vida, la protección del medio ambiente y el patrimonio cultural de sus habitantes.

Álvaro Hernando Camargo Bonilla

Vigía del Patrimonio, miembro de la Academia de Historia del QuindíoFilandia destino 

viernes, 10 de febrero de 2017

El verdadero Dorado existía en las entrañas de la Tierra.(microhistoria del camino del Quindío)

El verdadero Dorado existía en las entrañas de la Tierra.


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Fray Pedro Simón en sus crónicas se refería así: "La Provincia de los Quimbayas, en medio de la cual está la ciudad de Cartago, es riquísima de oro. Al comendador Ruy Váez de Sosa le mostró una india de su servicio la sepultura de su padre el Cacique Yambo, y abriéndola hallaron una tabla de oro con que estaba cubierto el ataúd del difunto, que pesó $13,000 de buen oro y saco otros tantos en otras joyas."[1]


Apenas terminaba la Conquista, los rapaces españoles se dedicaron preferentemente a la fácil y lucrativa tarea de explotar las minas de oro. Las hallaron riquísimas y muy productivas en Arma, Antioquía, Buriticá, Zaragoza, Remedios y Cáceres; en Anserma, Cartago, Cali, Popayán y Almaguer; lugares que entonces hacían parte de la provincia de Popayán.

Referencias tomadas del cuaderno de gastos llevado por el director de las minas de la concepción, Lázaro de Molina en el  año de 1751, ratifican lo antes descrito.



Lázaro de Molina, partió de Santa Fe, provisto de ocho arrobas de hierro, dos de acero; once mulas, rumbo a Llano-grande (Ibagué). Lo acompañaban un minero, dos negras, una de servicio y otra con funciones de cocinera; todos con las provisiones necesarias en ropa, toldos, camas, aguardiente, carne, pan y cacao, para sustento durante el tiempo de viaje.

Al llegar a Ibagué les fue preciso esperar catorce días antes de proseguir el viaje, por necesidad de buscar en alquiler los bueyes necesarios para proseguir el viaje por las montañas del Quindío. Allí se aprovisionaron de aguardiente y partieron rumbo a Cartago, a donde llegaron después de tres semanas de viaje, debido al mal tiempo durante el viaje.

De Cartago partieron para el Chamí, en donde por no existir camino para animales, utilizaron 18 indígenas cargueros de silla, con tercios de cuatro arrobas cada uno. En este lugar, se quedaron dos días esperando que les aviasen los  indios y empapelasen los tercios, lo que se entiende taparlos con hojas de bijao; fueron alquilados diez y seis cargueros de silla, porque se sustrajeron dos cargueros de los 18 contratados; uno destinado para el jefe de la caravana, y otro destinado al minero; lo que les salió mal después, porque el minero cayó enfermo el primer día, y urgió darle dar el carguero del jefe para trasportar al minero enfermo, porque uno solo no era suficiente. De modo que al dueño de la expedición,  le obligó  pasar toda la montaña a pie.

PETICIÓN DEL CAPITÁN FRANCISCO FERNÁNDEZ DE PALENCIA. AL GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DEL NUEVO REINO DE GRANADA.
El Capitán Francisco Fernández de Palencia, vecino de Santafé, tuvo noticia de la existencia de ricas minas de oro, plata y cobre en el remoto y desierto páramo del Quindío y sus vecinos había vetas de minerales de plata, oro y cobre. Con el pretexto de contribuir a aumentar las rentas reales, y a la par, poder obtener licencia y dádivas por parte de corona, por el descubrimiento de tierras nuevas y minas para su aprovechamiento, saló de Santafé, el mes de Noviembre del año de 1632.

Ingresó en tres ocasiones a los páramos de cordillera, llevando consigo algunos españoles, esclavos e indios. Exploró por espacio de cuatro meses continuos, a expensas personales, costeando el sustento, cabalgaduras, armas, municiones,  herramientas, avíos, y pago a los indígenas que los guiaron y ayudaron a lo referido y todo lo demás que precisaba el desarrollo de la expedición y descubrimientos, en los que gastó altas sumas de dinero, además, de poner en ostensible riesgo su propia vida y la de sus acompañantes, a causa de la dureza y soledad de los terrenos por donde transitaron, y la presencia por aquellas tierras de los temibles Pijaos rebeldes resguardados en esos parajes.  En sus andanzas descubrió minas de veta de oro y plata muy ricas, de cuyos metales llevó a Ibagué para ensayar la calidad de los metales encontrados en las minas descubiertas, e igualmente proceder a su registro ante el Alcalde ordinario de Ibagué, delimitando su ubicación y pedir el permiso de laboreo por el termino de un año  y definir la escogencia de una mina principal y otra secundaria  y ponerlas en labor, como hizo constar en el respectivo registro que presento ante la real audiencia de Santafé, además de algunas piedras con muestras del metal de las señaladas minas, que hizo ensayar por personas peritas que certificaron su riqueza, pues de un quintal de tierra, fructifican a más de dos marcos de plata y oro.

