jueves, 1 de octubre de 2020

Anotaciones del diario de Humboldt en su paso por el camino del Quindío Octubre 1801

 

Anotaciones del diario de Humboldt en su paso por el camino del Quindío  Octubre 1801



Con motivo de la conmemoración en el presente mes de octubre de los 220 años del paso de Humboldt por el camino del Quindío, es preciso referir algunos aspectos descritos en sus anotaciones de su diario donde relata este suceso.

Humboldt decía que más adverso eran los preparativos que el viaje. La predisposición de los españoles y criollos de convertir los aspectos más habituales en algo extraordinario y monstruoso, y el interés de describir el camino como excesivamente largo y peligroso, situación presentada en interminables consejos, tales como de dejarse cargar, montar en las mulas, llevar carpa para acampar, cargar hojas de bijao para el rancho, porque la carpa mojada pesa mucho, etc. 

Actos ceremoniales de los arrieros que empacaban y re empacaban las petacas (así llaman las maletas americanas de viaje, una especie de caja de cuero) varias veces para verificar que las 2 que se cargaban sobre el lomo de las acémilas poseyeran igual peso.

Consideraba esta situación como un ceremonial inoficioso, y anota que se aprendía más fácilmente a bailar bolero, hablar groseramente, que pasar el Quindío.  Referencia intrascendente para Humboldt que estaba acostumbrado a caminar en un día de 6-9 leguas a pie, vadeando ríos y permaneciendo meses en las selvas, por lo que entendió que el viaje no tenía nada de sorprendente como se lo ilustraron.

Descripción de puntos en el camino.

Para este caso, describe puntos del camino en las laderas oriental y occidental de la cordillera de los Andes del Quindío, registra Humboldt las rancherías, tambos y/o puntos, tales como: La Palmilla, Buenavista, Moral, quebradas Azufral y Aguas Calientes, Toche, Cruces (donde se erigió una plancha de micacita, muy curiosa y bonita, orientada de oeste a este como recuerdo de que allí celebró misa el arzobispo de Popayán), gallegos, Boquía y Portachuelo.

Describe el camino como una galería cónica y profunda, donde el equipaje rozaba con las paredes. La profundidad de esas angosturas las calculó de 20-30 pies, delineado en un terreno de serpenteantes vueltas. Las paredes estaban cubiertas de musgo que le sirvieron para agarrarse cuando se camina por los pequeños tabiques, lo cuales quedaban entre los camellones formados por el paso de los animales. Caminando por estas formaciones, se tambalea a derecha e izquierda y había que apoyarse en los barrancos. Camellones que describe de un pie de ancho y siempre 12-14 pies de profundidad, llenos de lodo negro, separados por diques de 2 pulgadas de espesor:, y cuando el pie no daba con el dique y causa de las fuertes lluvias (como ocurrió en los últimos días en el Quindío), el dique se inundaba y se confundía un hueco con el otro, y si fallaba, al colocar el pie, se llenaba el calzado con agua, y algo más grave, el peligro de quebrarse el pie al caer a estas fosas.

En el punto de Portachuelo (Filandia), refiere su marcha por pantanos y lagunetas, puntualmente como si se pasara en un corral lleno de estiércol. Un lodo negro y liquido en el boscaje de guaduas casi siempre es d 2 pies de profundad y peligroso por las púas del Arundo Bambos (descripción de Bambusa vulgaris fue realizada por Linneo), y de la espinosa Vaginae Deciduae, los que lastimaron sus pies. Igual, refiere con admiración el modo de paso de los cargueros por este punto, quienes pasaban esos pantanos de guadua muy habilidosamente, sobre delgados juncos sin resbalarse.



Bosquejo de mano de Humboldt.                          

 

Cuando el camino se tornaba más difícil a causa de los incesantes aguaceros, en vez de mulas se utilizan bueyes, a los que se entrenaba desde su juventud para que cargaran; en el lodo aguantaban más que las mulas. Si no podían pasar ni siquiera los bueyes, se utilizaban sólo cargueros. Los hombres conseguían ser más hábiles y resistentes en estos caminos.

Reseña el intenso tránsito por el camino del Quindío.

Contrario a muchas descripciones al respecto, describe un intenso tráfico en la cordillera. A cada momento se encontró con mulas, bueyes, silleros, comerciantes de Popayán, Buga, e incluso de Pasto, que viajaban a Honda, Mompós y Santa Fe, a comprar ropa (así llamaban a toda clase de telas para la confección de vestidos). Para este transporte, muchas veces se necesitaban hasta sesenta cargueros, También cuenta el trasporte del tabaco y sal a la provincia de Popayán.

