martes, 30 de noviembre de 2021

MITOS Y LEYENDAS

Todavía existen sitios de antiguos caminos donde se ubican mitos y leyendas del pasado, como el “Paso de los aguadeños”, la “Guaca de Fachadas”, la “Trampa del Tigre”, la leyenda de la “India”, de “La Plata”. Hoy, estos sitios son punto de encuentro e intercambio representados en lugares paisajísticos, fondas y/o centros poblados de grata recordación e fenomenal historia y afianzamiento de nuestra "Quindianidad”.

LEYENDA DEL NOMBRE DEL CORREGIMIENTO DE “LA INDA”.


Busto de la India (Plaza del corregimiento)

En el corregimiento de “La India”, municipio de Filandia, fundado por Leocadio Antonio Salazar Mejía, se relata que a principios del siglo XX cuando Don Tulio López, en su finca “La Liberia”, actualmente de propiedad de don Danilo Gómez, más exactamente, en el sito donde se ubica la casa de la finca, en la adecuación del terreno para la construcción de la casa, se encontró  un vestigio indígena en oro, que representaba una imagen femenina. Este descubrimiento influyo en el nombre del lugar “La india”,

La leyenda cuenta que la pieza de oro se vendió por la suma de $30.00 pesos y que actualmente se encuentra en el museo de Las Américas en España. A partir de allí el nombre de “La India”. No se ha precisado el sitio, ni la fecha aproximada lo que ha permitido se envuelva aquello en un viso de fábula y de leyenda.

Según la tradición, el señor que encontró la guaca procedió a partir el muñeco, y al partirla tenía oro por dentro.  Las guacas de la India tienen diez y ocho caminos.

Si La india de oro representó el genero femenino Quimbaya,  fue el Ídolo de ¿en donde se encuentra y el indio?. Al decir de los guaqueros, las fosas de Fachadas y Pavas (Filandia) con salones amplios, labrados y esculpidos fueron santuarios indígenas saqueados por los guaqueros  [1]

 

LA TRAMPA DEL TIGRE.

Alto de los Gallego (antigua plaza de ferias)


En Cajones, cerca a las partidas hacia los municipios de Ulloa, Alcalá, Montenegro y Quimbaya. un tigre que adentraba hasta las habitaciones de las viviendas y mataba los perros que cuidaban

Dicen que un señor Andrés Cardona, quien fuera combatiente de la guerra de los mil días en el grado de coronel, en el alto de los Gallegos, cansado de que dicho animal consumirá terneros y lechones, fabrico un gran hoyo que cubrió con un falso piso, lugar en donde coloco un lechen de carnada para atraer al tigre.

Ocho meses el tigre merodeo receloso, hasta que la curiosidad y el hambre lo hizo caer en tentación, y cayo en la trampa.

Por tal razón este lugar, a partir de ese momento se denomino, LA TRAMPA DEL TIGRE.

 

LA GUACA DE FACHADAS.

 


Por Álvaro Hernando Camargo Bonilla. Academia de Historia del Quindío. Publicado por el diario La Crónica del Quindío el 25 de noviembre de 2012.

 

Aventureros errantes empujados por las guerras y las necesidades llegaron a las tierras de la hoya del Quindío en busca del oro de las guacas Quimbayas. Pasión febril que se consolaba por los golpes de suerte al descubrir tesoros que permitieran salir de la penuria.

 

Filandia hace parte de estas leyendas de tesoros encantados. En la vereda Fachadas, territorio antiguamente habitado por los Quimbayas, se relata la leyenda de que se encuentra un tesoro encantado y que, pese a las persistentes búsquedas, no lo han podido descubrir.

 

Por los años ochenta del siglo XX, hechizado por la práctica guaquera e ilusionado en un golpe de suerte al obtener el tesoro encantado de Fachadas, falleció Eduardo Suaza en su intento de profanar el sepulcro indígena.

 

Cuentan que el Suaza descendió a la guaca por una estrecha boca del túnel de entrada, siguió por este al través una serie de amplios salones conectados por estrechos pasadizos. Hipnotizado por su búsqueda, prosiguió sin ningún equipo de protección, solamente acompañado por la débil luz de una esperma, cuya llama ayudó a consumir el poco oxígeno disponible; al faltar este, Suaza se sintió ahogado, intentó buscar la salida, pero ya en la oscuridad no la localizó.

