El pueblo Quimbaya fue mancillado hasta en sus sepulturas.
Ambiciosos
e Insaciables guaqueros traficantes de tesoros indígenas, horadaron y
profanaron sus cementerios, denominados “patios de indios”; reputados por la
riqueza de su orfebrería: como lo fueron: Pueblorrico y Montenegro, y La
Soledad cerca de Filandia.
En
1890, en el sitio de La Soledad, trece años más tarde, de la fundación de
Filandia, los guaqueros Norberto Ospina (a. casfú) y Victoriano Arias, extrajeron
dos guacas que contenían un preciado ajuar funerario en oro y cerámica,
sepultado entre los siglos II A.C. y X D.C. correspondiente al estilo
"quimbaya clásico".
Del prolífico
hallazgo, denominado: “La guaca de La soledad”, se desprendieron de una pequeña
parte, en beneficio de la iglesia de Filandia. Tres libras de oro se entregaron
con destino a la compra de las campanas del templo, la cuales fueron fabricadas
en Buga. Las demás piezas de oro fueron llevadas a Bogotá, donde, el
coleccionista italiano Cario Vedobelli, quien poseía el denominado: "Museo
Comercial Italiano en Bogotá", procedió a a clasificar, e inventariar las
piezas del tesoro, según su uso, peso y medida, denominándolo: Colección
Filandia".
El
Presidente Carlos Holguín Mallarino, ordena a la Comisión de Exposiciones,
Subcomité de Protohistoria, en agosto de 1891, comprarla por $ 10.000 pesos oro.
La "Colección Filandia" pasa ahora a conocerse como la
"colección del gobierno". Así, el 20 de julio de 1892, día de la
Independencia Nacional de Colombia, Holguín, en su informe al Congreso, se
anticipó a justificar la donación del Tesoro de los Quimbayas, diciendo:
“Es la más completa y rica de objetos
de oro que habrá en América, muestra el grado de adelanto que alcanzaron los
primitivos pobladores de nuestra patria. La hice comprar con ánimo de exhibirla
en las exposiciones de Madrid y Chicago, y obsequiársela al Gobierno español
para un museo de su capital, como testimonio de nuestro agradecimiento por el gran
trabajo que se tomó en el estudio de nuestra cuestión de límites con Venezuela
y la liberalidad con que hizo todos los gastos que tal estudio requería.
Como obra de arte y reliquia de una
civilización muerta, esta colección es de un valor inapreciable. Antes de
mandarla a Madrid propuse al gobierno de Venezuela que tomase la mitad de la
colección para que el obsequio fuese de ambos gobiernos. No habiendo sido
aceptado el ofrecimiento, determiné hacerlo por nuestra cuenta”.[1]
[1] Carlos Holguín, "Informe al
Congreso", 20 de julio, 1892. Diario Oficial, República de Colombia.
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