Por las consideraciones antes expuestas, Francisco Fernández de Palencia, estaba resuelto de volver a las dichas minas y poblarlas, y descubrir otras más ricas que había descubierto en aquel contorno, y si para el efecto, debía gastar en toda su dinero, que era considerable, pedía a las autoridades la confirmación en la otorgación de la licencia de explotación y beneficio en los siguientes términos

“En la vía y forma que más haya lugar (le derecho y me convenga registro ante vuestra señoría las aguas de la quebrada que llaman de Toche desde su nacimiento hasta donde entra en el río de San Juan, con los asientos de ingenios de moler y beneficiar metales que hubiere en la dicha distancia”.
A Vuestra Señoría pido y suplico etc.

Francisco Fernández de Palencia.




[1]Restrepo Vicente. ESTUDIO SOBRE LAS MNAS DE ORO Y PLATA DE COLOMBIA. Segunda edición. Imprenta silvestre t compañía. Bogotá 1888. Pág 47

miércoles, 1 de febrero de 2017

El pueblo Quimbaya fue mancillado hasta en sus sepulturas.

El pueblo Quimbaya fue mancillado hasta en sus sepulturas.



Ambiciosos e Insaciables guaqueros traficantes de tesoros indígenas, horadaron y profanaron sus cementerios, denominados “patios de indios”; reputados por la riqueza de su orfebrería: como lo fueron: Pueblorrico y Montenegro, y La Soledad cerca de Filandia.


En 1890, en el sitio de La Soledad, trece años más tarde, de la fundación de Filandia, los guaqueros Norberto Ospina (a. casfú) y Victoriano Arias, extrajeron dos guacas que contenían un preciado ajuar funerario en oro y cerámica, sepultado entre los siglos II A.C. y X D.C. correspondiente al estilo "quimbaya clásico".

Del prolífico hallazgo, denominado: “La guaca de La soledad”, se desprendieron de una pequeña parte, en beneficio de la iglesia de Filandia. Tres libras de oro se entregaron con destino a la compra de las campanas del templo, la cuales fueron fabricadas en Buga. Las demás piezas de oro fueron llevadas a Bogotá, donde, el coleccionista italiano Cario Vedobelli, quien poseía el denominado: "Museo Comercial Italiano en Bogotá", procedió a a clasificar, e inventariar las piezas del tesoro, según su uso, peso y medida, denominándolo: Colección Filandia".


El Presidente Carlos Holguín Mallarino, ordena a la Comisión de Exposiciones, Subcomité de Protohistoria, en agosto de 1891, comprarla por $ 10.000 pesos oro. La "Colección Filandia" pasa ahora a conocerse como la "colección del gobierno". Así, el 20 de julio de 1892, día de la Independencia Nacional de Colombia, Holguín, en su informe al Congreso, se anticipó a justificar la donación del Tesoro de los Quimbayas, diciendo:

“Es la más completa y rica de objetos de oro que habrá en América, muestra el grado de adelanto que alcanzaron los primitivos pobladores de nuestra patria. La hice comprar con ánimo de exhibirla en las exposiciones de Madrid y Chicago, y obsequiársela al Gobierno español para un museo de su capital, como testimonio de nuestro agradecimiento por el gran trabajo que se tomó en el estudio de nuestra cuestión de límites con Venezuela y la liberalidad con que hizo todos los gastos que tal estudio requería.

Como obra de arte y reliquia de una civilización muerta, esta colección es de un valor inapreciable. Antes de mandarla a Madrid propuse al gobierno de Venezuela que tomase la mitad de la colección para que el obsequio fuese de ambos gobiernos. No habiendo sido aceptado el ofrecimiento, determiné hacerlo por nuestra cuenta”.[1]




[1] Carlos Holguín, "Informe al Congreso", 20 de julio, 1892. Diario Oficial, República de Colombia.