 

Afuera, sus compañeros de aventura gritaban a viva voz el nombre de Eduardo, esperanzados en obtener respuesta; no obstante, como resultaron infructuosos sus intentos, entraron en pánico pero no quisieron entrar tras el rastro de su compañero por físico miedo. Entonces pidieron la ayuda del Cuerpo de Bomberos de Filandia y Montenegro, los cuales acudieron al lugar para tratar de rescatar al valeroso guaquero. Uno de los bomberos se introdujo al agujero para rescatar al buscador de guacas y corrió la misma suerte de Suaza: se perdió en el boquete.

 

La situación se complicó a tal punto que el suceso trascendió la comarca y el acontecimiento pasó a ser noticia nacional e internacional. Entonces llegaron muchas gentes, procedentes de países como Brasil, Estados Unidos, Canadá, Panamá, Venezuela, atraídos más por la fiebre del oro que por el rescate del guaquero; aparecieron con aparatos sofisticados y modernos a intentar sacar el tesoro. Solo trascurridos 21 días de haber acaecido el evento, rescataron el cuerpo de Eduardo Suaza, salvado por un bombero de Filandia apodado Pezuña, y de apellido Castañeda.

 

Suaza fue rescatado completamente empantanado y descompuesto; su cuerpo presentaba una coloración verde a causa del prolongado tiempo de permanencia en la guaca y los rigores de la humedad; de allí fue conducido en el carro del cuerpo de bomberos a la morgue ubicada en el cementerio de Filandia para la respectiva necropsia.

 

El sitio de la excavación se convirtió en lugar de romería. Enjambres de curiosos y guaqueros, contagiados por la fiebre de los tesoros, con las precauciones del caso trataron de acceder a la caverna, pero tuvieron que desistir del intento al momento de alcanzar el quinto salón de la guaca. La razón es que se apagaban las linternas y se atoraban los tanques de oxígeno que se llevan al lugar. Por lo tanto se ha diseminado el rumor de que este es un tesoro encantado porque nadie ha sido capaz de llegar a él.

 

De esta historia real, y de muchas otras, se nutrieron las leyendas de los guaqueros que llegaron al Quindío donde aun hay algunos esperanzados en sacarse la lotería con una tumba indígena bien provista.

 

Paso de los aguadeños.


Sobre el viejo camino que de la “Plancha”, hoy Circasia, conducía a Filandia, colocado en los altozanos y laderas del cañón del río Roble, quebradas Cajones, la Coca y Portachuelo se encuentra el paso “arriero” y de a pie, que remataba en una fonda caminera conocida con nombre: “Los Aguadeños”, en el cruce de caminos de la Filandia , Española, Quimbaya y Montenegro; El nombre de “Aguadeños”, se debe a que los primeros dueños que fueron unos colonos que llegaron de Aguadas.

Histórico paso del río Roble por un hermosísimo y antiguo puente de herradura, también denominado: puente de los “Aguadeños”. Puente construido con vigas de barcinos, robles y laureles y techado con astillas de las maderas citadas; por donde vadeaban arrieros y viandantes con sus recuas, organizadas por doce a quince animales que transportaban productos y avituallamientos para proveer los mercados de las localidades recién fundadas;  también viajaban a mercar, a tomar trago. El puente de los “Aguadeños” que existe hoy, está construido en concreto y se sitúa aguas abajo del antiguo puente de arriería.

En el entorno de este maravilloso paso histórico, se relatan mitos y leyendas  que refieren la existencia de tesoros derivados de guacas indígenas y entierros de valiosos tesoros. La ficción alude  la existencia un inestimable entierro situado en el peñasco que limita en el margen derecho del antiguo paso, inmediato al río, narra el cuento, que todos los Viernes Santos se abre un portillo en la peña, en el que se despliega un fulgor dorado como el color del oro, que disfrutan los ávidos y  ambiciosos guaqueros a vagabundear por el lugar en busca del tesoro contenido en la gran peñón. Hasta ahora han sido infructuosas las búsquedas del entierro,   pues, se trata de una sepultura “encantada” de los aborígenes Quimbaya, por tanto no se ha encontrado, por que cambia de espacio en cada intentona de exploración.

 

LEYENDA DEL GUANDO O BARBACOA.


El guando o barbacoa, armadura hecho de guadua y tabla, en forma de camilla cubierta por una sábana blanca, bajo la cual se trasportaba el muerto y/o personas agonizantes..

Cuentan que este espanto va acompañado de cuatro personas, que generalmente son los cargueros del muerto. Aparece a la orilla del camino, a la orilla de un río, cerca de un pantano o entre el bosque.