Humboldt paso el Quindío acompañado de 5 cargueros para instrumentos de precisión; barómetro, higrómetro, y 12 bueyes y mulas. Para el camino los peones tienen una carpa de lienzo, de tal manera que formaban en el bosque una especie de campamento. En la selva se encuentra casi cada 2 – 3 horas lugares desprovistos de árboles, abiertos a hachazos, los que se llamaban rancherías o contaderos.

PASO DE QUINDIU, EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES.

 

“Considerase la montaña de Quindiu (lat. 4° • 6', Long. 5°, 12') como el más penoso paso de la cordillera de los Andes; porque es bosque espeso, completamente deshabitado, que en la mejor estación cuesta diez a doce días de travesía.

Notros preferimos al paso de Guanacas el de la montaña Quindiu o Quindío, entre las ciudades de Ibaga y Cartago.

Los viajeros, en todas las épocas del año, hacen sus provisiones para un mes, porque a menudo sucede que por el deshielo de las nieves J súbita crecida de los torrentes, se encuentran aislados y sin poder dirigirse a Ibaga ni a Cartago.

El Garito del Páramo, que es el punto culminante, mide 3,500 metros sobre las aguas del Océano, y como el pie de la montaña, hácia las orillas del Cauca, solo cuenta 960, disfrutase en este sitio de un clima dulce y templado.

Bajando por la pendiente occidental de la Cordillera en octubre de 1801, a pie, y seguidos de doce bueyes que llevaban nuestros instrumentos y colecciones, sufrimos mucho en los últimos días de caminar por esta montaña de Quindiu, en razón de los continuos chaparrones que nos molestaron. Pasa el sendero por un país pantanoso poblado de cañas bambú, y los pinchos de las raíces de estas gigantescas gramíneas, destrozaron nuestro calzado; de suerte que tuvimos necesidad de marchar descalzos, cómo todo viajero que se encuentra en nuestra situación y no gusta que le lleven a hombros de otro.

Siendo pocas las personas acomodadas que tienen hábito de andar á pie en estos climas y por caminos tan difíciles durante diez y nueve o veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres a la espalda; pues el paso de Quindiu no permite caminar montados en mulas. se oye decir en este país andar en carguero, como quien dice ir a caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero; debiendo notarse que los que a él se dedican no son indios, sino mestizos, y a veces blancos. Más aún sorprende oír cómo estos hombres, desnudos y ocupados en cosa tan degradante a nuestros ojos, disputan en medio del bosque porque el uno rehúsa dar al otro, que pretende tener más blanca la piel, el título de. Don o Su merced. Los cargueros conducen seis a siete arrobas (75 a 88 kiI6g.) y algunos muy robustos hasta nueve. Apenas se concibe cómo escogen voluntariamente este oficio los jóvenes más fuertes de estas montañas sin que sean parte a detenerlos la enorme fatiga que les ocasiona una marcha por este país montuoso de ocho horas diarias, ni los destrozos que hace en sus espaldas la ruda faena cual, si fueran bestias, ni la crueldad con que algunos viajeros los abandonan en la selva si por desgracia enferman, ni la modesta

ganancia que obtienen de este trabajo que llega a 240 o 280 reales. Solo el gusto de una vida errante en que se goza de cierta independencia explica la preferencia de esta ocupación respecto de la sedentaria y monótona de las ciudades.

No es el paso de Quindiu, el único punto donde de este modo, se viaja en la provincia entera de Antioquia, rodeada de terribles montañas, no hay otro medio de escoger sino el de andar á pie cuando la robustez lo permite, o encomendarse a los cargueros; tal es el camino que va de Santa-Fé de Antioquía a la Boca de Nares, o al Rio Samaná. He conocido un habitante de dicha comarca que, por su gordura, no había encontrado más que dos mestizos capaces de llevarlo; si sus dos cargueros hubieran muerto mientras él se encontraba en el Magdalena o en el Mompós o en Honda, no regresara a su casa. En Choco, Ibagué y Medellín es tan grande el número de los jóvenes que llenan este oficio de bestias de carga, que a veces se cuentan filas de cincuenta a sesenta en el camino. Cuando los españoles intentaron hacer practicables a las mulas estos senderos de Nares a Antioquía, los cargueros protestaron de la mejora, y el gobierno tuvo la debilidad de ceder a la reclamación. conviene recordar aquí, que hay en las minas de Méjico una clase de hombres que no tienen más ocupación que llevar a cuestas otros hombres. La pereza de los blancos, enorme en estos climas, hace que los directores de los establecimientos mineros tomen a sueldo a los indios de este género, a quienes llaman caballitos porque se hacen ensillar todas las mañanas y apoyados en un bastoncillo, con el cuerpo inclinado hácia delante, conducen al amo de un punto a otro de la mina. Los caballitos y cargueros de paso más seguro, igual y dulce son preferidos. i Cuán triste es pensar que hay hombres recomendables por cualidades propias de las bestias!

