Volcán Cerro Machín
Catalogado como volcán somma o
pliniano, considerado como uno de los volcanes más peligroso del planeta. Situado el Corregimiento de Toche,
jurisdicción de Ibagué Tolima, sobre la cordillera central, ladera oriental, a una
altura de 2.750 msnm, una Latitud Norte de 4°, 29´ de latitud, y 75°, 22´de Longitud
Oeste, Su cráter contiene tres domos, y mide 2.4 km de diámetro aproximadamente.
Volcán activo en estado de
reposo, su última erupción se calcula que sucedió en el año 1200. Su actividad volcánica se
evidencia en la presencia de sus fumarolas, aguas termales y micro-sismicidad permanente
en sus dos domos ubicados en los alrededores de su cráter.
Su edificio volcánico presenta en
su interior una explanada en forma de media luna, ocupada parcialmente, hasta
hace unos 10 años, por una laguna (actualmente en desecación).
Drenado por el río Coello y/o Toche,
afluente del río Magdalena. Su
ciclicidad en eventos es de aproximadamente cada 800 años y se caracterizan por
ser de gran explosividad y abundancia de flujos piroclástico, siendo la parte
más afectada la cuenca del rio Coello.
En caso de hacer erupción, el
material arrojado por el volcán alcanzaría entre 20 y 40 kilómetros de altura,
llegando a ser visto incluso en Bogotá. Los materiales También bajarían por sus
laderas materiales calientes que represaría afluentes y ocasionaría una gran
avalancha en el río Coello, afluente del río Magdalena. Podría llegar a afectar a cerca de un millón de
personas en los departamentos de Tolima, Valle del Cauca, Quindío, Risaralda y
Cundinamarca.
Los principales atractivos del volcán, fuera de su
actividad fumarólica, sus fuentes termales, la posibilidad de acceder
fácilmente al interior de su cráter, en donde se desarrolla actividad
agropecuaria. Además, es un atractivo paisajístico y allí pueden ser observado
el árbol nacional, la palma de cera. En alguna época, la extinta Laguna del
Machín fue atractiva.
Se aprecian vestigios prehispánicos de origen lítico, como piedras de pilar maíz, que prueba que los indígenas Pijaos habitaron las vecindades del cráter del volcán. Asimismo, se aprecia una tapia construida con piedra de origen volcánico, construida por los colonizadores del lugar y que delimitaba la propiedad de los terrenos sobre la estructura volcánica.
VISIÓN COSMOGONICA.
La sólida relación de las culturas indígenas con su ambiente natural, especialmente el de las montañas y volcanes, les promovía a justificar y explicar su enigmático origen, a través de representaciones y elucidaciones de origen divino, considerándolos como sitios donde moraban las deidades protectoras, y que por consiguiente, les correspondía cuidarlos y rendir culto ceremonial.
“En cercanías del Volcán Cerro Machín vivía un mohán[1] que se aprovechaba de todas las doncellas de la región, pero un día una de ellas, la princesa Dulima se organizó con sus amigas y engañaron al mohán emborronándolo y meciéndolo en una cueva; luego de encerrarlo, taparon la entrada con grandes piedras para que no pudiera escapar.
Cuando el mohán despertó de su borrachera, al no poder salir, hizo temblar el suelo produciendo grandes ruidos y haciendo salir fuego y azufre por la boca de la cueva”.[2]
El duende, según los viejos, es una posible persona del tamaño de un metro, pelo largo como crin de caballo, una nariz puntiaguda y los ojos bien adentro para esconder la mirada, que por naturaleza hace infinidades de maldades y crea todo género de dificultades en todo el mundo.
Se dice que emproblemaba a los aserradores perdiéndole la madera lista que tenían para embarcar por el río; a los campesinos les escondía el machete en el momento de estar rozando la maleza, a otros el canasto en que recogían el café, a otros el hacha cuando la necesitaban para partir la leña, a otros les embolataba el sombrero que finalmente encontraban en cabeza del prójimo desconocido, a otros el guarniel en el instante de pagar la cuenta, a otros los zapatos cuando se disponían a coger camino, a otros les perdía sus vacas que resultaban ordeñadas por manos invisibles, a otros el caballo que amanecía amarrado de su cola a una cerca con nudo difícil de encontrar sus puntas con las manos.
Alvaro Hernando Camargo Bonilla
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