 

Las apariciones de este macabro espectáculo en la mayoría de las veces conmueve, no sólo por creer que en realidad llevan al difunto por ir los familiares acompañándolo, sino por el murmullo coral del rezo del Rosario y la Misa por su alma.

 

Cuenta la historia que hace muchísimos años vivía un hombre muy avaro, grosero, terco y malgeniado, al que no le gustaba hacer obras de caridad, ni se compadecía de las desgracias de los demás. Los pobres del campo acudían a él a implorar su ayuda para sepultar a algún vecino, pero contestaba que no tenía obligación con nadie y que tampoco iba a cargar un mortecino. Además les advertía, que cuando él se muriese, lo echaran al río o lo botaran a una zanja donde los gallinazos cargaran con él.

 

Por fin se murió el desalmado, solo y sin consuelo de una oración. Los vecinos que eran de buen corazón, se reunieron y aportaron los gastos del entierro. Construyeron la camilla y cuando lo fueron a levantar casi no pueden por el peso que el difunto tenía. Entonces convinieron en hacer relevos cada cuadra, a fin de no fatigarse durante el largo camino al pueblo. Al pasar el puente de madera, sobre el río, su peso aumentó mucho. De pronto, se les zafó de las manos y el golpe sobre la madera fue tan fuerte que partió el puente y el muerto cayó a las enfurecidas aguas que se lo tragaron en un instante.

 

Al momento, los hombres acompañantes bajaron a la corriente y buscaron detenidamente pero no lo hallaron ni a él ni al andamio. Lo que sí quedó por el mundo es su aparición fantasmagórica que atormenta a los vivos, haciendo estremecer al más valiente con el ruido de los lazos sobre la madera en un continuo y rechinante "chiqui, chiqui, chiquicha...".

 

Sus apariciones más seguras tiene lugar en la víspera de los difuntos, o sea en las fiestas de las ánimas. Dicen que en los lugares aledaños a los cementerios, causa gran pavor a la tétrica procesión, portando sus acompañantes coronas, cirios y rezando en voz alta: se oye una voz cavernosa que dice: "meta el hombro compañero... ".

 

EL CURA SIN CABEZA.



Cuenta la leyenda que por las noches aparece de la nada el fantasma de un sacerdote (o bien, un fraile o monje católico), vestido con el hábito usual de su orden o con sotana, pero con la particularidad de que no tiene cabeza, por lo que causa terror y pánico entre la gente.

Se cuenta la leyenda que hace muchísimos años (de hecho, más de un siglo) había un sacerdote al que le gustaba salir con varias mujeres después de concluir sus misas.

 

Obviamente este tipo de conducta era rechazada por los moradores de Cuenca, pero lamentablemente nadie podía hacer nada para evitarlo, ya que el cura era amigo de las autoridades eclesiásticas que en algún momento pudieron removerlo.

 

ACAIME.


 

Acaime, el mohán o hechicero, natural de Panchi, se propuso derrotar a los españoles en todas partes. Los indígenas lo llevaban en andas, bajo un palio de estera y vestido con la camisa y faldón de una española, María Mercado, asesinada por los indios. Los indígenas acudían a él para pedir concejo y para´ que intercediera en las aguas cuando los ríos estaban secos. Por eso ese fue uno de los primeros Mohanes que significa: el que cuida de las aguas. Acaime tenía poderes especiales para comunicarse con los espíritus, presidir las prácticas religiosas y desempeñar los oficios de curanderismo.

Por allá una tarde caliente volaba altiva la garza y el sol radiante convertía a las hojas cayentes en brillos de colores que se deslizaban sobre las aguas del río grande, llamado Magdalena en honor a una santa; por ahí por lo que es hoy Purificación, estaba sentado Acaime, debajo de un árbol, sobre una piedra, al lado de un remolino, cuando se le presentó la visión de los espíritus. En ella se veía a un Dios dorado que mataba a los españoles. Este dios prometía que cuando estuvieran juntos los cristianos y sus caballos, sacaría fuego de debajo de la tierra y los quemaría vivos. Según Acaime, el dios de oro mandó a matar a los cristianos por crueles y opresores.