La persona que va en las sillas de los Cargueros, ha de permanecer inmóvil hora entera, so pena de caer ambos con más peligros aun de los naturales, porque atraviesa el carguero los puntos más escarpados, fiado en su destreza, ú el torrente en un pequeño madero. Son, sin embargo, raros los accidentes, y los que ocurren se atribuyen a la imprudencia de los viajeros que asustados saltan a tierra desde la silla.

Descúbrase un sitio pintoresco, a la entrada de la montaña de Quindiu, en las cercanías de Ibaga y junto a un punto que se llama Pie de la Cuesta. Aparece por encima de una gran masa de rocas graníticas, el cono truncado del Tolima cubierto de perpetua nieve, y recordando en su forma el Cotopaxi y el Cayambe; el pequeño riachuelo de Combeima, que mezcla sus aguas a las del Río Cuello, serpentea por un estrecho valle, abriéndose camino al través de un bosque de palmeras, y allá en el fondo se divisa una parte de la ciudad de Ibaga, el gran Valle del Magdalena y la cadena oriental de los Andes.

 

Una vez llegados a Ibaga, entre los preparativos del proyectado viaje, se cuentan muchos cientos de hojas de biiao, cortadas en las montañas próximas, planta de la familia del Bananero que forma un género nuevo semejante al Thalia, que no debe confundirse con la Heliconia bihai.

Estas hojas membranosas y lustrosas como las del Musa son ovales, y tienen 54 centímetros de longitud por 37 de ancho. Su superficie inferior es blanca plata y cubierta de una sustancia harinosa que se desprende por escamas. Este particular barniz las pone en condiciones de resistir mucho tiempo a la lluvia. Al recogerlas, ábrase una incisión en la nerviación principal que es la prolongación del peciolo, incisión de que se sujetan cuando se trata de convertirlas en techumbre móvil; pasado el momento se arrollan y guardan. Se necesitan 50 kilogramos de estas hojas para el techo de una cabaña que cobije seis o siete personas.

Los cargueros proporcionan algunas estacas y preparan la tienda en un paraje del bosque seco y útil para pernoctar en él. En pocos minutos, con ligaduras de lianas y las hojas de vijao se forman estas cabañas frescas y cómodas. Si durante la noche siente el viajero que la lluvia penetra hasta él, indica la gotera y una hoja basta para remediar el inconveniente. Nosotros pasamos muchas noches en el valle de Boquía, bajo una de estas tiendas sin que el agua que abundante, casi continua caía, nos molestara un momento.

La montaña de Quindiu es uno de los sitios más ricos en plantas útiles é interesantes. Allí encontramos la palmera ceroxilon (Ceroxilon andicola), cuyo tronco está cubierto por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia grandiflora, cuya flor, escarlata, tiene una longitud de 16 centímetros.

La ciudad de Popayán, cabeza de una provincia de Nueva-Granada, se encuentra situada en el hermoso valle del Rio Cauca, al pie de los grandes volcanes de Puracé y Sotara, y goza de un clima delicioso, mucho menos caliente que el de Cartago y el de Ibaga, e infinitamente más templado que el de Quito y Santa-Fé de Bogotá, con una altura sobre el nivel de las aguas del mar del Sud de 1.800 metros, bajo una latitud de 2° 26' 17".[1]



[1] ALEJANDRO DE HUMBOLDT. SITIOS DE LAS CORDILLERAS Y MONUMENTOS DE LOS PUEBLOS INDIGENAS DE AMÉRICA. PRIMERA PARTE. Pág. 50. IMPRENTA Y LIBRERIA DE GASPAR. EDITORES. TRADUCIO POR BERNARDO GINER. MADRID 1878

Álvaro Hernando Camargo Bonilla

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