Acaime tomó la decisión de contarles a sus hermanos sobre su visión recorriendo la tierra de Yalcones, Panches, Pijaos y Quimbayas. En su camino se cruzó con grandes caciques que buscaban concejo y le pedían que intercediera por sus pueblos ante los espíritus. Llegando a la zona montañosa, por lo que es hoy el parque de los nevados, encontró la tribu Pijao que estaba en espera pues el cacique esperaba un hijo que en instantes nacería. Como era la costumbre, el cacique le pidió a Acaime que le preguntara a los espíritus de la montaña cual sería el nombre de su hijo. Acaime se internó en la montaña y ella espero que fuera el momento y le pregunto a la montaña el nombre del próximo cacique. La montaña tembló, los vientos aumentaron sus voces y en medio del agua se levanto el espíritu en forma de cascada y le dijo a Acaime: - El niño debe llamarse Calarcá. Acaime dio su pagamento y regreso a la tribu y nombro al niño Calarcá. ¿Cuál sería el destino de aquel niño que nacía en la noche, en medio del fuego y el tigre?

 

LA RODILLONA.



Se presenta al lado de los caminos, acurrucada en los barrancos, en forma de anciana sentada con la cara entre las piernas. Sus arrugas son múltiples, tiene una ancha boca con un solo colmillo, la nariz verrugosa y ganchuda. Sus risas son maliciosas, chillonas y terminan en carcajadas ensordecedoras, ahogadas en las bocanadas de humo de un tabaco que fuma en sentido contrario, con la brasa hacia el interior de la boca. Aparece, en ocasiones, en forma de murciélago apagando velas, lámparas y faroles.


Muchas veces es confundida con una bruja por su aspecto. Es una  mujer anciana, canosa y despeinada, con un solo diente, ojos enrojecidos, nariz afilada y rostro arrugado. Su característica más relevante, sin embargo, es que tiene unas enormes rodillas que le molestan para andar, de ahí el nombre de “rodillona”.

Suele aparecerse en los caminos o sentada en el borde de los barrancos. Lo que más le gusta es asustar a los amantes solitarios y retirados en los campos y bosques; pero es ella quien se asusta cuando oye llorar a un niño o cuando se encuentra con una mujer embarazada.

 

LA PATASOLA

Algunos campesinos creen que la patasola es la personificación de una madre que mató a su hijo y fue condenada a vagar por los montes. Otra versión muy popular dice que era una bella mujer muy pretendida por los hombres, pero perversa y cruel, que se dio al libertinaje, motivo por el cual le amputaron la pierna con un hacha y la arrojaron al fuego en una hoguera hecha con tusas de maíz. La mujer murió como consecuencia de la mutilación y desde entonces vaga por los matorrales de las montañas gritando lastimeramente en busca de consuelo. Se enfurece cuando ve hombres, le disgusta encontrarse con el hacha, la tusa y la candela; asimismo, odia la peinilla y el machete. Las personas, para resguardarse de ella llevan perros u otros animales domésticos. Dicen los campesinos que si la Patasola aparece de improviso, hay que recordarle los objetos que sirvieron para amputarle su pierna: el hacha, las tusas y la candela.

 

 

EL HOJARRASQUÍN DEL MONTE

 En una región de gente de mala proveniencia, un mal hijo, después de pegarle a su propia madre y de arrastrarla por los cafetales, se le trepó encima como si fuera una bestia de carga y la mató desgarrándola con una espuela que usaba con orgullo. Dios lo castigó, ante los alaridos de su madre agónica, y, metiéndole el diablo adentro, huyó a los montes convirtiéndose en un verdadero animal con cara de hombre y todo el cuerpo cubierto de hojas secas y musgo. Es un condenado en vida, vaga por los cafetales y no vale sino el escapulario de la Virgen del Carmen para librarse de él.

Algunos campesinos lo han visto como un “Hombre árbol” en movimiento; otros como un monstruo que aparece con figura de mono gigante con mucho musgo y hojas secas. Cuando hay tala de bosques, destrucción de árboles o quema del medio natural, el Hojarrasquín del Monte aparece en forma de tronco seco y queda oculto hasta cuando reverdece la floresta. Por ello muchos campesinos le tienen gran respeto a los troncos secos en los bosques.

El Hojarrasquín hace perder a los caminantes en el bosque. Sin embargo, cuando le cae bien una persona, le indica el camino para salir, por ello mucha gente lo invoca para pedir por el caminante perdido en las montañas. Las huellas del Hojarrasquín aparecen como rastros de pezuñas de venado, danta u otros, para despistar a los cazadores.

 

 

EL MOHÁN

El mohán a veces aparece como un hombre gigantesco con barba y cabellera abundantes, ojos rojizos de intenso brillo como brasas encendidas, boca grande, dientes de oro, tez quemada de indio viejo y en general un aspecto muy demoníaco. Aparece bastante juguetón, enamorado, muy obsequioso y serenatero. Se dice que es el creador del torbellino, el bambuco, el pasillo, la múcura, y se le oye tocar el tiple, el requinto y las maracas, al estilo antiguo. Su canto no es conocido, no se le atribuyen ‘coplas’, ni se le reconoce un lenguaje poético.

Los campesinos creen que el Mohán es antropófago, pues le gusta la sangre de los niños de pecho, a quienes, después de sacársela, se los come asados en hogueras de hojarasca. Le gustan las mujeres bellas y jóvenes, principalmente las muchachas casaderas, a quienes persigue para llevarlas a los ríos.

Alrededor de los charcos y en los peñascos donde vive, custodia sus tesoros en oro, piedras preciosas, alhajas, brazaletes, narigueras y numerosas joyas. Algunos dicen que tiene un palacio subterráneo con muchos tesoros, oro y piedras preciosas.

 

EL PATETARRO


Hombre de descomunal tamaño, terriblemente feo, sucio y desgreñado. Vive en los montes. Le falta una pierna de la rodilla para abajo y él la ha reemplazado con un tarro de guadua, tarro que a la vez le sirve de letrina. Cuando está lleno de inmundicias lo derrama en algún sembrado y allí nacen las plagas, las cosechas se malogran y los daños son incontables.

Su presencia por los campos es pestilente y se considera como el anuncio de calamidad, muerte e inundaciones. Sus gritos macabros o sus carcajadas histéricas se escuchan en los socavones de las minas y en las hondonadas de los riachuelos, sobre todo en las noches lluviosas oscuras y tenebrosas. Su presencia es anunciada por el aullido de los perros, el movimiento de los árboles huracanados y el rozar intenso de la hojarasca.

 

LA TARASCA

 Horrible mujer a la que le gusta chuparle la sangre a los hombres; es muy parecida a la patasola con la diferencia de que ésta corta en tasajos a sus víctimas.

 

Su fealdad no tiene descripción y sus gritos, como aullidos de fiera, llenan de pavor campos y aldeas. Sus berridos son precedidos por gemidos lastimeros de una persona atormentada y con esta treta, atrae a incautos y citadinos. Sólo retrocede si ve el escapulario de la Virgen del Carmen. Quienes la ven pierden el habla y el conocimiento.

 

 

La Leyenda Del Cacique Calarcá

 

 

Peñas blancas se ha convertido en un referente de identidad para los quindianos, pues evoca el recuerdo legendario de un cacique indígena que le dio el nombre a la segunda ciudad más importante del Quindío y en torno a quien se han tejido varias historias sobre las supuestas riquezas por él guardadas en el interior de los socavones. Los relatos, cargados de fantasía y motivados por la ambición de muchos guaqueros, convirtieron a Peñas Blancas en un polo de atracción de aventureros.


La historia habla de Combeima, cacique de los Coyaimas y Natagaimas y bautizado posteriormente como Baltasar. Aliado de los españoles, llegó a casarse y tener descendencia con la hija de uno de ellos, lo que motivó a Calarcá a cobrar la ofensa por mezclar la sangre indígena con la de los invasores. De hecho su hijo fue raptado, devorado y sus huesos fueron devueltos a su padre tres días después.

 

Combeima (o Baltasar) preparó su venganza con el presidente del Nuevo Reino de Granada, don Juan de Borja. Con una lanza el cacique asesinó a Calarcá, dispersando al pueblo Pijao y facilitando su sometimiento al gobierno español.


Otros relatos del Quindío y el Tolima también relatan que Calarcá concibió una hija llamada Guaicamarintia quien se convirtió en cacica de los pijaos a la muerte de su padre y se casó posteriormente con un cacique quimbaya, quien la llenó de riquezas y aniquiló el carácter belicoso y altivo de los pijaos. Sin embargo, éstos nunca fueron dominados completamente por los españoles. También se cuenta que, al morir Calarcá, su hija ordenó enterrarlo en una sepultura entre las rocas del monte y allí lo dejó con todos sus tesoros.


Álvaro Hernando Camargo Bonilla

Academia de Historia del Quindío.



[1] En entrevista realizada el año de 2004 a don Aristóbulo Jaramillo Peláez, manifestó  que los principales fundadores del Corregimiento La India fueron: PASCUAL JARAMILLO, CRECENCIA PELAEZ, FERMIN LEÓN, ANTONIO PELAEZ, FELIZ CASTAÑO, MANUEL MORALES, CHUCHO SERNA., TANO MEJIA, ROBERTO HOYOS y JULIO BLANCO.

Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Vigía del Patrimonio, Miembro de la Academia de Historia del Quindio.

No hay comentarios: